martes, 31 de julio de 2012

Capitulo 4


By Bill

Hoy es navidad, y tal como lo predije antes, está nevando según ese hombre. Siento el frío penetrando en mi cuerpo, no tengo algo para cubrirme, más que mis brazos para darme calor a mí mismo, abrazándome.

La puerta se abrió y él caminó hacia mí, sonriendo con malicia. Se acuclilló a mi lado, y como siempre, acarició mi mejilla con su pulgar.

- Como lo he prometido, voy a cumplirlo, mariconcito.- sonrió. –Esta noche no voy a molestarte, ¿sí?

- Déjame ir a mi casa… no quiero pasar la navidad solo.- chillé.

- Deja de llorar. No voy a dejarte salir de aquí a menos que tus padres me den el dinero.

- ¡Quiero salir de aquí!- grité. Algo que quizá fue una muy mala idea, pues sentí su puño penetrar en mi boca; sentí mis diente palpitando y de pronto dejé de sentirlos, tenía la boca completamente adormilada.

- No vuelvas a gritar.- mi boca despertó al probar ese sabor a metal. Comenzaba a sangrar demasiado.

- No me pegues… yo solo quiero irme… quiero ir a mi casa…

- ¡Te he dicho que no irás!, no tienes porqué gritarme.

- Al menos por hoy… déjame ir a mi casa…- sacó la navaja, y una vez más mi cuerpo sufrió el miedo.

- ¿Quieres pasar una navidad con dolor?

- N…no…

- Pues entonces, no quiero que vuelvas a decir cosas estúpidas.

Se levantó del suelo y salió del cuarto sin cerrar la puerta; escuché sus pasos por el pasillo y después, no escuché algún ruido más.

- ¡Quiero salir de aquí!... ¡quiero salir!, ¡no quiero estar aquí!... por favor… me da miedo… ¡quiero salir!... ¡odio este lugar!

- ¿Qué?- cubrí mi boca, asustado; quizá habría podido ahorrarme todo eso y decirlo para mis adentros.

- N-nada…- respiré agitado.

- ¿Odias este lugar?- se carcajeó. –Pues no saldrás, y como castigo pediré más dinero, ¿eso quieres?

- No… ¡por favor no!.. ¡Lo siento!

- Oh, qué maricón tan tierno.- en un movimiento rápido me apresó el cuello con su mano. –Te dije que no volvieras a gritarme.

- ¡AHH!- sentí un rasguño en mi estómago. Respiré entrecortado, sin respiración y con dolor. Mi cuerpo comenzó a arder, estaba siendo rasguñado por esa navaja. -¡DEJAME!... duele… por favor… ¡por favor!...- sollocé.

- ¿Te gusta?, ¡¿te gusta?!

- Déjame, por favor… snif…- detuvo su mano y me miró.

- Oh, tengo una buena idea para arruinarle la navidad a tus papás.

- Por favor… no…humm…- sacó mi móvil nuevamente y levantó mi playera. No había visto mi estómago hasta ahora, estaba lleno de sangre.

- Bien, ahora a tu boquita.- se carcajeó. –bueno, oficialmente la navidad de tus papás se ha arruinado.


Lo miré sin alguna expresión, mi cuerpo dolía y mis  labios también. Él salió por unos pequeños segundos, en los cuales no me dediqué a nada más que a abrazar mi cuerpo cortado y lamer toda la sangre de mis labios. Él regresó con un plato que desprendía un olor que no era para nada desagradable.

- Aquí está la comida, ¿bien?, entonces ahora tengo que irme, es hora de ir a disfrutar la navidad con mi familia.- sabía que lo hacía para joderme, e intenté no mostrar algún sentimiento, pero fue en vano, pues mis lágrimas salieron rápidamente por mis ojos. Su sonrisa volvió a mostrar suficiencia. –Oh, no llores, tu familia quizá lo pase genial sin ti.

Se levantó del suelo y caminando lentamente hacia la puerta, salió sin prestarme más atención. Abracé mis rodillas y miré hacia la pequeñísima ventana, la que estaba casi al tope de la habitación, tocando el techo. De ahí salían algo de luz, y entonces, de alguna forma ya no me sentía tan solo.

