- ¡No, Tom!- puso sus dos manos como un
escudo, haciendo que mi puño cayera sobre ellas, y con el impacto, sus nudillos
golpearan su cara. –D-eja de pegarme, Tom…- lloriqueo. Bruno comenzó a gruñir,
olfateando mis zapatos.
- ¡¿Por qué le has dicho a papá que te
golpee?!- levantó a Bruno en sus brazos y me miró a los ojos.
- ¡Me lastimas, Tom!
- ¿Y creíste que diciéndole a papá
lograrías que pare?
- Te dijo que no lo hicieras o él te
pegaría a ti…
- Pero tú no le vas a decir, ¿verdad,
Bill?- me acerqué a él, pero retrocedió con miedo, apretando más al perro en
sus brazos. -¿¡Verdad?!
- ¡No me hagas nada, Tom!- dijo con la
voz temblante.
- Te hice una pregunta.- sus lágrimas
comenzaron a caer, acarició la cabeza de Bruno con sus manos que eran cubiertas
por la playera de su pijama. -¡¿No vas a contestarme?!- y retrocedió un poco
más. Le di una patada en el estómago que le hizo tambalearse con fuerza y tirar
a Bruno de sus brazos, quien chilló con agudeza.
- ¡Mi perrito!- y se inclinó para
tomarlo en sus manos, pero yo lo levanté antes que él y lo puse frente a sus ojos. –Dámelo, Tom…
por favor, no le hagas nada…- le jalé la piel de su pequeño lomo negro y el
chucho comenzó a chillar fuertemente. -¡TOM!- se lo tendí mientras él aun
chillaba y se revolvía en mi mano. Bill lo agarró rápidamente y le acaricio el
lomo. –Tranquilo, bebé…- le dio un par de besos en la cabecita. -¡Eres un idiota, Tom!, ¡el perro no te ha
hecho nada!- lo dejó en el pasto.
- ¡NO ME IMPORTA!
- ahh…- gimió de dolor cuando le aprese
los brazos con mis manos. Y lo tiré al suelo, para ahí, darle un par de patadas
en la cara y otro más en el estómago.
Sus sollozos se hicieron fuertes y algo
graves; respiraba entrecortado y tomaba su estómago con sus manos. Bruno se
acercó a él, moviendo el rabito y jadeando. Bill se sentó en el pasto y lo
levantó en sus manos, levantándose también del pasto y cojeando un poco hasta
entrar a la casa con el perro en sus manos.
Lo seguí con sigilo hasta su habitación, la cual él cerró con delicadeza
y ahí dentro, se echó a llorar como un crío.
- Humm… ¡mhh!...- gemía. Se estaba
cortando.
De pronto… me arrepentí.
Corrí a la habitación de papá y mamá y entre busqué en los cajones de la mesa de noche de mamá, la llave de la recámara de Bill. Cuando la encontré regrese a paso largo y rápido hasta su recamara y abrí la puerta con algo de temblequeo. Él seguía gimiendo y sollozando. Mierda. Abrí la puerta y ambos, al unísono, emitimos un grito ahogado. Él por mirarme entrar, y yo, por ver esa escena.
- Bill…- caminé hacia él, pero me apuntó
con esa navaja. La navaja de papá. Sus manos temblaban y escurrían de sangre;
parecía estar en una película de asesinatos. Y lo peor era que todo esto estaba
pasando por mi culpa.
- V-vete, ¡déjame!
- Por favor, Bill, baja eso…
- ¡No, vete!- en un acto rápido, le
quité la navaja de sus manos con la mía, haciéndome algo de daño en ella. Me guardé la
navaja en los bolsillos de mi pantalón y me acerqué a él, con lentitud. -
¡Vete… vete!
- Cálmate, Bill, por favor.- le tomé de
la mano, haciendo que se levantara y de pronto, sus piernas comenzaran a
temblar con fuerza. Me levanté al baño y tomé de su pequeño botiquín de metal,
algodón, alcohol y una venda blanca. Seguro no lo alcanzaría para cubrirle los
dos brazos, pero lo intentaría.
Eché con algo de desesperación el
alcohol en un trocito de algodón y lo usé para limpiar sus cortadas. Él se
quejaba mientras lloraba e intentaba zafarse de mis manos.
- ¡Déjame solo!
- ¡Guarda silencio!- le grité con
desesperación.
- Ahh… ¡me estás lastimando, Tom!, ¡me
duele!
- ¿Quieres calmarte?, ¡no te muevas,
Bill!- Mientras él sollozaba y forcejeaba, yo intentaba limpiarle las heridas.
- ¡No me toques, déjame!- Su cuerpo
temblaba demasiado. Era como si estuviera preparándolo para una muerte dolorosa
y lenta. Con delicadeza le amarré las vendas en sus brazos y él, por primera
vez, me miró a los ojos.
