viernes, 24 de agosto de 2012

Un corazón desilusionado [parte 2]


El invierno de ese año había pasado lenta y dolorosamente. Éramos mi navaja y yo, solos, intentando sobrevivir en un mundo donde eso, exactamente, era lo más importante. Últimamente ya nadie tenía empatía con los demás, después de que se desató una crisis económica en Liepzig tres meses atrás. Todos debíamos ver primero por nosotros mismos, por los estudios, después por la familia y amigos, y sí las personas tenían racionalidad o como dije antes, empatía, bueno, a los desamparados o conocidos también.
Pero mamá veía antes por su familia que por ella misma, y es que de eso se trataba. Éramos una familia, en la cual su hijo, llamado interminables veces como >>cobarde y masoquista<<, Era de las primeras personas por las que mamá usaría su dinero en lugar de usarlo para ella misma. Me había llevado a citas con psicólogos, en donde dos de ellos me diagnosticaron “Trastorno de la personalidad limítrofe”. Ahora mismo estoy en tratamientos; mamá esta tan preocupada por lo que sucede en la universidad, que me abstuvo de ella por unos meses. Es decir, que ahora estoy en puros tratamientos, que para mi perspectiva, no me han ayudado en nada.
A pesar de que tengo diecinueve años cumplidos hace solo tres semanas, mamá me ha prohibido de todo contacto con Tom desde los dieciocho y medio; pues según psicólogos y amigas de mi madre, me hace mal pensar en él, me hace >>volver a los comienzos de automutilación<<. Hace solo unos días el teléfono de casa sonó, y yo lo contesté. Era Tom. Y mamá me sacó el teléfono a la fuerza. Y entonces me di cuenta de que ella tenía razón, pues me corté los brazos pensando en él otra vez.


Acabo de despertar de la siesta más relajante de hacía mucho tiempo gracias a mamá, quien tocaba a mi puerta con fuerza mientras gritaba mi nombre algo desesperada. Me levanté de mala hostia y caminé hacia la puerta mientras tallaba mis ojos y acomodaba mi playera.

Ella dejó salir el aire, aliviada.

- Te he estado tocando por minutos enteros, Bill.- se tomó la frente, algo desesperada. –Creí que te había pasado algo ahí dentro, ¡no vuelvas a cerrar la puerta con el pestillo!- entreabrí los labios, indignado.
- ¡Que tengo que tener privacidad, mamá!- encorvé mis cejas. –Solo estaba durmiendo…
-Bueno, eso ya no importa, cariño, ahora solo ponte ropa nueva y arréglate.
- ¿Arreglarme?, ¿para qué?
- Iremos a acompañar a tu padre a una junta de su trabajo.- tomé mi frente y negué.
- Prefiero quedarme en casa, mamá… me siento enfermo.- su cara se deformó con pánico.
- ¿Te sientes muy enfermo?- me tomó la frente.
- No, mamá, no me siento tan mal.- ella suspiró.
- Entonces podrás tomar unas pastillas antes de irnos. Vamos, vístete que se le hace tarde a tu padre.- asentí.
- Bien.
Al salir de darme una ducha, me coloqué mi ropa interior y conecté la secadora para el cabello. Después me lo alisé y me maquillé rápidamente –últimamente solía maquillarme más que antes-. Me coloqué un pantalón de mezclilla negro; una camisa de mangas ¾ blanca con pequeños holancitos en el pecho; unas botas con algo de plataforma; La monedita que (tu nombre) me había dado hace unos años; la misma monedita que había convertido en un dije para un collar. Me coloqué colonia y me metí el móvil y mi brillo labial en el bolsillo trasero de mi pantalón; y después salí de mi habitación y bajé las escaleras.
- Bill, cariño, ¡ven aquí!- caminé lentamente a la cocina, produciendo un ruido algo desagradable con mis botas. –tomate esto. Me las llevaré en el bolso por si te sientes mal de nuevo, ¿sí?- me pasó un vaso con agua fría junto a una pequeña pastilla redonda y roja.
- Gracias.- sonreí.


