sábado, 29 de septiembre de 2012

capitulo 18


- ¿Qué dijiste?
Era extraño, quizá demasiado hasta para la familia de la misma persona que tenía enfrente, pero no miraba por vergüenza después de ver aquellos ojos fulminantes, quizá enojados o completamente confundidos. Mi sonrisa no se iba, y era tal vez porque no me gustaba demasiado mostrarte impotente ante mis amigos. Era incluso gracioso o irónico encontrarme en la situación en la que estaba; y las preguntas que Georg seguro se hacía en su mente eran tales como; ¿Qué persona dejaría que abusaran de su cuerpo tantas veces? Pero él no decía una sola palabra, incluso había dejado de beber café y jugaba estúpidamente con la pequeña envoltura de la pajilla.
El silencio era el único que se atrevía a hablar en ese momento tan incómodo. Pensaba que tal vez mi amigo me daba tiempo para dar una explicación, una que no daría a nadie, ni siquiera yo mismo me había tomado el tiempo para explicarme a mí mismo lo que había pasado. Pero el grano era que no había retroalimentación ni de su parte, ni de la mía. Y podríamos quedarnos dos horas ahí sentados, yo sonriendo hasta joderme las mejillas, y él, frotando ese plástico hasta deshacerlo.
- ¿Todo bien?, ¿les hace falta algo?- De reojo miré que Georg apartaba la vista de la nada y la ponía sobre ese hombre a nuestro lado.
- Muchas gracias, estamos bien.- Asintió, y el hombre se marchó. De alguna forma agradecí que ese hombre viniera, pues estaba seguro de que Georg emitiría la primera palabra después de eso. –Bill, si lo que me estás diciendo es una mentira, te propongo que me hables con la verdad, porque no pienso tragarme tus cuentos.- Y mi agradecimiento se fue a la mierda. No lo había escuchado tan enfadado conmigo en toda mi vida. Y mi ademán por levantar la cabeza me lo pasé por el forro, incluso la bajé un poco más, hasta mis pies.
- Yo… no entiendo por qué crees que me inventaría algo como eso.- musité, rogando tan solo después de unos segundos, que eso que había dicho no hubiera salido de mi boca.
- Humm… Dime que Tom no tuvo nada que ver en esto.- dijo con preocupación, yo me lamí los labios, y Georg pareció pescarlo de pronto; dejó salir un suspiro cansino y algo desesperado. -¿Quién te violó?
- Bueno, no los conozco, Georg.- me decidí por levantar la mirada y mirarle a la cara. –Eran hombres y mujeres. Para no hacerla de largo, me obligaron a prostituirme.- saqué una pequeña risa, tan solo para no amargar la conversación.
- ¿Tom te obligó?- negué.
- Claro que no…los dos tomamos la decisión.- abrió los ojos con completa sorpresa; arrugó las cejas y se acercó un poco más a mí. -Embargaron a Tom, y el hijo de puta que lo hizo, dijo que nos regresaría todo si yo me iba con el por una semana.- tragué saliva y me quedé en silenció, por si él quería decir algo, pero ni se inmutó. –Al final aceptamos, porque ese hombre le había dicho a Tom que no iba a hacerme ningún daño.
- ¿Por qué Tom aceptaría dejarte ir con el hombre que le quitó todo?
- Porque no teníamos una miga para comer ni una gota para beber; dormíamos en un colchón viejo cubiertos por una toalla de baño y una estúpida cortina. Por eso.- bajó la mirada por unos segundos, y después, volvió a levantarla para hablar.
- ¿Tom supo lo que te hicieron?- asentí. -¿Qué fue lo que hizo?
- Me trajo aquí, a Hamburgo. Me dijo que quería devolverme la felicidad que me quitó.



Reflexionaba sobre un sin par de cosas en el balcón de la recamara de papá y mamá. Cosas como mi pasado tan presente y mi futuro tan lejano. Era claro que no llegaría a los treinta si seguía así, pero pasaba que no sabía cómo salir de esto. Era como si estuviera dentro de cuatro paredes de vidrio, viendo como la vida pasaba sin mí, mientras yo envejecía aquí dentro, con mi única compañera que me hacía sentir espasmos al tenerla contra mi piel.
- ¿Soy yo, o mi pequeño hijo está triste?- me di la vuelta. Papá estaba ahí, sonriendo con ternura; se sentó a mi lado y colocó su mirada a la calle. Yo me quedé en silencio.  –Recuerdo un día, tú tenías seis años y me acompañaste a recoger algunos papeles del trabajo. Al subir por el por el elevador tu bajaste la mirada, y con inocencia, me preguntaste que si te quería.

Lo miré.

- Al principio te miré confundido, pero después comencé a reír. No tuve tiempo de contestarte dentro del elevador, así que salimos de él y caminamos a mi oficina, tomados de la mano.- decía sin poner la mirada sobre la mía, sonriendo. –tomé los papeles que necesitaba y después te miré. Recuerdo que tenías el índice en la boca y los pies chuecos.- rió. –Me senté en el sofá y te hice sentarte en mi regazo y te dije que no solo te quería, que te amaba. ¿Sabes?, la sonrisa que esbozaste aun la tengo tan presente, y el pequeño besito que me regalaste en la mejilla, puedo sentirlo aún.
- ¿Por qué me cuentas eso?- me miró.
- Porque has cambiado demasiado. Mira, Bill, yo sé que no has pasado una agradable adolescencia, que cambiaste tus sonrisitas por lágrimas. Y aunque no pueda evitar que me preocupe, sé que vas a estar bien.- bajé la mirada. –Y yo solo espero el día en que todo se ponga mejor con tu vida, y me regales otro beso y otra sonrisa como esas. Porque sé que ese Billy tan pequeño y feliz, sigue ahí dentro.- me toco el pecho. –Solo que la vida no le ha tratado muy bien. Pero saldrá.
- ¿M-me quieres a pesar de lo que pasó en la preparatoria con ese compañero mío?- él sonrió.
- Bueno, y dime quien dejaría de querer a su hijo por eso.- se encogió de hombros. –Todos hemos cometidos errores. No dejaría de quererte por nada; por el simple hecho de que eres Bill.
Ahora no sabía si llorar o sonreír. No pude pedir a un padre mejor que él, porque simplemente no lo hay. Y me destrozaba saber que no lo merecía. Me acarició el cabello y me miró a los ojos.
- Tu madre ha hecho la cena. ¿Le digo que te sientes enfermo?
- No. Bajo contigo.- sonrió.
. . .

