jueves, 30 de agosto de 2012

Cpítulo 3


By Tom
Bonny, Dennis, Roldhan y Emil, vinieron a casa para hacer esas reuniones que hacíamos cada jueves por la tarde. Los cuatro llegaron con cervezas en latas y comida chatarra; al parecer se quedarían por un muy largo tiempo.
- ¿Y cómo te ha tratado la vida, Thomas?- dijo Roldhan, sentándose en el sofá sin preocupación, abriendo una cerveza para llevársela a los labios rápidamente. Yo me encogí de hombros.
- No muy bien.- confesé. –Mi padre llegó ayer por la mañana, apurado. Dijo que mi hermano estaba bajo una amenaza o algo así; entonces él ahora está aquí.
- ¡¿Está aquí?!- Brincó Bonny, apartando la lata de sus labios. -¿Está aquí desde ayer?- asentí.
- Sí.
- ¿Y por qué no me lo has dicho? ¡Ayer vine aquí!
- No creía que te importase ver a mi hermano, es decir… no es importante.
- Oh, por favor, hermano ¡queremos conocerlo!- gritó Emil.
- ¡No te avergüences de él, vamos!- dijo Dennis.
- Bueno, ya va, ahora voy y le digo que baje, ¿bien?- los cuatro asintieron.
Tomé una cerveza y la abrí antes de subir las escaleras, arrastrando los pies, cansado. Di un gran trago y de repente me encontré frente a la puerta de mi recámara. Tragué con delicadeza y después la abrí y entré a la habitación.
- Bill, que…- vi sus pies desnudos y subí lentamente hasta su cuerpo, el cual mantenía relajado sobre el colchón, respirando tan tranquilamente.
Subí un poco más hasta su pecho, el cual subía y bajaba lentamente una y otra vez. Uno de sus brazos estaba sobre  su estómago, mientras el otro estaba en uno de sus costados. Subí hasta su cara. Sus labios ligeramente entreabiertos y sus ojos completamente cerrados, llenos de maquillaje negro. Su cabello algo despeinado en la almohada. Su nuez subió de repente  cuando tragó saliva y después suspiro quedamente.
Mi pecho sintió cosquilleo, un sentimiento extraño. Y entonces, solo me retiré de la habitación, cerrándola con delicadeza.
- ¿Dónde está tu hermano?- dijo Dennis.
- Lo siento, pero está durmiendo.- dije bebiendo. Bonny negó con una sonrisa pícara. -¿Qué?-la miré serio.
- ¿Por qué no lo despertaste?, recuerda que dijiste que lo odiabas.- entrecerré los ojos. A pesar de que ella estaba ahora un tanto ebria, aun tenía el sentido de adivinar los sentimientos de otros. Ella quería estudiar psicología, pero la economía en su casa no le ayudaba para pagar la carrera, así que se dedicaba a ayudar a las personas que realmente lo necesitaban. Nosotros teníamos la suerte de ser sus amigos.
- No soy tan malo- me reí a lo bajo. -¿Para qué voy a despertarlo?- ella se carcajeó.
- Venga, siéntate aquí con nosotros.- dijo Roldhan. Me senté entre Dennis y Emil.
La música hacía que las ventanas retumbaran; nuestras voces apenas se escuchaban a pesar de que gritábamos. Habíamos tenido que salir para comprar algo más para tomar y comer. Era difícil conseguir porros y alcohol en este barrio de Frankfurt, era por eso que solo un día o dos a la semana nos juntábamos y gastábamos todo nuestro dinero en ello.
- Eh, Tom, ¿ese es tu hermano?- dijo Dennis, echando el humo del porro de su boca. Apuntó hacia las escaleras, y al tiro yo miré hacia allí.
Estaba bajando las escaleras, adormilado y también confundido. Pareció buscar algo con su mirada, y al encontrarlo pareció ser que su cara se iluminó. Se acercó a mí y a Dennis, lentamente, con la mirada algo baja; tomándose la frente con su mano.
- Sí, es él.- le dije a Dennis, quien sonrió.
- ¡Pero qué mono!- le acarició el cabello, haciendo que Bill frunciera el entrecejo y levantara la mirada a sus ojos. –Me llamo Dennis…- se carcajeó. Le saqué el porro y me lo metí a los labios, fumándomelo casi por completo.

Bill me miró con completa confusión.

Alcohol faltante, porros sobrantes; de pronto todo lo que veo y escucho se hace lejano. Las imágenes vuelven y miro a mi hermano acercarse más a mí, frunciendo el entrecejo.
Las imágenes se van.
Las imágenes vuelven. Sonrío, me carcajeo, y doy una calada al porro. Bonny se acerca, bebiendo; Hace una pregunta a Dennis.
Las imágenes se van.
 Las imágenes vuelven. Emil me ayuda a sentarme en el sofá y me mira con preocupación. No lo entiendo, así que sonrío e intento emitir una palabra, pero lo único que me sale son murmullos y gemidos. Me preocupo.
Las imágenes se van.
Una vez más las imágenes vuelven. Roldhan intenta darme un vaso con agua helada; yo la parto y solo consigo que el agua me salpique en la cara. Escucho mi nombre. La cabeza me da vueltas y palpita. Escucho un vidrio romperse en el suelo. Tengo arcadas; comienzo a toser. De nuevo gritan mi nombre pero no atiendo el llamado. Levanto la mirada y la mirada de una persona pálida que muerde sus uñas con ansias sin decir nada, aparece tras todos esos bocetos que me llaman. Me cubro los ojos, respiro agitado. Siento el sudor en mi frente.
Las imágenes se van.
Desperté con un fuerte dolor de cabeza, sobre mi cama, sin camisa y con los pantalones desabrochados. Me senté y miré a mí alrededor. Ahí estaba Bill, sentado en la colchoneta con la quijada recargada en las rodillas. Sus ojos estaban cerrados. Dormía. Me quejé al sentir la hebilla de mi cinturón en mi espalda.
- Hmm, mierda…- me quejé de nuevo y saqué mis zapatillas de mis pies rápidamente, haciendo que uno de ellos chocara contra la puerta. Bill abrió los ojos y se los talló.
-Humm- gimió mientes quitaba sus manos de sus ojos. Usaba unos pantalones de algodón negros que cubrían sus pies enteros; y una playera blanca algo ajustada a su cuerpo. Desdobló sus piernas, tocando el suelo con sus pies y después dio un gran bostezo, cubriéndose los labios.
- ¿Por qué estoy de esta forma?- me miré el cuerpo. Parecía que anoche había tenido una noche desenfrenada, pero no, me sentía enfermo. Debilitado.
Bill rascó su cuello con esas uñas con barniz negro encima; se reacomodó en el colchón y suspiró después. Le di tiempo para que me contestara. Lamió sus labios y después su mirada se puso sobre mi cuerpo semidesnudo, subiendo hasta mis ojos.
- No sabías que usabas droga.- me dijo con voz adormilada y algo ronca. Entorné los ojos.
- ¿Por qué estoy de esta forma?- insistí. Él se levantó del suelo y se dio un estirón.
- Parece que te excediste con la droga. Empezaste a toser y transpirar. Tenías temperatura.- me miró a los ojos. –Y después te desvaneciste.
Me tomé la frente y negué para mí mismo. Nunca me había pasado algo como esto, y vaya que me había metido más que anoche. Me deshice de la goma que sostenía mis rastas y la puse sobre la mesa de noche; sostuve mi cabeza en el cabecero de la cama y acaricié mi estómago, suspirando con los ojos cerrados. Al abrirlos me encontré con Bill, que me miraba serio frente a la televisión, jugando con el resorte de su pijama.
- ¿Qué miras?- susurré. Él apartó la vista de golpe.