Me quedé empalmado en mi móvil, mensajeando con Gustav y mirando fotografías. No era muy divertido estar aquí, escuchando a papá hablando, siendo apoyado y contraatacado por más personal. Me guardé el móvil y dejé que mi espalda se resbalara por el respaldo de la silla y me dejé que un suspiro de pereza me saliera por los labios, moviendo mi flequillo.
- Bill- dijo mamá, dándome pequeños golpecitos en la pierna. –Siéntate correctamente, no estás en tu hogar.- entorné los ojos y me reacomodé sobre la silla.
- ¿Mamá?
- Mande.
- Me gustaría salir a tomar aire.- ella negó.
- Casi termina.- dijo sin mirarme. Yo también negué, pero enfadado.
- ¿Mamá?- volví a susurrarle.
- Mande.
- Tengo claustrofobia, vomitaré.- ella me miró enfadada.
- Deja de jugar, Bill. Te dije que está a punto de terminarse.- Me crucé de brazos y miré a papá, quien me echaba una mirada molesta y negaba levemente, Bajé la mirada y coloqué algo de brillo en mis labios, cerrándolos para que se esparciera por toda la longitud de los mismos.
- ¿Mamá?- ella me miró completamente harta.
- Mande, Bill, mande.
- Me siento mal…- y no, no mentía del todo, la cabeza estaba a punto de explotarme. Ella me miró con pánico y me tocó la frente, deformando los labios.
- Tienes fiebre, mi amor.- no dejé de mirarla. Ella se levantó de la silla, tomándome de la mano. –Salgamos de aquí unos minutos, ¿sí?- yo asentí. Mamá hizo señas a papá, avisándole que saldríamos, y sin más, papá solo asintió, apartando la mirada de la de mamá de golpe.