- ¡Bill!- me alcanzó del brazo y me hizo virarme. -¿puedo hablarte?
- ¿Sobre qué?
- Algo que me dijo Robert.- entorné los ojos y negué.
- No quiero saber nada más de él.
- Está repartiendo fotografías de ti.- fruncí el entrecejo. Se metió la mano al bolsillo trasero y me la pasó. La desdoblé con rapidez y la miré-
- No… ¡mierda, no!- La fotografía que Maurice me había sacado para difundir el mensaje de que me encontraba en su casa, dispuesto para hacer todo tipo de guarradas. La habían encontrado y no sabía cómo o de donde.
De repente solo sentí mi desayuno subir cruelmente por mi garganta. Sentí mis mejillas coloradas y pelos de punta de solo pensar que todos podrían enterarse de lo que hice mientras no estuve. Me cubrí los labios y las arcadas aumentaban con solo imaginarme aquel espectáculo. Corrí al baño rápidamente, sin atender los gritos de Gustav. Me encerré en un cubículo y comencé a potar con desesperación hasta hacerme doler el estómago.
- No puede ser… no puede ser…- hablaba conmigo mismo, mientras dejaba caer las lágrimas de rabia. Era lo único que faltaba para romperme en mil pedazos. Simplemente ya no sabía que pasaría conmigo, mi futuro se había ido a la mierda por culpa de Robert. Me saqué el móvil del pantalón y llamé a mi única esperanza, a la persona que no me quería, pero que al final, era el único que sabía con exactitud lo que había pasado:

Tom

- ¡MIERDA, NO!- me mandaba al buzón de voz, ¡maldita sea! Segundo intento. Me lo coloqué con la mano temblándome. Me daba línea, y casi sonreía por ello, pero una vez más, él no me atendió.  - ¡Mierda, Tom, cógeme el teléfono!- grité. El último intento, y el hijo de puta no me cogía ni siquiera para decirme que no quería hablarme.
Entonces, al cuarto intento, me decidí por dejar un mensaje de voz.
- Tom… se han enterado de todo en la facultad…- chillé. –Mi vida se fue a la mierda ahora… por favor, Tom… ¡te necesito!- y sin más corté y comencé a sollozar, espantado por lo que pasaba conmigo y mi vida.
Tal vez me veía estúpido y patético pidiéndole compañía o consejos a una de las personas que más me odiaba, pero no tenía otra salida, esta vez realmente me sentía solo. Y cuando mis piezas comenzaran a caer, estaría ahí yo solo, intentando pegarlas de nuevo. No quería estar solo.

By Tom

- ¿No piensas tomarle el teléfono?- negué.
- ¿Para qué?, ya no quiero saber más de Bill.
- Siempre tan cabezota, Tom.
- ¿Yo por qué?, No ha pasado un mes entero y ya está llamándome. Es un puto masoquista.
- Lo hace porque te quiere.
- Vamos, Bonny, Bill y yo no volveremos a ser los mismos pequeños que daban la vida por el otro. El juego ya no es así.
- Es que no es un juego, Tom. Abusaron de él, ¿y sabes por qué?, porque tú aceptaste que ese imbécil se lo llevara.
- ¡No me culpes a mí, él también aceptó!
- ¿Y por qué crees que aceptó? Vamos, no creas que lo hizo por la comodidad o la comida. Lo hizo para ponerte contento y coleando de alegría.
- No es cierto.
- Yo creo que conoces a tu hermano perfectamente. Él lo haría todo por conseguir un “te quiero” de tu parte.
- No necesita oírlo, él ya lo sabe.
- Oh, Tom, él necesita oírlo; quiere ponerte orgulloso.- mordí mis labios, enfadado. –Por todo lo que me has contado, sé que Bill no haría nada para herir a otros, ¡y a ti te consta! Mira que perder su virginidad en el colegio para conseguir tu perdón no lo haría cualquiera por cualquiera. Y lo hizo Bill, por ti.
- Bill es muy ingenuo, es estúpido siquiera llegar a pensar en cogerse a alguien por ser perdonado. Más bien, Bill quería coger con un hombre para experimentar y después encontró la perfecta excusa.
- Eres un idiota.- se cruzó de brazos.
- ¿Y ahora qué?
- Que no puedo creer como tratas a tu hermano de esa forma. Tienes razón, Bill es un estúpido, gastando su energía en complacerte, dejando que le sodomicen por ti, aceptando tener relaciones con hombres para ponerte feliz; buscándote siempre, encontrándote después para que tú lo recibas de la peor forma. Su habilidad de fraternidad es una que no la tienen todos, y él decidió practicarla contigo. Con un imbécil como tú.
- No exageres.
- Que va, ni siquiera exagero cuando digo que ese crío podría dar la vida por ti sin pensar primero en la suya.- Se levantó del sofá y caminó a la puerta.
- Bah, piensas de Bill como un héroe, ¿te has parado a pensar porqué no le quiero?- se detuvo y me miró. –No etiquetes como héroe sin antes saber la historia del villano.- me subí por las escaleras, dejándole sola en la planta baja.


