lunes, 29 de octubre de 2012

Capítulo 33


Abrí los ojos al sentir los rayos del sol en mis párpados. Di un bostezo y miré a mi lado. Tom me miraba con seriedad aún recostado en la cama. Respiraba detenidamente, moviendo sus ojos por toda mi cara y mi cuerpo que se alcanzaba a apreciar sin cobijas. Sus ojos tenían indiferencia profunda, podía notar un poco de odio en ellos también. Y me dolía darme cuenta de que Tom había cambiado demasiado en tan poco tiempo.
Se levantó de la cama y a los pocos segundos se sentó a los pies de la misma. Parecía frustrado. Se recogió las rastas en una coleta y después me echó una mirada con esa misma seriedad inexpresiva. Me levanté de la cama también y me acerqué a él.
- Tom…- él negó, haciéndome callar por completo.
- Tienes que irte de aquí.- retrocedí, como si alguien me hubiera dado un puñetazo en la cara.
- ¿Por qué?
- Porque te dije que no me buscaras más.
- Te necesito conmigo.- confesé.
- Pero yo no a ti conmigo.- dijo con tanta sinceridad, que pude sentirme de una forma extraña. –No quiero que estés conmigo.
- Explicación, por favor.- me miró con indiferencia.
- ¿A caso necesito darte explicaciones para echarte de mi casa?
- Eh, sí.- entrecerró los ojos y se quedó en silencio, sin moverse en lo absoluto. Pero después se levantó de la cama y caminó al baño, cerrando la puerta con delicadeza. - ¿Te odian, Tom?- esperé a que contestara, pero no lo hizo. -¡Porque fui a tu casa, y estaba pintarrajeada con cosas obscenas dirigidas a ti!
- ¡Una explicación!, ¡Me da vergüenza tenerte cerca!- esta vez fui yo quien se quedó en silencio. Y me bajé por las escaleras rápidamente. Me dejé caer con fuerza en un pequeño sillón negro, el cual dejó escapar demasiado polvo, haciéndome sacar la tos floja.
Comencé a jugar ansiosamente con una de mis muchas pulseras que llevaba en las muñecas. Con esa hermosa pulsera de resorte con cuencas de plata negra y un crucifijo colgando de en medio; que recibí como un regalo de parte de Gustav en mi cumpleaños dieciocho. Escuché los pies descalzos de Tom andando por la planta alta, lo que me puso más ansioso aún. Escuché como pequeñas piedrecillas caían al suelo, rebotando un poco; y entonces me percaté de que había hecho mierda a la pulsera. Precipitado, me hinqué en el suelo e intenté recogerlas.
- Mierda, mierda.- metí la mano debajo de ese pequeño sofá y tomé una de esas piedrecillas, pero el polvo me hizo soltar todas de nuevo para cubrirme la boca y toser con fuerza.
- Grrrr- me quedé completamente tieso al escuchar aquello. Lentamente volteé la cabeza hacia donde provenía ese sonido. Un Doberman enorme de color café con las orejas caídas. Era el primer perro de esa raza al cual veía con sus orejas sin ser cortadas; pero al contrario que otros perros, también era el primero que veía con tantas cicatrices en su cuerpo. -¡Grrr!- volvió a gruñirme, quizá recordándome que estaba frente a mí, dispuesto a arrancarme cualquier extremidad.
- Tom…- iba a ser un grito, pero me salió como un susurro más silencioso que nunca. Aunque tal vez para esa bestia fue como el grito que debía ser, pues con un fuerte ladrido me tomó del brazo con sus dientes, apretando la mandíbula en mi piel. -¡AAHH!... ¡TOOM!, ¡¡TOOOMM!!- el perro giraba su cabeza. Quería arrancarme la piel como a una presa. -¡MIERDA, AHH! ¡TOOM POR FAVOOORR!- las lágrimas del puro dolor me salieron, ni siquiera las patadas que le daba hacían que me dejara, incluso lo hicieron enojar más.
- ¡Zander!- el perro al tiro me soltó el brazo y corrió hacia mi hermano, levantándose en dos patas y moviendo el rabo. Él le acarició la cabeza e hizo que se sentara. –Mierda, Bill.- se acercó a mí. Me miré el brazo, que me sangraba a borbotones; y después vi que Tom hacía ademán de tomarlo en sus manos.
- ¡Aléjate, Tom!- me levanté del suelo y corrí al baño para limpiarme la herida. –Hmm…
- Hey, déjame te ayudo.- negué.
- No puedes tocar mi sangre, ¡ya lo sabes, Tom!- él tomó la pequeña toalla para secarse las manos y la amarró en mi brazo con una fuerza grandísima. –Hmm- gemí.
- Lo siento.- asentí.