Buscaba  algo para desayunar en las alacenas y en el refrigerador. No había una mierda, más que medio cubo de leche, un puto huevo y una manzana abollada. Bill me miraba desde el umbral de la puerta, serio. Sobre el refrigerador había una bolsa con pan integral; la abrí y dentro solo había un par del mismo. Puse todo sobre la mesa y después miré a Bill.
- Es todo lo que tenemos para comer hasta la próxima semana que me den el dinero de mí  trabajo.- Sus ojos parecieron brillar y de pronto sus labios se mojaron de su propia saliva. –Así que, bueno, sé que no es mucho, de hecho no es nada, pero sirve para sobrevivir un día más, ¿no?- salió de la cocina.
De pronto me sentí tan avergonzado de mi estado de economía. Sabía que en casa a Bill le trataban como a un príncipe y que comer migas de pan con una gota de leche no le haría nada bien. Me senté en una de las sillas del comedor y comencé a jugar a rodar la manzana por la mesa.
- T-tom…- lo miré. Él mordía sus labios. –He traído algo de dinero desde Hamburgo… Lo podemos usar para comprar algunas cosas…
- ¿Dinero?- le miré. Él tenía la mirada baja y entre buscaba en sus pantalones; cuando lo encontró me miró y se acercó a la mesa, colocando el dinero ahí. Una muy grande cantidad de dinero. Quizá ahorros de los últimos dos años. –Es demasiado… no, no lo aceptaré. He sobrevivido un año y medio con este tipo de comida, no hace falta comprar una de príncipes ricachones como tú.- Abrió sus ojos con sorpresa, y la mano que aun seguía tendida empezó a temblequear.
- ¿Q-qué?...- de pronto me arrepentí. Me impresionaba lo impulsivo que podía llegar a ser, y lo peor, era que solo me pasaba con Bill.
- Es decir, lo siento… ¿bien?, no voy a aceptar tu dinero, es demasiado.
- Eso no me importa… ¿es que no ves como estás, Tom?- decía con la voz apagada y nerviosa. –Ni siquiera tienes agua potable…- Bajé la mirada, avergonzado.
- Voy a dejar que uses una pequeña parte de tu dinero, pero me dejarás pagártelo y solo compraremos lo que te apetezca a ti.- negó.
- No es necesario que me lo pagues… y los dos escogeremos.- me crucé de brazos.
- Ya lo dije.- lo miré a los ojos, pero él no me miraba a mí.
- Está bien…- sonreí y me levanté de la silla. -¿A dónde vas?
- Vamos a comprar la comida.- él asintió y caminó detrás de mí.