Me eché en la cama, enfadado. Después de solo unos segundos el maldito móvil comenzó a sonar de nuevo. Me lo saqué del bolsillo y miré en la pantalla >>Bill<<, lo estrujé en mis mano, sintiéndolo vibrar. Después dejó de vibrar y marcaban tres llamadas perdidas y un mensaje de voz; me entró el morbo al tiro y al verificar que era de Bill, mi cuerpo comenzó a temblar. ¡COÑO, QUE NI SIQUIERA QUERÍA ESCUCHAR SU VOZ AHORA!
- Humm…- gruñí, tensándome. Bien, Tom, es solo un mensaje, solo escucharás su voz unos segundos, deja de tensarte coño, pareces un cobarde, vamos, hazlo. –Mierda…
Apreté la opción Escuchar…

>>Tom… se han enterado de todo en la facultad…Mi vida se fue a la mierda ahora… por favor, Tom… ¡te necesito!.. snif<<

Me quedé tieso, con el corazón dándome un fuerte vuelco. No era por escuchar su voz, mucho menos por escucharle llorando y berreando… Era por lo que decía.

>>¡Te necesito!<<

En toda mi vida había escuchado a Bill diciéndome que me quería, ofreciéndome su ayuda, gritarme y abrazarme. Pero jamás le había escuchado decir que me necesitaba. Seguro me lo dijo en algún momento, pero estas eran súplicas, como si su mundo se acabara y la primera persona que pasaba por su mente era yo. Nunca le había ofrecido mi compañía, o le había dejado abrazarme sin quejarme, y él, aún así, me necesitaba.
Desde el principio sabía que yo no era una buena persona, un buen compañero, un buen hombre o un buen hermano. Desde siempre supe que mis humos no eran los más bonitos y ni mis fachas de huevón las más formales. Pero eso le importaba un huevo a Bill, él seguía ahí… y yo no sabía la razón.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Capítulo 17

- No lo creo, ¿de verdad?- preguntó Gustav, preocupado.
- Sí, y papá ni siquiera me lo dijo.
- Vaya, ¿y no quieres tener otro perrito?- bajé la mirada.
- Bueno, ya tuve otro, pero también ha muerto. Por ahora no quiero tener.
- Entiendo. Bueno, mi perrita está preñada, apenas lo supe hace unas semanas. Si es que quieres uno, no dudes en decirme.- sonreí.
- Gracias.- El proyector se prendió, todos miramos ahí con confusión. Aun no era la hora de que comenzaran las clases, apenas eran las 7:20Am.
- Creo que empezaron las clases muy pronto.- dijo (tu nombre).
En la pantalla salía un título en letras blancas que decía >>Su amor secreto<<, Después letras violetas con un nombre… él mío. Gustav me miró confundo, haciendo que yo le devolviera la misma expresión. Entonces miré ahí otra vez. Era un vídeo. Estábamos Tom y yo en su auto, el día en que me regresó a Hamburgo. Tom besaba mi cuello y yo sonreía; desde al ángulo en el que se veía, parecía que yo acariciaba su pecho y entreabría los labios, alargando el cuello. Después aparecían fotografías. Sus labios en mi cuello, mi cara que realmente era de adormilado y no de otra cosa; después una, en donde ambos estábamos fuera del auto y él me besaba la frente. >>Tan solo se sentía que el incesto con su hermano gemelo lo hizo creer en el amor de nuevo<<

Negué.

Fui preso de todas las miradas del salón; Hasta la de la maestra. Todos se burlaban y susurraban mientras me miraban. Me levanté de la silla cabizbajo, aguantándome las lágrimas.
- ¡ESO NO ES VERDAD!, ¡Todos son unos mentirosos, yo no hago nada con mi hermano!- dije en un sollozo. Me salió un quejido agudo, el cual me dejó completamente avergonzado, entonces salí del aula y corrí hacia los baños.
- Sabía que tu hermano te odiaba… creo que es completamente lo contrario.- Era Robert, que sonreía ampliamente y se cubría los labios para evadir las carcajadas.
- ¿Por qué lo hiciste?...- dije en un sollozo. -¡¿Por qué lo has enseñado a todos!?- Él se puso serio.
- Prácticamente tú me diste el permiso de arruinarte la vida.- sonrió.
- No hago nada con mi hermano… ¡tengo novia!
- Pues yo los estuve viendo, y parecía que te excitaban tanto sus lamidas en tu cuello.- se carcajeó.
- No eran lamidas, ¡Eran besos!
- Ah, es lo mismo.- tragué saliva y me limpié las lágrimas.
- Somos gemelos… ¿¡por qué mierda lo querría como algo más?!- se encogió de hombros. –Tom es así, Robert, ¡le gusta joderme con eso, NO LO HACÍA CON OTRA INTENCIÓN!- mis ojos se vieron inundados con mis lágrimas; me sentía impotente, tan mal. Nunca en toda mi vida había conocido a alguien como Robert; ni siquiera a Maurice.
- No estarías llorando de no ser así. Al menos tú sientes algo fuerte por él.
- Claro que siento algo fuerte, ¡Es mi hermano!
- No me refiero a eso. Él te gusta, se te para cuando piensas en él.- Bajé la mirada, avergonzado.
- ¿Por qué pensaría en mi hermano de esa forma?...- Él comenzó a burlarse  a lo bajo.