- Lávate las manos, por favor.- me miró confundido. -¡Por favor!- y lo hizo, solo para que yo cerrara la boca. Después ambos salimos del baño, Tom se acercó a esa bestia y le dio besitos en el hocico, lo cual me pareció completamente extraño que el perro tuviera un comportamiento tan distinto con él. – No sabía que tenías un perro…- dije después de un pequeño momento. Él me miró sonriendo, aunque la sonrisa era dirigida a su perro, quien le lamía la cara.
- La encontré amarrada a un poste de luz con un mecate. Se veía completamente deshidratada y lastimada, entonces me la traje aquí; después me enteré que estaba siendo entrenada para ser de pelea. Por eso tiene todas esas cicatrices.
- Y por eso es tan bestia…- Tom solo rió, negando.
- No es tan mala, solo con lo desconocido.
- Ahora no es emocionante ser alguien desconocido. Mierda, que es una pequeña, debería ser educada como Bixie.- él rió fuertemente.
- Pero ella no puede serlo, después de su pasado comportarse como lo hizo contigo es tener cortesía.- le acarició la cabeza a la perrita y después se levantó. -¿Se te ha pasado el dolor?- dijo apuntando mi brazo con su mirada.
- Algo.- sonreí. Él caminó a la cocina y yo, le seguí lentamente por la espalda.
- No tengo nada más que ofrecerte.- apuntó a la mesa. En ella había una bolsa con rebanadas de pan y junto a ella, un frasco de mermelada y uno de plástico con mantequilla.
- Es igual, mamá siempre hace de desayunar lo mismo.- asintió, entrecerrando los ojos, queriendo formar una sonrisa. Tom hizo una malteada de chocolate, me impresionaba ahora también su capacidad de hacer más cosas que antes; después nos sentamos y comenzamos a comer.
Mi mente se concentraba más en poder analizarlo lentamente. Era estúpido, peo incluso había cambiado su forma de sentarse a la mesa; parecía más despreocupado con su “educación”. Como un recuerdo repentino, recordé la casa de Tom en la que vivía antes; tenía muchas preguntas sobre ella, y qué mejor que ahora.
- ¿Por qué te has cambiado de casa?- él dejó de comer, como si esa pregunta le incomodara demasiado, pero después, se limpió la comisura de su labio con la lengua y miró a la pequeña ventanita que daba para el patio de lavado.
- Surgieron algunos problemas conmigo y también con Maurice.- No lo notaba muy convencido, pero le dejé hablar. –Además, ya no me apetecía vivir más ahí.- me miró.
- ¿Y por qué está llena de insultos dirigidos a ti y a los que te quieren?
- Aquí nadie quiere a nadie, Bill.- me miró serio. Yo me quedé en completo silencio. –Verás. Maurice se piensa que es el gobernador del barrio, todo lo que dice y hace es aplaudido por todos; no es que alguien esté de mi lado, es que hay demasiados en el lado de Maurice, y los que estamos en contra de todo lo que hace, somos “los del otro lado”. Nadie está conmigo o de mi lado.
- Pero, ¿por qué esas groserías hacia ti?
- Pasaron cosas, Bill, cosas que seguro no quieres escuchar.
- Sí quiero.
- Pero no te las diré.- me quedé en silencio. –Bill, tengo que hacer muchas cosas hoy, ¿te quedas o quieres acompañarme?- dijo mientras levantaba sus platos de la mesa, a lo que yo miré el mío, que aún estaba algo lleno. Pero las palabras de Tom me retumbaron en los oídos, y comencé a sonreír.
- ¿Me estás dejando quedarme en tu casa?- pregunté esperanzado. Él ladeo la cabeza, aún con esa seriedad que le hacía mirarse más peligroso de lo que podía ser; pero después sacó una sonrisa, la cual me hizo esperanzarme aún más.
- Bueno, puedo aguantarte por un tiempo, pero debes prometerme algo.- asentí.
- ¡Lo que sea!
- Cuando te diga que es hora de irte, lo harás, ¡y nunca volverás a buscarme!- la sonrisa se me borró de repente.
- ¿Por qué quieres deshacerte de mí, Tom?
- No quiero eso, quiero que no dejes tus estudios por estar aquí conmigo. Aparte tú sabes que no tengo dinero, y no tienes tus medicamentos.
- Es tarde para eso, he dejado la universidad ya.
- ¿Por qué?- me miró confundido.
- Me siento tan cansado ahí, los medicamentos ni siquiera me ponen mejor. He perdido mucho tiempo, así que lo dejé para concentrarme más en el Vih, porque puedo morir  y…- la voz se me cortó de pronto. Él me miró con cierta preocupación en sus ojos, pero después salió por la puerta, esperando que yo hiciera lo mismo.
- Primero iré al trabajo, serán solo un par de horas, ¿sí?- asentí.