By Bill

Tomó las llaves de su auto y abrió la puerta, saliendo de su casa. Picó dos veces la alarma y abrió la puerta. Yo hice lo mismo, entrando en el asiento copiloto. Encendió su auto y a una velocidad realmente rápida se dirigió su destino.
Llegamos a un supermercado. Era grande y realmente lindo y limpio. Tom tomó un carrito y lo guío frente a mí, pero al entrar al área de comida me miro y con la barbilla me indico hacia el fondo del pasillo. Yo no comprendí.
- ¿Qué?...
- Tú ve enfrente, escogerás la comida.- mi cuerpo sufrió escalofríos, pero al final me puse a un lado de Tom y miré la comida.
- ¿Sabes cocinar, Tom?- le pregunté, volviendo la mirada a él. Él mordió sus labios y negó un par de veces. –Bueno…- me preguntaba cómo era que había vivido un año y medio sin saber cocinar y encima comiendo una sola vez al día.
Metí verduras, frutas, pastas, huevo y pan; Algunas cosas como pan endulzado, café, leche y azúcar. También un garrafón con agua. Tom me acompañaba a mis espaldas, adormilado. Jabón para lavar platos, una esponja para la regadera, jabón para el cabello y el cuerpo; manteles para la cocina, un trapeador nuevo y limpiador para el baño y regadera.
Después nos apresuramos a pagar y salimos de ahí. Cargamos las bolsas al auto y después volvimos a la casa de Tom, quien no había abierto la boca ni para bufar. Cargué la comida a la cocina y miré a Tom.
- ¿Quieres ayudarme?- asintió y se acercó a mí.
- ¿Qué harás?- preguntó. Le di una mirada a las bolsas y saqué un sobre de pasta y verduras. Él me miró confundido.
- Te diré en qué puedes ayudarme. Puedes partir las verduras.- asintió y me las sacó de las manos, tomando un cuchillo.
Prendí la lumbre y le puse agua. Después metí la pasta y le eché algo de sal. Esperé y miré a Tom, quien torpemente partía todo y lo hacía a un lado; eran unas rodajas mal cortadas. Sonreí.
Después de comer nos quedamos en la mesa, intentando crear una conversación, pero era imposible. Sentía tanto miedo y vergüenza.
- Hoy me juntaré en lo de Emil.- me dijo, jugando con las cutículas de sus uñas. Y después me miró. –Me preguntaba si quisieses venir… quieren conocerte…
- ¿Después de la noche que sufriste ayer?
- Descuida, no será de la misma.- lo miré incrédulo.
- ¿Pero sí de una diferente?- asintió. -¡Estás loco, Tom!, te has desmayado por culpa de esas drogas y encima vas a meterte más.- sonrió.
- Tranquilízate.
- ¡Estás enfermo!, ¿no sabes todo el daño que te hace?- él negó, entornando los ojos.
- Y qué, ¿cortarse los brazos es mejor?- mi corazón se aceleró. –No, y mucho menos y lo haces desde los dieciséis.
- Yo ya no lo hago más.- mentí. Me tomo de los brazos y subió mi chamarra hasta mis antebrazos. Todas esas marcas que me arruinaban los brazos salieron a la luz. Bajé la mirada y mis ojos se llenaron de lágrimas. –No hay razón de que te drogues…- dije.
- Tampoco la hay de que te cortes, pero aun así lo haces.
- ¡Es diferente!
- ¡Yo no veo ninguna diferencia!
- ¡Pues la hay!
- Llevo metiéndome eso desde hace unos meses, ¡en cambio tu lo haces desde hace cuatro años!
- ¡Todo ha sido tu culpa!, ¡Todo fue tu culpa!
- ¡Te recuerdo que yo no fui quien folló con un compañero en el baño!- abrí los ojos con sorpresa.
- ¡TOM!- grité en un sollozo.
- ¿¡Qué!?
- Yo…- me quedé en silencio.
- Qué patético, marica...- me salí de la cocina y subí las escaleras. Me eché en el colchón y suspiré con ansiedad.

Le había prometido a papá que no lo haría…

Pero no pude soportarlo y acabé por hacerlo, manchando las cobijas de Tom, quien subió a la recamara y lo vio todo. Me avergoncé de pronto, y me tragué los gemidos, cubriéndome los brazos. Él sonrió triunfante y negó sin quitarla.
- Me parece que aquí el adicto no soy yo.
- ¡Cállate!- él negó.
- Haz manchado las sabanas… ¿las limpiarás?
- ¡Dije que te callaras!, ¡déjame!
- Vaya, tranquilo masoquista.
- ¡Cállate, cállate!- me tapé los oídos.
- Estas enfermo…- y se metió al baño. Bajé mis manos de mis oídos. Lo había escuchado.
Me miré los brazos, aun mojados con mi sangre. Asentí, concordando con Tom: sí estaba enfermo. Era un enfermo mental adicto al dolor y a la sangre. La cabeza comenzó a palpitarme, empecé a sofocarme con mi propio aire.
- Eh, ¿Qué tienes?- se acercó a mí, pero lo alejé con un manotazo en el pecho.
- Vete… vete de aquí…
- ¿Te sientes enfermo?- lo miré a los ojos.
- ¡VETE!
- Vaya que estás loco…- salió de la habitación. Corrí al baño y me eché agua en la cara. De pronto recobré la respiración. Me di cuenta que todo estaba pasando por querer aguantarme las lágrimas. Mi pecho subió y bajó mientras miraba mi reflejo y metía mis brazos al agua que se tornaba rojiza.
Me recosté en la cama de Tom. Después de unos minutos él estaba frente a mí.
- ¿Entonces vienes a lo de Emil?- me di cuenta de la hora. No habían pasado minutos, eran horas. –Bill.- me apresuró.
- No…
- Vamos, que llevan un par de días queriendo conocerte.- me lo pensé una vez más y después solo asentí.
- Bien…

martes, 28 de agosto de 2012

Capítulo 2


Pasaron dos semanas enteras, en las que por primera vez en mis diecinueve años de vida, pude ver a papá llorando. Lloraba por desesperación, porque él con sus propios ojos veía como nuestra vida se iba deteriorando. Él había querido hacerse el fuerte durante todos estos días, pero parecía ser que el peso que llevaba en la espalda, le había obligado a dejar de serlo. >>Vamos a terminar en la calle… no podremos ayudar a nuestros hijos en sus estudios<< le escuché decir un día, mientras mamá trataba de calmarle; Yo nunca me acerqué, de alguna forma sentía que parte de la culpa la tenía yo por mis revisiones de ansiedad y esas cosas.
. . .
Papá regresó de buscar trabajo. Lloraba como un crío; realmente nunca lo vi tan mal. Mamá se acercó a él y acarició sus hombros.
- Recibí una llamada…- levanté la mirada; papá cubría la suya, mientras mamá le ayudaba a sentarse en la sala.
- Vamos, Jörg, que pueden estarnos asustando.- dijo mamá. Papá negó.
- No era de ellos…- despidió un sollozo fuerte. Me acerqué a ellos.
- ¿Qué pasa, Jörg?
- Van a embargarnos la casa…- mamá cubrió sus labios.
- ¿No hay algo que podamos hacer?
- No lo sé…
- Todo va a arreglarse.- dije, atrayendo la atención de ambos. –Es decir, somos una familia, mientras estemos juntos nada podrá pasarnos.

Ring…Ring…Riinggg

Papá tomó su móvil y antes de atender limpió sus ojos y aclaró su garganta. Su cara se ponía pálida de pronto y su mano libre limpiaba las lágrimas que salían de sus ojos. Él me miraba con preocupación, hasta que cortó y aventó el móvil al suelo, estrellando un poco la pantalla. Se echó a llorar de nuevo, pero esta vez, en lugar de correr hacia mamá, lo hizo hacia mí, abrazándome con fuerza y llorando desesperadamente. Le rodeé con mis brazos, esperando una explicación.
- L-las amenazas… te tienen en la mira…
- Tranquilo, papá… nada va a pasarme.- y sabía que eso era completamente incierto. Esto de las amenazas se estaba poniendo serio, y lo único que podíamos hacer era estar juntos hasta que todo pasara y volviéramos a ser la misma familia despreocupada de antes.
. . .

