jueves, 13 de septiembre de 2012

Capítulo 10


BY Tom
Noche buena
La casa esta perfecta, igual que antes. Los colores y adornos navideños cubren el jardín delantero y la casa por completo; recuerdo que con mamá y Bill salíamos por la tarde a comprar adornos para arreglar la casa. Pero dejamos de hacerlo por los dos años siguientes, pues en una de esas salidas, fue que secuestraron a Bill, y mamá quedó mal desde entonces.
Bill y mamá hacían la cena, papá se había encerrado en su recámara desde hacía unas horas, y no volvió a salir de ahí. Yo me quedé en mi recámara, había olvidado lo lindo que se sentía dormir en un colchón tan cómodo y con mantas que tenían un olor tan agradable. Me entraba la nostalgia de pronto; no me arrepentía de mudarme, pero si lo hacía de no haber conseguido un buen trabajo para mantenerme bien. Salí de la recámara y bajé las escaleras lentamente; me dirigí a la cocina y ahí le escuché, riendo fuertemente con mamá al unísono. Mordí mis labios con confusión; algo me pasaba; unas punzadas en el centro de mi estómago y la columna temblándome.

9:00PM

- Tom, ¿puedes llamarle a tu hermano a que baje?- preguntó mamá.
- Ya voy.- subí las escaleras lentamente hasta estar de pie frente a la recámara de Bill que yacía entreabierta. No lo pensé y solo entré sin permiso. Lo busqué unos segundos con la mirada y después lo encontré en el baño, maquillándose los ojos.
Entreabría los labios al acercarse al espejo y pasar la brochita por sus ojos; tarareaba al compás de la canción que se reproducía en su móvil y al terminar con sus ojos, se alejó del espejo y se miró. Sacó una pequeña sonrisa y dio saltitos al ritmo de la canción. Toqué la puerta del baño con una sonrisa en mis labios y él al tiro se detuvo para mirarme.
- ¿Necesitas algo?- preguntó con nerviosismo y algo de pena.
- Bueno, yo no, es mamá, quiere que bajes ahora.
- Bueno, pues tendrá que esperar, aun no termino. ¿Y tú cuándo vas a cambiarte?- me miré la ropa. Unos pantalones de mezclilla negros algo más ajustados de lo que solía tenerlos; unas zapatillas color vino con cintas grises, de diseñador –las únicas que tenía de ese tipo-; una playera color vino de mangas largas, apenas cubría mis muslos; y una banda gris en mi frente. Me había tardado algo en escoger ropa que no decepcionara a la familia…pero no creí que me miraba tan mal.
- Esto es lo que usaré…- dije indiferente. Bill comenzó a reír.
- Solo bromeaba, Tom.- se colocó un collar de estoperoles circulares, y me di cuenta de que había barnizado sus uñas de negro. -¿Me miro presentable?
Le eché una mirada a todo su cuerpo. Botas sin plataforma de cuero perfectamente anudadas; pantalones negros de pana ajustados a su cuerpo; una camisa negra algo holgada, con mangas largas; una pulsera gruesa de cuero negra; y su cabello perfectamente alisado; Parecía una de esas muñecas japonesas, tan frágiles y casi perfectas, con los labios levemente brillantes y regordetes.

Asentí.

- Claro que sí.- él sonrió y caminó a la puerta, mientras yo me quedaba aspirando su loción. Un olor durable, pero dulce; me daba la impresión de que olía a frutas con rocío. Bajamos las escaleras; mamá se miraba muy bien, ya no como cuando la miramos por primera vez. Bill y ella se encaminaron a la cocina. Yo me senté en el sofá de la sala, justo a un lado de papá.
- Cuando los miro así, me da la impresión de que no son gemelos.- rió, con la voz ronca y queda. Yo le imité. –Dime, ¿cómo estás en tu casa, Tom?- lamí mis labios.
- Estoy bien.
- ¿No te hace falta nada?, me pareció linda esa casucha. Cómoda.
- Lo es una vez que te acostumbras. Y no, no me falta nada.- bajé la mirada.
- Con Bill lo pasas bien, ¿no?, se ve muy feliz ahora.- miré a papá confundido, buscando la mentira en sus ojos, pero no la encontré, parecía pensar eso en realidad.
- Ajamm…- fue lo único que pude emitir ante eso, no podía decir una mentira así.
- ¿Cuántos años era que tenían?- me miró a los ojos.
- Diecinueve, papá, ¿por qué?- abrió los labios con sorpresa.
- Te miras mucho más grande.- sonrió.
- ¿Enserio?- asintió.
- Sí, como de unos…mm…- acarició su barbilla, mirando mi cuerpo y mi cara. –Veintitrés.- Me carcajee.