- Bill, por favor abre.
- ¡Vete, no quiero ver a nadie!
- Vamos, amigo, déjame hablar contigo.
- ¡No quiero, Georg, pírate de aquí!
- No puedes estar encerrado en el baño todo el día.- me limpié las lágrimas y abrí el pequeño cubículo. Él me tomó de los hombros y me abrazó con fuerza. No entendía el porqué de su afecto, pero la verdad es que poco me importó, lo necesitaba tanto como él lo hacía, entonces le abracé. –Tranquilízate un poro, amigo.
- Sinif…snif…hmm- dejó de abrazarme y me miró a los ojos, me sacó las lágrimas con sus dedos y después miró mis brazos, negando.
- No te lastimes de esa forma. Mucho menos por sus estupideces.- me escondí los brazos, tratando de limpiarlos con mi playera. Pero él tomó un pedazo de papel higiénico y me ayudo a limpiar la sangre. –Hey, ya no llores, Bill, tranquilo, ¿sí?- mis labios comenzaron a temblar. Hice un puchero para que dejaran de hacerlo…seguro me vi patético.
- Snif… ¿tú viste el vídeo?...snif…- Sus ojos penetraron los míos, y de pronto dejó de limpiar mis brazos. Asintió, apresurándose a bajar la mirada  y limpiar de nuevo. No dije una sola palabra, sabía que le incomodaba hablar de eso, y no sabía exactamente por qué; quizá él creía que realmente gustaba de mi hermano.
- Salgamos de aquí, Bill.- me tomó del brazo y me guió, pero yo me tensé y negué.
- No quiero… - Tragó saliva y miró su reloj.
- Casi es hora de devolvernos a casa, solo falta una hora. Has estado aquí todo el día.
- Quiero quedarme aquí, no quiero salir…- me tomó las mejillas y se acercó a mí.
- Respóndeme una cosa. ¿Haces incesto con tu hermano? O ¿Te atrae de alguna forma?- me tragué las lágrimas y lo miré directo a los ojos.
- No.- y me solté de su agarre para salir de ahí.
- Entonces yo no sé porque huyes de los demás.- bajé la mirada, avergonzado.


- No lo creo, Bill, ¿¡por qué nunca me lo contaste?!- Era Andreas, que me tomaba de los hombros, espantado. Estaba junto a Gustav y (tu nombre), quien se miraba ida. – ¿De verdad hacen actos incestuosos?, vaya mierda, me creía de Tom que era un mujeriego de mierda pero… bueno, vamos.- se quedó en silencio, razonando lo que acababa de echar.
- Guarda silencio, Andreas, que todo es una obra mal montada.- Dijo Georg. Andreas abrió los labios, negando.
- ¡Pero se mira tan claro cuando Tom le besa!- me hice de oídos sordos y solo me pase de ellos, caminando hacia el aula para ir a por mi bolso. Me pasé la mano tras de mi oreja, acomodando mi cabello con ansiedad mientras me hundía más en mis hombros al saber que, una vez más, todos me miraban.


Al paso de dos semanas, los rumores habían crecido aún más, y de una forma terrible. Enviaban al correo de casa fotografías truqueadas sobre Tom y yo. Los maestros se habían enterado, me aterraba que ellos fueran a contarle algo a papá o a mamá, me ponía enfermo el simple hecho de imaginarlo.
La campana había sonado para avisar que el día aquí se había acabado. Tomé mi bolso y me apresuré a la puerta.
- Trümper, ¿podrías quedarte unos minutos para hablar?- me golpeé la frente y retrocedí hasta su mesa. Gustav me miró confundido.
- ¿Te espero?- negué. -¿Seguro?- me mordí los labios, y lo miré a él. Odiaba quedarme solo ahora, pero no lo iba a retener, así que al final solo asentí y aparté mi mirada de la suya y la puse sobre la maestra.
- ¿Cómo estás, Bill?
- Bien, gracias.- Ella sonrió.
- Bueno, pero psicológicamente, ¿cómo te encuentras?- puse mis manos entre mis piernas, nervioso.
- Bien.
- ¿Estás seguro?- asentí. –Bill, que he visto como te hostigan todos. Y sé porqué es.- Mierda, era lo que menos quería, que los maestros se enteraran de algo tan absurdo como eso. Era el último grano de sal que faltaba para hacerme arder más el estómago. –Quiero que seas sincero conmigo y me digas si los vídeos son reales.- tragué saliva en seco, tratando de deshacer ese estúpido nudo.
- Bueno…- jugué con las cutículas de mis uñas, enfermizo. –Sí son reales.- se produjo un silencio de los más incómodos que nunca había vivido.
- ¿Haces incesto?- dijo después de unos minutos. Mis órganos ya estaban hechos una mierda de nudos; me era difícil hablar, aunque yo supiera la verdad de todo, aunque decir un simple “no” fuera lo único que debía hacer para que me dejara irme a llorar en paz. – ¿Bill?- la miré.
- No. Yo no hago nada…- dejé caer mi mirada a mis piernas temblantes.
- ¿Él te obliga a hacerlo?- fruncí el entrecejo, aún sin mirarle. Negué.
- Desde pequeños… mi hermano suele darme besos de esa forma…a mí no me gusta…
- ¿Le has dicho que te molesta su forma de mostrarte cariño?- mis ojos se estaban aguando sin saber la razón de ello, pero no quería llorar ahí.
- N-no…
- Bill, ¿Han mantenido intimidad, o al menos ha intentado hacerlo?- Me quedé en silencio, intentando recordar algo; pero no, Tom nunca lo intentó, ni siquiera creo que le interese.
- No…
- Quizá tu hermano tenga algún interés diferente hacia ti.
- Tom ni siquiera me quiere…
- Mírame, Bill.- negué. –Por favor, mírame.- levanté la mirada a sus ojos. –si él no te quisiera no te mostraría cariño de esa forma. No digas eso.
- ¿P-puedo irme ya?
- Me gustaría hablar contigo.
- Por favor…- dije con agudeza, tratando de contener las lágrimas. –Déjame irme ya…- asintió.
- Está bien.- me levanté de la silla y salí corriendo del aula fuera de la universidad.
- Eeeh, ¿a dónde vas, marica?
- Déjame en paz, Robert…- sonrió.
- Solo quiero decirte que uno de mis amigos ha enviado una hermosa fotografía a tu buzón.- me cubrí los labios. Él comenzó a reír. –Corre antes de que mami la mire.- le di la espalda para comenzar a correr, pero él tomó mi bolso y sacó mis libros de ahí, aventándolos a ambas direcciones del pasillo, y después tomó mi bolso y lo aventó con fuerza hasta tocar la primera escalera. Me impresionaba su fuerza, no podía creer que lo había lanzado tan lejos. Él solo se aplaudió su estúpida victoria.
Con desesperación, caminé a por mis libros. Llorando. Mamá no podía enterarse de que me molestaban en la universidad, no podía saber que creaban rumores con mi hermano y conmigo. Corrí por mi bolso y metí torpemente mis libros en él. Después me apresuré a la puerta.
Al llegar, mamá justo abría el buzón, siempre lo hacía antes de comer. Abrí la puerta con rapidez y le tomé el hombro; ella me miró con una sonrisa, pero después la borró al mirar que lloraba.
- Por favor, mamá… dame el correo…
- ¿Qué tienes, cariño?- negué.
- Nada… por favor dámelo…
- ¿Esperas una carta de alguien?
- S-sí…- mentí. Ella negó.
- Aún no ha llegado nada para ti, todo esto es para papá y para mí.
- ¡Por favor!- sollocé. Mamá me miró con confusión.
- ¿Por qué lloras, Bill?
- Déjame verlo, después te lo daré…
- Bien, tranquilo. Ponlo en la mesa cuando termines de verlo.- asentí, tomando las cartas y facturas. Me metí en casa y aventé mi bolso por el suelo, después me senté en la sala y comencé a mirarlo todo.
- Ahh…- sollozaba mientras miraba todo y no lo encontraba. Estuve a punto de dejarlo todo, pero ahí encontré un sobre con el mismo título que habían puesto en el vídeo y lo abrí. Estaba la fotografía, tan obscena. Me sentí aliviado y después lo dejé todo en la mesa, guardándome el sobre en el pantalón.
Me encerré en mi recámara y lloré como creía jamás lo había hecho. Me oculté bajo mis cobijas e intenté ya no pensar más en eso, pero  que me era imposible, simplemente ya no quería regresar a ese lugar, ya no quería volver a ver caras conocidas, caras que solo miraban con odio sin saber si quiera porqué miraban de esa forma a una persona que no había hecho nada malo. Y los errores que había cometido, los había hecho para volver a ser feliz.


