Abrí los ojos al sentir los
rayos del sol en mis párpados. Di un bostezo y miré a mi lado. Tom me miraba
con seriedad aún recostado en la cama. Respiraba detenidamente, moviendo sus
ojos por toda mi cara y mi cuerpo que se alcanzaba a apreciar sin cobijas. Sus
ojos tenían indiferencia profunda, podía notar un poco de odio en ellos
también. Y me dolía darme cuenta de que Tom había cambiado demasiado en tan
poco tiempo.
Se levantó de la cama y a los
pocos segundos se sentó a los pies de la misma. Parecía frustrado. Se recogió
las rastas en una coleta y después me echó una mirada con esa misma seriedad
inexpresiva. Me levanté de la cama también y me acerqué a él.
- Tom…- él negó, haciéndome
callar por completo.
- Tienes que irte de aquí.-
retrocedí, como si alguien me hubiera dado un puñetazo en la cara.
- ¿Por qué?
- Porque te dije que no me
buscaras más.
- Te necesito conmigo.-
confesé.
- Pero yo no a ti conmigo.-
dijo con tanta sinceridad, que pude sentirme de una forma extraña. –No quiero
que estés conmigo.
- Explicación, por favor.- me
miró con indiferencia.
- ¿A caso necesito darte
explicaciones para echarte de mi casa?
- Eh, sí.- entrecerró los ojos
y se quedó en silencio, sin moverse en lo absoluto. Pero después se levantó de
la cama y caminó al baño, cerrando la puerta con delicadeza. - ¿Te odian, Tom?-
esperé a que contestara, pero no lo hizo. -¡Porque fui a tu casa, y estaba
pintarrajeada con cosas obscenas dirigidas a ti!
- ¡Una explicación!, ¡Me da
vergüenza tenerte cerca!- esta vez fui yo quien se quedó en silencio. Y me bajé
por las escaleras rápidamente. Me dejé caer con fuerza en un pequeño sillón
negro, el cual dejó escapar demasiado polvo, haciéndome sacar la tos floja.
Comencé a jugar ansiosamente
con una de mis muchas pulseras que llevaba en las muñecas. Con esa hermosa
pulsera de resorte con cuencas de plata negra y un crucifijo colgando de en
medio; que recibí como un regalo de parte de Gustav en mi cumpleaños dieciocho.
Escuché los pies descalzos de Tom andando por la planta alta, lo que me puso
más ansioso aún. Escuché como pequeñas piedrecillas caían al suelo, rebotando
un poco; y entonces me percaté de que había hecho mierda a la pulsera.
Precipitado, me hinqué en el suelo e intenté recogerlas.
- Mierda, mierda.- metí la mano
debajo de ese pequeño sofá y tomé una de esas piedrecillas, pero el polvo me
hizo soltar todas de nuevo para cubrirme la boca y toser con fuerza.
- Grrrr- me quedé completamente
tieso al escuchar aquello. Lentamente volteé la cabeza hacia donde provenía ese
sonido. Un Doberman enorme de color café con las orejas caídas. Era el primer
perro de esa raza al cual veía con sus orejas sin ser cortadas; pero al
contrario que otros perros, también era el primero que veía con tantas
cicatrices en su cuerpo. -¡Grrr!- volvió a gruñirme, quizá recordándome que
estaba frente a mí, dispuesto a arrancarme cualquier extremidad.
- Tom…- iba a ser un grito,
pero me salió como un susurro más silencioso que nunca. Aunque tal vez para esa
bestia fue como el grito que debía ser, pues con un fuerte ladrido me tomó del
brazo con sus dientes, apretando la mandíbula en mi piel. -¡AAHH!... ¡TOOM!,
¡¡TOOOMM!!- el perro giraba su cabeza. Quería arrancarme la piel como a una
presa. -¡MIERDA, AHH! ¡TOOM POR FAVOOORR!- las lágrimas del puro dolor me
salieron, ni siquiera las patadas que le daba hacían que me dejara, incluso lo
hicieron enojar más.
- ¡Zander!- el perro al tiro me
soltó el brazo y corrió hacia mi hermano, levantándose en dos patas y moviendo
el rabo. Él le acarició la cabeza e hizo que se sentara. –Mierda, Bill.- se
acercó a mí. Me miré el brazo, que me sangraba a borbotones; y después vi que
Tom hacía ademán de tomarlo en sus manos.
