lunes, 3 de septiembre de 2012

Capítulo 5


- ¡Hey, cálmate!- abrí mis ojos gracias a sus gritos agudos y los ladridos de un perro. Me senté en la cama y tallé mis ojos.
La puerta estaba abierta, la pijama de Bill doblada sobre la colchoneta y a mi lado, las cobijas estaban hechas. Me pregunté de pronto cómo era que no había despertado. Sentí mis dientes castañeando, y los vellos de mis brazos erizarse. Me levanté de la cama y tomé una sudadera, para después colocármela y bajar las escaleras. Con la mirada busqué a Bill en silencio; sus gritos entraban por la casa con un eco debilitado; entonces me di cuenta de que él estaba afuera. Caminé a la puerta principal y me asomé por el pequeño vidrio. Después abrí la puerta.
Él me miró al escuchar el ruido de la puerta al cerrarse. Sonrió con los labios cerrados, levantó al perro en sus manos y se acercó a mí. Mojó sus labios con su saliva y me miró a los ojos sin quitar esa sonrisa.
-  Creo que ya se siente muy feliz, Tom, ¡se lo ha pasado saltando!
- ¿De verdad?- asintió. – Vaya, ¿y ahora que vamos hacer con él?
- Eh…- bajó la mirada al suelo de golpe, mientras el perro solo me miraba jadeante.
- Lo podemos llevar a la perrera, ahí lo cuidarán.
- Lo pueden matar…
- Mira, podemos ir con un conocido que tengo; él tiene un criadero de canes, ahí los cuida y alimenta. Podremos ver si lo quiere.- torció los labios, pero al final asintió y entró a la casa sin mirarme.