Riiingg…Riiinnggg
Me tallé los ojos y tomé mi móvil con cansancio. Sentía los ojos hinchados por tanto llorar, me sentía exhausto. Acepté la llamada y me coloqué el móvil en el oído.
- ¿Hola?
- Bill, soy yo, Georg.
- Ah, hola…
- ¿Todo está bien?- tragué pesado.
- Sí…
- Bill, me gustaría hablar contigo.
- No quiero hablar con nadie. No por ahora.
- Mañana es fin de semana, ¿puedo pasar por ti a tu casa?- me costó demasiado pensarlo y darle una respuesta, pero recordé que él había sufrido la muerte de su hermana, y que a pesar de eso, se preocupaba por mí.
- Sí…
- ¿Has estado llorando?
- Me he quedado dormido al hacerlo.
- Es mejor que hoy descanses, olvídate de la universidad ahora.
- Lo intentaré.- se escuchó una pequeña risita.
- Bueno, entonces nos vemos mañana.
- Está bien.
. . .
- Cariño, tienes visitas.- dijo mamá en el umbral de la puerta. –Es Georg, dice que van a salir.- asentí y me levanté de mi cama.
- Ya voy.- ella me dejó el paso libre.
- Nunca creí que te vería salir de casa sin maquillaje puesto.- sonrió.
- No me apetece hoy.- me acarició la mejilla.
- Así te ves guapísimo.- bajé la mirada.
- Ya me voy mamá, te quiero.
- Yo también. Diviértete.- me dio un beso en la frente.
Salí de casa y ahí me lo encontré, de pie en el umbral de la puerta, con una pequeña sonrisita en sus labios. Me guió a su auto. Ahí dentro él me miró con seriedad y sacó un suspiro cansino mientras arrancaba. Paró frente a una cafetería y se sacó el cinturón de seguridad, mientras me miraba y sacaba las llaves del auto. Bajamos y nos metimos en la cafetería; Georg pidió los cafés y al tiro, después de que la charola tocara la mesa, comenzó a hablar.
- Espero que no hayas traído dinero, porque yo te lo estoy invitando.- sonrió.
- No es necesario, Georg, yo tengo dinero.
- Que pena.- se carcajeó. Yo sonreí.
- Gracias.
- Ni lo digas.- sonrió. –Ahora tienes que contármelo todo.
- ¿Contarte qué?
- Qué fue lo que pasó cuando fuiste a Frankfurt con Tom.- bajé la mirada.
- No.
- Vamos, quiero ayudarte.
- No voy a hablar de eso.
- Bueno. Yo quiero contarte algo que me pasó.- asentí. –Quizá ya sabes que Mandy murió.- su voz se entrecortó. –Espero que aun la recuerdes.
- Claro que sí la recuerdo. Tu hermanita.- asintió.
- Sí, vaya, era tan molesta.- se carcajeó. -¿Te digo algo que ella me dijo?
- Dime.
- Bueno, ella gustaba de ti.- rió. – ella me lo dijo.
- ¿De verdad?- asintió. –Entonces por eso eran esas miraditas y su extraña amabilidad que tenía conmigo  y con los demás no.- reí. Él asintió.
- Sí, encontré en su computador un par de imágenes tuyas.- me carcajeé.
- No lo creo. ¿Quién querría tener imágenes de mí?- me cubrí los labios para reír.
- Le encantaba escuchar cosas sobre ti. Todas las noches era casi mi deber platicarle lo que habías hecho durante el día.
- Vaya, que linda. Nunca me lo imaginé.
- Ella tenía un buen corazón.- bajó la mirada. –Nunca habría querido herir a alguien, y a ella le herían todos los días en el instituto.
- No estés así, amigo… Dios solo la quería a su lado.- asintió.
- Lo sé.- tragó saliva.
Pasamos un buen rato. No me había carcajeado así desde hacía mucho; pero después de unos minutos me decidí a decirle la verdad de todo. Tan solo para desahogarme. Solo por eso y… por volver a ser feliz.
- Me violaron siete veces.- dejé salir, Al principio Georg pareció no pescarlo, pero fueron solo segundos hasta que lo hizo y me miró serio. Yo sonreí.