- Llegas tarde, otra vez.- le dijo un hombre de estómago prominente y barba de candado. Tom entornó los ojos y se sacó el polerón, pasándomelo a mí; lo tomé y me lo coloqué en las piernas.
- Es igual.- dijo, caminando dentro de la cocina.
En las dos horas que estuve ahí, Tom trataba muy mal a todos los clientes. Les aventaba las cosas con dureza y les hablaba de mala forma; fue reprendido por el mismo hombre, pero Tom se pasó por las pelotas todo lo que le decía.  Iba entrando al restaurante una pequeña, vistiendo un vestido rosado y unos zapatitos blancos. Corría con una enorme sonrisa en la cara; la misma que se le borró al chocar con mi hermano y hacer que los refrescos y la comida que llevaba en una charola se cayeran al suelo, haciendo un fuerte ruido, que hizo que casi todos los que comían ahí se viraran.
- ¡Qué mierda te pasa!- gritó Tom. La pequeña se encogió con miedo, más no dijo una sola palabra. -¿¡Ni siquiera vas a disculparte!? ¡Coño, que yo tendré que pagar por eso, niña!- Tom la tomó del brazo y la azotó en el suelo, haciendo que ella comenzara a llorar. -¡Tú vas a limpiarlo, ¿entiendes?!, VAMOS, ¿QUÉ ESPERAS?
- ¡¿Qué coño te pasa, Tom!?- me acerqué rápidamente, hincándome a un lado de la niña. –Tranquila, pequeña, ¿venías a comprar algo?- ella asintió, limpiándose las lágrimas. –Ven, que yo te acompaño, vamos.- me levanté y  la acompañé hacia una vitrina con postres. De pronto sentí su pequeña manita envolver la mía; lo que sentí fue algo estúpido, pero aún así me hizo querer llorar.
Después de que ella compró su comida, pagó con cuatro moneditas y se salió corriendo del restaurante. Yo me regresé donde se había caído todo, y sentí la mano de Tom en mi hombro, con fuerza; él me tendió un trapeador y una escoba, y yo los tomé sin alguna queja y comencé a limpiarlo todo.

