- ¡Hey, cálmate!- abrí mis ojos
gracias a sus gritos agudos y los ladridos de un perro. Me senté en la cama y
tallé mis ojos.
La puerta estaba abierta, la
pijama de Bill doblada sobre la colchoneta y a mi lado, las cobijas estaban
hechas. Me pregunté de pronto cómo era que no había despertado. Sentí mis
dientes castañeando, y los vellos de mis brazos erizarse. Me levanté de la cama
y tomé una sudadera, para después colocármela y bajar las escaleras. Con la
mirada busqué a Bill en silencio; sus gritos entraban por la casa con un eco
debilitado; entonces me di cuenta de que él estaba afuera. Caminé a la puerta
principal y me asomé por el pequeño vidrio. Después abrí la puerta.
Él me miró al escuchar el ruido
de la puerta al cerrarse. Sonrió con los labios cerrados, levantó al perro en
sus manos y se acercó a mí. Mojó sus labios con su saliva y me miró a los ojos
sin quitar esa sonrisa.
- Creo que ya se siente muy feliz, Tom, ¡se lo
ha pasado saltando!
- ¿De verdad?- asintió. – Vaya,
¿y ahora que vamos hacer con él?
- Eh…- bajó la mirada al suelo
de golpe, mientras el perro solo me miraba jadeante.
- Lo podemos llevar a la
perrera, ahí lo cuidarán.
- Lo pueden matar…
- Mira, podemos ir con un
conocido que tengo; él tiene un criadero de canes, ahí los cuida y alimenta.
Podremos ver si lo quiere.- torció los labios, pero al final asintió y entró a
la casa sin mirarme.
Al terminar de desayunar, ambos
subimos a mi recámara y nos colocamos ropa limpia. Entré al baño para acomodarme
las rastas. Escuché afuera las risitas de mi hermano jugando con ese animal;
después un grito ahogado.
- ¡TOM, TOM!- salí del baño y
me acerqué lentamente a la habitación. - ¡Está nevando!- mi mirada se apresuró
a la ventana, y definitivamente caía nieve. Sonreí. – Vaya, hace tanto que no
miraba la nieve.
Me acerqué a él observando la
nieve caer. De pronto parecía que Bill se había olvidado del perro y de todo lo
que le rodeaba. Mi mirada se puso sobre la suya. El perro se acercó a él,
lamiéndole el mentón, y eso hizo que Bill volviera la mirada hacia él y le
sonriera mientras acariciaba su cabeza.
- Parece que no podremos ir
hoy.- dije. Él me miró serio.
- ¡Sí que podemos, por favor!
- El perro puede enfermar.-
bajo la mirada, algo molesto. Pero no estaba molesto porque no podríamos salir,
sino porque me había preocupado por la salud del can antes que de la de
él.
- Tú mismo lo has dicho… es un
perro, ellos resisten…- dijo enfadado. Yo comencé a reír. Vaya que era iluso.
- ¿Por qué te has enojado de
pronto?, ¿qué no quieres al can?- mordió sus labios, aun con las cejas bajas,
con cara de un niño pequeño.
- Pero tú quieres llevártelo,
¡si tanto te importa su salud entonces dejémoslo aquí!
- Hey, no grites.- dije
carcajeándome. –Podemos salir, pero abriga al perro.- Me burlé. Él abrió los
labios con indignación y restregándome en la cara su Jersey vino y su abrigo
café, salió de la habitación sin tomar al can. Yo me partí de risa.
Después tomé al perro y lo baje
por las escaleras. Localicé a Bill con la mirada, que se colocaba sus guantes
de tela blanca mientras le castañeaban los dientes. Se había colocado un gorrito
tejido color café que hacía que su flequillo se aplastara en su frente y casi
cubriera sus ojos por completo. Me acerqué a él y le tendí al perro, pero él
negó.
- ¿Por qué no lo llevas tú?- me
dijo serio.
- Fuiste tú quien quiso
ayudarlo, Bill, vamos.- asintió y tomo al perro en sus brazos. Caminamos a la
puerta y salimos de casa. –Iremos a pie, ¿bien?