Era la hora para ir a dormir, papá me pidió dormir conmigo, pues tenía miedo que mientras dormía pudieran entrar a casa y hacerme daño. Acepte. Mamá no quiso venir también, dijo que era necesario que ambos habláramos solos. Me metí en las cobijas al igual que papá, quien no puso su mirada sobre la mía  nunca. Apagué las luces y entonces, después de un pequeño silencio, papá habló con la voz ronca.
- Tenemos que ponerle un final a esto.- la luz de la luna alumbraba su cara; se notaba completamente mal. –Bill…tendrás que mudarte.- lo miré confuso, aunque sabía que él no podía mirarme.
- ¿Mudarme?- él asintió.
- Solo por un tiempo, ¿sí?...
- No, papá, ¡yo voy a quedarme aquí con ustedes, no me iré como un cobarde!
- No te irás como un cobarde, yo te lo estoy pidiendo. Al menos hasta que todo se arregle.
- Dijimos que estaríamos juntos como una familia… no me iré papá.- él me tomó las manos y las acercó a su pecho. Ahí pude sentir como su corazón latía con fuerza y rapidez.
- ¡No quiero perderte, Bill, no otra vez!, ¡Mucho menos pensar que te matarán!- su voz se entrecortó. Una vez más estaba llorando. -¡Por favor, hijo!
Mis lágrimas también salieron por mis ojos; le di un abrazo, sintiendo como él acariciaba mi cabello y se desahogaba en mis brazos, al igual que yo lo hacía en los suyos. Sentí la necesidad de tener esa navaja en mis manos, para calmar mi dolor; pero esta vez no lo hice.
- Está bien…- dije en un susurro.


3:23AM
Papá me ayuda a hacer mis maletas; no meto demasiadas cosas, de hecho solo llevo una maleta y un pequeño bolso. >>Regresarás<< afirmó papá antes de dormir. Mamá se acerca y acaricia mi húmedo cabello; pero ahora estoy algo inconsciente, muero de sueño. Cerré la maleta y me senté sobre ella, cuando papá me sonrió y bajó las escaleras.
- Tu desayuno está en la mesa, cariño.- dijo mamá. Yo asentí y bajé las escaleras con dificultad, hasta que papá se acercó a mí y me ayudo con la maleta.
Fui al comedor y desayuné sin mucho ánimo. Después cepillé mis dientes y me acerqué a mamá; ella me dio un fuerte abrazo y deslizó su palma por mi espalda. Recargué mi quijada en su hombro y cerré los ojos con fuerza. Ella se separó de mí y me miró a los ojos, con una pequeña sonrisita esbozada en sus labios.
- Voy a extrañarte mucho, mi amor.
- Y yo a ti.- Beso mi mejilla. –Adiós.- salimos papá y yo por la puerta.


Un viaje lo suficientemente largo y cansado. 293.784 km de camino sin parar para que papá descansara un poco. Nos detuvimos frente a una casa de tamaño mediano, era blanca [sin contar los dibujos y palabras garafateadas en la pared]; tenía un pequeño jardín y un Jeep negro y algo descuidado estacionado enfrente. Miré a papá confundido, pero él al parecer no lo estaba. Él sabía que aquí era el destino.
- Papá, ¿Qué es…?
- Bajemos.- interrumpió. Abrió la puerta y salió, picando el pequeño botón para que la cajuela se abriera y pudiera tomar mis maletas en sus manos.
Bajé del auto y me acerqué a él, mirando por las calles, intentando saber en dónde nos encontrábamos. Papá se paró frente a la puerta y la tocó un par de veces. Me escondí tras el robusto y fuerte cuerpo de papá y mientras esperábamos a que respondieran, pregunté.
- ¿En dónde estamos?- le susurré en el oído.
- Ya verás.- volvió a tocar la puerta con sus nudillos, pues la casa no tenía un timbre, o al menos, ninguno de los dos pudo encontrarlo.
La puerta se abrió y ahí apareció el boceto de un hombre; y solo hasta que la puerta se abrió de par en par, pude percatarme de quien era en realidad. Sin camisa; cuerpo algo descuidado pero bien formado, bronceado; pantalones holgados que cubrían sus pies descalzos; rastas hasta los codos algo deshechas agarradas en un paliacate rojo que usaba como goma y una expansión en casa una de sus orejas. No miento cuando digo que no lo reconocí a simple vista.
Me bajé las mangas de mi jersey negro, cubriendo mis muñecas y aferré mis uñas en los hombros de papá. Empecé a temblar. Sentí la mano de papá acariciar mis dedos, y después un pequeño suspiro salió de sus labios mientras sacaba sus lentes de sol y admiraba a mi hermano gemelo. Bajé la mirada a mis botas.
- Tom.- dijo papá, con una voz tan temblante, que pude creer que se echaría a llorar.
- ¿Qué hacen aquí, papá?- escuché su voz, pero no subí la mirada. Bajé mis manos de los hombros de papá, y miré como se abrazaban con fuerza.
- Tengo que pedirte un favor.
- Bueno… ¿quieres entrar?- papá asintió y me miró. Yo solo negué y me recargué en la pared, esperando.