By Tom

En todo el camino de regreso, ninguno de los dos mencionamos algo de lo pasado, hasta estar de camino en un pequeño bazar para entrar a un centro comercial.
- Tratas muy mal a las personas.- dijo sin siquiera mirarme; y bien podría ignorarlo por completo, pero no lo hice porque estaba más que cabreado con él.
- Y tú las tratas muy bien. ¿Que no te ha quedado claro, eh?, aquí las personas no necesitan de un psicólogo de mierda como tú.
- No se necesita ser un psicólogo para tener tacto con las personas, pero ya veo que eso es lo que más te falta. Te vas a quedar solo por egoísta.
- Oh, y me importan una mierda los demás, Bill, si yo tengo mi bienestar es más que suficiente.
- Pues eso está mal, Tom.
- ¡No me importa!
- ¡Debería!, ¡eres tan egocéntrico, no te importa nada!
- ¡No me vengas con tus tonterías, eres la persona menos indicada para decirme eso!
- ¡Soy tu hermano!
- Coño, y dime, ¡¿Por qué pescaste el Sida?!, ¡POR PENSAR EN LOS DEMÁS!
- ¡No, lo hice por pensar en ti!
- ¿Y qué soy yo entonces?, ¡¿un puto animal!?
- ¡ERES MI HERMANO, Y LO HICE PORQUE TE QUIERO!
- Pues está mal, Bill. No debes pensar en las personas antes que en ti, ¡Has estudiado por años esto, deberías saberlo!
- Y te pregunto, ¡¿entonces tu no lo hubieras hecho por mí!?- me quedé en silencio, siendo atacado por su mirada enfurecida. -¡TOM!- me apresuró, pero yo seguí sin contestar, hasta encontrar una respuesta que no fuera a hacerle lloriquear.
- Una persona que te pide perder tu virginidad para que te perdone, no te quiere.- abrió los labios con completa sorpresa y caminó lejos, entrando al centro comercial.
Sí, creo que había sido muy duro y algo deshonesto también, pero Bill me ponía cabreado más rápido que Maurice. Lo busqué dentro de la plaza por una hora entera, hasta que le encontré en una tienda de ropa, en donde él movía las playeras en busca de una de su agrado, pero las dejó de mover y caminó a una pequeña sección donde había cinturones de cuero. Me acerqué a él, siendo víctima de su mirada amenazante, la misma que después bajó y siguió mirando los cinturones, hasta encontrar uno negro con estoperoles circulares que pareció llamar su atención.
- No es tan lindo, es mucho más guapo este.- Le pasé uno de tela color caqui que él miró con indiferencia. –Bueno, bueno, ya sé que no es muy lindo, pero en este lugar no encontrarás más que cosas de segunda mano, nunca nada original, o al menos copia de los originales.- sonrió.
- ¿Por qué viniste a caer a un lugar como estos, Tom?
- Porque a mí no me importa tener ropa de marca o buena calidad como a ti.- le pique el hombro con uno de mis dedos, haciendo que se tambaleara un poco.
- Es lindo tener ropa linda.- dijo casi en un susurro.
- Pero no es distinta. Incluso a veces dura más que la de marca.- volvió a sonreír.
- ¿Y el calzado?
- Hmm, no, el calzado si se jode muy pronto, pero no son tan caros.- me miró con algo de pena. –Oh, no me mires así, me gusta más la vida así. Es más fácil.
- No me gusta que vivas en un lugar como estos, es… horrible…
- Hamburgo solo se mueve por la moda, pero algún día, todos se cansarán de fingir ser algo que no son.- asintió.
- Puede que tengas algo de razón.- sonreí. Ambos salimos de la tienda y volvimos a caminar algunos metros en silencio; miré un pequeño puesto de hamburguesas y antes de pararme frente a él, conté dentro de mi pantalón, las monedas y billetes que llevaba. Cuando me di cuenta de que era suficiente para ambos, me acerqué.
- ¿Tienes hambre?- pregunté, pero él no me contestó. Compré un par de hamburguesas y otro de sodas, después pagué y me dirigí a una de las mesitas frente al puesto, en donde me senté y esperé poco a que Bill lo hiciera.
- ¿Has decidido volver a comer carne?- me preguntó con una pequeña sonrisita. Yo al tiro me puse algo histérico al recordar que Bill no solía hacerlo.
- Además de no tener cosas de buena calidad o aguante, aquí tampoco hay muchas cosas veganas para comer. ¿Y tú?
- Tengo que comerla, por eso de las defensas. Mi médico me dijo que comer carne me hacía estar más fuerte.- le dio un mordisco a la hamburguesa.
- ¿Tienes una dieta específica?- negó, dándole un sorbo a su soda.
- Algo así, nada de excederme con la comida, nada de alcohol o solo un poco. Nada de tabaco, en lo absoluto, nada de drogas y bueno, cosas que me pongan malo, ya sabes.- asentí, mientras tragaba un gran pedazo con algo de dificultad. Él sonrió.
- Sé que te incomoda un poco, pero ¿cómo has llevado esto?- levantó los hombros, limpiando sus labios.
- Hay días, en los que ni siquiera recuerdo que estoy siendo consumido por eso. Hay otros, en los que los medicamentos no me dejan despegarme del váter o de mi cama. Y también están los días pesimistas, cuando no me levanto de la cama y lo paso llorando, pensando en lo poco que me queda.
- No te queda poco, Bill, ya sabes que puedes vivir toda tu vida así.
- Sí, pero la calidad de vida no es la que todos quieren. No puedo tener familia, me conformo con una mascota, pero me aterra pensar en el día en que muera, ¿dónde se quedará mi pobre bola de pelos?- rió. –Digo, suponiendo que la tuviera.
- No pienses en eso, maricón, aún no tienes edad para formar una familia.- sonreía, por fingir que no le dolía.



