miércoles, 31 de octubre de 2012

Capítulo 34


Llegamos a casa a eso de las once por la noche; Bill parecía estar muy agotado, así que optamos por ir a dormir.
- qué, ¿piensas dormir y andar siempre con esa ropa?- él se miró el cuerpo y asintió.
- Sí, no he traído algo más.- negué y fui al armario para prestarle algo de ropa para dormir.
- Oficialmente eres la peor persona para realizar un viaje.- le aventé la ropa. Él sonrió con vergüenza.
- Gracias…- miró la ropa y después comenzó a quitarse la suya.
- Solo no sé cómo le harás para cambiarte la ropa interior.
- Puedo llamarle a mamá y decirle que me envíe ropa.- lo miré indiferente, mientras él se colocaba mi ropa.
- Ya no eres el bebé de nuestra madre, Bill.- bajó a mirada.
- Ya lo sé, solo le estaría pidiendo un favor.- asintió.
- ¿Por qué mejor no regresas a tu casa?- no me contestó, como ya me lo esperaba; solo se metió a la cama sin decirme una sola palabra, aunque él sabía que eso me tocaba las pelotas.

By Bill

Desperté. Escuché a Tom platicando con alguien en la planta baja, y con curiosidad, me levanté de la cama y bajé las escaleras. Tom estaba sentado en la sala con Roldhan, bebiendo cerveza. Roldhan me miró con seriedad y después pude notar que le daba pequeños golpecitos a Tom con la mano que cargaba la lata de cerveza. Tom se viró hacia mí.
- ¿Es Bill?- susurró, pero pude escucharlo claramente. Tom asintió.
- Ha regresado por sorpresa. A decir verdad, ¡nadie lo esperaba aquí, mucho menos yo!- dijo mirándome, a lo que yo me sentí completamente apenado.
- No has cambiado nada con él.- Tom sonrió. – eh, Bill, ¿por qué has regresado?, ¿de verdad te gusta estar con este cabezota?- se echó una carcajada fuerte. Tom solo sonrió, negando. Yo me acerqué un poco a ellos.
- Solo quiero estar lejos de Hamburgo.- reí. –Ya, sí me gusta estar con él.
- Me parece bien.- dijo, dando un trago a su bebida. -¿Gustas una cerveza?- sonrió, tendiéndome una. Antes de poder negar y rechazarle, Tom le quitó la lata de las manos y negó.
- No puede.- Roldhan entornó los ojos.
- Vamos, ¿hasta con veinte años vas a protegerlo como a un bebé?
- Ahora tengo que protegerlo mucho más. Mierda, que es mi responsabilidad.- dijo mi hermano molesto.
- No es como que se va a poner loco por el alcohol, Tom. No es un adicto, por lo que he visto hasta es casi un marica con esto de las adicciones.- Me miró con una sonrisa. –Sin ofender.- entrecerré los ojos, con ironía.
- Tú no sabes nada, imbécil. Abre esa gran boca cuando sepas todo, ¿bien?- él abrió los ojos con impresión.
- Lo siento…- se escudó con la bebida. – Entonces supongo que no le invitarás a la reunión de hoy por la noche.- Tom me echó una mirada, como si lo estuviera pensando. Yo me sentí como un puto crío, al cual sus padres tienen que darle el permiso de hacer absolutamente todo.
- No, no irá.
- ¿¡Por qué no, Tom!?- le grité. Él de nuevo me miró, negando.
- Porque no. Porque no conoces a nadie, porque no quiero estar cuidándote todo el tiempo, porque no quiero que tengas otros de esos comportamientos suicidas y me dejes en ridículo.
- Ya no tengo esas cosas, Tom.
- Comenzarás a cortarte los brazos por la soledad en la que serás sometido, Porque no pienso tenerte a mi lado siempre.- Sentí cómo los colores de rabia se me subían a las mejillas, y como mis músculos se tensaban. Parecía que su objetivo siempre era joder a los otros.
- Estoy dejando de hacerlo, ¿ves?- le mostré mis brazos. –Esto me lo ha hecho esa bestia horrible.- apunté a Zander. –Ya no lo hago más, Tom. Pasaron seis meses, ¡no digas cosas falsas!
- Bueno, no me importa si lo sigues haciendo o no. Estoy seguro de que esa estúpida depresión no ha cesado, así que no irás y ya.
- ¡Tú no puedes decidir sobre mí! ¡Sí iré!
- Oh, ¿estás seguro?- se levantó del sofá, a lo que yo retrocedí por experiencia.
- ¡SÍ, LO ESTOY!
- Mhh, no lo creo, ¿sabes?, no podrás ir con la cara hecha una mierda, ¿o sí?
- No me importa, tú ya no puedes tocarme, yo a ti ya no te tengo más miedo, Tom.- me tomó los brazos, como siempre solía hacerlo.
- Te felicito, porque así podrás irte derecho a tu puta casa y dejarme de una vez sólo.- Roldhan se levantó del sofá y le tomó el hombro a Tom.
- No te pongas así de nuevo, Tom. Es un lugar al cual todos pueden asistir, no entiendo porque tú le tiene que imponer reglas a él.
- ¡Porque si quiere quedarse en mi casa, tiene que obedecerme!
- ¡No voy a obedecerte!- sentí la palma de su mano completamente fuerte en la cara. El ojo comenzó a llorarme por la impresión del golpe. -¡NO VUELVAS A TOCARME!- le grité con fuerza, empujándolo. Pero el de nuevo me dio un golpe, en la misma mejilla, con el doble de fuerza. La cara comenzó a punzarme. -¡YA DÉJAME!, ¡NO TIENES NINGÚN DERECHO DE HACERME DAÑO, NO SOY DE TU PUTA PROPIEDAD, NO SOY UN JUGUETE O UNA COSA!
- ¡No eres nada para nadie!, tienes que buscar siempre a alguien que te aguante por obligación, ¡date cuenta de que nadie lo hace! ¡Si yo lo hago es porque tengo que ver bastante en lo de tu puta enfermedad!
- ¡No hables de eso como si fuera un juego, Tom!
- ¡PARA MÍ LO ES!
- Saben, yo… tengo que irme, nos vemos por la noche.- y Roldhan se encaminó a la puerta, lentamente hasta abrirla y desaparecer.
- ¡Te odio, Tom!...
- ¡¿Entonces por qué no te vas de aquí!?
- ¡Me das asco!, Nunca puedes tratar bien a nadie, solo quieres que los demás estén siempre a tus pies, que te laman las suelas siempre que lo pides. Pero la vida no es así, Tom, ¡está mal lo que haces!, ¡Acepta que también tienes errores y sentimientos!, ¡ACEPTA QUE HAS LLORADO MÁS DE UNA PUTA VEZ!, porque nadie piensa creerte las pintas que te echas para parecer el hijo de puta insensible que crees que eres. ¡EN TU CARA SE NOTA, TOM!, ¡EN TU CARA SE NOTA QUE NO ERES FELIZ!
- Oh, mira quien lo dice, ¡El enfermo mental que nadie, ni su familia quiere!, Si tanto asco te da estar con alguien como yo, ¡te lo he dicho más de un millón de veces: VETE DE MI CASA!- apuntó a la puerta. –Nadie te quiere en Hamburgo por maricón lame pollas; y claro, como no tienes nada mejor que hacer, vienes a que otras miles de personas te detesten por lo mismo. No puedes volver ahí, ¡porque te ha hecho pedazos tu vida entera! ¿No es así?, ¡ya no tienes futuro, no tienes algo mejor que hacer! ¡ESTAS SÓLO!
- ¡No sabes lo que dices, Tom!, ¡NO SABES NADA!- dije con rabia, poniéndome colorado. -¡YO NO ESTOY SOLO, YO SÉ QUE ALGUIEN ME QUIERE Y NO NECESARIAMENTE TIENE QUE SER UN HIJO DE PUTA COMO TÚ!
- ¡Nadie te quiere, maricón! ¡Quién, que no sea yo, podría quererte a ti!- Me quedé en silencio, mirándole con pena, a punto de echarme a llorar.
- ¡Georg me quiere!- chillé. ¡Gustav, Andy y (tu nombre) también me quieren!- mentí con eso, lo sé, pero no podía dejarle ganar. –Sí, las mismas personas que tú creíste que te querían, eh, ¡ellos no te quieren, Tom! ¡NADIE TE QUIERE A TI TAMPOCO!, es decir, ¿Quién coño querría a una persona que maltrata, a una persona que no cuida de sí mismo?, ¡NADIE!
- Oh, ellos te quieren tanto que no fueron capaces de defenderte cuando Robert te golpeaba, ¡Dime quien fue la persona que te defendió! ¡FUI YO!, y aquí está de nuevo, ¡no confíes en las personas que están a tu lado!, vamos, imbécil, piensa un poco. ¡ELLOS SOLO HAN ESTADO POR EL DINERO!, ¡¿alguno de ellos sabe que eres uno de los maricones con Sida en la universidad!?
- ¡YO NO SE LOS HE DICHO, POR ESO NO LO SABEN!
- ¿Y SABES POR QUÉ?- me quedé en silencio, esperando sus palabras que sabía que llegarían. -¡Vamos, no me puedo creer que quieras ser psicólogo y no sabes analizarte a ti mismo!- comencé a pensar, pero por más que lo hice no supe a que se refería. -¡NO SE LOS DIJISTE PORQUE NO LES TIENES LA PUTA CONFIANZA QUE MERECEN SI ACASO FUERAN TUS AMIGOS!