- Bueno, pero necesito ir por
algo, ahora vengo.- entró a la casa de nuevo. Escuché sus zapatos en el mármol
de las escaleras. Por mientras yo prendía un cigarrillo y me lo llevaba a los
labios, confundiendo el vaho con el humo del cigarrillo. –Listo.- tenía en sus
manos al perro envuelto en una chamarra de lana. Sonreí.
Solté el humo por la nariz
mientras caminábamos lentamente. Metí una de mis manos dentro de mi chamarra y
suspiré, sacando vaho de mis labios. Escuchaba los dientes de Bill castañeando,
los míos lo hacían igual, pero intentaba pararlos metiéndome el cigarrillo a
los labios o apretando los dientes; al contrario que Bill, que por estás
cubriendo al perro no se preocupaba demasiado por él.
…
- ¡Tom, hermano!- Rastas cafés
y delgadas que apenas tocaban sus hombros; ropa holgada y algo rasgada; barba
de candado y tatuajes en los brazos. Jordan siempre había sido una persona
noble, de esas personas que prefiere vivir en la pobreza, pero nunca dejan que
le quiten lo que más quiere.
Me dio un fuerte apretón de
manos y después un pequeño abrazo. Miró a mi hermano y con una gran sonrisa me
miró, apuntando hacia él con su barbilla.
- ¿Quién es?
- Él es…- me acerqué a su oído.
–Un familiar…- él asintió y lo miró.
- ¿Cómo te llamas?
- Soy… Bill…- asintió. Él bajó
la mirada y cubrió al perro en sus brazos.
- Hey, Jordan, ¿aun tienes ese criadero
de canes?- se mordió los labios.
- Claro que sí lo tengo,
¿quieren adoptar a uno?- preguntó con una gran sonrisa de ilusión en su mirada.
–Con eso de que no tengo la economía para cuidarlos, los estoy dando en adopción
a todos, excepto a Veguie.- me rasqué la nuca y fruncí el entrecejo.
- ¿Te ha tratado muy mal la
vida no?- ladeo la cabeza.
- La vida no, ¡el puto
gobierno!- se carcajeó. -Pero aun tengo mi felicidad aquí, con mis perros.-
asentí. -¿entonces?
- Lo siento hermano, solo
veníamos aquí de paso, ahora tenemos que irnos.- él asintió.
- Bueno, entonces nos vemos
luego.- asentí.
- Adiós.- él cerró la puerta y
yo caminé lejos dejando a Bill tras de mí; pero no fue mucho tiempo el que usó
para alcanzarme y ponerse frente a mí, con las cejas retorcidas.
- ¿Por qué no le diste al
perro, Tom?
- Tú escuchaste, no puede mantenerlos.-
su pulgar acarició la mejilla del can, sin mirarlo.
- ¿Entonces qué haremos con
él?- me mordí los labios y pensé en mi mente lo que podía ser mejor para él.
Después hablé, algo dudoso, porque sabía que la respuesta no le gustaría y se
pondría a gritar y renegar todo.
- Lo llevaremos a la perrera.-
sus ojos se abrieron con sorpresa y apresó al perro en sus brazos aun más. Negó
con la cabeza un sin par de veces, con los labios entreabiertos, indignado.
- Por favor, Tom, ¡no sabes
todo lo que les hacen ahí!
- ¡Sí sé!, ¿pero entonces dime a
dónde lo podemos llevar?- bajó la mirada.
- Podemos cuidarlo nosotros, y
cuando me vaya a casa me lo llevo conmigo si no quieres tenerlo.
- ¡No puedo tener perros en mi
casa, Bill, entiéndeme!- y seguí caminando sin prestarle atención a él, tan
solo escuchaba sus pequeños pasos tras de mí en la nieve.
De pronto nos encontrábamos en
una plaza, la cual estaba cubierta de nieve y el pasto a penas se veía. Me encaminé
sin cuidado hacia una banca de piedra que estaba en una jardinera y me senté
sobre ella, cruzando un pie sobre el otro, suspirando. Saqué un cigarrillo y lo
prendí al tiro, entrecerrando los ojos para cubrirme del humo. Bill se sentó a
mi lado, acariciando al perro, quien yacía adormilado en sus brazos, apreciando
las caricias de mi hermano.
Saqué el humo de mi boca y
aparté la mirada.
- Por favor…
- ¿Qué?- pregunté sin poner mis
ojos en los suyos.