Una pequeña brisa entró por esa misma ventanilla, acercando con ella, el olor de la comida que ese hombre había dejado a mis pies, en una muy grande cantidad. La boca se me aguó,  y mis papilas querían sentirla en ellas; así que tomé el platito y lo acerqué un poco más a mí, cortando con mis dedos un pequeño pedacito. Me lo metí a la boca y sentí tanto placer al comer por primera vez algo realmente delicioso. Cuando miré el plato, extrañamente quedaba tan solo un trozo; lo había comido tan rápido; me metí el último trozo en mi boca y después de tragarlo, tomé el vaso de plástico que también había dejado frente a mí; Era refresco, aun sonaban esas gotitas que se tronaban gracias al gas, y sin más me lo eché todo, sintiendo mi garganta picar.

- Humm…- sonreí satisfecho, acariciando mí estomago con suma delicadeza para no sentir más dolor.

Al pasar unos minutos en los que pude conciliar el sueño, desperté gracias a un fuerte ruido afuera. Miré fijamente la ventanilla y me percaté de los fuegos artificiales. Mi sonrisa se hizo tan grande que me pareció extraño que pudiera sonreír de esa forma por algo así.

By Tom

Hace unos minutos, mamá y papá lloraban de nuevo, pues habían enviado más fotografías de mi hermano, pero ahora estoy recostado en mi cama, leyendo mensajes antiguos en mi móvil. No hay nada más aburrido que un día de fiesta encerrado y encima castigado. La puerta de mi habitación se abrió con delicadeza y la imagen de papá apareció en el umbral.

- Baja, por favor.

- ¿Para qué?- contesté seco.

- Por favor, Tom.- rodee los ojos, y juntos, caminamos hasta las escaleras y bajamos a paso rápido. Ahí estaba mamá, con algunas velas en la pequeña mesita. Los miré extrañado y con mi mirada busqué el árbol de navidad, el cual, no pude encontrar por ninguna parte de la casa.

- ¿Por qué no han adornado la casa?, ¡es navidad!- los miré serio, mamá me miró y negó desaprobando mi comportamiento.

- Tom, vamos a orar por tu hermano.- dijo ella sin contestar mi pregunta, y entonces, una vez más, la sangre comenzó a hervirme.

- ¿Qué?, yo no pasaré la navidad rezando.

- ¡Es por tu hermano, Tom!

- Ya lo sé, ¿pero de qué se trata todo esto?, es navidad, ¡al menos podrían pasarlo feliz conmigo!

- Siéntate aquí.

- ¡No, no voy a sentarme!, Desde que Bill no está me tratan mal, ¡parece que se han olvidado de mí!

- Tom, por favor, no grites, tu mamá está mal.

- Sí, y eso no me importa. ¡No voy a rezar por él!- regresé a mi habitación, enojado, agitado; no entendía como yo mismo podía decir esas palabras, pero pasaba que no me importaba, pasaba que en realidad lo sentía.

Me puse el pijama y me metí en la cama, mirando el techo, pensativo, yendo a una realidad distinta a la que me estaba tocando en estos momentos y que no podía asimilar. De pronto mis ojos se cerraban, pesados, entonces les cedí para caer en un sueño profundo.

25-Diciembre- 10:27 am

Después de darme una ducha y colocarme mi ropa, bajé las escaleras a prisa; lo que me encontré me dejó algo perplejo: mamá y papá dormían en el sofá. Fruncí el entrecejo y caminé hacia la cocina para prepararme algo de comer. Al dame cuenta de que no había ni una miga de pan, tomé algo de dinero del monedero de mamá y salí a la calle para comprar algo.

Me sentía irritado y cansado, aunque no sabía exactamente la razón de ello. Quizá era que mamá y papá me tenían de los huevos esperando de mí ser un buen hijo, una persona que se preocupara por él. Y sí lo hacía, pero la cordura empezaba a perderla gracias a su estúpida e inexistente atención hacia mí; es decir, yo también soy su hijo, y aunque a mí no me estuviera pasando algo igual a lo que estaba pasando con Bill, tenía el derecho de tener su atención y su preocupación.