Mierda.

- ¡Georg me quiere!- comenzó a reír.
- Vaya, de cuatro “amigos” solo te quedas con uno. Que iluso.
- ¡MEJOR QUE QUEDARME SÓLO!, Tú solo te aprovechas de las personas, te crees que eres quien ha venido a salvar a este barrio de mierda. PERO NO ES ASÍ, solo te conviertes en alguien igual a Maurice. ¡Quizá ya hasta has matado, si te atreves a golpear a una niña inocente! Mamá siempre te tuvo miedo, Tom, ¿es que no lo sabías?, nuestros padres nunca estuvieron orgullosos de ti. ¿Recuerdas que te olvidaron por pensar en mí?, ¡nunca te quisieron por ser el imbécil que nació enfermo!
Y se sintió el silencio en toda la habitación. Me sentí imbécil por decirle aquello. Me había arrepentido muy tarde. Tom se quedó serio, contemplando todo mi cuerpo. Tragué saliva, sin encontrar algún escondrijo en donde meterme hasta el final de mis días. ¡soy un idiota!
- ¿Acaso tienes algún criterio o una razón acerca de lo que dijiste?- dijo con seriedad al fin. –No tienes idea ni de lo que dices. Me voy a romper de la risa al ver como caes en el mundo perfecto al cual tu mente no puede dejar ir. Vas a caer, y vas más solo que un perro, no vas a tener una mano que te ayude por ser así. Por inventarte que eres una persona comprensiva e inocente.- y salió de la casa sin más, dejando que zander lo acompañara.
Sentía a mi corazón latir contra mi pecho con rapidez. Tom jamás iba a arrepentirse de lo que había dicho, al contrario que yo. Siempre soy quien termina sólo, quien busca el dolor para sentir que sigo vivo, quien disfruta de verse llorando sólo en un rincón mientras la sangre le brota. Siempre retrocedía, nunca podía ir hacia adelante. Era inútil. Tom estaba decepcionado de nuestros padres tanto como ellos de él; y todo gracias a mí, por no abrir la boca cuando debería, por callarme todo.
Era una mentira, incluso papá y mamá le prestaban completa atención después de ser diagnosticado con principios de esquizofrenia. Después, cuando yo comencé a desarrollar a los quince el trastorno, mamá y papá me prestaban atención a mí, tan solo porque lo de Tom eran >>Solo principios, nunca le podrá pasar nada malo<<. Lo mío ni siquiera era 100% un trastorno, lo mío se combinó con la ansiedad. Lo de Tom era auténtico; y aunque así era, nuestros padres me prestaron más atención a mí porque Tom ocultaba todo lo que sentía.

Salí de su casa, para ir a buscarle.

