domingo, 23 de septiembre de 2012

Capítulo 15


Maurice entró a la habitación sonriendo; se sentó en la cama junto a mí y me acarició la mejilla, negando. Me corrí de su tacto, a lo que él volvió a sonreír con malicia y esta vez me tomó del cuello.
- Si no te hubiera visto en mi vida, creería que eres una adolescente violada.- se carcajeó.
Y la realidad era que sí; mi aspecto no me ayudaba en nada. El maquillaje rojo y verde que llevaba la noche pasada se había escurrido en mis mejillas junto a la máscara de pestañas y el delineador; los rizos que esa mujer me había hecho estaban completamente despeinados; y yo, estaba desnudo, con golpes y mordidas en mi cuerpo. Él me las miró y comenzó a tocarlas.
- Vaya, sí que han tenido una buena noche ayer.- yo no contesté. –Déjame mirar tu espalda.- Sonrió. Me di la vuelta, importándome una mierda si me miraba desnudo. Después de todo ya lo había hecho dos veces. –Huy… pero que horrible estás. ¿Fue hombre o mujer?
- H-hombre.
- Hmm, siempre creí que las minas te lo hacían más fuerte.- y bueno, no se equivocaba del todo, al menos los hombres me decían cosas lindas para calmarme. –Bueno, ve a darte una ducha que te llevo de vuelta con tu hermano.
Increíblemente, eso ya no me ponía feliz ahora.

By Tom

Son las cuatro por la tarde. He estado con los pelos de punta desde que me encontré sangre en mi ropa interior, y al ir al baño, pareciera que meaba sangre y no orina. Mi primera respuesta fue que volvía a las crisis de anemia, y de ahí no quise salir, no quería pensar que era algo malo. Pero la preocupación pasó de mí tan pronto como timbraron en casa. Bajé las escaleras lo más rápido que mi débil cuerpo me dejaba  y abrí la puerta.
- He traído a tu hermano de vuelta.- dijo con firmeza, mirándome serio. Yo sonreí.
- ¿Y qué esperas?, ¡regrésamelo!- caminó de vuelta a su auto. Regresó al umbral de la puerta, tomando a mi hermano fuertemente del brazo.
Su piel estaba pálida por completo, su delgadez era de espantarse, al igual que sus ojeras casi negras que se le posaban bajo los ojos, los cuales estaban inexpresivos. Y no había nada más que decir, parecía ser el mismo Bill de siempre, solo que ahora un poco más triste. Le envolví en mis brazos, nunca un abrazo tan sincero como este, de verdad me había hecho mucha falta estos días. Le acaricié el cabello húmedo y lo apreté más en mis brazos. Él no contestó el abrazo, tan solo sacó un gemido al ser apretado por mí; dejé de abrazarlo y lo volví a mirar, pero él se salió corriendo a la planta alta.
- Supongo que está algo aturdido.- dijo Maurice. No tuve de otra más que concordar con él.
- Puedes irte ahora.- dije serio. Él asintió.
- Tú sabes que soy un hombre de palabra, así que, mañana por la tarde tienes todo lo que te dije.- asentí.
No podía agradecerle, ¡ni en pedo lo haría!, después de todo lo que nos ha hecho, es demasiado cortes la forma en que me comportaba con él. Bufé en mi mente y después lo miré irse y tocar el claxon una vez para despedirse, si era posible, para siempre. Cerré la puerta y por unos segundos sentí mi corazón latir con felicidad, una felicidad que jamás creí tener. Subí las escaleras y entré a esa recámara, en donde estaba mi hermano, abrazando sus rodillas, serio.
- ¡Te dije que todo esto sería diferente cuando llegaras!- suspiré con una gran sonrisa esbozada en mi rostro. -¡Lo tendremos todo de vuelta!- y lo miré de nuevo, él no se había inmutado, ni siquiera sacó un suspiro. -¿No estás feliz?, vamos, estar con él una semana valió la pena, ¿verdad?
De pronto le vi la  otra cara a lo que estaba pasando. Es típico que siempre tenga que haber un lado malo en todo, y en este caso, no estaba seguro de lo que era, no estaba seguro de lo que había pasado. No me asusté, pero tampoco fue que dejara de importarme. Me senté frente a él, serio.
- ¿Qué te pasa?- solo negó levemente. –Hey, ¿estás bien?
- Sí…déjame…-si no lo habría tenido enfrente, no habría descifrado de quién era esa voz. Mierda, era tan distinta, como una madre que ha tenido la suerte de mirar la muerte de su crío. Tan entrecortada y rasposa.