Sacudí la cabeza cuando la mirada se me humedeció, me maldije para mis adentros; después de todo no les daría el gusto de verme mal por su culpa. Compré ingredientes para hacer emparedados, apenas lo ajusté, aunque tuve que dejar algunas cosas. Al llegar a casa, papá y mamá me miraban enojados, ella me tomo el brazo, haciendo que las bolsas con la comida cayeran al suelo y algún que otro vegetal rodó por el suelo.

- ¡¿Por qué te fuiste así de la casa!?

- Estaban dormidos y no quise molestarles.

- ¿Sabes qué puede pasarle a un niño de tu edad si sale solo?

- ¡tengo dieciséis años, mamá!

- Exactamente por eso, ¡¿quieres que te pase lo mismo que a tu hermano?!

- Sí así estoy lejos de ti, ¡claro que sí!

- ¡Hey!- escuché el gritó de papá. -¡deja de hablarle así a tu madre!

- ¿Por qué entonces ella puede hablarme como guste?

- Porque es tu madre, y tienes que respetarla.

- ¡El respeto se gana, papá! y si ustedes no lo tienen conmigo, ¡yo tampoco lo tendré con ustedes!

- ¡Vete a tu habitación!

- ¡Los odio demasiado!

Corrí por las escaleras, y una vez más, me aseguré en mi habitación, maldiciendo a mi puto hermano, al estúpido de Bill.

by Bill

- ¡Por favor!... no… ¡por favor!- chillé.

- Tus padres necesitan de una advertencia más dura.

- ¡Por favor!... no me hagas nada… por favor…

- Sí, sí voy a hacerlo.

- Te lo pido… por favor…- mis lágrimas mojaron mis mejillas por completo.

- Sí no lo hago, entonces sufrirás otra cosa.

- Esta bien… solo no me cortes mi cuerpo…- él sonrió con malicia, y el arrepentimiento recorrió mi mente. Regresó con una pequeña cajita y al él abrirla, me encontré con un juguete sexual. –No… no…no… por favor…- él se acercó a comenzó a desabrochar mi pantalón. -¡NO, POR FAVOR, NO ME HAGAS NADA!...

- Guarda silencio, preferiste esto.

- No… no…

- ¡Dije que guardaras silencio!- los bajó hasta mis tobillos junto a mi ropa interior y tomo ese juguete.

- ¡POR FAVOR NO!- le empujé con fuerza y me arrastré hasta la puerta. No sabía exactamente lo que hacía, solo luchaba por mi vida. Tomé le perilla de la puerta y antes de poder abrirla, él me tomó de la cintura y me levantó en sus brazos, aventándome al suelo.

- ¡¡QUÉ ES LO QUE INTENTAS HACER, HIJO DE PUTA!! Voy a matarte, y nada me va a impedir hacerlo.- empecé a temblar y él se acercó a mí.

- No me mates… por favor…

- Tú te lo estás buscando.- abrió mis piernas con fuerza, exponiéndome ante él por completo, pero ni siquiera tenía la preocupación o la vergüenza de que me mirara, estaba completamente aterrado.  Tomo ese juguete y comenzó a meterlo por mi esfínter.

- ¡POR FAVOR! ¡Te lo suplico!...- cubrí mis ojos con mis manos y patalee con fuerza. Lo sentí entrar cada vez más profundo. -¡ahh! Por favor…humm… déjame…- lancé una patada, que lo hizo detenerse y retroceder. Mis lágrimas de pánico se juntaron con las de dolor, y mientras él acariciaba su cara sangrante, tomé esa cosa y la arranqué sin pensarlo de mi esfínter. -¡Ahh!...hmm…- gemí con dolor y miedo, sentí como me desgarraba por dentro, lo había arrancado con tanta fuerza.

Sin pensarlo, metí mis dedos ahí y después los miré. Definitivamente tenía sangre, y eso me hizo, por alguna razón, echarme a llorar como un crío mientras subía mi ropa interior y mis pantalones. Él me tomo por las muñecas, mirándome completamente enfadado, negó un par de veces.

- Vas a perder un dedito.