By Tom

- ¡HIJO DE PUTA!- aventé una roca a la asquerosa laguna de agua putrefacta. Zander me miró, moviendo el rabo. –Todavía puedo regresar y hacerle que se arrepienta de todo.- le dije, aunque claro, ella no podía entenderme.
Yo que había sido que le acogía cuando se sentía solo, quien al menos intentó ayudarle cuando me confesó lo del sida, quien puso las manos al fuego y lo defendió. ¡PUTO MALAGRADECIDO!, lo odio, simplemente no podía tener otro sentimiento hacia ese hijo de perra.
- ¡TOM!- me viré. Bonny caminaba con bolsas de plástico en las manos, sonriendo. -¿Qué haces aquí?
- Camino, ¿no ves?- rió.
- Estás molesto.
- ¿Es una afirmación?
- Por supuesto.- sonrió. Tomé una de sus bolsas para ayudarle. –Gracias.- y comenzamos a caminar en silencio.
- Eh, Zander, ven aquí.- se acercó corriendo, sacando la lengua.
- ¿Me quieres decir algo?- negué y bufé. –Te ves horrible.
- Gracias.- volvió a reír.
- Me refiero a que, no lo sé, algo te está jodiendo, y eso está claro.- me quedé en silencio por unos minutos hasta que doblamos por una esquina.
- Es Bill.- dije.
- ¿Ese hermanito tuyo?- asentí. – ¿volvió a tener problemas con ese acosador?
- No lo sé y me lo paso por las pelotas. Quisiera asesinarlo.
- ¿Por qué?
- Ha venido aquí de nuevo. Tuvimos una pelea, y es que la verdad no lo quiero cerca. Adiós a los seis meses más cómodos de mi vida.
- No lo creo, ¿y vendrá a la fiesta por la noche?- la miré con indiferencia. –Oh, lo siento. No lo invitaste.- asentí. –Bueno, no creo que sea tan malo, siempre han peleado. Se lo viven como un par de perros rabiosos.
- Para terminar con eso era perfecto estar solo, ¿no?
- No sin hablar primero sobre las cosas.
- Bonny, no empieces a tocarme las pelotas. Sabes que me pongo rabioso.
- ¿Sabes?, me gustaría decirte algo que quizá no te guste.
- Mhh, mejor ahórratelo.
- No lo creo, a veces es bueno escuchar lo que los demás piensan de ti.
- No si viene de una amiga.
- Más cuando viene de una amiga.- bufé.
- Bien, dime.
- Bueno- me miró sonriendo. -, tu sentido de protección crece siempre que estás con tu hermano o hablas de él.
- Eso no es verdad.
- ¡Es verdad!, yo misma lo he visto.
- He hecho tantas cosas por él y me paga diciendo que le doy asco.
- Sí, has hecho muchas cosas por él, ¿pero te has detenido a pensar cuanto mal le haces diciéndole que no lo quieres cerca?- me miró. –Piensa en las cosas buenas y malas que haces por él. A veces te puedes impresionar.
- ¿Y él?
- Bueno, cada cabeza es un mundo, tendría que intentar hablar con él para saber algo.- sonreí.
Todo fue silencio de nuevo hasta llegar a su casa, en donde ambos dejamos las bolsas a los pies de la puerta y nos sentamos en su sala, junto a Zander. De pronto me llegó el recuerdo de las palabras que mi hermano me dijo hace tan solo unos minutos, si no es que una hora entera. Me sentía un completo marica tan solo al pensar lo que haría, pero al final lo hice.
- Bonny, te voy a hacer una pregunta.
- Adelante.
- Bueno… ¿tú qué consideras como un amigo?
- Hmm, a las personas a las que les tengo confianza o, las personas con las que paso buenos ratos a pesar de las peleas. ¿Por qué?
- Entonces consideras incluso amigos a Emil o a Roldhan.- asintió. -¿Incluso a Dennis?
- Bueno, Dennis es un egocéntrico que solo piensa en él. Pero supongo que sí es amigo mío.
- Me han dicho que yo solo pienso en mí también.
- Y es que es verdad, Tom. Tú mismo lo has dicho.
- Entonces me consideras amigo también.
- Sí, pero hay algo distinto entre tú y Dennis.
- Él no tiene que contar los centavos y yo sí, ¿no?- negó.
- Tú, aunque no lo aceptes, tienes un gran corazón. Siempre piensas en los demás.
- No es verdad.
- Bueno, quizá no lo hagas con todos, pero definitivamente lo haces con tu hermano.
- ¡Siempre tiene que estar Bill en todo!
- Sí, porque aunque no lo creas, él te ha cambiado. Y tú lo has cambiado a él.



SIENTO MUCHO LA TARDANZA, pasa que no tuve mucho tiempo hoy. Lo siento.
Cuídense y un abrazo c:

lunes, 29 de octubre de 2012

Capítulo 33


Abrí los ojos al sentir los rayos del sol en mis párpados. Di un bostezo y miré a mi lado. Tom me miraba con seriedad aún recostado en la cama. Respiraba detenidamente, moviendo sus ojos por toda mi cara y mi cuerpo que se alcanzaba a apreciar sin cobijas. Sus ojos tenían indiferencia profunda, podía notar un poco de odio en ellos también. Y me dolía darme cuenta de que Tom había cambiado demasiado en tan poco tiempo.
Se levantó de la cama y a los pocos segundos se sentó a los pies de la misma. Parecía frustrado. Se recogió las rastas en una coleta y después me echó una mirada con esa misma seriedad inexpresiva. Me levanté de la cama también y me acerqué a él.
- Tom…- él negó, haciéndome callar por completo.
- Tienes que irte de aquí.- retrocedí, como si alguien me hubiera dado un puñetazo en la cara.
- ¿Por qué?
- Porque te dije que no me buscaras más.
- Te necesito conmigo.- confesé.
- Pero yo no a ti conmigo.- dijo con tanta sinceridad, que pude sentirme de una forma extraña. –No quiero que estés conmigo.
- Explicación, por favor.- me miró con indiferencia.
- ¿A caso necesito darte explicaciones para echarte de mi casa?
- Eh, sí.- entrecerró los ojos y se quedó en silencio, sin moverse en lo absoluto. Pero después se levantó de la cama y caminó al baño, cerrando la puerta con delicadeza. - ¿Te odian, Tom?- esperé a que contestara, pero no lo hizo. -¡Porque fui a tu casa, y estaba pintarrajeada con cosas obscenas dirigidas a ti!
- ¡Una explicación!, ¡Me da vergüenza tenerte cerca!- esta vez fui yo quien se quedó en silencio. Y me bajé por las escaleras rápidamente. Me dejé caer con fuerza en un pequeño sillón negro, el cual dejó escapar demasiado polvo, haciéndome sacar la tos floja.
Comencé a jugar ansiosamente con una de mis muchas pulseras que llevaba en las muñecas. Con esa hermosa pulsera de resorte con cuencas de plata negra y un crucifijo colgando de en medio; que recibí como un regalo de parte de Gustav en mi cumpleaños dieciocho. Escuché los pies descalzos de Tom andando por la planta alta, lo que me puso más ansioso aún. Escuché como pequeñas piedrecillas caían al suelo, rebotando un poco; y entonces me percaté de que había hecho mierda a la pulsera. Precipitado, me hinqué en el suelo e intenté recogerlas.
- Mierda, mierda.- metí la mano debajo de ese pequeño sofá y tomé una de esas piedrecillas, pero el polvo me hizo soltar todas de nuevo para cubrirme la boca y toser con fuerza.
- Grrrr- me quedé completamente tieso al escuchar aquello. Lentamente volteé la cabeza hacia donde provenía ese sonido. Un Doberman enorme de color café con las orejas caídas. Era el primer perro de esa raza al cual veía con sus orejas sin ser cortadas; pero al contrario que otros perros, también era el primero que veía con tantas cicatrices en su cuerpo. -¡Grrr!- volvió a gruñirme, quizá recordándome que estaba frente a mí, dispuesto a arrancarme cualquier extremidad.
- Tom…- iba a ser un grito, pero me salió como un susurro más silencioso que nunca. Aunque tal vez para esa bestia fue como el grito que debía ser, pues con un fuerte ladrido me tomó del brazo con sus dientes, apretando la mandíbula en mi piel. -¡AAHH!... ¡TOOM!, ¡¡TOOOMM!!- el perro giraba su cabeza. Quería arrancarme la piel como a una presa. -¡MIERDA, AHH! ¡TOOM POR FAVOOORR!- las lágrimas del puro dolor me salieron, ni siquiera las patadas que le daba hacían que me dejara, incluso lo hicieron enojar más.
- ¡Zander!- el perro al tiro me soltó el brazo y corrió hacia mi hermano, levantándose en dos patas y moviendo el rabo. Él le acarició la cabeza e hizo que se sentara. –Mierda, Bill.- se acercó a mí. Me miré el brazo, que me sangraba a borbotones; y después vi que Tom hacía ademán de tomarlo en sus manos.
- ¡Aléjate, Tom!- me levanté del suelo y corrí al baño para limpiarme la herida. –Hmm…
- Hey, déjame te ayudo.- negué.
- No puedes tocar mi sangre, ¡ya lo sabes, Tom!- él tomó la pequeña toalla para secarse las manos y la amarró en mi brazo con una fuerza grandísima. –Hmm- gemí.
- Lo siento.- asentí.
- Lávate las manos, por favor.- me miró confundido. -¡Por favor!- y lo hizo, solo para que yo cerrara la boca. Después ambos salimos del baño, Tom se acercó a esa bestia y le dio besitos en el hocico, lo cual me pareció completamente extraño que el perro tuviera un comportamiento tan distinto con él. – No sabía que tenías un perro…- dije después de un pequeño momento. Él me miró sonriendo, aunque la sonrisa era dirigida a su perro, quien le lamía la cara.
- La encontré amarrada a un poste de luz con un mecate. Se veía completamente deshidratada y lastimada, entonces me la traje aquí; después me enteré que estaba siendo entrenada para ser de pelea. Por eso tiene todas esas cicatrices.
- Y por eso es tan bestia…- Tom solo rió, negando.
- No es tan mala, solo con lo desconocido.
- Ahora no es emocionante ser alguien desconocido. Mierda, que es una pequeña, debería ser educada como Bixie.- él rió fuertemente.
- Pero ella no puede serlo, después de su pasado comportarse como lo hizo contigo es tener cortesía.- le acarició la cabeza a la perrita y después se levantó. -¿Se te ha pasado el dolor?- dijo apuntando mi brazo con su mirada.
- Algo.- sonreí. Él caminó a la cocina y yo, le seguí lentamente por la espalda.
- No tengo nada más que ofrecerte.- apuntó a la mesa. En ella había una bolsa con rebanadas de pan y junto a ella, un frasco de mermelada y uno de plástico con mantequilla.
- Es igual, mamá siempre hace de desayunar lo mismo.- asintió, entrecerrando los ojos, queriendo formar una sonrisa. Tom hizo una malteada de chocolate, me impresionaba ahora también su capacidad de hacer más cosas que antes; después nos sentamos y comenzamos a comer.
Mi mente se concentraba más en poder analizarlo lentamente. Era estúpido, peo incluso había cambiado su forma de sentarse a la mesa; parecía más despreocupado con su “educación”. Como un recuerdo repentino, recordé la casa de Tom en la que vivía antes; tenía muchas preguntas sobre ella, y qué mejor que ahora.
- ¿Por qué te has cambiado de casa?- él dejó de comer, como si esa pregunta le incomodara demasiado, pero después, se limpió la comisura de su labio con la lengua y miró a la pequeña ventanita que daba para el patio de lavado.
- Surgieron algunos problemas conmigo y también con Maurice.- No lo notaba muy convencido, pero le dejé hablar. –Además, ya no me apetecía vivir más ahí.- me miró.
- ¿Y por qué está llena de insultos dirigidos a ti y a los que te quieren?
- Aquí nadie quiere a nadie, Bill.- me miró serio. Yo me quedé en completo silencio. –Verás. Maurice se piensa que es el gobernador del barrio, todo lo que dice y hace es aplaudido por todos; no es que alguien esté de mi lado, es que hay demasiados en el lado de Maurice, y los que estamos en contra de todo lo que hace, somos “los del otro lado”. Nadie está conmigo o de mi lado.
- Pero, ¿por qué esas groserías hacia ti?
- Pasaron cosas, Bill, cosas que seguro no quieres escuchar.
- Sí quiero.
- Pero no te las diré.- me quedé en silencio. –Bill, tengo que hacer muchas cosas hoy, ¿te quedas o quieres acompañarme?- dijo mientras levantaba sus platos de la mesa, a lo que yo miré el mío, que aún estaba algo lleno. Pero las palabras de Tom me retumbaron en los oídos, y comencé a sonreír.
- ¿Me estás dejando quedarme en tu casa?- pregunté esperanzado. Él ladeo la cabeza, aún con esa seriedad que le hacía mirarse más peligroso de lo que podía ser; pero después sacó una sonrisa, la cual me hizo esperanzarme aún más.
- Bueno, puedo aguantarte por un tiempo, pero debes prometerme algo.- asentí.
- ¡Lo que sea!
- Cuando te diga que es hora de irte, lo harás, ¡y nunca volverás a buscarme!- la sonrisa se me borró de repente.
- ¿Por qué quieres deshacerte de mí, Tom?
- No quiero eso, quiero que no dejes tus estudios por estar aquí conmigo. Aparte tú sabes que no tengo dinero, y no tienes tus medicamentos.
- Es tarde para eso, he dejado la universidad ya.
- ¿Por qué?- me miró confundido.
- Me siento tan cansado ahí, los medicamentos ni siquiera me ponen mejor. He perdido mucho tiempo, así que lo dejé para concentrarme más en el Vih, porque puedo morir  y…- la voz se me cortó de pronto. Él me miró con cierta preocupación en sus ojos, pero después salió por la puerta, esperando que yo hiciera lo mismo.
- Primero iré al trabajo, serán solo un par de horas, ¿sí?- asentí.