De pronto toda la familia estaba ahí, desde las primas y primos más pequeños, hasta la prima Monique, de diecisiete años; nuestra prima hermana, hija del hermano de papá. Era con la única que solíamos llevarnos, o bueno, al menos yo, pues Bill se ponía a corretear a los primos más pequeños casi toda la noche, hasta que dormían esperando la llegada de papá Noé. Recuerdo que cuando éramos más pequeños solíamos encerrarnos en la recámara de Bill y contábamos historias de terror; y cuando uno de de los tres se aterrorizaba demasiado, mirábamos películas navideñas en  la televisión.
Pero los años transcurrieron y de jugar a eso, pasamos a quedarnos en la sala aburridos, pues cada uno de nosotros teníamos nuestra vida propia, era que habíamos perdido ese espíritu navideño que todo niño tiene; supimos lo de papá Noé y el siguiente día, en lugar de ser el segundo día más esperado de todo niño, para nosotros, era solo un día más. Y no había algún tema de conversación, tan solo a veces, cuando Bill los iniciaba y terminábamos carcajeándonos por horas. Y después pasó lo de Bill, y esa navidad la pasé solo en casa, molesto.
Ahora estábamos sentados de nuevo en la sala, donde nos llegaba el calor de la fogata; con los platos con cena y un vaso con champurrado hecho por papá, uno de los mejores en hacerlo de la familia.
- ¿Cómo es vivir en Frankfurt, Tom? Escuché en las noticias que hay traficantes de hierbas.- Dijo Monique, mirándome mientras dejaba su vaso a sus pies, en el suelo.
- La realidad es que, sí, claro que los hay, pero donde más abundan es en los barrios bajos; yo vivo en los medios, así que no hay demasiados.- asintió.
- ¿Y es que tú has consumido?- sonrió. –Nadie se puede resistir a ellas.
- Si te digo la verdad, sí las he probado.- abrió los ojos con sorpresa, pero aun sin quitar la sonrisa.
- ¿Qué sabor tienen?, siempre he querido probarlas.
- Pregúntaselo a tu primito.- sonreí, apuntando a Bill con mi barbilla. Él se cruzó de brazos y tragó lo que tenía en la boca, mirándome con seriedad y después negando mientras dirigía la mirada a Monique.
- Es lo más guarro que nunca había probado. Te doy un consejo: Nunca vayas a meterte una en la boca, vas a arrepentirte.- Ella asintió, bajando la mirada, pero aun así, sin dejar de sonreír. –A menos que quieras terminar como Tom.- rió entre dientes.
- Oh, Bill, muéstrale tus brazos a Monique, o dile las enfermedades mentales que te tienen así.- Monique y yo reímos con fuerza, mientras Bill se empequeñecía con vergüenza y fingía que no le dolía mientras tomaba champurrado, queriendo hundir toda su cara en el vaso. Cruzó una pierna sobre la otra y después me miró.
- ¿Sigues con eso de tus brazos Bill?- preguntó ella, ahora con seriedad. Bill la miró y frotó un labio con el otro, esparciendo el brillo que había en ellos.
- Es noche buena, ¿por qué hablar de cosas sin importancia?- se escudó y apartó la mirada.
- Oh, vamos, Bill, que nos preocupamos por ti.- dije, riendo.
- ¿Quieres callarte?- dejó su plato en la pequeña mesita de vidrio.
- ¿Ni siquiera en noche buena vas tener sentido del humor?- él ni me contestó. –Que amargado, y yo que creí que sería divertido venir.- Monique comenzó a reír, mientras Bill se ponía cada vez más rojo y se ansiaba, tomándose el cabello y acomodándolo un sin número de veces, detrás de la oreja y delante de ella.
- ¡Monique!- gritó el tío, caminando con una gran sonrisa. Ella lo miró. -¿te gustaría acompañarme a comprar algo de alcohol?- ella asintió y se levantó del sofá, después nos miró.
- Ahora regreso.- Yo asentí. Bill ni se inmutó. Ellos se fueron y yo me quedé observando a mi hermano.
- ¿Qué?- me dijo de mala hostia. Yo solo negué, riendo.
La pequeña Doris corría hacia Bill y al llegar y posarse frente a él, sonrió con amplitud. Bill también lo hizo, y le hizo rulo una de sus negras coletas.
- ¿Cómo estás?- ella se acercó al oído de Bill y comenzó a susurrarle. La tía creía que Doris era algún tipo de autista, pues nunca hablaba ni expresaba nada a pesar de sus cortos ocho años. No creía en papá Noé y siempre iba seria y sola. Excepto cuando miraba a Bill; de alguna forma lograba identificarse, y era solo con mi hermano que ella hablaba y hasta sonreía. –Tom, subiré a mi recámara, ¿bien?- asentí. Bill tomó a Doris en sus brazos y salió de la sala.
Hacía lo que podía para que Bill pasara malos días aquí  conmigo y decidiera quedarse, pero no sabía qué era lo que él pensaba.