No le quise dar más vueltas a esto, parecía querer estar solo, y se lo respeta.



Por la tarde del próximo día, teníamos nuestras cosas de vuelta. No podía expresar toda la felicidad que sentía, esto se estaba acabando, y ninguno de los dos habíamos muerto. Subí a la habitación a por Bill, quien seguía recostado en el colchón, envuelto en las cortinas, con una seriedad inmensa y unos ojos tan abiertos, en los que reflejaba más bien incomodidad.
- Bill, ¿por qué siento que no estás feliz?- pregunté serio, quizá también algo enfadado. Él se sentó, aun dentro de las cortinas, y me miró, negando.
- Lo estoy.- entrecerré mis ojos con sarcasmo.
- Tenemos dinero para comida, ¿y sabes que es lo mejor?- bajó la mirada. –Que podemos ir por Scotty.- Ni siquiera se inmutó. Me sentí estúpido tratando de subirle el ánimo, y es que ni siquiera sabía la razón de su amargura, no entendía por qué no se ponía feliz. Entonces me acerqué a él, colocándome a su lado. -¿Ya no lo recuerdas?, es el perrito por el cual hiciste lo posible para que te dejara que viviera conmigo.- me miró.
- Si lo recuerdo…pero ya no me importa.- podría llegar a tocarme las pelotas el simple hecho de que hablaba como un niño castigado, tan bajo, pero no lo hice, porque Bill no era un crío y algo le pasaba.
- ¿Qué ya no te importa?, vamos, eso ni siquiera tú te lo puedes creer.- bufó. –Tengo un plan. Primero nos alimentamos y después vamos por nuestro hermanito, ¿bien?- se encogió de hombros. De verdad le chupaba un huevo todo.
Ya habíamos ido a comer y ahora, estábamos saliendo del centro comercial. Bill casi no hablaba, y tampoco había comido lo suficiente, tan solo dos pedazos de carne y se acabó, porque decía que no quería volver a comer carne. Metimos las bolsas en mi auto y después nos subimos al mismo; miré a Bill, esperando que emitiera algunas palabras. Pero no lo hizo.
- Yo no sé por qué estás así, Bill, ¿qué te pasa?- recargó su cabeza en sus nudillos y negó, sacando un suspiro. Uno doloroso.
- Vamos por Scotty… por favor…- dejé salir el aire por mis fosas y arranqué.
Al llegar ahí, Bill bajó con rapidez y entró al lugar. Yo le seguí caminando con más calma. Esperamos unos minutos hasta que el veterinario nos atendió con una gran sonrisa. Bill también sonrió ampliamente.
- ¿Cómo está nuestro perro?- pregunté. Él se lamió los labios.
- Ha sido un mes entero desde que no vienen a por él.
- Lo sé, lo sé, ¿pero él está bien?
- Sufrió una depresión, dejó de comer y de dormir.- tragué saliva con pesadez. –Hace unos cuantos días lo encontramos en el pequeño jardín de rehabilitación. Muerto.
Y fue como si mi corazón hubiera explotado. Escuché algunos sollozos graves de Bill. Lo miré. Se cubría los ojos con las manos, y lo único que pude hacer para que se sintiera mejor fue darle un abrazo con uno solo de mis brazos. No me detuve a que él me diera más explicaciones sobre nuestro perro, solo me di la vuelta, junto a mi hermano, y salimos de ahí.