- Llegas tarde, otra vez.- le dijo un hombre de estómago prominente y barba de candado. Tom entornó los ojos y se sacó el polerón, pasándomelo a mí; lo tomé y me lo coloqué en las piernas.
- Es igual.- dijo, caminando dentro de la cocina.
En las dos horas que estuve ahí, Tom trataba muy mal a todos los clientes. Les aventaba las cosas con dureza y les hablaba de mala forma; fue reprendido por el mismo hombre, pero Tom se pasó por las pelotas todo lo que le decía.  Iba entrando al restaurante una pequeña, vistiendo un vestido rosado y unos zapatitos blancos. Corría con una enorme sonrisa en la cara; la misma que se le borró al chocar con mi hermano y hacer que los refrescos y la comida que llevaba en una charola se cayeran al suelo, haciendo un fuerte ruido, que hizo que casi todos los que comían ahí se viraran.
- ¡Qué mierda te pasa!- gritó Tom. La pequeña se encogió con miedo, más no dijo una sola palabra. -¿¡Ni siquiera vas a disculparte!? ¡Coño, que yo tendré que pagar por eso, niña!- Tom la tomó del brazo y la azotó en el suelo, haciendo que ella comenzara a llorar. -¡Tú vas a limpiarlo, ¿entiendes?!, VAMOS, ¿QUÉ ESPERAS?
- ¡¿Qué coño te pasa, Tom!?- me acerqué rápidamente, hincándome a un lado de la niña. –Tranquila, pequeña, ¿venías a comprar algo?- ella asintió, limpiándose las lágrimas. –Ven, que yo te acompaño, vamos.- me levanté y  la acompañé hacia una vitrina con postres. De pronto sentí su pequeña manita envolver la mía; lo que sentí fue algo estúpido, pero aún así me hizo querer llorar.
Después de que ella compró su comida, pagó con cuatro moneditas y se salió corriendo del restaurante. Yo me regresé donde se había caído todo, y sentí la mano de Tom en mi hombro, con fuerza; él me tendió un trapeador y una escoba, y yo los tomé sin alguna queja y comencé a limpiarlo todo.

By Tom

En todo el camino de regreso, ninguno de los dos mencionamos algo de lo pasado, hasta estar de camino en un pequeño bazar para entrar a un centro comercial.
- Tratas muy mal a las personas.- dijo sin siquiera mirarme; y bien podría ignorarlo por completo, pero no lo hice porque estaba más que cabreado con él.
- Y tú las tratas muy bien. ¿Que no te ha quedado claro, eh?, aquí las personas no necesitan de un psicólogo de mierda como tú.
- No se necesita ser un psicólogo para tener tacto con las personas, pero ya veo que eso es lo que más te falta. Te vas a quedar solo por egoísta.
- Oh, y me importan una mierda los demás, Bill, si yo tengo mi bienestar es más que suficiente.
- Pues eso está mal, Tom.
- ¡No me importa!
- ¡Debería!, ¡eres tan egocéntrico, no te importa nada!
- ¡No me vengas con tus tonterías, eres la persona menos indicada para decirme eso!
- ¡Soy tu hermano!
- Coño, y dime, ¡¿Por qué pescaste el Sida?!, ¡POR PENSAR EN LOS DEMÁS!
- ¡No, lo hice por pensar en ti!
- ¿Y qué soy yo entonces?, ¡¿un puto animal!?
- ¡ERES MI HERMANO, Y LO HICE PORQUE TE QUIERO!
- Pues está mal, Bill. No debes pensar en las personas antes que en ti, ¡Has estudiado por años esto, deberías saberlo!
- Y te pregunto, ¡¿entonces tu no lo hubieras hecho por mí!?- me quedé en silencio, siendo atacado por su mirada enfurecida. -¡TOM!- me apresuró, pero yo seguí sin contestar, hasta encontrar una respuesta que no fuera a hacerle lloriquear.
- Una persona que te pide perder tu virginidad para que te perdone, no te quiere.- abrió los labios con completa sorpresa y caminó lejos, entrando al centro comercial.
Sí, creo que había sido muy duro y algo deshonesto también, pero Bill me ponía cabreado más rápido que Maurice. Lo busqué dentro de la plaza por una hora entera, hasta que le encontré en una tienda de ropa, en donde él movía las playeras en busca de una de su agrado, pero las dejó de mover y caminó a una pequeña sección donde había cinturones de cuero. Me acerqué a él, siendo víctima de su mirada amenazante, la misma que después bajó y siguió mirando los cinturones, hasta encontrar uno negro con estoperoles circulares que pareció llamar su atención.
- No es tan lindo, es mucho más guapo este.- Le pasé uno de tela color caqui que él miró con indiferencia. –Bueno, bueno, ya sé que no es muy lindo, pero en este lugar no encontrarás más que cosas de segunda mano, nunca nada original, o al menos copia de los originales.- sonrió.
- ¿Por qué viniste a caer a un lugar como estos, Tom?
- Porque a mí no me importa tener ropa de marca o buena calidad como a ti.- le pique el hombro con uno de mis dedos, haciendo que se tambaleara un poco.
- Es lindo tener ropa linda.- dijo casi en un susurro.
- Pero no es distinta. Incluso a veces dura más que la de marca.- volvió a sonreír.
- ¿Y el calzado?
- Hmm, no, el calzado si se jode muy pronto, pero no son tan caros.- me miró con algo de pena. –Oh, no me mires así, me gusta más la vida así. Es más fácil.
- No me gusta que vivas en un lugar como estos, es… horrible…
- Hamburgo solo se mueve por la moda, pero algún día, todos se cansarán de fingir ser algo que no son.- asintió.
- Puede que tengas algo de razón.- sonreí. Ambos salimos de la tienda y volvimos a caminar algunos metros en silencio; miré un pequeño puesto de hamburguesas y antes de pararme frente a él, conté dentro de mi pantalón, las monedas y billetes que llevaba. Cuando me di cuenta de que era suficiente para ambos, me acerqué.
- ¿Tienes hambre?- pregunté, pero él no me contestó. Compré un par de hamburguesas y otro de sodas, después pagué y me dirigí a una de las mesitas frente al puesto, en donde me senté y esperé poco a que Bill lo hiciera.
- ¿Has decidido volver a comer carne?- me preguntó con una pequeña sonrisita. Yo al tiro me puse algo histérico al recordar que Bill no solía hacerlo.
- Además de no tener cosas de buena calidad o aguante, aquí tampoco hay muchas cosas veganas para comer. ¿Y tú?
- Tengo que comerla, por eso de las defensas. Mi médico me dijo que comer carne me hacía estar más fuerte.- le dio un mordisco a la hamburguesa.
- ¿Tienes una dieta específica?- negó, dándole un sorbo a su soda.
- Algo así, nada de excederme con la comida, nada de alcohol o solo un poco. Nada de tabaco, en lo absoluto, nada de drogas y bueno, cosas que me pongan malo, ya sabes.- asentí, mientras tragaba un gran pedazo con algo de dificultad. Él sonrió.
- Sé que te incomoda un poco, pero ¿cómo has llevado esto?- levantó los hombros, limpiando sus labios.
- Hay días, en los que ni siquiera recuerdo que estoy siendo consumido por eso. Hay otros, en los que los medicamentos no me dejan despegarme del váter o de mi cama. Y también están los días pesimistas, cuando no me levanto de la cama y lo paso llorando, pensando en lo poco que me queda.
- No te queda poco, Bill, ya sabes que puedes vivir toda tu vida así.
- Sí, pero la calidad de vida no es la que todos quieren. No puedo tener familia, me conformo con una mascota, pero me aterra pensar en el día en que muera, ¿dónde se quedará mi pobre bola de pelos?- rió. –Digo, suponiendo que la tuviera.
- No pienses en eso, maricón, aún no tienes edad para formar una familia.- sonreía, por fingir que no le dolía.