By Bill

Se sentó en la cama, esperando a que yo cerrara la puerta y me sentara a su lado. Cuando lo hice ella sonrió y me miró a los ojos.
- Y qué, ¿Estas feliz por la navidad?- se encogió de hombros.
- No me gusta, Bill.- Acaricié el flequillo que cubría sus cejas con mis uñas, sonriendo.
- Vamos, que es lindísimo. ¿Te gustan los monos de nieve?- asintió. –Pues si tu mamá nos deja, podemos hacer uno.
- ¡¿Enserio?!- de pronto se puso seria. –Damon dice que esas cosas son estupideces.- Abrí los labios  con sorpresa.
- No digas esas palabras, niña.- Me miró seria. -¿Es que sabes el significado de la palabra “estupidez”?- se quedó en silencio, sin dejar de mirarme o siquiera parpadear. Después negó. –No está bien decir esas palabras si no sabes qué significan, ¿sí?- asintió.
- Hujum.
- ¿Y quién es ese tal Damon?
- Uno de los grandes.- me hice viento con mis manos y me remangué la camisa. Ella se quedó en silencio, mirándome mientras acomodaba mi cabello; sus ojos se entrecerraron y sus labios se apretaron. -¿Por qué tienes esas cosas en tus brazos?- me mordí los labios. Ella tomó mi brazo y lo jaló hacia ella, observando con seriedad.
- Me he lastimado.- dije, observando al igual que ella.
- ¿Con qué?
- En la facultad, se me han caído algunos materiales.- con su pequeño y delgado índice las tocó una y otra vez.
- Se te ven muy feas.- me miró. –Se parecen a los de esa niña que sale en una película. Pero ella se los corta porque su papá le pega y la hace llorar.- Me quedé en silencio. -¿Tú lo harías?
- Nunca lo haría.
- Yo tampoco. Estaba loca… mami me dijo que esas personas no se quieren, ni a ellos ni a su cuerpo.
- ¡Hombre, que te extrañé demasiado!- me dio un abrazo, uno que yo también contesté.
- Te extrañé mucho más… a los cuatro.
- ¿Has hablado con (tu nombre)?- asentí.
- Estuve a punto de decírselo, pero no creo que lo logre.
- ¿Por qué no?- me miro serio, con sus cabellos rubios opacando sus ojos.
- Oh, Andreas, que quizá me vuelva para con Tom.- sus ojos casi salen de sus órbitas. Me tomó los hombros y negó.
- No me jodas, Bill, ¡no puedes irte, tienes que regresar a la facultad!
- Con el paso al que voy, y con mi estúpida reputación en ese lugar, me parece que jamás regresaré.
- Pero eso no importa, Bill, no son necesarios los comentarios de otros.
- Tú sabes que los tomo demasiado en cuenta, no puedo así.
- Que pena, Bill…no quiero que te vayas.
- Créeme que yo tampoco quiero, pero aun así estaremos hablando, ¿no?
- Y nos visitaremos.
- Claro, así será.
- ¿Pero y (tu nombre)?, ¿No piensas decirle que la quieres más que a una amiga?
- Claro que sí se lo diré.
- ¿por qué no se lo dices ahora?- apuntó tras de mí con su barbilla, esbozando una sonrisita. Me viré tras de mí y ahí la mire, sonriendo, algo sonrojada. Mierda. –Andy… yo no…
- Bueno, los dejo solos.- se echó a correr. La miré a los ojos, con la vergüenza recorriéndome cada centímetro de piel.
- (Tu nombre)…yo…
- Yo siento lo mismo por ti.