martes, 25 de septiembre de 2012

Capítulo 16


Al darme cuenta que Bill se quedaba dormido, deshice las cobijas y le acaricié la mejilla con el índice. Él sacó un pequeño gemido y entreabrió sus húmedos ojos.
- Acuéstate.- susurré. Él dejó de abrazarme y se metió en las cobijas, quejándose un poco. Me levanté de la cama y le di la espalda.
- Quédate…- me detuve al tomar la perilla, y lo único que hice fue empujar la puerta, cerrándola con delicadeza. Me volví a la cama con él y me acosté a su lado; él se dio la vuelta para mirarme, y me envolvió en su cuerpo, escondiendo su cara en mi pecho.
Me quedé en silencio, escuchando el leve viento que chocaba en la pequeña ventanilla. Suspiré. Me sobraban los huevos para hacerlo, pero una parte de mí no quería. A veces añoraba a Tom Kaulitz, el insensible, el que no mostraba una pizca de amor hacia su hermano. Quería volver a ser el mismo.

By Bill

Al sentir que Tom ya no estaba a mi lado, desperté de golpe. Ya era un nuevo día. Me saqué las cobijas del cuerpo y caminé fuera de la habitación en busca de mi hermano. En su recámara no estaba, seguro se encontraba abajo. Al bajar me encontré con unas maletas es la puerta. Esto comenzaba a olerme mal.
- ¿Tom?- le llamé, y él, al tiro,  salió de la cocina, con completa seriedad. Jamás le vi esa cara, salvo ese día, cuando los policías me llevaron de vuelta a casa hace tres años. - ¿Por qué hay maletas en la puerta?, ¿te vas?- pregunté preocupado. Él negó y caminó hacia mí, tomándome mi hombro desnudo, obligándome a sentarme en el sofá.
- Te vas tú.- me mordí los labios, confundido. Él pareció saber que necesitaba una explicación, así que tragó saliva y me miró a los ojos directamente. –Me cansé, es todo.
- ¿De qué?
- De mí, de nosotros. Necesito un tiempo solo.- su nuez subió y bajó. –No he sido una buena persona ni contigo ni con nadie.
- Has sido bueno conmigo…- dije, pero él negó, mirándome con pena.
- No sé en dónde vivas, pero al menos en donde yo lo hago, aceptar que se lleven a tu hermano a vender su cuerpo a cambio de lo material no es lo correcto.- Bajé la mirada.
- No quiero irme.
- Lo he hablado con papá. Él dijo que las cosas iban mejorando; que no es tan malo que te quedes allá.
- ¿le dijiste lo que me hicieron?- pregunté preocupado. Él me tomó las manos.
- Claro que no, se lo tendrás que decir tú.- mordí mis labios. –Bonny me dijo que estás bajo una depresión; y no puedo evitar preocuparme por ti; así que por eso también es mejor que te vayas.- negué. –Vamos, no hagas esto difícil. Por favor, hazlo por ti. Quiero regresarte la felicidad que te quité.
Me quedé en silenció, mirándole a los ojos con completa incomprensión. ¿Desde cuándo a Tom le importaba lo que me pasara? ¡Nunca!, Había aprendido a vivir con su odio, y hasta me gustaba sentirlo cerca. Y ahora venía a quitarme lo único que me quedaba. Él no me ayudaba, él me destrozaba.
Sin más me levanté del sofá y caminé a la puerta, tomando las maletas y saliendo de la casa. Esta vez no iba a llorar por él, esta vez haría algo por mí, por salvar algo del escaso orgullo que tenía. Pero me detuvo y sacó rápidamente su chamarra de su cuerpo y me la colocó. Increíblemente me dio un fuerte abrazo y colocó su mano en mi nuca. Me obligó a entrar a la casa de nuevo, junto a mis maletas, y entonces me miró, negando.
- No quiero que te vayas enojado.- tragué saliva.
- Quieres deshacerte de mí.
- Quiero alejarte de mí…te he hecho daño.- negué.
- No es verdad.
- Bill, yo soy el único que puede juzgar como me he portado. Mi moral tocó el suelo esta vez.- respiró hondo y después lo soltó con fuerza. –Vamos, que te llevo.
- Bill.
- hmm…
- Vamos dormilón.- sentí esos molestos besitos en el cuello. Sonreí levemente. Me quede con los ojos cerrados, fingiendo que dormía. Pero la realidad era que analizaba. Quizá Tom no me quería, pero esos besitos por muy molestos y castrantes que me parecieran, se sentían sinceros.
- Vamos, Tom… no jodas…- le di un leve manotazo en la cara. Sus labios subieron por mis mejillas, mis orejas y por último a mis párpados. Realmente los odiaba, eran tan molestos. Abrí los ojos y me lo encontré tan cerca de mí, sonriendo. Entonces sonreí yo también y me senté debidamente en el asiento, apartando a Tom. –Hemos llegado.
Mire a través de la ventana. Ahí estaba nuestra casa, igual que siempre, tan cuidada. Bajé la mirada al sentir la rabia mezclarse con mi sangre; me quité el cinturón de seguridad y salí del auto, molesto.
- Bill.- le dio la vuelta al auto, apartándome de la cajuela para él sacar mis maletas. –Vamos, deja de ponerte así. Finge que todo es como antes, yo en Frankfurt odiándote y tú aquí, con tu novia y tus amigos. No es tan fácil.