- ¡Por favor no!- sacó esa navaja y comenzó a cortar mis brazos con lentitud, mientras yo me retorcía del dolor, sin decir una sola palabra. Él se detuvo y comenzó a sonreír; sacó el celular y comenzó a picar las teclas.

- Le llamaremos a tu mamá.- se carcajeó. –Tiene que saber que la necesitas.- me pasó el celular a mis manos y mi corazón latió con fuerza.

- ¿H-hola?- al escuchar su voz, mis lágrimas salieron como dos ríos sin riendas.

- ¡Mami…! ¡Soy Bill!- escuché un grito ahogado del otro lado de la línea.

- ¡Bill, mi amor!- lloró con fuerza. -¿Dónde estás? tienes que decírmelo…

- No puedo… ¡Sácame de aquí, mami!... me hacen daño… tengo miedo, ¡no quiero estar aquí!

- Hemos conseguido algo más de la mitad del dinero, y los oficiales nos ayudan…

- ¡POR FAVOR!... ¡TENGO MIEDO!...

- Te sacaremos de ahí, pronto, mi amor…

- ¡Te amo, mami!

- No tengas miedo, Bill, solo piensa que pronto te sacaremos de ahí.- él quitó el celular de mis manos y cortó.

- Oh, que emotivo, ¿no es cierto?- escondí mi cara con mis manos, sollozando.

- Quiero volver a mi casa…

- Quizá lo hagas pronto, ahora que tu madre está destrozada.

- ¿Por qué me haces esto…?- no conseguí respuesta. Acarició mi cabello, o al menos lo que quedaba de él. No me había mirado, pero al tocarme mi cabeza podía sentir que estaba todo arrancado.

- Ya es hora de que te duermas.- salió de la habitación, dejándome solo.

Me acosté en el suelo, usando mi brazo como almohada e intenté dormir, pero mis lágrimas no dejaban de escaparse por mis ojos. Estaba muerto de miedo, llorando al recordar la voz de mamá. Sentí mi respiración agitada y mi estómago contraerse de algún extraño dolor. Quité mi brazo de mi cabeza y abracé mi estomago con los dos.

Suspiré un par de veces, tratando de calmar mis lágrimas y así poder dormir. Mis ojos se cerraron esta vez por completo, y con un último suspiro, empecé a dormir, acariciando mi estómago, intentando calmar el dolor, y quizá, también intentado fingir que mi mano era la de mi hermano cuando me calmaba en los momentos en que temía a cualquier cosa estúpida, cuando iba y tocaba su puerta para pedirle dormir con él, y que a pesar de que él estuviera adormilado, se quedaba despierto hasta que yo durmiera.

By Tom

Una llamada de mi hermano, hizo que los oficiales estuvieran más atentos a lo que pasaba; gracias a la llamada pudieron descifrar más datos. Mamá se ha puesto más ansiosa que antes, y me grita por cualquier cosa. Yo sigo con la rabia dentro de mi cuerpo y cada día deseándoles el mal. Algo me estaba pasando, y no sabía que era exactamente.

Estoy en el jardín, dentro de la casita del árbol que papá construyó para nosotros cuando éramos más pequeños. Por alguna razón me había separado de la realidad, había huido a mi lugar seguro: mi mente. Tenía tantas cosas en las cuales pensar, todas siempre terminaban en la terrible respuesta de odiar a mi hermano cada segundo más. Llegué a arrepentirme de las tardes que pasábamos juntos en su habitación, hablando de ningún tema en particular. Llegué a odiar la idea de su secuestro, porque gracias a eso fue que he llegado a tener este sentimiento, el rencor y bueno, también con él… el odio.

- Tom, baja de ahí, es hora de merendar.- por la ventana asomé la cabeza, mirándola con seriedad.

- ¡No tengo hambre!- grité desde arriba.

- Vamos, no has comido nada en todo el día.- bajé las escaleras casi en un salto. –Dios, Tom, puedes lastimarte.- rodee los ojos y entré a la casa, caminando al baño para lavar mis manos.

Me senté frente a los dos, quienes, como siempre, hablaban sobre el dinero, sobre mi hermano y esa llamada que hizo la otra noche. Comí el primer trozo de carne, tragándolo con dificultad.