Cuando salió papá, él limpiaba sus lágrimas de nuevo. Me acerqué a él y le di un fuerte abrazo, recargando mi quijada en su hombro; él me apretó en sus brazos y sacó un suspiro, después me miró a los ojos.
- No me gusta verte llorar…- confesé.
- Espero que todo se ponga mejor.- intentó sonreír.
- Descuida, lo hará.- puso su mano en mi mejilla y sonrió.
- Toma esto.- me pasó un celular. Su celular. Lo tomé con confusión y lo miré frunciendo el entrecejo.
- ¿Para qué?
- Yo me quedaré con el tuyo, así me molestarán a mí y no a ti.- sonreí.
- No es necesario.- el negó.
- Prometeme que me llamarás si algo va mal.- asentí.
- Lo prometo.
- Y si te sientes mal, o triste… díselo a tu hermano, o me llamas a mí o a tu madre… ¿me lo prometes?- asentí.
- Te lo prometo.- él sonrió.
- Te quiero, Bill…- suspiró y volvió a tenerme en sus brazos. –Tengo que regresar… pero les llamaré y te avisaré cuando todo se ponga mejor.- asentí, recargando mi cabeza en su pecho tan duro. –No te hagas más daño, ¿sí?- asentí. –Te quiero demasiado.
- Y yo también a ti.- dejó de abrazarme y besó mi frente.
- Nos vemos…- él se adentró al auto y acelerando rápidamente, meneando su mano en señal de un adiós. Me quedé ahí hasta que el auto desapareció, y entonces tomé las maletas y me senté junto al portal.
Sentí un pequeño empujoncito en mi costado que me hizo levantar la mirada de golpe. Era Tom. Nuestro primer tacto desde hace un año y medio. Me miraba serio, y de pronto me sentí nervioso y bajé la mirada. Él aclaró su voz, obligándome a mirarlo de nuevo, pero aun así, no hice ningún contacto verbal hacia él. Al igual que él tampoco lo hacía conmigo. Me indicó con la barbilla que podía pasar a su casa, y yo, al tiro me paré del suelo y tomé mi maleta.
Puse un solo pie dentro de su casa, y sentí un frío realmente insoportable. Me bajé aun más las mangas de mi jersey  y crucé mis brazos en mi pecho. Mis dientes comenzaron a castañear. Era de tamaño mediano, blanca y sucia, con vasos y platos usados sobre la mesa frente a la televisión; parecía que no había barrido la casa desde que llegó a vivir aquí. A mi izquierda había una puerta, seguramente de un baño, y a un lado estaban unas escaleras estrechas con un barandal de fierro en el cual la pintura blanca se despegaba. A mi derecha estaba un sofá negro, arriba del mismo una pequeña ventana con unas cortinas blancas que se habían hecho negras por la parte baja; frente al sofá estaba una televisión mediana sobre una mesita de madera con pequeñas puertas. Arriba de la televisión había un cuadro de una pintura abstracta con colores amarillos y naranjas.
- Sube, debo darte tu recamara.- me asombré, realmente lo hice. Hacía tanto que no escuchaba su voz, tan ronca y distinta. De un hombre, ya no del Tom viejo. 
Subimos juntos por las escaleras, pasando por un gran pasillo vacío, hasta una puerta de madera. La abrió con delicadeza y me la mostro, una recamara tan grande. Una cama matrimonial con una cobija azul marino con franjas azules más claro estaba en medio de la habitación, recargada en una cabecera de madera café oscuro.  Había dos mesitas de noche a ambos lados de la cama y frente a esta, había un armario precioso. Era la recamara de Tom; y lo sabía porque el olor que había desprendido al abrirnos la puerta, era el mismo que estaba aquí dentro.
- Me gustaría haberte prestado una recamara para ti solo, pero pasa que no tengo. Dormirás ahí.- apuntó el suelo, junto a la ventana. Lo miré con algo de indignación.
- Bien…- conseguí decir. Él caminó hacia el pequeño vestidor ahí dentro y salió con un pequeño colchón inflable de terciopelo negro y comenzó a inflarlo con despreocupación. Después lo colocó en el suelo y puso un par de sabanas y una cobija dobladas perfectamente a los pies del colchón.
Mordió sus labios y después chasqueó los dedos y caminó de nuevo ahí, regresando ahora con una almohada y la aventó ahí.
- Puedes usar los pequeños cajones de ahí.- apuntó la mesita de noche izquierda, la que estaba a pocos pasos del colchón.

Diing doong

Tom miró a la ventana y después lamió sus labios. Me miró a mí, como si quisiera ocultarme de sus visitas, y después se colocó una playera roja que le llegaba a los muslos.
- Entonces te dejo para que arregles tus cosas y… nada…
- Gracias…- musité. Él solo asintió y salió de la habitación, cerrándola con fuerza al escuchar más llamados al timbre.
Me puse a deshacer mi maleta, sacando la ropa con delicadeza y colocándola en el colchón. Después me acerqué a los cajones y abrí el primero.
- ¡Mierda!...- me susurré a mí mismo al ver una pobre polilla muerta ahí dentro, seca por completo. Tomé un papel y la subí en el con algo de nerviosismo y después la arrojé por la ventana.
Limpié el polvo con mis dedos y acomode mi ropa interior, calcetines y pijama; en el segundo, toda mi ropa para el día; y en el tercero, mis guantes, collares, maquillaje y cinturones. Mis zapatos los apilé frente a la mesita; y mis cosas para mi cabello y piel las dejé dentro de la maleta, entre la mesita y la pared.


10:32PM
Tom regresó a la habitación oliendo a tabaco y alcohol; muero de hambre, pero siento vergüenza de decírselo. Parece que me quedaré hambriento por la noche. Volvió a quitar su playera y se echó en la cama bocabajo, gimiendo roncamente. Se dio la vuelta, quedando bocarriba, y suspiró con delicadeza y con los labios entreabiertos. Espanté a un mosquito de mi vista, haciendo que las pulseras de plata en mis manos chocaran e hicieran un ruidito. Él me miró, frunciendo el entrecejo.
- ¿Bill?- murmuró. Se talló los ojos y se quedó mirándome perplejo. Había olvidado que estaba ahí… estaba algo borracho.
Hice la cama y algo exhausto me acosté en ella, sobre la almohada. De pronto me quedaba dormido, pero antes de hacerlo lo miré, que ya dormía con sus dos brazos bajo su nuca y sus labios entreabiertos. De repente dobló la rodilla y la dejó tiesa ahí. Creí que no dormía, pero pude asegurarme de que lo hacía porque sus suspiros se convertían en pequeños ronquidos.