- Nunca salgo con mis amigos o mi novia. Me lo pasaba preguntándome si seguirías odiándome.- se mordió los labios. Abrió los brazos para abrazarme; al principio dejé que me abrazara y hasta me acomode en sus brazos, pero después mi orgullo le ganó a la sensibilidad, y le empujé con delicadeza, retrocediendo. –Vete, no quiero hablarte más.
- Ahora no me hagas enojar, ¿sí?
- No quiero verte, Tom.- me encaminé a la puerta y timbré. Mamá abrió la puerta, y entonces Tom corrió hacia nosotros.
- Mamá, yo tengo que regresar pronto.
- ¿no te quedarás al menos a comer?- preguntó ella. Tom negó.
- Debo llegar a casa pronto.- sonrió. Mamá asintió, sonriendo; se acercó a Tom y le tomó las mejillas.
- Vete con cuidado, ¿sí?- él asintió.
- Lo haré, mamá, no te preocupes más.
- Lo siento, es inevitable, eres mi gran Tom.- él sonrió con nostalgia.
- Nos vemos, mamá, adiós.- Ella asintió, dándole un beso en la mejilla.
- Te amo, hijo.
- Y yo a ti.- mamá sonrió y nos miró a ambos.
- Les dejo para que se despidan.- Tom asintió mientras mamá se daba la vuelta y se iba. Yo tomé la iniciativa.
- Adiós.- y le di la espalda, tomando las maletas para entrar a casa.
- Espera.- me detuve y lo miré. -¿No vas a despedirte bien de mí?
- No.- él sonrió y se acercó a mí. –Aléjate de mí.- me dio un abrazo y me beso la frente. Yo lo empuje. -¡Deja de besarme, Tom!- él se carcajeo y el hijo de puta volvió a hacerlo. –Me estas tocando las pelotas. ¡Voy a gritar y diré que quieres hacer incesto conmigo!
- Te perjudicarás tu también.- lo miré, enojado. Él volvió a carcajearse.
- Yo no te estoy besando a ti como un loco.- Sonrió. –Ya, Tom, enserio vete.- me puse serio.
- No quiero que te molestes.- bajé la mirada, y de pronto los ojos se me humedecieron.
- Jódete.- me di la vuelta y entré a la casa con mis maletas sin prestarle más atención. Me recargué en la puerta, suspirando, intentando que las lágrimas no me cayeran más por los ojos.
Y después de un momento, escuché el motor del auto de Tom alejarse. Al mismo tiempo que mis lágrimas caían y me sentía tan mal y arrepentido por todo, mamá se acercó a mí y me miró seria.
- ¿Qué te pasa, cariño?- negué.
- No me pasa nada…- subí rápidamente por las escaleras.
Al paso de cuatro semanas, mamá me obligó a inscribirme a la universidad. Entraría al segundo semestre. Gustav me dijo que él estaría conmigo, pues íbamos al mismo grado, ambos éramos más jóvenes que Georg y Andy.
- ¿Soy yo, o te vez más delgado?- me preguntó, mientras caminábamos hacia la universidad.
- No sé, han pasado cosas.- él sonrió.
-Sé que quizá esto es incómodo para ti, pero, ¿sigues haciéndote daño?
- No…- mentí.
- Eso me pone muy feliz.- bajé la mirada. -¿Que, qué te pasa?
- Nada, es solo que no quiero entrar a esa universidad. ¿Cuántos de la preparatoria se han ido?
- Se han ido muy pocos, y entre ellos no está Robert.- tragué en seco.
- Oh, gracias, ahora debo estar en la misma aula con él.- dije con sarcasmo.
- No te pongas así, parece que lo superó.
- Sí… yo no.
- ¿Qué te pasó con tu hermano?, ahora estas diferente. Te miras triste.
- Me arruinó la vida.- caminé con más rapidez, pero él me detuvo fuertemente del brazo y me miró a los ojos, extrañado.
- Vamos, Bill, no digas eso.
- Si no quieres creerme no me importa.
- Lo digo porque eres su hermano gemelo, él no se atrevería a hacerte daño.
- ¡Qué poco lo conoces!, pareció olvidar ese detalle.
- hmm, Bill, ¿qué te hizo?
- Me lastimó… y no quiero hablar ya de ese idiota.
Ahí caminamos en silencio hasta la entrada del lugar; todos corrían, a excepción de nosotros, que caminábamos sin apuro. Subimos por  las escaleras; ahí Gustav me tomó del brazo y me guió al aula.
- No empezamos con las clases sino hasta las ocho en punto.
- ¿Ocho?, ¡pero son las siete!
- Sí, tenemos una hora para hacer nada.- me golpeé la frente.
- Deja de lamentarte y mira quien camina hacia nosotros.- levanté la mirada.
- (Tu nombre)…- me levanté de la silla y corrí hacia ella.
- ¡No lo creo. Bill!- nos abrazamos y dimos un sin par de besos en los labios. – Cuanto te extrañé…- sonreí.
- Creía que nunca volvería a verte.- caminamos hacia Gustav.
- Estás tan delgado.- dijo, mirándome.
- Es lo que le venía diciendo.- se carcajearon.

El resto del día lo pasamos los tres juntos. Gustav me dijo que Georg y Andy tenían horarios distintos, y que casi nunca en la universidad podíamos mirarnos. Pero eso poco me importó, pues mi mente ni siquiera estaba en ese lugar, estaba solo pensando en el hijo de puta de mi hermano. Como lo odiaba y lo quería tanto.