Al terminar de desayunar, ambos subimos a mi recámara y nos colocamos ropa limpia. Entré al baño para acomodarme las rastas. Escuché afuera las risitas de mi hermano jugando con ese animal; después un grito ahogado.
- ¡TOM, TOM!- salí del baño y me acerqué lentamente a la habitación. - ¡Está nevando!- mi mirada se apresuró a la ventana, y definitivamente caía nieve. Sonreí. – Vaya, hace tanto que no miraba la nieve.
Me acerqué a él observando la nieve caer. De pronto parecía que Bill se había olvidado del perro y de todo lo que le rodeaba. Mi mirada se puso sobre la suya. El perro se acercó a él, lamiéndole el mentón, y eso hizo que Bill volviera la mirada hacia él y le sonriera mientras acariciaba su cabeza.
- Parece que no podremos ir hoy.- dije. Él me miró serio.
- ¡Sí que podemos, por favor!
- El perro puede enfermar.- bajo la mirada, algo molesto. Pero no estaba molesto porque no podríamos salir, sino porque me había preocupado por la salud del can antes que de la de él.
- Tú mismo lo has dicho… es un perro, ellos resisten…- dijo enfadado. Yo comencé a reír. Vaya que era iluso.
- ¿Por qué te has enojado de pronto?, ¿qué no quieres al can?- mordió sus labios, aun con las cejas bajas, con cara de un niño pequeño.
- Pero tú quieres llevártelo, ¡si tanto te importa su salud entonces dejémoslo aquí!
- Hey, no grites.- dije carcajeándome. –Podemos salir, pero abriga al perro.- Me burlé. Él abrió los labios con indignación y restregándome en la cara su Jersey vino y su abrigo café, salió de la habitación sin tomar al can. Yo me partí de risa.
Después tomé al perro y lo baje por las escaleras. Localicé a Bill con la mirada, que se colocaba sus guantes de tela blanca mientras le castañeaban los dientes. Se había colocado un gorrito tejido color café que hacía que su flequillo se aplastara en su frente y casi cubriera sus ojos por completo. Me acerqué a él y le tendí al perro, pero él negó.
- ¿Por qué no lo llevas tú?- me dijo serio.
- Fuiste tú quien quiso ayudarlo, Bill, vamos.- asintió y tomo al perro en sus brazos. Caminamos a la puerta y salimos de casa. –Iremos a pie, ¿bien?
- Bueno, pero necesito ir por algo, ahora vengo.- entró a la casa de nuevo. Escuché sus zapatos en el mármol de las escaleras. Por mientras yo prendía un cigarrillo y me lo llevaba a los labios, confundiendo el vaho con el humo del cigarrillo. –Listo.- tenía en sus manos al perro envuelto en una chamarra de lana. Sonreí.
Solté el humo por la nariz mientras caminábamos lentamente. Metí una de mis manos dentro de mi chamarra y suspiré, sacando vaho de mis labios. Escuchaba los dientes de Bill castañeando, los míos lo hacían igual, pero intentaba pararlos metiéndome el cigarrillo a los labios o apretando los dientes; al contrario que Bill, que por estás cubriendo al perro no se preocupaba demasiado por él.
- ¡Tom, hermano!- Rastas cafés y delgadas que apenas tocaban sus hombros; ropa holgada y algo rasgada; barba de candado y tatuajes en los brazos. Jordan siempre había sido una persona noble, de esas personas que prefiere vivir en la pobreza, pero nunca dejan que le quiten lo que más quiere.
Me dio un fuerte apretón de manos y después un pequeño abrazo. Miró a mi hermano y con una gran sonrisa me miró, apuntando hacia él con su barbilla.
- ¿Quién es?
- Él es…- me acerqué a su oído. –Un familiar…- él asintió y lo miró.
- ¿Cómo te llamas?
- Soy… Bill…- asintió. Él bajó la mirada y cubrió al perro en sus brazos.
- Hey, Jordan, ¿aun tienes ese criadero de canes?- se mordió los labios.
- Claro que sí lo tengo, ¿quieren adoptar a uno?- preguntó con una gran sonrisa de ilusión en su mirada. –Con eso de que no tengo la economía para cuidarlos, los estoy dando en adopción a todos, excepto a Veguie.- me rasqué la nuca y fruncí el entrecejo.
- ¿Te ha tratado muy mal la vida no?- ladeo la cabeza.
- La vida no, ¡el puto gobierno!- se carcajeó. -Pero aun tengo mi felicidad aquí, con mis perros.- asentí. -¿entonces?
- Lo siento hermano, solo veníamos aquí de paso, ahora tenemos que irnos.- él asintió.
- Bueno, entonces nos vemos luego.- asentí.
- Adiós.- él cerró la puerta y yo caminé lejos dejando a Bill tras de mí; pero no fue mucho tiempo el que usó para alcanzarme y ponerse frente a mí, con las cejas retorcidas.
- ¿Por qué no le diste al perro, Tom?
- Tú escuchaste, no puede mantenerlos.- su pulgar acarició la mejilla del can, sin mirarlo.
- ¿Entonces qué haremos con él?- me mordí los labios y pensé en mi mente lo que podía ser mejor para él. Después hablé, algo dudoso, porque sabía que la respuesta no le gustaría y se pondría a gritar y renegar todo.
- Lo llevaremos a la perrera.- sus ojos se abrieron con sorpresa y apresó al perro en sus brazos aun más. Negó con la cabeza un sin par de veces, con los labios entreabiertos, indignado.
- Por favor, Tom, ¡no sabes todo lo que les hacen ahí!
- ¡Sí sé!, ¿pero entonces dime a dónde lo podemos llevar?- bajó la mirada.
- Podemos cuidarlo nosotros, y cuando me vaya a casa me lo llevo conmigo si no quieres tenerlo.
- ¡No puedo tener perros en mi casa, Bill, entiéndeme!- y seguí caminando sin prestarle atención a él, tan solo escuchaba sus pequeños pasos tras de mí en la nieve.