- ¡Aléjate, Tom!- me levanté
del suelo y corrí al baño para limpiarme la herida. –Hmm…
- Hey, déjame te ayudo.- negué.
- No puedes tocar mi sangre,
¡ya lo sabes, Tom!- él tomó la pequeña toalla para secarse las manos y la
amarró en mi brazo con una fuerza grandísima. –Hmm- gemí.
- Lo siento.- asentí.
- Lávate las manos, por favor.-
me miró confundido. -¡Por favor!- y lo hizo, solo para que yo cerrara la boca.
Después ambos salimos del baño, Tom se acercó a esa bestia y le dio besitos en
el hocico, lo cual me pareció completamente extraño que el perro tuviera un
comportamiento tan distinto con él. – No sabía que tenías un perro…- dije
después de un pequeño momento. Él me miró sonriendo, aunque la sonrisa era
dirigida a su perro, quien le lamía la cara.
- La encontré amarrada a un
poste de luz con un mecate. Se veía completamente deshidratada y lastimada, entonces
me la traje aquí; después me enteré que estaba siendo entrenada para ser de
pelea. Por eso tiene todas esas cicatrices.
- Y por eso es tan bestia…- Tom
solo rió, negando.
- No es tan mala, solo con lo
desconocido.
- Ahora no es emocionante ser alguien
desconocido. Mierda, que es una pequeña, debería ser educada como Bixie.- él
rió fuertemente.
- Pero ella no puede serlo,
después de su pasado comportarse como lo hizo contigo es tener cortesía.- le
acarició la cabeza a la perrita y después se levantó. -¿Se te ha pasado el
dolor?- dijo apuntando mi brazo con su mirada.
- Algo.- sonreí. Él caminó a la
cocina y yo, le seguí lentamente por la espalda.
- No tengo nada más que
ofrecerte.- apuntó a la mesa. En ella había una bolsa con rebanadas de pan y junto
a ella, un frasco de mermelada y uno de plástico con mantequilla.
- Es igual, mamá siempre hace
de desayunar lo mismo.- asintió, entrecerrando los ojos, queriendo formar una
sonrisa. Tom hizo una malteada de chocolate, me impresionaba ahora también su
capacidad de hacer más cosas que antes; después nos sentamos y comenzamos a
comer.
Mi mente se concentraba más en
poder analizarlo lentamente. Era estúpido, peo incluso había cambiado su forma
de sentarse a la mesa; parecía más despreocupado con su “educación”. Como un
recuerdo repentino, recordé la casa de Tom en la que vivía antes; tenía muchas
preguntas sobre ella, y qué mejor que ahora.
- ¿Por qué te has cambiado de
casa?- él dejó de comer, como si esa pregunta le incomodara demasiado, pero
después, se limpió la comisura de su labio con la lengua y miró a la pequeña
ventanita que daba para el patio de lavado.
- Surgieron algunos problemas
conmigo y también con Maurice.- No lo notaba muy convencido, pero le dejé
hablar. –Además, ya no me apetecía vivir más ahí.- me miró.
- ¿Y por qué está llena de
insultos dirigidos a ti y a los que te quieren?
- Aquí nadie quiere a nadie,
Bill.- me miró serio. Yo me quedé en completo silencio. –Verás. Maurice se
piensa que es el gobernador del barrio, todo lo que dice y hace es aplaudido
por todos; no es que alguien esté de mi lado, es que hay demasiados en el lado
de Maurice, y los que estamos en contra de todo lo que hace, somos “los del
otro lado”. Nadie está conmigo o de mi lado.
- Pero, ¿por qué esas groserías
hacia ti?
- Pasaron cosas, Bill, cosas
que seguro no quieres escuchar.
- Sí quiero.
- Pero no te las diré.- me
quedé en silencio. –Bill, tengo que hacer muchas cosas hoy, ¿te quedas o
quieres acompañarme?- dijo mientras levantaba sus platos de la mesa, a lo que yo
miré el mío, que aún estaba algo lleno. Pero las palabras de Tom me retumbaron
en los oídos, y comencé a sonreír.