Unos minutos después de que acabó la junta, papá se acercó a nosotros, abrazando a mamá por la espalda. Después mamá sonrió y lo miró a los ojos.
- ¿Les gustaría acompañarme a una comida con algunos compañeros?
- Claro que sí.- Dijo mamá sonriendo.
- No.- dije yo. Ellos me miraron serios.
- Oh, Bill, por favor, mis compañeros quieren conocerte.
- Nadie quiere conocerme, papá…- me abracé de mi brazo con mi mano contraria.
- No seas tan pesimista; ellos tienen hijos de tu edad.
- Oh, pues entonces ahora menos quiero ir…
- Vamos a ir, Bill, ¿entonces para que te arreglabas tanto?- bufé, algo enojado y camine detrás de ellos hasta llegar al estacionamiento y entrar en la parte trasera del auto.
El lugar no estaba muy lejos de la empresa en donde papá trabajaba, entonces llegamos pronto. Al entrar al restaurante –el cual los compañeros de papá y papá habían rentado solo para ellos- El lugar apestaba a pura loción y perfume combinado: no me cubrí la nariz por respeto. Papá caminó rápidamente para saludar a uno de los muchos hombres trajeados en ese lugar, y después de unos pocos segundos, nos llamó con señas moviendo sus manos.
- ¡Simone, Bill, ¿quieren venir aquí?!- mamá caminó al tiro, y yo, con algo de indiferencia, caminé hasta ahí. El hombre se veía joven, quizá de la misma edad que papá. Usaba un traje negro y una camisa blanca con mancuernillas de plata; su tés era morena y sus ojos cafés. Tenía una enorme sonrisa en sus labios.-Bueno, ella es mi esposa, Simone.- él hombre le estrechó la mano y besó su mejilla. –Él es Spencer.
- Mucho gusto, Simone.
- El gusto es mío.- dijo ella sonriendo.
- Y él es uno de mis gemelos, su nombre es Bill.- él sonrió y me tomó de la mano.
- Mucho gusto, Bill.
- Igualmente.- fingí una sonrisa.
Nos sentamos en la mesa para comer. La verdad era que no tenía mucho apetito, encima de que todos hablaban de negocios y mamá se había sentado lejos para hablar con la esposa de uno de los compañeros de papá. Coloqué los codos en la mesa y me puse a mirar mi móvil, cubriendo mi cara con mi cabello alisado.
- ¿No puedes dejar el móvil por unos minutos, Bill?- escuché la voz de papá, que estaba sentado frente a mí. Me sacó el móvil de las manos, negando. –Esto es importante para mí, ¿podrías ayudarme? Dijo susurrando, acercándose a mí.
- Te dije que no quería venir, papá.- le su susurré también, quitándome mi chamarra. Él miró mis brazos y palideció un poco, me tomó de la pierna, haciendo que me detuviera.
- ¿No trajiste de esas muñequeras tuyas?- le miré serio, y negué.
- No, mamá me dijo que esto era formal, a ninguno de los dos les gustan esas cosas.
- ¿Quieres hacer algo por mí?- asentí. –No te quites la chamarra ahora, ¿sí?, solo mira esos brazos… se ven tan recientes.- Me quedé en silencio, sintiendo como mi corazón se aceleraba de pronto. Me coloqué la chamarra de nuevo, sin mucha consciencia. –Gracias…- me acarició el cabello y después siguió hablando con sus compañeros.
- ¿Puedo ir a sentarme en el jardín, papá?- le pregunté, y él, después de unos minutos, puso la mirada sobre la mía.
- Hazlo.- sonrió. Yo no lo hice, solo asentí.
Me levanté, y cruzando por todas las mesas, salí al jardín del restaurante, en donde al parecer todos los hijos de los empresarios estaban aburridos ahí fuera. Me senté en un rincón, junto a un roble seco que estaba arrinconado en una pequeñísima jardinera sin pasto. Crucé los pies recargado en la pared y me puse a jugar con una roca.
- ¿Eres Bill Kaulitz?- levanté la mirada. Era tan distinta. Sus cabellos estaban algo más despeinados que antes y un par de perforaciones cubrían las comisuras de su labio inferior, justo como yo; su pantalón era ajustado, pero su blusa estaba holgada.
- Soy yo…- y como instinto, guardé el collar con la monedita que ella me había regalado dentro de mi camisa, avergonzado.
- Soy (tu nombre), ¿me recuerdas?- dijo sonriendo.
- Claro que sí.- sonreí también.
- Quien diría que nos reencontraríamos en un lugar tan aburrido como este.
- Lo sé…
- O que nuestros padres trabajaran en la misma empresa.
Un momento de silencio, en el que ninguno de los dos sabía que decir. Y estaba claro que yo no quería ser el primero en decir una palabra.
- Y… ¿cómo sigues con… eso?- me miró, seria.
- Eh… bien supongo… ¿y tú?- pregunté. Ella bajó la mirada y mordió sus labios.
- Mal…
- Me dijiste que tenías pareja, ¿no hizo nada?- negó.
- Me dejó en cuanto miró a mi primo… ya sabes…
- Lo siento.- ella negó otra vez.
- No te preocupes.
- ¿Sabes?, si te soy sincero, yo…- quité mi chamarra. –Aun sigo con lo mismo.- le mostré mis brazos. –Me diagnosticaron Trastorno de la personalidad limítrofe. Y mi hermano se fue… me prohibieron la comunicación con él…dicen que todo lo hago por él.
- ¿Y es verdad?- me encogí de hombros.
- Ya no lo sé… me empieza a gustar sentir esa navaja dentro de mi piel…
- Yo no te puedo decir que a mí me gusta lo que me está pasando…- rió. –Pero, aun así espero que te recuperes…- sonreí.

Después de ese día, seguimos hablando y planeamos una salida para la próxima semana. Papá me regaño por hacerme daño de nuevo… por culpa de Tom, pero, creo que esto se está haciendo una muy sangrienta costumbre.