Estuvimos caminando por el centro comercial un par de horas más hasta que decidimos que era hora de marcharnos. Al estar cerca de la entrada, un par de mujeres que comerciaban una marca específica de cámaras fotográficas, nos detuvieron con una sonrisa.
- ¿Podemos fotografiarlos a ambos?- Bill y yo nos miramos confundidos. –Es para que miren la resolución de una cámara como estas, por si están interesados en adquirirla.- sonrió. Después de vacilar unos segundos, asentí y atraje a Bill hacia mí, quien me miró confundido; le rodeé los hombros con mi brazo y después sentí el flash penetrar mis ojos con dureza. Ella entró en la tienda y después de unos segundos salió con la fotografía en sus manos, sonriendo. –Este es el resultado. Gracias por su tiempo, puede llevarse la fotografía.- La tomé en mis manos.
- Gracias.- dije, y ambos nos dirigimos a la salida de nuevo. Miré la fotografía. Bill sonreía tiernamente, mientras yo tan solo estaba serio. –Yo no la quiero, ¿y tú?- vaciló un momento, pero después asintió y me la sacó de las manos, mirándola por unos segundos.
- Prácticamente es nuestra primera fotografía juntos.
- Nos vemos las caras casi siempre.
- No es lo mismo, una fotografía te trae recuerdos lindos.
- Me parece que aquél no fue un momento muy lindo.- sonrió, negando.
- El recuerdo no es la situación, sino el significado que te trae una fotografía   así. Aunque me habría gustado una sonrisa de tu parte.
- Oh, creo que nunca tendrás una fotografía como esa conmigo.
- ¿Por qué no?, cuando éramos niños sonreías siempre.
- He cambiado, y mi gusto por mi apariencia en las fotografías también. Aparte sabes que a mamá no le podías negar una fotografía así.- asintió.
- Algún día nos tomaremos una juntos, y sonreirás.
- No lo creo.
- Lo haremos, estoy seguro.
- Si me encuentras fumando porros.- me dio un golpecito.
- Vamos, Tom, por favor, algún día.
- Uno muy lejano.
- Pero lo harás, ¿no?- ladeé la cabeza.
- Bien. Aunque no sé para qué quieres una foto de ambos.
- En estos años no nos hemos hecho una, y te extraño, nos extraño a ambos.- sonreí.
- Yo también…