- Sonaba tan asustado.

- No sé la manera, pero estoy seguro de que vamos a sacar a nuestro hijo de ahí.

- ¿Ha dicho algo de mí?- pregunté, algo esperanzado.

- No, Tom, estaba muy asustado y lloraba, su madre es la más importante.- mencionó papá con algo de maldad.

- Pero yo soy su hermano, ¿por qué no dijo nada de mí?- la pregunta fue más para mi mismo que para ellos, pero papá volvió a hablar.

- Quizá siente que le has deseado cosas malas; ¿por qué debería mencionarte?, ¿es que acaso te importa?- sentí un nudo en mi garganta, apretándome con fuerza, sin compasión. El comedor se llenó de agua por unos instantes, hasta que parpadeé y mis lágrimas cayeron, resbalándose por mis mejillas.

- No, no me importa una mierda.- y esta vez sin correr, caminé hacia el jardín de nuevo. Sus palabras podían dolerme más que el hecho de que Bill no se acordara de mí, y eso, se juntaba cada vez más con la rabia que le tenía a mi hermano.


domingo, 29 de julio de 2012

Capítulo 3


BY BILL

Él acarició mi mejilla, sonriendo con malicia; mi mirada cayó al suelo, no quería ver sus ojos, me causaba pánico mirarle.

- ¿Te digo una cosa?- lamió sus labios. –Tus papis no han dado la recompensa, ¿y sabes qué significa eso?- negué, temblequeando.

- N…no…- tomó mis manos, apretándolas con fuerza.

- Que hoy nos despediremos de un dedito tuyo.

Mi cuerpo entero empezó a temblar con fuerza, completamente aterrado, con las lágrimas cayéndome rápidamente. Me había quedado atónito, ninguna palabra me salía. Él tomó mi dedo índice y sacó esa navaja.

- P...p…

- Habla bien, pequeño, no puedo entenderte.- se carcajeo.

- No…- Jamás había tenido tanto miedo, nunca me había sentido tan aterrorizado.

- Bien, ¿entonces comenzamos?- río.

- ¡POR FAVOR NO!... no me hagas daño, por favor…

- Tengo que hacerlo, una advertencia para que sepan que sufres y manden la recompensa pronto.

- Te lo pido… por favor… no me lastimes más… por favor…

- ¿Entonces qué podemos hacer?, ¿te mato?

- Ya… por favor… no me hagas nada…

Su risa penetró mis oídos, acercó la navaja a mi dedo  y comenzó a hacer cortes en él. Yo me revolvía con miedo, llorando y gritando del puro dolor que me causaba. Recé en mi mente, le pedía a Dios que me ayudara, que no dejara que me hiciera más daño.

- Ya… snif…déjame…- chillé y él, se detuvo, mirándome. Salió de la habitación sin cerrar la puerta, eso significaba que volvería.

Miré mi dedo, el cual sangraba haciendo un recorrido desde la base de mi dedo hasta mi muñeca. Quité mis lágrimas, abrazando mi cuerpo con uno de mis brazos. Ahí vi su sombra, haciéndose cada vez más grande hasta que miré su cuerpo acercándose a mí; tomó mi mano otra vez, haciéndome volver a temblar, creyendo que volvería a cortarlo; pero no fue así. Sacó mi celular de sus bolsillos y ágilmente sacó una fotografía de mí.

- Le enviaré esta fotografía a tus papás, y si en dos días no me llega alguna cantidad de dinero, tendremos que cortártelo.- asentí, con miedo. Él envió las fotografías y después mi miró a mí, serio. –Creo que hoy no vas a comer, has gritado demasiado.

Y una vez más se carcajeó, saliendo de ahí con un fuerte portazo. Con desesperación y dolor, rasgué con fuerza una manga de mi playera; la amarré en mi dedo con delicadeza, gimiendo con dolor. Comenzaba a creer que lo que ese señor decía era cierto, tal vez mis papás estaban perfectamente con Tom, quizá no  me necesitaban a mí para ser feliz.