- Démosle hogar temporal; lo
dejaremos cuando alguien lo quiera.- negué.
- No puedo tener animales en
casa.- estas vez lo miré.
- ¿Por qué?- lamió sus labios. –Sí
es por el dinero… podemos meternos a trabajar.
- No, Bill, no es por eso.
- ¿Por Zart?- bajé la mirada.
Mis dientes comenzaron a castañear, y no estaba seguro si me sucedía por el
frío, o por la nostalgia. –No fue tu culpa, Tom.
- ¡Sí fue, Bill!- grité, haciendo
que él entrecerrara los ojos.
- Tú no querías que él se
fuera.- mordí mis labios.
- Zart no se escapó.- él ladeó
la cabeza. –Lo cambié por drogas…-aparté la mirada.
- Tú no eres capaz de hacer eso…-
dijo algo enfadado.
- Lo hice.- Me eché al suelo,
en el pasto cubierto con nieve, cerrando los ojos, tratando de hacer que Bill
viera que no quería hablar más de él.
- ¿Crees que él aun viva?- lo
sentí a mi lado. Abrí los ojos y le miré; él estaba sentado, junto a mí, con el
perro aun en sus brazos. Me senté igual que él.
- No.- torcí los labios. Lo miré
a sus oscuros ojos que resaltaban por el color de su piel y la nieve
increíblemente blanca que hacía daño a la vista.
Él miraba mis ojos también,
serio. De pronto la brisa hizo que sus cabellos se movieran y cubrieran su
cara, pero al tiro quitó los cabellos, sin dejar de mirarme. Una sonrisita
chueca salió de sus labios, contagiándomela. Bajó la mirada. Una pelusilla de
nieve le cayó en sus largas pestañas; acerqué mi índice a su ojo y se la saqué
con delicadeza. Él me miró y al tiro volvió a bajar la mirada.
By Bill
Ringg Rinnggg
Saqué el móvil de papá de los
bolsillos de mi abrigo y atendí al llamado,
- ¿Hola?
- Habla (tu nombre), ¿Bill?- me
cubrí los labios con sorpresa.
- Sí soy yo, ¿cómo has estado?-
sonreí.
- ¿Por qué no me dijiste
que te ibas?
- ¿Por qué no has contestado mi
pregunta?- suspiró.
- Han pasado cosas.- me mordí
los labios.
- ¿Aun sigue él con eso?
- Sí… ¿Y tú?, tú papá me contó
lo que había pasado contigo.
- Entonces eso responde tu
pregunta. Por eso estoy aquí.
- ¿Compraste un departamento
para ti solo?
- No, estoy con Tom…mi hermano…
- Vaya… ¿y cómo llevas eso?-
resoplé.
- No lo sé…
- Bill, tengo que decirte…
- ¡Maldita sea, Bill!, ¡BAJA DE
INMEDIATO Y AYUDAME!- interrumpió Tom. Me
coloqué el móvil en el pecho.
- ¡Ya voy!- grité. Después puse
el móvil en mi oído de nuevo. –Bien, dime… ¿(tu nombre)?- había cortado.
Bajé las escaleras a paso
rápido y corrí enfadado con Tom.
- ¡Mierda, Tom, que estaba en
una llamada!
- Tú no puedes hacer llamadas.
- ¿Por qué no?- dije enojado.
- Papá te lo dijo.
- Mierda, que él no se
enterará.
- ¿Quieres que te localicen
esos hijos de puta?- bajé la mirada.
- ¿Desde cuándo tú te
preocupas, Tom?
- ¡No me estoy preocupando por
ti, me preocupo por papá, lo pueden lastimar por tu culpa!
- No le harán nada a nadie, ¡No
seas ingenuo!
- Por tu culpa nos pueden hacer
daño a la familia. No te matarían solo a ti, nos matarían a todos.
- Aun así tú morirás por
drogarte.- se quedó serio, mirándome a los ojos con las palabras escondidas
bajo su lengua.
- Me importa una mierda lo que
hagas, me importa una mierda si te matan a ti o no, me importa una mierda si te
hacen daño a ti, ¡no me importa!, pero no metas a la familia en tus estupideces.-
y subió las escaleras molesto, dejándome con las palabras a punto de salirme de
la boca.