En el auto, Bill no paraba de llorar, así que me aparqué el auto y esperé paciente. Sus sollozos cambiaron de ser graves a ser agudos. Nunca lo vi tan mal, pero algo me decía que no lloraba solo por Scotty, sino también por algo más que le estaba jodiendo últimamente, y no sabía cuál era la razón.  De un momento a otro, se reacomodó en el asiento y se sacó las lágrimas; pegó la vista a la ventana y los sollozos acabaron, tan solo se sorbía la nariz. Si ya estaba confundido, ahora me quedé perdido en él, en su comportamiento tan extraño.
- ¿Te sientes mejor?- asintió, sin poner en ningún momento la mirada en mí.
Arranqué.
Al paso de tres semanas, ni siquiera había escuchado la voz de mi hermano; él había preferido dormir en la habitación antes que en mi recámara conmigo. Compramos cobijas nuevas y almohadones para que él pudiera dormir cómodo, pero aun así, nunca salía; era como si viviera solo. No comía más que un pedazo de pan y medio vaso con agua. Me preocupaba su salud mental y física; una mala alimentación le podría traer los mismos problemas que a mí, y encima esas crisis de ansiedad. Así que hoy, hablando con Bonny, me decidí a que esto se acabaría, de una u otra forma tenía que saber que era lo que le pasaba para que se pusiera, según Bonny, bajo una depresión de las gordas.
Subí a la habitación; Bill estaba sobre las cobijas de lana blancas, abrazando un almohadón naranja. Miraba a mis ojos con seriedad, casi inexpresivo. Cerré la puerta detrás de mí y me senté en la cama. Fue un momento silencioso y debo aceptar que también demasiado incomodo, pero después de unos minutos pensando las palabras que podía usar para no herirlo, hablé.
- ¿Sabes? No sé qué es lo que te pasa, de verdad me tiene enfermo que estés encerrado aquí siempre.- él no habló. –Entiendo si estas así por Scotty, pero pasa que no, estás así desde antes, desde que Maurice te regresó a casa.- él bajó la mirada, aun sin hablar, pero ahora movía sus dedos con desesperación.
- Hmm…- se quejó. Sabía que iba a llorar.
De pronto, como si hubiera caído de mi nube, comencé a ligarlo todo, y me sentí tan estúpido e ingenuo, ¡maldita sea!, ¡lo tenía pegado en la frente y nunca me di cuenta!, ahora no podía culpar a Maurice y mucho menos a Bill por no decírmelo. La culpa la tenía yo por despistado e imbécil. ¡Nunca lo vi venir, esto si era un golpe de los duros!
Comencé a negar para mí mismo, preocupado, completamente histérico.
 - No…- me tomé la frente, intentando calmar mi rabia. –Él me dijo que no iba a hacerte daño, ¡Ese hijo de puta me lo dijo!- y lo miré, que tenía la mirada baja y acariciaba las cobijas. Le tomé las manos y lo obligué a que me mirase. –Tienes que decirme lo que te hizo, Bill.
Sacó sus manos de las mías y comenzó a deshacer la cama. Creí que se escondería bajo las cobijas, pero no lo hizo; sacó un papel doblado y después me lo pasó. Al tiro lo desdoblé, confundido. Era una imagen, en ella estaba Bill, con el cabello rizado y los ojos maquillados de amarillo y los labios rojos; su ropa estaba llena de brillo y aperturas. Estaba sentado con las piernas abiertas y los antebrazos recargados en sus piernas; estaba serio, y en sus ojos podía ver que había llorado antes de sacarse esa fotografía. En letras blancas decía >>Invitado especial<< y debajo el nombre de un bar.

Miré a Bill.