Y comenzaba a formular preguntas en mi mente, comenzaba a sentirme completamente débil ahora, que prefería que morir mientras dormía. La cabeza me  daba vueltas y mi cuerpo sufría de dolor; tenía hambre, no había comido una miga en cuatro días, temía que no podría aguantar un día más sin comer o beber algo. Estaba muriendo lentamente, solo.

Escuché la tormenta y los truenos. De pronto el lugar se llenaba de agua y mi ropa se mojaba con ella; sentí mis pies congelarse con el agua, y en menos de unos segundos, ya temblaba de frío y podía mirar vaho salir de mis labios. Tal vez nevaría, es decir, en dos días era navidad y siempre nevaba.


Empecé a jugar con el agua que ya cubría mis tobillos por completo, metía y sacaba mis pies amarrados; y por primera vez en dos semanas saqué la primera sonrisa honesta. No sabía exactamente la razón por la que lo hacía, tan solo me sentía feliz; quizá porque sería navidad, y siempre, todas las navidades las calles huelen a comida e incienso.

Ahí volvió a aparecer él, mirándome con seriedad; se acercó a mí, salpicando el agua a su alrededor. Sacó un objeto de su bolsillo y me miró.

- ¿Qué es esto?- me mostró el objeto; al mirarlo mi corazón volvió a palpitar con fuerza.

- Me lo dio mi…abuelo.- era el anillo que el abuelo me dio en un cumpleaños; era de plata y tenía cuatro piquitos afilados; aun tenía un brillo hermoso. Recuerdo que me lo regaló junto con un barniz negro para mis uñas.

- ¿Tu abuelo?, el imbécil que se ha muerto, ¿verdad?- asentí, algo enfadado. –Acabo de mirar lo que tenías en tu bolso, ese negro de cuero.- hasta ahora, no había recordado que traía mi bolso. –Tienes una familia con dinero, no entiendo porque no pagan tu rescate.

- Tal vez… piensan que me encontrarán sin… el dinero.

- ¡Ja! No lo creo, pienso que te han olvidado.

- No…

- Sí.- sonrió. –pronto será navidad y puedo apostar que preferirán comprar los regalos para ello que pagar el rescate.

Ahora que lo pensaba, no quería pasar la navidad aquí, sin mi familia; siendo golpeado y cortado, no quería pasar la navidad lejos de casa. Mis ojos comenzaron a aguarse de la pura nostalgia que sentía, y él, sonriendo, acarició mi mejilla con su pulgar tan rasposo.

- No llores, pequeño, de regalo de navidad no vendré a molestarte y te daré de la comida que preparen, ¿sí?

- No quiero… quiero ir a mi casa…

- Pues no lo harás, pequeño idiota.- rió.

- ¿Por qué yo?... ¿por qué me has llevado a mi?

- Que, ¿preferirías que entonces llevara a ese de rastas que te acompañaba cuando te traje?

- No… a ninguno…

- Eres un niño bastante estúpido.

- No soy un niño.

- Vamos, no puedes tener más de dieciocho.- bajé la mirada. –bueno, ahora me largo de aquí.

- ¿Puedo ir contigo?-  me miró con asco y después, comenzó a carcajearse con fuerza.

- ¿Qué te hace pensar que te dejaré?- dijo entre carcajadas.

- Está llenándose de agua todo… no puedo dormir así.

- Pues entonces no duermas, maricón.- caminó, cerrando la puerta con delicadeza.

- Dios… por favor ayúdame a salir de aquí… por favor…

Tal parecía que no podía durar más de un par de minutos sin llorar, pues una vez más, sentí mis lagrimas resbalar por mis mejillas y parar en mi boca, haciéndome tragarlas. Mis pies estaban congelados, y con eso, el dolor se hacía cada vez más grande gracias al mecate con el que estaban amarrados; con cuidado intenté mirar si todo ahí estaba bien, pero al mirar algo de sangre, me di cuenta de que no era así. Y esta vez las lágrimas eran de pánico, de desesperación.

No podía dormir de esta forma, así que por la noche me dediqué a escuchar la lluvia cayendo, a escuchar a los insectos cantar y también a sentir el agua en mis piernas. También me dediqué unos minutos intentar responder alguna de las miles de preguntas que se formulaban desde que desperté en este lugar, confundido.