De pronto nos encontrábamos en una plaza, la cual estaba cubierta de nieve y el pasto a penas se veía. Me encaminé sin cuidado hacia una banca de piedra que estaba en una jardinera y me senté sobre ella, cruzando un pie sobre el otro, suspirando. Saqué un cigarrillo y lo prendí al tiro, entrecerrando los ojos para cubrirme del humo. Bill se sentó a mi lado, acariciando al perro, quien yacía adormilado en sus brazos, apreciando las caricias de mi hermano.
Saqué el humo de mi boca y aparté la mirada.
- Por favor…
- ¿Qué?- pregunté sin poner mis ojos en los suyos.
- Démosle hogar temporal; lo dejaremos cuando alguien lo quiera.- negué.
- No puedo tener animales en casa.- estas vez lo miré.
- ¿Por qué?- lamió sus labios. –Sí es por el dinero… podemos meternos a trabajar.
- No, Bill, no es por eso.
- ¿Por Zart?- bajé la mirada. Mis dientes comenzaron a castañear, y no estaba seguro si me sucedía por el frío, o por la nostalgia. –No fue tu culpa, Tom.
- ¡Sí fue, Bill!- grité, haciendo que él entrecerrara los ojos.
- Tú no querías que él se fuera.- mordí mis labios.
- Zart no se escapó.- él ladeó la cabeza. –Lo cambié por drogas…-aparté la mirada.
- Tú no eres capaz de hacer eso…- dijo algo enfadado.
- Lo hice.- Me eché al suelo, en el pasto cubierto con nieve, cerrando los ojos, tratando de hacer que Bill viera que no quería hablar más de él.
- ¿Crees que él aun viva?- lo sentí a mi lado. Abrí los ojos y le miré; él estaba sentado, junto a mí, con el perro aun en sus brazos. Me senté igual que él.
- No.- torcí los labios. Lo miré a sus oscuros ojos que resaltaban por el color de su piel y la nieve increíblemente blanca que hacía daño a la vista.
Él miraba mis ojos también, serio. De pronto la brisa hizo que sus cabellos se movieran y cubrieran su cara, pero al tiro quitó los cabellos, sin dejar de mirarme. Una sonrisita chueca salió de sus labios, contagiándomela. Bajó la mirada. Una pelusilla de nieve le cayó en sus largas pestañas; acerqué mi índice a su ojo y se la saqué con delicadeza. Él me miró y al tiro volvió a bajar la mirada.