Él salía de tomar una ducha, en ropa interior, adormilado. Me miró con seriedad y después apuntó al baño.
- Si quieres puedes tomar una…- y apartó la mirada de mí, entre buscando sus pantalones en ese armario.
Tomé mi ropa y me la llevé al baño. Me desnudé y antes de entrar al agua miré el baño. Era lindo, los muebles eran café oscuro, de mármol. Todas sus cosas estaban perfectamente ordenadas, tal y como lo habían estado en casa cuando aún vivía ahí.

Bajé las escaleras y me encontré con un algo agradable olor. Tom se asomó por el umbral de la puerta de la cocina y lamiendo su dedo me dejó entrar. Caminé con delicadeza. La cocina era algo muy pequeña, y había más adentro un desayunador, con una mesa de vidrió y unas sillas de madera forradas con cuero negro. Puso los platos sobre la mesa y se sentó frente a mí, sin mirarme.
- Gracias…- dije con nervio. Él asintió, sin dejar de comer.
- ¿Y cómo es eso de las amenazas?- me preguntó, mirándome a los ojos. Yo bajé la mirada de golpe.
- A papá lo han obligado a dejar su trabajo… no sé cómo supieron de mí…
- ¿Es una amenaza a muerte?
- N-no sé…
- Papá te trajo al lugar equivocado.- lo miré, apartando la tostada de mis labios, lamiendo una pequeña gotita de mermelada de mis labios.
- ¿Por qué?- se encogió de hombros.
- Frankfurt no es muy seguro. Mucho menos si vives bajo amenazas.
- Pero…- que va, ni siquiera sabía cómo escudarme.
- Papá es una persona importante en Hamburgo.- asentí. –Quizá lo siguieron cuando te trajo.- mi vista se fue a la nada. Mis cejas empezaron a bailar, y de pronto, el apetito se me esfumó. –Pero tal vez no.- lo miré. –No te preocupes mucho…

Me recargué en la silla, mirando a Tom comer. Papá me lo dijo, me dijo que estaría seguro aquí… nada podía pasarme. 


domingo, 26 de agosto de 2012

Capítulo 1


Son tres meses desde la llamada de mamá. No había recibido una nueva llamada, salvo la de Georg, quien me preguntaba por Bill >>No me contesta los llamados y no responde a la puerta<<, a lo que le contesté que quizá estaban de viaje, que mamá siempre estaba atenta a la puerta o al teléfono. Sin decirle la más posible opción en la cual mi hermano era sometido a un tratamiento masivo gracias a su autodestrucción, la cual aun, cuando pensaba en ello, no entendía la razón.
Después de aquello, un sábado por la mañana me puse a limpiar esta casucha, y mientras lo hacía, encendí la televisión. El programa se interrumpió por la noticia de que en Hamburgo hubo tres secuestros y dos asesinatos; me senté en el pequeño sofá de tela negro y subí un poco el volumen. Dieron un poco de detalles acerca de lo pasado y después, la interrupción pasó y el programa siguió. No pude evitar tomar mi móvil y llamar a mamá.
- ¿H-hola?- Era una voz tan insegura y baja. Una voz que no pude reconocer ni siquiera concentrándome.
- ¿Se encuentra Simone Trümper?
- Sí… ¿de parte de quién?...
- Tom Kaulitz, su hijo.
- T…T-Tom…
- Sí, eh… ¿pasa algo?- >> ¿Quién es, cariño?, ¿es para mí?<<, se escuchó la voz de mamá a lo lejos. Con el >>Cariño<< supe al tiro que se trataba de Bill.
- M-mamá, es… - >>¿Te pasa algo, Bill?<< se escucharon fuertes movimientos después de eso, pareció ser que el teléfono caía al suelo y rebotaba. Se escuchó después que mamá gritaba y volvía a recogerlo.
- ¿Hola?
- Mamá, soy Tom.
- Ahh…- se escuchó un suspiro. -¿Cómo estas, mi amor?
- Yo estoy bien, pero llamaba para preguntar si ustedes están bien.
- Estamos bien mientras no salimos de casa. La empresa donde trabaja tu padre cerrará hasta que todo se arregle.- bufé.
- Al menos nada malo les está pasando.- sonreí para mí mismo.
- Me alegra que llamaras por eso, Tom.
- Acabo de ver la noticia por televisión.
- Hamburgo terminará muy mal si esto no se arregla pronto.
- Espero que todo vaya bien allá. En especial con ustedes.
- Gracias, Tom…- >>¡SIMONE, POR FAVOR VEN, AYÚDAME!<< -Bill…- dijo en un susurro.
- ¿Mamá?
- Tom, te llamo después ¿sí?- >>¡BILL, POR FAVOR!... ¡Simone!<< -Adiós, mi amor.
- Adi…- cortó.
Me mordí los labios con nervio. El timbre sonó después de unos segundos; dejé la escoba recargada en el sofá y me levanté para abrir la puerta. Era Roxann, o como todos aquí la conocían >>Bonny<<, y realmente no sabía la razón de ello, pero en fin, así también la llamaba yo. Tés blanca, cabello castaño teñido de rojo vino; la mayoría de su ropa era ajustada a su delgado cuerpo, pero era lo contrario a “feminismo”, aunque usaba bastante maquillaje. Mucho más que Bill.
- ¿Cómo estás, Trümper?- dijo levantando sus manos.
- Eh…- me encogí de hombros.
- Oh, tu siempre de pesimista.- se carcajeó. -¿Qué haces?- entró a casa sin mi permiso, pero yo cerré la puerta y caminé tras ella. -¡Qué sucio tienes este lugar!
- Eso, exactamente era lo que hacía, ¡recoger!
- ¡¿En serio?!- asentí. Ella se acercó a mí y tomó mis mejillas y mi frente. -¿Te sientes enfermo?- yo la miré incrédulo y aparté sus manos de mi cara, caminando a la cocina. Tomé un par de cervezas frías y me recargué en el umbral de la puerta.
- ¿Quieres?- asintió. Entonces yo se la lancé y ella la tomó con una sola mano, abriéndola con los dientes. Me quedé algo perplejo ante eso, pero sin más, tomé un gran trago de la mía.
- Eh, que tienes guapo.- dijo sentándose en el sofá.
- Todo está mal en Hamburgo.
- ¿Qué hay de malo?, tú vives aquí.
- Mi familia vive allá.- tragué la cerveza. –Les llamé hace un momento, y escuché a mi padre gritándole a Bill.
- ¿Bill?, el gemelo antisocial, ¿no?
- El mismo.- reí.
- Entonces estás preocupado por él.- me escudé con la cerveza. -¡Guapo!- dijo chasqueando los dedos, llamando mi atención.
- No, no estoy preocupado, de hecho, quien me preocupa es mi padre; mi hermano podría estarlo amenazando con un cuchillo o qué se yo.- Ella se carcajeó.
- Ya, enserio, Tom.- dijo después de beber.
- De verdad, Bill no me pone ni me quita nada mientras estemos separados.
- ¿Y si lo tienes cerca?
- Oh, no me querrías conocer con él.
- ¿Por qué no?, no es nada del otro mundo, también tengo hermanos, y son las peleas estúpidas de todos los hermanos.
- Es que odio a mi hermano, cuando lo veo no puedo evitar tener arcadas; lo único que quiero es verle desaparecer, y cuando no lo hace, tengo que encargarme yo de él.
- ¿Cómo lo haces?, no es como que tengas poderes.- tomé un grande trago y después limpié mis labios.
- Como sea, le golpeo, le maldigo y hago de todo hasta que se echa a llorar y desaparece de mi vista.
- Vaya, que malo eres con él.- dijo mirándome seria.
- Lo sé…- mordí mis labios. –Y no es algo que me guste hacer, ¡de verdad!, pero… no sé, me pone loco hasta pensar en él.
- Pero lo quieres, ¿no?, no puedes odiarlo, es decir, es tu familia.
- No lo sé…-me senté a su lado.
- No serías capaz de hacerle sufrir tanto que él quiera terminar con su vida, o por el otro lado, matarlo con tus propias manos, ¿no?- ladee la cabeza.
- Claro que no…