By Tom

- Sí, mamá, estoy bien.- tragué un poco de cerveza. -¿Y ustedes como están?
- A tu padre lo han subido de puesto.- sonreí. –Pero tu hermano sigue estando muy mal.
- ¿Por qué?- pregunté con algo de desinterés.
- Sigue con esas tonterías de hacerse daño…- me cambié el teléfono al otro oído.
- Para cuando cumpla los veinte estará encerrado en un manicomio.- reí.
- Basta, Tom, no es gracioso. Me gustaría llevarle a que platicara contigo, encima podríamos conocer tu morada.- la cerveza se me fue por otro camino en mi garganta, atragantándome y tosiendo con fuerza.
- No, mamá… quizá mejor voy yo…
- Claro que no, Tom, aquí es peligroso, ¿nunca miras las noticias?
- No, nunca.
- Estamos pasando por una fuerte crisis, todo es inseguro ahora, podrían hacerte daño de camino.
- Mi casa no es muy… tu sabes… amplia…- dije dudoso.
- Pero es cómoda para ti, ¿no, Tom?- preguntó preocupada.
- Eh, sí, ya me acostumbré.
- Bueno, si necesitas algo no dudes en llamarnos.
- Gracias. Entonces nos vemos luego.
- Está bien. Cuídate mucho, Tom, te quiero.
- Y yo. Adiós.- corté. –Mierda.- dejé el móvil y el frasco con cerveza en la mesita de la sala.

Mamá seguro no sabía el significado de inseguridad sin haber vivido en este lugar por al menos una semana. Todo aquí era un robo. No era muy feo el lugar, incluso las calles estaban limpias, pero al cruzar una esquina, podría pasarte desde un asalto hasta un secuestro. Al menos tenía la seguridad que en el pequeño barrio donde vivía, no era ni de los bajos, ni de los altos, era medio, entonces todo era algo así como un equilibrio.

- ¿Quién era?- dijo Dennis. Cabello ondulado y pelirrojo que cubría su frente y una pequeña parte de su mejilla izquierda; ojos verdes y un sin par de pecas en la su nariz fina y sus mejillas hundidas; con labios delgados y rozados y dientes perfectamente derechos.  Uno de los pocos amigos que había hecho aquí, y que a mi parecer, era de fiar.
- Mi madre.- él se echó a reír.
- ¿Algo pasó con ese hermano tuyo?- ladee la cabeza.
- Algo así, pero la verdad es que no me jode mucho. Lo que pasa es que mamá quería hacer un viaje acá.
- ¿Y quedarse aquí, en tu casa?- Asentí. Él volvió a reír. –Si al final logran hacer el viaje, te recomiendo que limpies este lugar. Vives como un roedor en la basura.- lo miré con indiferencia.
- No solía ser así antes…- dije, preocupado por mí. –Incluso mi habitación brillaba de lo lindo.
- Pues algo te pasó, amigo.- decía sin dejar de reír.
- No me gustaría que miraran este lugar así.- reí yo también.
- ¿Qué esperas entonces?
- A que llamen para confirmar si vienen o no.

Y la verdad era que deseaba que no llegara esa llamada en al menos un mes entero. No quería ver a mi hermano de nuevo.


3 comentarios:

  1. Awwnnn! Me encantoo y que lindo que Bill y (Tu nombre) otra vez se comunican... pero pobrecito Bill se sigue cortando... umm... Espero el próximo muy ansiosa cuídate mucho...!

    Estuvo genial... ;-)
    PD. Te admiroo! :D

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  2. aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah nnno ya Bill por favor que ya no se haga daño!
    Y Bill sufriendo por tn y aquella la dejaron buuuu!
    Aaaaaaaaaaaaaaah Tom, Tom, Tom que haremos contigo?
    Quieroo más. . . .
    Esta historia me causa tantas cosas :')
    me encanta como escribes! :D
    cuidatte y un abrazote de oso :3q

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  3. noooooooooooo ya no quiero que Bill siga sufriendo ya nooo xfaaa
    no puedo creer que Bill y (TN) se volvieron a encontrar..pobre Bill sufrio cuando ella le dijo que tenia pareja y resualta que la dejaron que ironia
    sube otro xfa amo la fic es tan no se como describirla son muchas cosas las que provoca en mi :´)
    sube otro plisss..cuidate mucho eres genial escribiendo cuidate C:

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