- ¿Me estás dejando quedarme en
tu casa?- pregunté esperanzado. Él ladeo la cabeza, aún con esa seriedad que le
hacía mirarse más peligroso de lo que podía ser; pero después sacó una sonrisa,
la cual me hizo esperanzarme aún más.
- Bueno, puedo aguantarte por
un tiempo, pero debes prometerme algo.- asentí.
- ¡Lo que sea!
- Cuando te diga que es hora de
irte, lo harás, ¡y nunca volverás a buscarme!- la sonrisa se me borró de
repente.
- ¿Por qué quieres deshacerte
de mí, Tom?
- No quiero eso, quiero que no
dejes tus estudios por estar aquí conmigo. Aparte tú sabes que no tengo dinero,
y no tienes tus medicamentos.
- Es tarde para eso, he dejado
la universidad ya.
- ¿Por qué?- me miró
confundido.
- Me siento tan cansado ahí,
los medicamentos ni siquiera me ponen mejor. He perdido mucho tiempo, así que
lo dejé para concentrarme más en el Vih, porque puedo morir y…- la voz se me cortó de pronto. Él me miró
con cierta preocupación en sus ojos, pero después salió por la puerta, esperando
que yo hiciera lo mismo.
- Primero iré al trabajo, serán
solo un par de horas, ¿sí?- asentí.
- Llegas tarde, otra vez.- le
dijo un hombre de estómago prominente y barba de candado. Tom entornó los ojos
y se sacó el polerón, pasándomelo a mí; lo tomé y me lo coloqué en las piernas.
- Es igual.- dijo, caminando
dentro de la cocina.
En las dos horas que estuve
ahí, Tom trataba muy mal a todos los clientes. Les aventaba las cosas con dureza
y les hablaba de mala forma; fue reprendido por el mismo hombre, pero Tom se
pasó por las pelotas todo lo que le decía. Iba entrando al restaurante una pequeña,
vistiendo un vestido rosado y unos zapatitos blancos. Corría con una enorme
sonrisa en la cara; la misma que se le borró al chocar con mi hermano y hacer
que los refrescos y la comida que llevaba en una charola se cayeran al suelo,
haciendo un fuerte ruido, que hizo que casi todos los que comían ahí se viraran.
- ¡Qué mierda te pasa!- gritó
Tom. La pequeña se encogió con miedo, más no dijo una sola palabra. -¿¡Ni
siquiera vas a disculparte!? ¡Coño, que yo tendré que pagar por eso, niña!- Tom
la tomó del brazo y la azotó en el suelo, haciendo que ella comenzara a llorar.
-¡Tú vas a limpiarlo, ¿entiendes?!, VAMOS, ¿QUÉ ESPERAS?
- ¡¿Qué coño te pasa, Tom!?- me
acerqué rápidamente, hincándome a un lado de la niña. –Tranquila, pequeña,
¿venías a comprar algo?- ella asintió, limpiándose las lágrimas. –Ven, que yo
te acompaño, vamos.- me levanté y la acompañé
hacia una vitrina con postres. De pronto sentí su pequeña manita envolver la
mía; lo que sentí fue algo estúpido, pero aún así me hizo querer llorar.
Después de que ella compró su
comida, pagó con cuatro moneditas y se salió corriendo del restaurante. Yo me
regresé donde se había caído todo, y sentí la mano de Tom en mi hombro, con
fuerza; él me tendió un trapeador y una escoba, y yo los tomé sin alguna queja
y comencé a limpiarlo todo.
By Tom
En todo el camino de regreso,
ninguno de los dos mencionamos algo de lo pasado, hasta estar de camino en un
pequeño bazar para entrar a un centro comercial.
- Tratas muy mal a las
personas.- dijo sin siquiera mirarme; y bien podría ignorarlo por completo,
pero no lo hice porque estaba más que cabreado con él.
- Y tú las tratas muy bien. ¿Que
no te ha quedado claro, eh?, aquí las personas no necesitan de un psicólogo de
mierda como tú.
- No se necesita ser un
psicólogo para tener tacto con las personas, pero ya veo que eso es lo que más
te falta. Te vas a quedar solo por egoísta.
- Oh, y me importan una mierda
los demás, Bill, si yo tengo mi bienestar es más que suficiente.