Bajó la mirada a sus brazos vendados,
pero después volvió a subir a mis ojos. De pronto, el río que se desbordaba por
sus ojos paró y su quijada cayó. Sus cejas se deformaron, parecía un tigre
pequeño, el cual se daba cuenta de que no querían hacerle daño, solo querían
ayudarle un poco. Abrazó su cuerpo, bajando la mirada de golpe, confundido. Y
quien lo culpaba. Me retiré de la habitación, cerrando la puerta y caminando
lentamente hasta la recamara de mamá para devolver las llaves.
Me regresé a mi habitación y me dediqué
a hacer mis tareas, pero por más que lo intentaba, no podía concentrarme en
ella. La imagen de mi hermano estaba tan presente, como un disco rayado.
Repitiéndose a cada segundo.
A la mañana siguiente, las pequeñas palmadas de mamá en mi hombro me hicieron despertar algo enfadado. La miré de espaldas, entre buscando en mis cajones ropa interior y calcetines limpios.
- Mamá, puedo hacer eso yo solo.- dije
algo avergonzado. Pero ella solo me miró con una sonrisa.
- Intento ayudarte.- colocó las prendas
a los pies de mi cama, y volvió a sonreír.
- Pues gracias…- dije a lo bajo,
sonriendo también.
- No tardes mucho. El desayuno ya está
hecho.- asentí y me saqué las cobijas de mi cuerpo. Salí de mi cama y me dirigí
al baño.
Bajé las escaleras y ahí, en el comedor
que solo se usaba en días festivos o realmente importantes para la familia, me
encontré con una torta pequeña con nuestros nombres y diecisiete velitas verdes
prendidas en él. Me encontré a Bill aun en pijamas, con los cabellos
alborotados y la mirada apagada. Papá y mamá sonreían.
- Vaya… gracias…- se escuchó la pequeña
voz de Bill, quien miró a papá y a mamá con una enorme, pero no muy sincera,
sonrisa. -¡Gracias, gracias, gracias!- y los abrazó con fuerza, apretando los
ojos.
- No tienes que agradecer, cariño.- dijo
mamá, acariciando su cabello.
- Gracias…- sonreí. Mamá me tendió uno
de sus brazos.
- Ven, Tom.- y yo, a regañadientes, me
acerqué a ella, dejando que me envolviera en un abrazo, en el que papá se unió.
Abrazándonos como la pequeña y extraña familia en la que nos convertimos.
.
. .
De regreso del instituto, junto a Georg,
Andy, Gustav y (tu nombre), quienes quisieron venir con el propósito de
festejarnos a mi hermano y a mí. Mamá había pedido pizza y sodas. Nuestra
diversión de ese día al parecer constaría de comer chatarra y jugar
videojuegos.
- ¡Mira lo que he traído, Tom!- dijo
Georg, sacando de su mochila una caja de videojuego.
- ¡No lo creo!, ¡¿dónde lo has
conseguido!?- pregunté, sacándosela de sus manos y admirándola como si fuera un
gran artefacto.
- Mi tío me lo ha traído, quise esperar
para que los cinco lo jugáramos juntos.- sonreí.
- Vaya, ¡¿pues qué esperamos?!
- No lo sé, ¿qué esperas tú?- dijo él,
carcajeándose.- entonces yo prendí la pequeña consola y la televisión, algo
impaciente.
- Tom, antes esperemos que tu hermano
venga.- dijo mamá. Y los tres asentimos. Mientras (tu nombre) solo se quedaba
de pie, como si fuera nuestra criada, o peor a un, nuestra esclava.
- ¿por qué no te sientas aquí, (tu
nombre)?- ella acarició su brazo con su mano contraria y bajó la mirada,
apenada. Hice palmadas entre Gustav y yo, haciéndonos ambos a las esquinas del
sofá.
- Gracias…- dijo con la voz entrecortada
de pura vergüenza. Caminó a nuestro lado y se sentó entre Gustav y yo.
Pero al paso de unos minutos, esperando
a que mi hermano bajara por sí solo –algo que falló, pues no lo hizo-, mamá
subiría por él, pero (tu nombre) se ofreció a hacerlo, y mamá, sonriendo con
picardía, le cedió el trabajo y ella subió las escaleras con lentitud.
By
Bill
- Cálmate, Brunito.- se revolvió en la
cama, jadeando con la lengua de fuera, levantando las patitas delanteras para
saltar sobre mí. Al tiempo en que lo hizo, lo tomé en mis brazos y lo apresé
con fuerza. Aún era algo pequeño para poderlo levantar en mis manos.
Toc- Toc- Toc
La puerta sonó con delicadeza. Me levanté
de mi cama con Bruno en mis brazos, y la abrí con algo de dificultad, pues el
chucho se revolvía en mis brazos y por un par de veces estuve a punto de
soltarlo. Abrí la puerta de par en par. (Tu nombre) estaba ahí, seria por
completo; y en sus ojos había algo de vergüenza. Dejó salir una pequeñísima
sonrisa.