sábado, 27 de octubre de 2012

Capítulo 32



Han pasado seis meses desde que los gemelos no se han visto las caras. En la navidad, Bill deseaba que su hermano llegase, pero Tom no lo hizo, él prefería quedarse en casa tendido en su cama, antes que mirar de nuevo a su hermano. Al contrario que Bill, él puede vivir perfectamente sin la presencia de su hermano.
Los días para ambos no han sido fáciles. Bill ha tenido problemas con el Sida; ha decidido que es mejor irse de su casa para buscar un lugar en donde pueda vivir solo. Fue internado por un par de días gracias a una intoxicación por las medicinas, pero al final todo le fue bien y regresó a su pequeño departamento. Últimamente se sentía muy débil, y fue a la universidad para anunciarle a una única persona su última decisión.
- Me he sentido muy mal… Y he perdido muchas clases y servicios…
- Puedes recuperarlos, Bill, apenas llevas dos años de cinco.- negó.
- Estoy enfermo… Tengo Sida y… ni siquiera me puedo mantener en pie.- Su maestra se quedó patidifusa. Bill bajó la mirada algo apenado; de pronto su cabeza comenzó a dar vueltas. –Tengo principios de anemia, yo supongo que por eso me siento tan débil, a mi hermano le pasaba lo mismo.
-  ¿A qué viene todo esto, Bill?, ¿Necesitas descansar unos días más?- Bill negó, con la mirada baja, lleno de vergüenza. Se lamió los labios y pensó su decisión con más precisión. Pero siempre terminó con lo mismo.
- Ya no estudiaré más en la universidad.- Sus propias palabras parecieron afectarle más de lo que él mismo había creído.
- ¿Y tu carrera?- Preguntó ella, a lo que él solo tragó saliva en seco.
- Ni siquiera me creo capaz de ayudar a alguien… aparte, nadie me vería a mí como una influencia, al contrario, nadie querría ir con un psicólogo con la imagen como la mía.
- No digas eso. Tu físico está así por los medicamentos, supongo. Yo sí iría con alguien como tú.
- Lo dices porque has sido mi guía desde que comencé con esto… ni siquiera sé que será de mi vida en las últimas semanas. No puedo pensar en otros ahora.
- ¿Estás seguro que deseas hacer esto con tu futuro?- asintió.
- Me tomaré una semana para pensármelo bien, aunque sea lo que he estado haciendo desde siempre.
Para Tom los días eran difíciles en el sentido de sobrevivir. Lo despidieron de su trabajo y ahora se dedicaba a ser el cruel camarero de un pequeño restaurante cerca de su propiedad. A él mismo le sorprendía que no le corrieran de ahí, a pesar de las quejas de todos los degustadores. Tom nunca trató a las personas como debería, pero ahora exageraba su forma de comportarse; fue capaz de gritarle groserías a un hombre mayor a causa de que no podía decidirse por elegir la comida. Como consecuencia no le pagaron a Tom las horas que había estado atendiendo (o gritando) a las personas.
A Tom parecía no importarle su futuro, o lo que es algo peor: tampoco se importaba en su presente. Paso a ser una persona peligrosa, tanto como Maurice. Y sus amigos le seguían como si fuera alguien grande por el hecho de lastimar a otros para obtener lo que le apetecía y no tenía. Era, de alguna forma, una de las personas más admiradas en el barrio; estaba dentro de los cinco más peligrosos y entre los tres más insensibles. Prácticamente Tom había olvidado a su hermano y sobre todo, a sus padres. Había iniciado una vida, que a su perspectiva, era como el “paraíso”.
La necesidad de Bill de tener a su hermano o a una compañía que se asemejara a la de él, era más grande todos los días. Después del tercer mes se había rendido a dejarle mensajes de voz y de texto al móvil; intentó dejar todo contacto con él, pero las ansias de tener compañía y apoyo eran insaciables; y después de reflexionarlo con su psicólogo, quien le dijo que él era capaz de hacer todo lo que él quisiera si se lo proponía; se le pasó por la cabeza una idea algo descabellada para cualquier persona. Pero hablando de Bill, no lo era tanto.

By Bill

Comenzaría con una aventura. Los vellos se me erizaban de solo pensarlo. Era por una parte aterrador, pero también era emocionante. Después de darme una ducha, tomé un litro de agua del frigorífico y salí de mi casa. Me dirigí a una pequeña central camionera que pudiera llevarme a Frankfurt. Me acerqué a un hombre que recogía los boletos y hacía que mujeres dejaran sus bolsos en una pequeña canasta de plástico para revisar lo que contenía.
- Buenas noches eh… vengo a preguntar sobre un viaje a Frankfurt.
- Creo que has llegado considerablemente tarde.- ladeé la cabeza. –El camión se fue hace tres horas.-Mordí mis labios, decepcionado.
- ¿No habrá otro pronto?
- Habrá uno mañana. Haz llegado tarde, amigo.- sonrió, cerrando las puertas del camión. –Pero si te apetece, puedo llamar a un taxi que se dirija a Frankfurt.
- ¿A Frankfurt?- asintió. –Bueno, está bien.- sonreí.
- Bueno, acompáñame.- asentí y caminé tras él. Tomó un teléfono y llamó por un taxi un par de veces sin éxito. Me miró con pena y marcó una última vez, negando. -¡Oh, hola!- respondió con una gran sonrisa, la misma que yo le imité con esperanza. –A Frankfurt. Sí, lo sé, pero es urgente.- torció los labios. –Por favor…bien, gracias, ¡gracias!- me miró y asintió. –Ve a la puerta principal, ahí te van a recoger.
- ¡Muchas gracias!- sonreí y corrí hacia la puerta.
Después de media hora, el taxi se paró frente a la puerta y abrió los seguros del auto. Me acerqué ahí y lo miré. Cabeza calva, ojos azules y muy delgado, pero robusto. Parecía un buen tipejo, pero a juzgar por sus tatuajes de cadenas en los brazos, lo dudé un poco. Aferré la botella de agua que llevaba y él me miró confundido.
- ¿No vas a subir?
- Sí, eh… gracias.- abrí la puerta y me senté en los asientos traseros. Antes de arrancar me miró por la mampara de vidrio ente él y yo.
- ¿Listo?- asentí y él arrancó. No hubo palabra alguna por parte de ambos hasta llegar a una luz roja antes de salir de la ciudad y entrar a la carretera. -¿Y qué le hace ir a Frankfurt con tanta prisa?- preguntó. Yo me lamí los labios.
- Tengo que ir a con mi hermano. Él vive allá.- Él asintió y no volvimos a hablar en todo el camino. Me quedé mirando la carretera; era ya de noche, quizá las diez cuando ya no podía mantener los ojos abiertos y me decidí por dormir.



Abrí los ojos al escuchar la radio con un volumen fuertísimo. El hombre bajó el volumen y cambió la estación. Yo miré a la ventana, Si mi memoria no me fallaba, estábamos en Frankfurt ahora mismo. Minutos después me percaté del centro comercial al cual Tom y yo íbamos para comprar comida y las cosas necesarias para vivir al menos una semana.
- ¡Aquí puede dejarme!- él se detuvo y me miró confundido.
- ¿En el centro comercial?- asentí. – ¿No es mejor que te lleve a la casa de tu hermano?
- No, es decir, queda muy cerca.
- Bueno, entonces llegamos.- bajé del taxi y le di el dinero.
- ¡Muchas gracias!- sonreí. Caminé a paso rápido hacia la casa de mi hermano. Mis pies tocaban nuevamente este lugar, no me lo podía creer.
Caminé un par de manzanas y ahí miré la casa de mi hermano, la cual estaba más pintarrajeada que antes con frases dirigidas a mi hermano. Tales como: >>Muerte a Tom; declaramos la guerra en contra de todos quienes estén de tu lado, maricón de mierda<<, algunos dibujos obscenos y los vidrios de las ventanas rotos. La puerta estaba abierta y ahí dentro se podía apreciar la oscuridad penetrante. Acepto que me dio miedo entrar a ese lugar. Pero lo hice. No había luz, pero alumbré un poco con mi móvil.
- ¿Pero qué…?-  mi corazón dio un vuelco por el miedo. La casa estaba vacía, pero llena de grafiteados que insultaban a mi hermano de una forma completamente sorprendente. En toda mi vida había visto tantos insultos hacia una persona como los vi en este lugar. Di un recorrido por la casa, muerto de miedo. Por las escaleras habían dibujos obscenos y otros que no lo eran. Pero de lo único que me percaté, era que Tom no estaba en ese lugar, en ningún rincón de la casa.