- Pues eso está mal, Tom.
- ¡No me importa!
- ¡Debería!, ¡eres tan
egocéntrico, no te importa nada!
- ¡No me vengas con tus
tonterías, eres la persona menos indicada para decirme eso!
- ¡Soy tu hermano!
- Coño, y dime, ¡¿Por qué
pescaste el Sida?!, ¡POR PENSAR EN LOS DEMÁS!
- ¡No, lo hice por pensar en
ti!
- ¿Y qué soy yo entonces?, ¡¿un
puto animal!?
- ¡ERES MI HERMANO, Y LO HICE
PORQUE TE QUIERO!
- Pues está mal, Bill. No debes
pensar en las personas antes que en ti, ¡Has estudiado por años esto, deberías
saberlo!
- Y te pregunto, ¡¿entonces tu
no lo hubieras hecho por mí!?- me quedé en silencio, siendo atacado por su mirada
enfurecida. -¡TOM!- me apresuró, pero yo seguí sin contestar, hasta encontrar
una respuesta que no fuera a hacerle lloriquear.
- Una persona que te pide
perder tu virginidad para que te perdone, no te quiere.- abrió los labios con
completa sorpresa y caminó lejos, entrando al centro comercial.
Sí, creo que había sido muy
duro y algo deshonesto también, pero Bill me ponía cabreado más rápido que
Maurice. Lo busqué dentro de la plaza por una hora entera, hasta que le
encontré en una tienda de ropa, en donde él movía las playeras en busca de una
de su agrado, pero las dejó de mover y caminó a una pequeña sección donde había
cinturones de cuero. Me acerqué a él, siendo víctima de su mirada amenazante,
la misma que después bajó y siguió mirando los cinturones, hasta encontrar uno
negro con estoperoles circulares que pareció llamar su atención.
- No es tan lindo, es mucho más
guapo este.- Le pasé uno de tela color caqui que él miró con indiferencia. –Bueno,
bueno, ya sé que no es muy lindo, pero en este lugar no encontrarás más que
cosas de segunda mano, nunca nada original, o al menos copia de los
originales.- sonrió.
- ¿Por qué viniste a caer a un
lugar como estos, Tom?
- Porque a mí no me importa
tener ropa de marca o buena calidad como a ti.- le pique el hombro con uno de
mis dedos, haciendo que se tambaleara un poco.
- Es lindo tener ropa linda.-
dijo casi en un susurro.
- Pero no es distinta. Incluso
a veces dura más que la de marca.- volvió a sonreír.
- ¿Y el calzado?
- Hmm, no, el calzado si se
jode muy pronto, pero no son tan caros.- me miró con algo de pena. –Oh, no me
mires así, me gusta más la vida así. Es más fácil.
- No me gusta que vivas en un
lugar como estos, es… horrible…
- Hamburgo solo se mueve por la
moda, pero algún día, todos se cansarán de fingir ser algo que no son.- asintió.
- Puede que tengas algo de
razón.- sonreí. Ambos salimos de la tienda y volvimos a caminar algunos metros
en silencio; miré un pequeño puesto de hamburguesas y antes de pararme frente a
él, conté dentro de mi pantalón, las monedas y billetes que llevaba. Cuando me
di cuenta de que era suficiente para ambos, me acerqué.
- ¿Tienes hambre?- pregunté,
pero él no me contestó. Compré un par de hamburguesas y otro de sodas, después
pagué y me dirigí a una de las mesitas frente al puesto, en donde me senté y
esperé poco a que Bill lo hiciera.
- ¿Has decidido volver a comer
carne?- me preguntó con una pequeña sonrisita. Yo al tiro me puse algo
histérico al recordar que Bill no solía hacerlo.
- Además de no tener cosas de
buena calidad o aguante, aquí tampoco hay muchas cosas veganas para comer. ¿Y
tú?
- Tengo que comerla, por eso de
las defensas. Mi médico me dijo que comer carne me hacía estar más fuerte.- le
dio un mordisco a la hamburguesa.
- ¿Tienes una dieta
específica?- negó, dándole un sorbo a su soda.