Estuvimos caminando por el centro comercial un par de horas más hasta que decidimos que era hora de marcharnos. Al estar cerca de la entrada, un par de mujeres que comerciaban una marca específica de cámaras fotográficas, nos detuvieron con una sonrisa.
- ¿Podemos fotografiarlos a ambos?- Bill y yo nos miramos confundidos. –Es para que miren la resolución de una cámara como estas, por si están interesados en adquirirla.- sonrió. Después de vacilar unos segundos, asentí y atraje a Bill hacia mí, quien me miró confundido; le rodeé los hombros con mi brazo y después sentí el flash penetrar mis ojos con dureza. Ella entró en la tienda y después de unos segundos salió con la fotografía en sus manos, sonriendo. –Este es el resultado. Gracias por su tiempo, puede llevarse la fotografía.- La tomé en mis manos.
- Gracias.- dije, y ambos nos dirigimos a la salida de nuevo. Miré la fotografía. Bill sonreía tiernamente, mientras yo tan solo estaba serio. –Yo no la quiero, ¿y tú?- vaciló un momento, pero después asintió y me la sacó de las manos, mirándola por unos segundos.
- Prácticamente es nuestra primera fotografía juntos.
- Nos vemos las caras casi siempre.
- No es lo mismo, una fotografía te trae recuerdos lindos.
- Me parece que aquél no fue un momento muy lindo.- sonrió, negando.
- El recuerdo no es la situación, sino el significado que te trae una fotografía   así. Aunque me habría gustado una sonrisa de tu parte.
- Oh, creo que nunca tendrás una fotografía como esa conmigo.
- ¿Por qué no?, cuando éramos niños sonreías siempre.
- He cambiado, y mi gusto por mi apariencia en las fotografías también. Aparte sabes que a mamá no le podías negar una fotografía así.- asintió.
- Algún día nos tomaremos una juntos, y sonreirás.
- No lo creo.
- Lo haremos, estoy seguro.
- Si me encuentras fumando porros.- me dio un golpecito.
- Vamos, Tom, por favor, algún día.
- Uno muy lejano.
- Pero lo harás, ¿no?- ladeé la cabeza.
- Bien. Aunque no sé para qué quieres una foto de ambos.
- En estos años no nos hemos hecho una, y te extraño, nos extraño a ambos.- sonreí.
- Yo también…



4 comentarios:

  1. awwwww que tierno TOM Y Bill se sacaron una foto juntitos
    me encantooo
    espero el prox
    bye cte:)

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  2. awwwwwwwwwwwww pense que Tom si lo dejaria afuerita y esas cosas. ..
    Tom sonrieee!
    Sube pronto
    cuidate y un abrazo :D

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  3. Awww Tom es tierno cuando quiere heee y ya sonreirá en una foto yo lo se hahaha okno cuídate y sube pronto capitulo :D y lo siento por no comentar antes pero no podía :( cuídate mucho! Espero el próximo capitulo byeee

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  4. Hermoso cap
    awww! Tom :)
    me super encanto de verdad
    espero el proximo
    cuidate bye

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