Odio las tormentas lejos de casa, odio no tener a mi hermano para dormir con él cuando las hay; odio no sentir sus brazos a mi alrededor cuando tengo miedo; odio no tener los besos de mamá cuando me hieren, cuando me hacen daño; odio no tener la fuerza de papá para defenderme de los que me insultan; odio no tener a mis amigos para darme palabras alentadoras cuando estoy triste… ¡odio estar aquí encerrado! Lo odio por completo.

Cerré los ojos, intentando conciliar el sueño por al menos unos minutos; relamí mis labios con sangre seca, y con el sonido de la lluvia, intenté arrullarme para así dormir lo poco que me quedaba.

By Tom

Estaba despierto, pero aun recostado en la cama de mi hermano, mirando el ventilador que no tenía ningún movimiento o sonido. Inhalé el olor de las cobijas y después, me senté en la cama y abrí un cajón de su mesita de noche. Ahí dentro estaba todo perfectamente arreglado, sus barnices de uñas, algún que otro brillo de labios; lo cerré nuevamente, suspirando con algo de desesperación. Hice la cama y coloqué mis zapatos, dispuesto a salir de ahí, cuando un grito desgarrador proveniente de la garganta de mi madre, me hizo saltar de la impresión.

Bajé las escaleras con sigilo, mirando, por los barrotes de las mismas, a mamá llorando de una forma extrañamente desesperada; papá estaba vestido formalmente con su traje para ir a trabajar, estaba de pie frente al sofá donde mamá lloraba, serio, acariciando sus sienes con ansiedad. Sus actitudes me hicieron bajar las escaleras más rápido, con el morbo de saber qué era lo que pasaba para que se pusieran de esa forma. Al llegar a la sala y mirarlos sin siquiera saludarles, me senté junto a mamá.

- ¿Por qué están así?, ¿qué es lo que pasa?- pregunté en un hilo de voz.

- Tom, regresa a tu recámara, por favor.- dijo papá, mirándome serio.

- Algo pasó con Bill, ¿verdad?

- Tom, no volveré a decirlo; regresa a tu recamara.- me levanté del sofá, fingiendo que me iría, pero no me ganarían tan fácil.

Tomé de la mesa el sobre que mamá miraba mientras lloraba y sollozaba, y después salí corriendo de ahí.

- ¡Tom, vuelve acá!- gritó papá, y yo me detuve, sacando el papel de ahí. No era ningún papel, era una fotografía, una fotografía de mi hermano, en donde se miraba su mano sangrando y sus uñas despintadas casi por completo.

Mi corazón se puso al cien, lleno de miedo y enojo; me acerqué a papá y a mamá, enojado con ellos, cabreado.

- ¿Por qué no quieren decirme lo que pasa con Bill? si ya lo olvidaron, ¡Bill es mi hermano!

- Has dicho que no te importaba tu hermano.

- No puedo creerlo… por qué…

- ¡GUARDA SILENCIO, TOM!- gritó papá, interrumpiéndome. –Si vas a renegar y quejarte por todo, ahórratelo, no queremos escucharte.

Negué, con la vista borrosa y húmeda. Por primera vez me había sentido mal por sus palabras, me había sentido avergonzado y triste. Mi cuerpo comenzó a temblar con delicadeza, sentí los colores desaparecer en mi cara y escalofríos en mi espalda.

- Espero que le hagan daño… ¡espero que a Bill le hagan daño!- y corrí a mi recamara sin más. Tal vez en realidad no quería que le hicieran daño a mi hermano, pero me tenía hasta los huevos que le prestaran más atención a él.

Y no, no eran celos, no era un sentimiento asemejado, era que parecía que me odiaban, y el odio que se iba acumulando en mí, no era para mis padres, era para Bill.

Un día antes de la navidad, Gustav llegó a casa, pues su madre tenía que trabajar y no les gustaba que se quedara solo en casa. Mamá solo se molesto en decirle un seco “hola” para después seguir en lo suyo. Subimos a mi recamara y durante un largo momento, ninguno de los dos producimos una palabra.

- ¿Qué harás para navidad?- preguntó, seguro tomando el primer tema de conversación que llegó a su mente.