By Bill

Con cada lágrima me arrepentía más de mi pasado. Me estaba deteriorando de pronto; ya no me sentía como una persona. Era como una persona con una enfermedad terminal: solo esperaba mi muerte. Apagué mi móvil después de diez llamadas de mamá y me lo guardé en el bolsillo de mi pantalón. Sorbí mi nariz y vi como mis brazos sangraban con cada corte.
Eran las once en punto por la noche. El último rayo de sol había cesado hace ya unas horas, y ahora, la única luz que me guiaba, era la de las farolas que parpadeaban en la calle. Me colgué el suéter en el hombro y seguí el camino a casa; cuando escuché el claxon de un auto tocar fuertes y repetidas veces. El auto se paró frente a mí, haciendo que mi corazón temblara.

Hasta que lo reconocí. El auto de papá.

- ¡Bill!- Saqué mis lágrimas con rapidez, deseando que no me hubiera visto. -¡Entra al auto de una vez!- sorbí mi nariz y me puse el suéter para cubrir mis manos. Me subí en el asiento copiloto y después él me miró con enojo. Agradecí que la luna no alumbrara mi cara, sino la de papá. -¡Te hemos estado buscando todo el día!
- Lo siento.- hice todo lo posible porque mi voz no sonara de la forma en que lo había hecho.
- ¿Por qué te has ido, Bill?, No debes ponerte así siempre que tu hermano llama.
- Me fui porque tú te avergüenzas de mí… y lo de Tom…no lo hago porque quiera.
- ¿Que me avergüenzo de ti?- me miró confundido,  y yo, bajé la mirada. –¿Por qué piensas eso?
- En esa comida que tuviste con la empresa hace unos meses…me dijiste que me cubriera los brazos, no querías que me miraran así, porque las críticas sobre mí no me las dirían en la cara, ¡Te las dirían a ti!- él prendió la luz dentro del auto y me miró a los ojos, tomando mis manos.
- Bill, pasa que tú no conoces a esas personas.- me dijo serio. –Ellos te harían sentir peor a como lo hacen tus  compañeros en la universidad. Ellos serían capaces hasta de burlarse de ti en tus narices. Te estaba protegiendo, Bill, no quería que los otros te hicieran menos por un problema que a ellos nos les importa.- bajé la cabeza, avergonzado.
Nos quedamos en un silencio profundo pero no incomodo; él seguía tomando mis manos, pero mí mirada solo estaba en mis muslos, los cuales temblaban fuertemente gracias a todos los sentimientos mezclados en mi interior. Sentí las yemas de los dedos de papá acariciar mis nudillos, haciéndome levantar la vista a la suya. Se esbozaba una pequeña sonrisa en sus labios, pero sabía que en sus ojos había preguntas; preguntas que era claro que formularía aquí. Ahora. Dentro del auto.
- ¿Te has cortado, Bill?- vaya, sabía que eran preguntas, pero no como esta. Estaban acabadas de hacer todas las cortadas, no sería sorprendente encontrar una que aun siguiera sangrando… no quería mostrarle. Baje la mirada de nuevo.
- N-no…
- Por favor, hijo, tienes que decirme.
- ¡No le digas a mamá… odio las inyecciones!
- Te las pone para bajar tu ansiedad.- me miró serio. -¿Quieres mostrarme eso?- apuntó mis brazos con su barbilla, sin apartar sus ojos de los míos.
Él soltó mis manos, dejándome a mí hacer lo que tenía que hacer. Desabroché mi suéter y lo quité con delicadeza extrema al llegar a mis brazos. Me quejé un poco, y al mirármelos, mi cara palideció. Yo mismo me había hecho un drama; toda la sangre estaba esparcida por mis brazos, alguna ya estaba secando, pero en las heridas podía ver que aun brillaba un poco. Lo primero que hice fue mirar mi suéter por dentro de las mangas, para mirar si se había manchado demasiado, pero papá me detuvo y su cabeza se movía de un lado a otro, negando, cubriendo sus labios. Palideció.
- Bill… no puede ser…
- No es tan malo, papá…- dije nervioso. –Solo se ha esparcido un poco.- con mi índice intenté limpiar mis brazos para que pudiera notar que era verdad, pero me detuvo, tomando mi mano con delicadeza.
- Al menos podrías hacerte daño en uno solo de tus brazos.- Dijo negando. –No puedo creerlo…- me quedé sin habla, avergonzado.