By Bill

Ringg Rinnggg

Saqué el móvil de papá de los bolsillos de mi abrigo y atendí al llamado,
- ¿Hola?
- Habla (tu nombre), ¿Bill?- me cubrí los labios con sorpresa.
- Sí soy yo, ¿cómo has estado?- sonreí.
- ¿Por qué no me dijiste que  te ibas?
- ¿Por qué no has contestado mi pregunta?- suspiró.
- Han pasado cosas.- me mordí los labios.
- ¿Aun sigue él con eso?
- Sí… ¿Y tú?, tú papá me contó lo que había pasado contigo.
- Entonces eso responde tu pregunta. Por eso estoy aquí.
- ¿Compraste un departamento para ti solo?
- No, estoy con Tom…mi hermano…
- Vaya… ¿y cómo llevas eso?- resoplé.
- No lo sé…
- Bill, tengo que decirte…
- ¡Maldita sea, Bill!, ¡BAJA DE INMEDIATO Y  AYUDAME!- interrumpió Tom. Me coloqué el móvil en el pecho.
- ¡Ya voy!- grité. Después puse el móvil en mi oído de nuevo. –Bien, dime… ¿(tu nombre)?- había cortado.
Bajé las escaleras a paso rápido y corrí enfadado con Tom.
- ¡Mierda, Tom, que estaba en una llamada!
- Tú no puedes hacer llamadas.
- ¿Por qué no?- dije enojado.
-  Papá te lo dijo.
- Mierda, que él no se enterará.
- ¿Quieres que te localicen esos hijos de puta?- bajé la mirada.
- ¿Desde cuándo tú te preocupas, Tom?
- ¡No me estoy preocupando por ti, me preocupo por papá, lo pueden lastimar por tu culpa!
- No le harán nada a nadie, ¡No seas ingenuo!
- Por tu culpa nos pueden hacer daño a la familia. No te matarían solo a ti, nos matarían a todos.
- Aun así tú morirás por drogarte.- se quedó serio, mirándome a los ojos con las palabras escondidas bajo su lengua.
- Me importa una mierda lo que hagas, me importa una mierda si te matan a ti o no, me importa una mierda si te hacen daño a ti, ¡no me importa!, pero no metas a la familia en tus estupideces.- y subió las escaleras molesto, dejándome con las palabras a punto de salirme de la boca.
Me senté en las escaleras, mirando el móvil entre mis manos. Me sentí estúpido y me arrepentí de las palabras que le había dicho. El perro se acercó a mí moviendo el rabo con felicidad; yo le acaricié la cabecita y sonreí, sin querer hacerlo realmente. Me pregunté cómo estarían todos en Leipzig. Papá, mamá, mis amigos y Bruno. Quería regresar, quería volver a estar solo, lejos de Tom. De la persona de la que me prohibieron salir con él muchos especialistas.
Caminé a la cocina y con algo de desesperación tomé un vaso y lo llené de agua. Me la tragué con rapidez y limpié los restos de mis labios con mi antebrazo. Después subí por las escaleras, seguido del chucho. Abrí la puerta de la recámara. Olía horrible. Tom fumaba porros pequeños sobre su cama, mirando a la nada.
- Tom, ¿puedes perdonarme?, no quise decirte eso…
- Largo de aquí, estoy esperando morir mientras fumo marihuana.- me miró los ojos y sacó el humo por su nariz. Fruncí el entrecejo.
- Tom, lo siento…- negó.
- No te preocupes, hermanito, tú también puedes esperar morir conmigo, solo saca tu estúpida navaja y siéntate a mi lado.- Mis ojos se humedecieron, gracias a la desesperación y al maldito humo que rodaba por la habitación.
- ¡No quise decirte eso, Tom, perdóname!
No me contestó, tan solo succionó más y sacó un suspiro de satisfacción. Cerró los ojos y esperando unos largos segundos, soltó el aire. Me miró; sonrió; y volvió a hacer lo mismo. Una grave risa salió por sus labios, mientras soltaba el humo. Él me miraba, carcajeándose de pronto.
- ¿Qué, no vas a venir a morir conmigo?
- Tom, que no quise decir eso… solo me has presionado…
- Sí, y esa será tu excusa por siempre. Si me dieran a elegir, preferiría drogarme a echarme a perder los brazos.
- Pero…
- siempre vas a ser igual, Bill. Un maldito masoquista, un maricón que se pasa viendo los errores de otros sin pensar que los suyos pueden matarlo antes.
- ¡Por tu culpa lo hago!
- Oh, ahora cúlpame por esa estupidez.
- ¡Deja de meterte eso a la boca, Tom! ¿ACASO SABES DE LO QUE ESTÁ HECHO?
- ¿Y tú sabes cuantas cosas sucias cortó papá con esa navaja? ¡Y  aun así te la metes al cuerpo!
- Tom, por favor perdóname… llevas dos porquerías de esas en tan poco tiempo, ¡que puedes morir, mierda!
- ¡Estoy cansado de ti!, ¡déjame!
Caminé a la colchoneta y me eché a llorar de pura desesperación.
- Vamos, mariconcito, ¡córtate esos bracitos!- Me saqué la navaja de los pantalones, furioso, mirando a Tom. Me puse de rodillas sobre su cama, mirándole a los ojos, mientras él sonreía malicioso y fumaba. –Oh, vamos, vamos, esto estará bueno.
Me puse a llorar al saber que no le importaba una mierda lo que hacía. No se preocupaba más por mí. Ya no me quería, ya no éramos los gemelos que solíamos ser antes. Y eso acabó por hacerme sentir peor que una puta mierda. Éramos enemigos…. Me pase la navaja por los brazos, gimiendo y sollozando por el dolor físico en mis brazos y el mental por culpa de esa persona que miraba. la sangre salía cuando la navaja avanzaba. Le mostré mis brazos, enojado.
- ¡¿Estás satisfecho ahora!?- le pase mi brazo por la cara, restregándola en sus mejillas, tintándolo de mi propia sangre. -¿Ahora si te gusta? ¡¿AHORA SI PUEDES PERDONARME!?
Y salí de la habitación, encerrándome en el baño, lavándome los brazos.


1 comentario:

  1. owwwwwwwwwww! TOT cambio al perrito por las estupida DROGAS!!

    Hay gccs Tom, por hacer que Billy se volviera a cortar!
    Porque tn le colgo?
    Espero subas pronto

    AMO TU FIC
    cuidate y un abrazo! :3

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