- ¿Sabes? No creo que hagamos la gran cosa, desde que Bill no está no se preocupan en nada más.

- ¿Han conseguido el dinero?- negué, mirándole a los ojos.

- Llevamos menos de la mitad, si a papá le pagan hoy conseguiremos la mitad.

- Espero que sí le paguen.- sonrió. –entonces, ¿aquí te quedarás?, nada de cena, familia, ¿nada?

- No.- sonreí con la mitad de mis labios.

- Quizá, si tus papás te dejan, podrías pasarla conmigo, ¿te gustaría?

- Bueno, sí me gustaría, pero mis papás al parecer me han olvidado.

- No pierdes nada intentándolo.- sonrió. -¿Por qué no vamos y se lo preguntamos a tu mamá?

- Pero, ¿y tú mamá?

- A mi mamá no le importará.- sonrió.

- Bueno, entonces ahora vengo, ¿sí?- asintió y yo, sin más salí de mi habitación, caminando hacia la de mamá.

Ella se encontraba sentada en la cama mirando con lágrimas la fotografía que habían mandado de mi hermano. A veces podía ser tan masoquista. Me acerqué con delicadeza y me detuve frente a la cama; su mirada me recorrió el cuerpo y bajó la fotografía.

- Mamá… ¿puedo pasar la navidad con Gustav?

- La navidad es para pasarlo en familia.

- No iremos a cenar con la familia, nos quedaremos encerrados aquí. Quiero salir, mamá, por favor.

- No. Estás castigado.- fruncí el entrecejo y ladee la cabeza, perplejo.

- ¿Castigado?- asintió. -¡¿Castigado por qué?!

- No me levantes la voz, Tom, tú te lo ganaste, por decir esas cosas de tu hermano.- levanté las manos, algo estupefacto.

- ¡¿Dime quien castiga a su hijo en navidad?!

- Nosotros, y tu papá está de acuerdo.

- Bien, entonces alégrate de que en la puta navidad, tu hijo pasará el peor día, ¿y sabes por qué?, ¡POR QUE ESTARÉ CON USTEDES DOS!

- ¡No vuelvas a decir eso, Tom!

- ¿Es que acaso te importa?, ¡si desde que secuestraron a mi hermano no piensas en nada más que en él!

- ¡No tiene lógica lo que dices!, tú estás a salvo, estas sano, ¡¡Bill no!!

- Sí, ¡pero también soy tu hijo!

- Ya lo sé, Tom, ¡podremos prestarte atención cuando tu hermano esté aquí!

- ¡¿Y mientras tanto qué!?

- ¡Deja de ponerte celoso de Bill!, ¿no sabes cómo lo está pasando?

- No, no lo sé, ¡y tú tampoco!

- ¡Fuera de mi habitación, Tom! ¡Vete de aquí!

- Te odio, mamá, ¡te odio, no sabes cuánto!

- No digas cosas absurdas si es que no quieres sufrir las consecuencias.

- ¡No me importa lo que hagas!

Salí de su habitación, caminando a paso rápido y largo de regreso a mi habitación. Gustav me miraba sorprendido, y yo sin más, cerré la puerta de un portazo y me senté en mi cama.

- No me ha dejado.- lo miré, apretando los dientes, enfadado.

- No le grites así a tu mamá.- mordí mis labios, quitando la mirada de la suya.

- ¿Cómo quieres que le hable entonces?, la odio.

- No, no la odias.

- Sí, ¡lo hago!

- Entiéndela un poco, está sufriendo por lo que está pasando con Bill.

- Sí, ¿y que yo no tengo sentimientos?, a mi también me jode lo que pasa con Bill.

- Solo ten algo de empatía, ella duda que Bill pueda salir de esto, y es su hijo, el pequeño.

- Por diez putos minutos; tengo la misma edad que él.

- Solo no le grites así, ¿bien?

- Me da igual.- me crucé de brazos.

No dejaría de hacerlo hasta que mamá tuviera algo de empatía antes que yo; ¿qué no se daba cuenta que me jodía que me tratara así?, pues hasta que no se diera cuenta, no sería yo quien diera el primer paso.