Al llegar a casa, papá aparcó el auto, sacó las llaves y quitó su cinturón de seguridad, para después dejar caer todo su peso en el respaldo del asiento. Se pasó las manos por la cara en un suspiro cansado y después me miró, mojando sus labios.
- Ponte tu suéter, no le diré nada a tu madre.- No dije una sola palabra, solo lo miré. –Después subirás a tu habitación y te darás un baño, ¿bien?- abrió los seguros del auto. Me quité el cinturón de seguridad y ambos salimos de ahí. Me coloqué el suéter y después papá llamó al timbre. Mientras esperábamos, él no me miró.
- G-gracias…- dije con la mirada gacha. Él no contestó, y después, la voz de mamá taladró mis oídos.
- ¡Dios mío, Bill, te buscamos toda la tarde!- me tomó las mejillas y beso mi frente. –Estaba tan preocupada por ti. No vuelvas a escaparte, sabes que aquí no es seguro.
- Está bien…- vociferé.
Me subí a mi habitación y, siguiendo las órdenes de papá, me quite toda mi ropa y caminé al baño, abriendo la llave que dejaba salir el agua caliente. Entre a la regadera y en poco tiempo mi cabello tocó mi pecho. Tallé mis brazos con la esponja y después me lavé el cuerpo entero. Puse jabón para mi cabello y lo tallé con delicadeza, hasta hacerse espuma. Al salir, tomé una toalla y me la amarré en la cintura y después tomé otra para mi cabello.
Salí del baño, dejando que el vapor saliera por la puerta a mi habitación. Me senté en la cama antes de ir a buscar mi ropa y suspiré, tratando de hacer que el nudo en mi garganta se fuera. Me puse mis bóxers negros y una camiseta del mismo color, después una playera de mangas largas y un pantalón negro aterciopelado. Me fui a cepillar mi cabello y lo amarré en una coleta pequeña, después me fui a la recamara que solía ser de mi hermano, la recamara que >>Siempre será de Tom y para Tom si algún día decide venir a visitarnos<<. Deshice la cama y me metí en ella. Hacía demasiado desde que Tom se fue, pero aun podía oler su presencia en su habitación.

                                                          . . .

En el verano de ese mismo año, las cosas no mejoraron en nada. Papá recibía demasiadas llamadas a su móvil y encima perdió su trabajo. Y no sabía realmente la razón. Porque últimamente él se había alejado de mamá y de mí; se había hecho más inseguro y le daba joda hablar con nosotros. Mamá estaba preocupada, porque comportamientos como esos eran muy lejanos a papá; quien siempre había sido un hombre de bien, un hombre honesto y fuerte, siempre con la frente en alto. Se escudaba con >>Estoy cansado, hablamos de esto después<< y el tema nunca volvía a salir por al menos una semana.
Papá me prohibió salir hasta al jardín, por lo que Bruno ahora dormía dentro. Me prohibió salir  a recoger el correo, ahora lo hacía él. Me prohibió salir con (tu nombre), con Gustav, Georg y Andy. Me prohibió ir a la universidad; y hasta me prohibió tener las luces prendidas por la noche si la ventana estaba abierta, por lo que nunca volví a abrirla. A mamá le prohibió lo mismo, y las citas con los psicólogos se hicieron a domicilio, las revisiones de ansiedad y mentales también. Vivíamos solos en la casa, apartados de los demás. Y solo papá conocía la razón.


Ahora estábamos los tres en la hora de la comida, cuando papá se dignó a acabar con lo que estaba pasando y se decidió a hablarnos de lo mismo. Parecía nervioso, pero cuando papá empezaba por un >>Tenemos que hablar<< terminaba con todo lo que tenía que decir.
-Bill, Simone, ¿han recibido llamadas últimamente?- mordí mis labios y miré a mamá.
- No.- dijo seria, mirando a papá.
- ¿Bill?
- Bueno, sí… de mis amigos y…
- De desconocidos.- me interrumpió.
- Sí…- dije a lo bajo. Sabiendo por obviedad que era malo haberlas recibido. La cara de papá palideció un poco. –Pero no las contesté, las ignoré todas…-Me excusé.
- ¿Cuántas has recibido?
- Hoy he recibido dos… pero creo que contando todas son dieciocho…
- Tendrás que darme tu móvil.
- Pero (tu nombre) y yo…
- Bill- interrumpió. –Por favor, dámelo.- me tendió la mano, y yo, a regañadientes, lo puse sobre su palma.
- Jörg, ¿qué está pasando?, ¿qué hay de malo con las llamadas?- dijo mamá.
- Tiene todo que ver, Simone. Todo lo que está pasando es por culpa de esas llamadas.- mamá lo miró confundida, con algo de miedo en sus ojos.
- ¿A qué te refieres?
- Vamos Simone, que son amenazas.- abrí mis ojos con sorpresa. –No me corrieron del trabajo; amenazaron de muerte a la familia si no lo dejaba.- mi pecho subía y baja con algo de miedo. Los ojos de papá se veían tan apagados, si no lo conociera sabría que estaba a punto de llorar, pero quería ser fuerte. –Esos llamados son para asustar a Bill…Nuestro hijo está bajo una amenaza.
Mamá me miró, y como si fuera ironía, el móvil comenzó a sonar, alcancé a mirar en la pantalla un “Número desconocido” antes de que papá lo apagara y lo estrellara con fuerza sobre la mesa, sin hacerle mucho daño.
- Estoy cansado de esto… Bill, por favor, sube a tu recámara, tengo que hablar de algo con tu madre.- asentí y caminé por las escaleras, lentamente.
Papá nunca había estado tan desesperado con algo, pero era de esperarse. Todo lo que teníamos nos lo habían quitado, estábamos quedándonos sin economía en un lugar donde eso era lo que necesitábamos.

Tenía miedo de que algo nos pasara.