Salí de ahí y lo primero que se me ocurrió, fue correr a la casa Emil.

- ¿Bill?- me miró con completa confusión. -¿Qué mierda haces aquí a esta hora?
- ¿Es que has visto la propiedad de mi hermano?, ¡Está llena de insultos! ¡Está vacía, mi hermano no está!- y él comenzó a reír con tanta fuerza que pude sentirme ofendido y avergonzado.
- Tu hermano no vive más ahí.
- ¿Qué?- me mordí los labios a lo que él asintió. -¿Dónde está su nueva casa?
- Está algo más lejos.
- Solo dime dónde está, por favor.
- Si gustas, puedo llevarte yo.
- ¿En serio?- asintió. - ¡Por favor!- Él sonrió y salió de su casa.



Era un lugar mucho más feo al que solía vivir antes. Su casa era más grande; tenía una reja y un jardín delantero que separaba su hogar de esa misma reja. Era blanca desde la luz de la noche, y tenía un pequeño ventanal en la planta alta. Emil llamó al timbre un par de veces, y la luz en el ventanal se reflejó, dejándome ver que tenía una cortina de encaje blanca. A los pocos segundos la puerta se abrió y la cara adormilada de mi hermano salió en pijamas azules en el umbral. Tenía las mismas rastas de siempre, solo que ahora estaban tintadas de negro.
- Tom…- susurré, a lo que él me miró a los ojos, y pareció que el sueño se le esfumó de pronto. Abrió los ojos como plato y dio un grito ahogado.
- ¡¿Qué haces aquí?!- su voz, si mal no la recordaba, se había hecho más grave que antes.
- Vengo a visitarte, Tom…- dije, sintiendo vergüenza. Él negó.
- ¡Vete de aquí! ¡te dije que no me buscaras!- me tomo de los hombros con una fuerza terriblemente dolorosa. ¡TE DIJE QUE NO ME BUSCARAS MÁS COÑO!
- ¡Tom, suéltame!- le grité, pero él no lo hizo.
- Hey, hermano, al menos déjale dormir esta noche contigo.- dijo Emil.
- ¡No, no lo dejaré!, ¡vas a dormir en la calle!
- Por favor, Tom… solo quería verte…- dije.
- ¡TE LO PEDI! ¡TE PEDI QUE NO LO HICIERAS!
- Tengo que irme.- dijo Emil, y huyó en su auto.
- Mierda, ¿¿qué coño haré contigo ahora??- Se tomó la frente con desesperación. –No te voy a dejar dormir en mi casa.
- Por favor… solo por hoy…
- ¡No!- entró en su casa de nuevo.
- ¡Tom, por favor, Tom! ¡TOM!- mierda… dormiría en un lugar tan peligroso en la calle…
Tomé un trago enorme de la botella de agua que llevaba. Después me senté en la acera, sabía que él saldría; él me lo había dicho una vez, me dijo que no era tan malo para dejar dormir a alguien fuera por una noche tan fría.

Pero había dos opciones.

Tom me dejaría entrar y cruelmente me haría dormir en el suelo, pasando frío y teniendo una noche de gritos e insultos. O quizá dormiría aquí en la calle, algo que el simple hecho de pensarlo me ponía malo.
Miré su casa con más detenimiento mientras, a mi suposición, Tom abría la puerta. Tenía un pasto mal cortado y algo seco, unas figurillas extrañas de piedra al umbral de la puerta y una péquela farolita en la esquina superior de la misma puerta. A mi parecer había afinado un poco más el sentido de moda y estilo en su hogar; la casa era mucho más grande y debo aceptar que también era muy bonita. Y la ansiedad por verla de adentro me hizo quedarme con muchas ganas de gritarle para que me abriera.
Escuché dentro un fuerte grito y un cuerpo sólido caer al suelo sin romperse. Me puso mal saber que eso había sido causa de mi visita.
- Cof, cof…- mierda, no ¡por favor no!, comenzaba a tener de nuevo esos síntomas de esta estúpida enfermedad. -¡TOM, POR FAVOR, ESTOY ENFERMANDO! ¡PUEDO MORIR!- le grité, exagerando un poco la situación, aunque al final no lo exageraba del todo. Sí podría morir. Pero él no se inmutó, supongo; no abrió la puerta o si quiera se asomó por las ventanas. Me había ignorado por completo. -¡TOM, QUE SI MUERO SERÁ TU CULPA, POR FAVOR!

Y nada pasó.

Al tiro comenzaba a agarrar el sueño y el cansancio, así que me resigné un poco y me eché a dormir. Pero claro, como siempre pasaba, Tom abrió la puerta de su casa, a lo que yo me viré de golpe para mirarlo. Es que simplemente era extraordinario su cambio físico y quizá también mental. Abrió la reja y me miró con pura seriedad, negando con desaprobación.
- Levántate.- dijo con firmeza, a lo que yo obedecí sumiso y lo miré a los ojos.
- Tom… ¿me dejarás dormir con…?
- Cállate y entra a la casa, ¡pronto!- me interrumpió. Una vez más, sumiso, entré a su casa más por morbo que por sentir que era una orden.

¡Era hermosa!

Un comedor precioso de vidrio con sillas de piel negra. Muchos cuadros de artistas que yo desconocía colgados perfectamente en las paredes beige. Estaba un poco tirada y empolvada, no tenía mucho estilo, pero era hermosa sabiendo que Tom había sido quien colocó todo. Ambos subimos por las escaleras bien iluminadas. Entramos en su habitación, era casi la réplica de su habitación en su anterior hogar. Las cobijas eran rojas y ahora había un cuadro enorme sobre la cabecera de su cama. Lo único que me hizo sonreír, fue ver el libro firmado por su escritora favorita en una de las mesas de noche, con un separador que no podía mirar bien desde el umbral.