- ¿Qué te pasa, hermano?- preguntó Gustav, serio.
- Nada, solo pensaba.- él negó con una sonrisita. Miré las jardineras, ahí estaba Georg, caminando tras Andy, quien venía carcajeándose, al contrario que Georg, quien iba cabizbajo, fingiendo una sonrisa a las bromas que Andy hacía. –Eh, ¿por qué Georg está tan serio?- apunté. Ambos miraron.
- Ha estado muy triste la última semana.- dijo (tu nombre).
- Sí, su hermana murió.- sentí una punzada en el pecho.
- ¿Murió?, ¿de qué?- (tu nombre) me miró, seria.
- Se quitó la vida. Le dejó a Georg una carta en la que decía que le hacían daño en el instituto, y que su supuesto mejor amigo había abusado de ella y ese idiota le transmitió un virus.- me quedé perplejo y algo dolido por la noticia. Yo la había conocido tan solo un par de veces; era idéntica a Georg. Era delgada; Su nariz fina y el cabello marrón rojizo; la piel blanca y grandes ojos verdes.
- Ella tenía dieciséis años.- musitó Gustav.
- Vaya, quisiera hablar con él.- Gustav negó.
- Ya no quiere hablar de ello. Se lo pasó llorando incontrolablemente, dijo que no quería volver a vivirlo.
- No me lo creo, ¡Billy!- me viré. Ahí estaba Andreas, sonriendo ampliamente. -¿por qué nadie me aviso que volvías?
- Creo que nadie lo sabía…- dije. –Al menos eso espero.
- Escuché rumores provenientes de Robert, pero no lo creí, es decir ¡es Robert!- sonreí, aunque por dentro me cuestioné muchas cosas. Andy se sentó con nosotros. –Vamos, Georg, siéntate aquí.- Asintió y se sentó a mi lado.
- Me da gusto verte otra vez, Bill.- dijo Georg, sonriendo.
- A mi también, amigo.

Después, me fui caminando a casa acompañado por Gustav, que tomaba el transporte a unas cuadras de mi casa. Íbamos en silencio desde que salimos; tenía muchas cosas que decirle, pero por más que ordenaba las palabras en mi boca, no querían salir, y al final de cuentas, no iba a obligarlas a hacerlo.
- Buff, ¡qué calor!- dije después de unos momentos pensándolo. Él me miró.
- ¿Cómo no quieres que te dé frío, Bill?, tienes puesta una chamarra.- rió.
- Bueno, pero no quiero quitármela.- musité.
- ¿Por qué no?
- Ya sabes… por mis brazos.- asintió.
- Las cicatrices siempre las tendrás, Bill, no te avergüences.- Bajé la mirada. Me bajé el cierre de la chamarra y me la saqué con delicadeza. Él se quedó sorprendido al ver mis brazos completamente cortados y algunas sin costra. – Pero me dijiste que… ¿Por qué?
- No se lo digas a nadie… mamá cree que lo he dejado.
- ¡Deberías dejarlo, estás loco! Te has cortado los brazos enteros.- me subió la manga de mi playera, viendo mi hombro. Negó. -¿no era suficiente con los antebrazos?, ahora te cortas hasta los hombros. No puede ser…
Me sentí completamente avergonzado conmigo mismo; me coloqué la chamarra de nuevo y caminé lo poco que quedaba para entrar a casa. No esperé a que llegara a mi lado, tan solo saqué las llaves de casa y entré. Dejé mi bolso de piel en el sofá de la sala y suspiré.
- ¿Cómo te fue, Bill?- preguntó mamá.
- Me fue bien.- sonreí. –Vi a (tu nombre).- ella rió.
- ¿Aun salen juntos?- asentí. –Me alegra oír eso. Aun recuerdo cuando me dijiste que te daba vergüenza hablarle.- me sonrojé. –La comida está hecha, Bill.
- Gracias.


Las siguientes cuatro semanas iban bien, hasta que en uno de esos días me encontré con Robert, quien comenzó a gritarme y maldecirme. Al principio no mordí el anzuelo y le ignoraba; prefería estar con (tu nombre); ella me entendía y sabía de alguna forma como se sentía ser una de las personas diferentes. Pero todo cambió un día, cuando terminaba de mear y lavaba mis manos.
- He, marica, ¿te crees que por andarme ignorando todo será diferente?
- Vete a la mierda, Robert.- dije mientras me secaba las manos.
- Te he dado tres advertencias, ¿quieres que te arruine la vida?
- Déjate de tonterías infantiles. Por si no lo sabes ya estamos en la facultad, ¡lo de secundaria y preparatoria se acabó!
- No hace falta madurez, solo son secretos que he estado guardando para protegerte de que todos, hasta esa noviecita, tuya se alejen de ti.
- Puedes contar lo que sea, todos ya saben lo que hicimos hace dos años.- se encogió de hombros.
- Entonces me dejas el camino libre para arruinarte aun más la vida.
- Así es, ya no me jode lo que haces.- asintió y despeinó mi cabello.
- Esta bien.- y se fue.
Después regresé con (tu nombre), y estuvimos en silencio por un largo tiempo, Me dejó recostarme en sus piernas. Y después me decidí a hablar.
- ¿Tu primo no ha vuelto?- ella acarició mi cabello.
- Hace un mes vino.
- ¿Te hizo daño?- suspiró.
-Sí. Me dijo e hizo cosas, pero después, gracias a Dios, papá abrió la puerta de mi recámara y vio a mi primo.- la miré con una sonrisa.
- ¿Entonces nunca volverá a hacerte daño?
- Así es. Papá ya no le deja acercarse a mí.
- No sabes cuan feliz me pone.
- A mí también.- me acarició la cara. -¿Y tú como estas con todo eso?
- Creí que estaba perfecto de alguna forma, pero después volví a romperme por culpa de mi hermano.
- Todo se pondrá bien.- me senté y la miré a los ojos.
- Te quiero.- sonrió. Me acerqué a ella y le besé los labios. Ella los abrió un poco, haciendo que yo también lo hiciera. Eran besos pequeños, con algo de sonido húmedo, pero esta vez no me importó demasiado. Realmente me hacía falta ella.