Sonreí.
Fue lo único que pude hacer.

Después la danza de dos pares de labios, lentamente, sin apuro, con ternura. Todo fue tan rápido que me creía en una pesadilla… en una linda pesadilla. De alguna forma lo único que pensaba era >>Gracias, Andy<<, vaya, mi primer beso de una forma lo completamente confusa y fuera de la realidad. Quién diría que no era tan malo… o quizá sí lo era, pero no me parecía, era como un robot. Y sí, estúpidamente me pellizqué la pierna para verificar que mi cerebro estuviera ahí.

Lo único que sentí fue dolor… y volví a sonreír.

Mi primer beso concluyó en cuestión de segundos, terminó sin algún sonido, y estaba agradecido por ello. Nos miramos a los ojos. Parecía confundida, como alguna fuerza nos hubiera obligado a hacerlo; pero extrañamente los dos sonreíamos y no sabía exactamente por qué. Un cosquilleo me recorrió el estómago, explotando en mi interior; me sentía feliz. ¿Y ahora que debía decir o hacer?, pero que idiota, mierda.
- ¿Te irás?- me preguntó después de unos segundos.
- No lo sé.- bajé la mirada.
¿Pero qué clase de estúpido era?, ¿Quién querría irse a vivir a un infierno con su hermano cuando encontró algo parecido al amor?, ¡NADIE!, solo alguien tan imbécil como yo, que a los diecinueve años es obligado a dejar todo lo que quiere por la seguridad de toda una familia importante en la ciudad. Este era el precio de llevar un apellido >>De empresario<<.



Una noche con insomnio, con una estúpida sonrisa en mis labios, estrujando esa monedita de plata en mis dedos, mirando el reflejo de la luna entrar por mi ventana. Sí, un completo romántico de mierda. Mi primera pareja en diecinueve años y ya suspiraba como todo un hombre maduro y enamorado. Y no pude pegar un ojo pensando que mañana por la tarde regresaría a ese estúpido pueblo con Tom.
Definitivamente era una persona que se resignaba, pero ahora encontraba algo por lo cual no hacerlo; y sé que es muy temprano para tomar una decisión por amor, pero quería hacerlo. Y después de pasar una noche reflexionando y filosofando acerca de algo nuevo en mi vida, desperté con unas ojeras lo suficientemente grandes. Bajé las escaleras y ahí me encontré con mi nuevo rival: mi familia.
- ¿Quieres desayunar, Bill?- negué.
- No tengo apetito, tengo nauseas.- mentí. Pero mamá era tan hospitalaria que lo creyó al tiro y se levantó a mi lado.
- Vamos que te doy alguna pastilla.
- No, mamá, que si tomo algo vomito.
- Oh, vamos, Bill, no puedes ser menos expresivo.- dijo papá, riendo. –que estamos comiendo.
- Lo siento…
- Bill, tienes que tomar algo.
- Hoy nos regresamos a Frankfurt, no quiero que potes en mi auto.
- Tom tiene razón, mejor me quedo en mi casa.
- Oh bueno, entonces me voy de una.- Tom, sonriente, se levantó.
- Bill tiene que irse contigo, no hay poder humano que lo impida, Tom, por favor.
- ¡Pero yo no quiero irme con Tom, papá!- grité.
- ¿Por qué no?
- Porque no conozco a nadie, siempre estoy dentro de la casa, ¡quiero estar con mis amigos!
- En cuanto todo se arregle podrás hacerlo, por ahora no.

Y una vez más, volví a resignarme.


2 comentarios:

  1. Awwn me encanto y estoy feliz porque Bill y (Tu nombre) se besaron yeeeeeeey!
    sube pronto me fascino!!!!
    mil abrazos!

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  2. awwwwwwwwww por fin! Hayyy! Que linda la primita de Bill. . . .
    Bill se escapara con tn hahhaa ok'no XD
    me encantto! Amooo amooo tu fic. . .
    Cuidate y un abrazo :D

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