- ¿Qué te hizo, Bill?- dije con firmeza.
- M…- se quedó en silencio y bajó la mirada.
- Vamos.
- Me… me prostituy-yó…
Quizá pudo ser estúpido no dar con la respuesta yo solo, después de ver esa fotografía. Me quedaron muchas dudad dentro, como, ¿por qué mierda aun seguía guardando esa fotografía?, es decir, lo único que le traía era más dolor. Y otra fue que, ¿por qué no me lo había dicho a mí?, habría puesto a Maurice en su lugar, bien lejos de aquí, ¡lo habría asesinado al segundo de que me lo hubiera dicho!
Pero me quedé en silenció y lo miré. Su cuerpo temblaba y sus labios estaban empapados por su saliva. Me sentí tan idiota, nunca me había sentido de esta forma, y mucho menos por Bill, es decir, por él apenas sentía pena. Pero hoy había cambiado, me sentía culpable, porque era culpable de todo esto.
- Dime que no te hiciste más daño del que te hizo él.- quitó su playera y la aventó. Su cuerpo estaba lleno de cortadas. Todos los brazos desde los hombros y su pecho también. Negué, espantado.
- Si quieres llorar,  hazlo.- le dije. Él negó.
- Me dijiste que llorar es de débiles.- tragué saliva en seco.
- Me equivoqué.- volvió a negar.
- Ya pasó… ¿para qué llorar entonces?
- Porque lo necesitas.- suspiró.
- ¡No lo necesito, Tom!, ¡estoy bien, ¿sí?!- se levantó de la cama. –No necesito que vengas a decirme que hacer… ¡tú eres el culpable de esto!... lo hice por ti…- negué.
Era estúpido como Bill había perdido su virginidad en la preparatoria para obtener mi perdón, y ahora, la había terminado de perder con desconocidos para que pudiéramos tener lo que nos habían quitado. Era un hijo de puta, no tenía perdón de nadie, no me merecía si quiera ser llamado “ser humano”, ni siquiera ser llamado “animal”, los animales al menos tenían sentimientos, yo era una mierda, una blasfemia, la comida putrefacta que todos desechan por sus aspecto asqueroso y porque es dañina para otros. Incitar a mi hermano a ser lastimado para obtener mi propia comodidad había sido caer muy bajo, más incluso que el subsuelo.
          -Bill…
         - Me han lastimado demasiado, Tom…- hizo pucherito con sus labios para no llorar, pero sus ojos ya estaban empañados.
        - Llora, hermano.- negó. –Lo necesitas de verdad.
        - ¡Qué no lo necesito, coño!, ¡no lo necesito!, estoy bien, en serio… estoy bien…
        - No lo estás.- bajó la mirada y asintió.
        - Estoy acabado…- y se echó a llorar. Lo abracé con fuerza, él esta vez si me contestó el abrazo, sollozando, dando brinquitos.
       - No estás acabado, hermano, ese hijo de puta me va a escuchar después.- le acaricié el cabello. Él no respondía, estaba sumido en sus lágrimas, desahogando todo lo que no había podido durante tres semanas enteras. Le acaricié también sus hombros desnudos, tratando de calmar las lágrimas que se avecinaban en mis ojos.
         Sería estúpido culpar a Maurice. El de la culpa era yo, por aceptar que se llevaran a mi hermano. Yo era el culpable, y estaba dispuesto a tomar las consecuencias y no dejarlas ir; estaba dispuesto a asimilar y cargar con toda la culpa que llevaba en los hombros. Era mía y solo mía, con nadie más tendría que compartirla. Haría todo para devolverle la felicidad a mi hermano.
            
                 Mañana será un día diferente. Él día en que todo esto cambie.          


1 comentario:

  1. OH POR DIOS! Ayy! Tom mata al maldito de Maurice.. okno pero se lo merece el idiota! T__T Pobre Bill... como le hará Tom para devolverle la felicidad eso no es fácil ayy! yo si me meto en la historia haha!
    ME ENCANTO SUBE PRONTO Y CUÍDATE, TE MANDO UN ABRAZOTE! :D

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