- Algo así, nada de excederme
con la comida, nada de alcohol o solo un poco. Nada de tabaco, en lo absoluto,
nada de drogas y bueno, cosas que me pongan malo, ya sabes.- asentí, mientras
tragaba un gran pedazo con algo de dificultad. Él sonrió.
- Sé que te incomoda un poco,
pero ¿cómo has llevado esto?- levantó los hombros, limpiando sus labios.
- Hay días, en los que ni siquiera
recuerdo que estoy siendo consumido por eso. Hay otros, en los que los
medicamentos no me dejan despegarme del váter o de mi cama. Y también están los
días pesimistas, cuando no me levanto de la cama y lo paso llorando, pensando
en lo poco que me queda.
- No te queda poco, Bill, ya
sabes que puedes vivir toda tu vida así.
- Sí, pero la calidad de vida
no es la que todos quieren. No puedo tener familia, me conformo con una
mascota, pero me aterra pensar en el día en que muera, ¿dónde se quedará mi
pobre bola de pelos?- rió. –Digo, suponiendo que la tuviera.
- No pienses en eso, maricón,
aún no tienes edad para formar una familia.- sonreía, por fingir que no le
dolía.
Estuvimos caminando por el
centro comercial un par de horas más hasta que decidimos que era hora de
marcharnos. Al estar cerca de la entrada, un par de mujeres que comerciaban una
marca específica de cámaras fotográficas, nos detuvieron con una sonrisa.
- ¿Podemos fotografiarlos a
ambos?- Bill y yo nos miramos confundidos. –Es para que miren la resolución de
una cámara como estas, por si están interesados en adquirirla.- sonrió. Después
de vacilar unos segundos, asentí y atraje a Bill hacia mí, quien me miró
confundido; le rodeé los hombros con mi brazo y después sentí el flash penetrar
mis ojos con dureza. Ella entró en la tienda y después de unos segundos salió
con la fotografía en sus manos, sonriendo. –Este es el resultado. Gracias por
su tiempo, puede llevarse la fotografía.- La tomé en mis manos.
- Gracias.- dije, y ambos nos
dirigimos a la salida de nuevo. Miré la fotografía. Bill sonreía tiernamente,
mientras yo tan solo estaba serio. –Yo no la quiero, ¿y tú?- vaciló un momento,
pero después asintió y me la sacó de las manos, mirándola por unos segundos.
- Prácticamente es nuestra
primera fotografía juntos.
- Nos vemos las caras casi siempre.
- No es lo mismo, una
fotografía te trae recuerdos lindos.
- Me parece que aquél no fue un
momento muy lindo.- sonrió, negando.
- El recuerdo no es la situación,
sino el significado que te trae una fotografía
así. Aunque me habría gustado una sonrisa de tu parte.
- Oh, creo que nunca tendrás
una fotografía como esa conmigo.
- ¿Por qué no?, cuando éramos
niños sonreías siempre.
- He cambiado, y mi gusto por
mi apariencia en las fotografías también. Aparte sabes que a mamá no le podías
negar una fotografía así.- asintió.
- Algún día nos tomaremos una
juntos, y sonreirás.
- No lo creo.
- Lo haremos, estoy seguro.
- Si me encuentras fumando
porros.- me dio un golpecito.
- Vamos, Tom, por favor, algún
día.
- Uno muy lejano.
- Pero lo harás, ¿no?- ladeé la
cabeza.
- Bien. Aunque no sé para qué
quieres una foto de ambos.
- En estos años no nos hemos
hecho una, y te extraño, nos extraño a ambos.- sonreí.
- Yo también…
awwwww que tierno TOM Y Bill se sacaron una foto juntitos
ResponderEliminarme encantooo
espero el prox
bye cte:)
awwwwwwwwwwwww pense que Tom si lo dejaria afuerita y esas cosas. ..
ResponderEliminarTom sonrieee!
Sube pronto
cuidate y un abrazo :D
Awww Tom es tierno cuando quiere heee y ya sonreirá en una foto yo lo se hahaha okno cuídate y sube pronto capitulo :D y lo siento por no comentar antes pero no podía :( cuídate mucho! Espero el próximo capitulo byeee
ResponderEliminarHermoso cap
ResponderEliminarawww! Tom :)
me super encanto de verdad
espero el proximo
cuidate bye