Me senté en las escaleras, mirando
el móvil entre mis manos. Me sentí estúpido y me arrepentí de las palabras que
le había dicho. El perro se acercó a mí moviendo el rabo con felicidad; yo le
acaricié la cabecita y sonreí, sin querer hacerlo realmente. Me pregunté cómo
estarían todos en Leipzig. Papá, mamá, mis amigos y Bruno. Quería regresar,
quería volver a estar solo, lejos de Tom. De la persona de la que me
prohibieron salir con él muchos especialistas.
Caminé a la cocina y con algo
de desesperación tomé un vaso y lo llené de agua. Me la tragué con rapidez y
limpié los restos de mis labios con mi antebrazo. Después subí por las
escaleras, seguido del chucho. Abrí la puerta de la recámara. Olía horrible.
Tom fumaba porros pequeños sobre su cama, mirando a la nada.
- Tom, ¿puedes perdonarme?, no
quise decirte eso…
- Largo de aquí, estoy
esperando morir mientras fumo marihuana.- me miró los ojos y sacó el humo por
su nariz. Fruncí el entrecejo.
- Tom, lo siento…- negó.
- No te preocupes, hermanito,
tú también puedes esperar morir conmigo, solo saca tu estúpida navaja y siéntate
a mi lado.- Mis ojos se humedecieron, gracias a la desesperación y al maldito
humo que rodaba por la habitación.
- ¡No quise decirte eso, Tom,
perdóname!
No me contestó, tan solo
succionó más y sacó un suspiro de satisfacción. Cerró los ojos y esperando unos
largos segundos, soltó el aire. Me miró; sonrió; y volvió a hacer lo mismo. Una
grave risa salió por sus labios, mientras soltaba el humo. Él me miraba, carcajeándose
de pronto.
- ¿Qué, no vas a venir a morir
conmigo?
- Tom, que no quise decir eso… solo
me has presionado…
- Sí, y esa será tu excusa por
siempre. Si me dieran a elegir, preferiría drogarme a echarme a perder los
brazos.
- Pero…
- siempre vas a ser igual,
Bill. Un maldito masoquista, un maricón que se pasa viendo los errores de otros
sin pensar que los suyos pueden matarlo antes.
- ¡Por tu culpa lo hago!
- Oh, ahora cúlpame por esa
estupidez.
- ¡Deja de meterte eso a la
boca, Tom! ¿ACASO SABES DE LO QUE ESTÁ HECHO?
- ¿Y tú sabes cuantas cosas
sucias cortó papá con esa navaja? ¡Y aun
así te la metes al cuerpo!
- Tom, por favor perdóname…
llevas dos porquerías de esas en tan poco tiempo, ¡que puedes morir, mierda!
- ¡Estoy cansado de ti!,
¡déjame!
Caminé a la colchoneta y me eché
a llorar de pura desesperación.
- Vamos, mariconcito, ¡córtate
esos bracitos!- Me saqué la navaja de los pantalones, furioso, mirando a Tom. Me
puse de rodillas sobre su cama, mirándole a los ojos, mientras él sonreía
malicioso y fumaba. –Oh, vamos, vamos, esto estará bueno.
Me puse a llorar al saber que
no le importaba una mierda lo que hacía. No se preocupaba más por mí. Ya no me
quería, ya no éramos los gemelos que solíamos ser antes. Y eso acabó por
hacerme sentir peor que una puta mierda. Éramos enemigos…. Me pase la navaja
por los brazos, gimiendo y sollozando por el dolor físico en mis brazos y el
mental por culpa de esa persona que miraba. la sangre salía cuando la navaja
avanzaba. Le mostré mis brazos, enojado.
- ¡¿Estás satisfecho ahora!?-
le pase mi brazo por la cara, restregándola en sus mejillas, tintándolo de mi
propia sangre. -¿Ahora si te gusta? ¡¿AHORA SI PUEDES PERDONARME!?
Y salí de la habitación,
encerrándome en el baño, lavándome los brazos.
owwwwwwwwwww! TOT cambio al perrito por las estupida DROGAS!!
ResponderEliminarHay gccs Tom, por hacer que Billy se volviera a cortar!
Porque tn le colgo?
Espero subas pronto
AMO TU FIC
cuidate y un abrazo! :3