- Feliz día, Bill.- y me enseñó una
pequeña cajita de cartón con un moñito rojo. –Te hice un regalo.- sonrió más
aun. Bruno se revolvió de nuevo, olfateando esa cajita. Baje a Bruno al suelo y
tomé la tomé de sus manos.
- No tenías porqué traerme algo.- la
miré sonriendo, pero ella negó.
- Ábrelo.- puso sus manos detrás de su
falda del uniforme, balanceándose con algo de emoción. Le quité el lacito y lo
guardé en mis pantalones, después deshice la cajita de cartón, y ahí me
encontré con un cuadradito de terciopelo negro, en donde yacía clavada una
monedita de plata. La saqué de ahí y la admiré; era antigua, pero aun relucía
con un brillo hermoso.
Le miré a los ojos, con una sonrisa
esbozada en mis labios.
- Es muy bonita.- ella sonrió también.
- Unos meses antes de que mamá se fuera,
me regaló un pequeño cofre con moneditas idénticas.- lamió sus labios. –Me dijo
>>Siempre que veas a una persona mal, o una persona a la que quieras
ayudar, obséquiale una de estas<<- ella sonrió.
- ¿Tus padres están separados?- Ella no
quitó su sonrisa.
- Mamá murió cuando yo tenía ocho años,
junto a mi hermano. Ella estaba embarazada, y no pudieron salvar a ninguno de
los dos.
- Lo siento, de verdad…
- Lo tengo superado… excepto cuando papá
se pone a llorarle…
- Tienes a dos ángeles que te cuidan, y
a tu papá también.- ella sonrió. –Gracias, (tu nombre)… me alegra ser una de
las personas a las que quieres ayudar.- le di un abrazo.
- Tu monedita es la primera que ha
salido de ese cofre…- mi pecho sufrió un par de punzadas, y si no era porque
sentía vergüenza con ella, me habría echado a llorar.
Habría sido el peor cumpleaños de todos,
pues Tom seguía con esos comportamientos, con los golpes, y la única vez que me
habló, fue para decirme >>Estorbas aquí, Bill, vete a otro lado,
¡molestas!<<. Pero no fue así, pues tenía un único objeto el cual había
hecho lindo mi día. Y no, no fue ni mamá, ni papá, ni mis amigos… mucho menos
fue Tom.
.
. .
RESUMEN “UN CORAZÓN ARREPENTIDO”
Han pasado dos años desde entonces. La
relación entre los hermanos gemelos nunca mejoró. Bill buscó el perdón de su
hermano por bastantes caminos, sin encontrarlo en algún recoveco del corazón de
Tom. Se rendía, pero nunca le cedió la victoria a su cobardía.
(Tu nombre) y Bill siguieron en contacto
por un año entero; A Bill se le prendió una pequeña llama en su ya putrefacto
corazón, él creía que era una amistad por la que realmente valía la pena
luchar. Pero la comunicación se desboronó cuando (tu nombre) consiguió una
pareja. Fue motivo de lágrimas, dolor y sufrimiento por parte de Bill. Su llama
se apagó de un día a otro; de pronto, su sonrisa se borró de nuevo.
Bill y Tom están en el jardín, dentro de
la casa del árbol, acompañados por su ya bastante robusto y grande perro.
Intentan hablarlo todo en ese mismo instante, intentan arreglar las cosas; pero
como ya era costumbre, la capacidad del mayor para escuchar con atención y
comprender, era escasa. Todo se lo tomaba a pecho y contestaba de mala hostia y
hasta con pequeños golpes en las mejillas de Bill. Pero aun así, el menor no se
daba por vencido.
- ¿Por qué pones las manos al fuego por
mí?- Preguntó Tom, mirando a su hermano con algo de indiferencia. - ¿es que
acaso te lo he pedido, Bill?- negó.
- No me has estado escuchando todo este
tiempo, Tom. Quiero que me perdones por todo, sea yo o no el culpable, ¡solo te
pido disculpas!- el mayor muerde sus labios y niega.
- ¿Recuerdas lo que te dije hace ya unos
años?- Bill asintió, sabiendo exactamente de lo que hablaba.
- Por favor, Tom…
- ¿Por qué, Bill, por qué lo haces, eh?-
lo mira a sus ojos maquillados, los cuales estaban a punto de dejar caer
algunas lágrimas.
- Por ti lo haría un millón de veces
más…
.
. .
Bill regresa de la universidad, exhausto,
fumando un cigarrillo, teniendo en mente tomar una siesta lo bastante larga.
Pero su madre camina hacia él y lo mira a los ojos, negando.
- ¿Por qué no respondiste el llamado de
tu padre?- él la mira confundido y saca su celular de su bolcillo trasero.
- No hay ninguna llamada.- le muestra la
pantalla de su móvil.
- Que raro, Tom me dijo que te había
llamado desde el móvil de tu padre.
- ¿Para qué me llamaba, mamá?- Ella bajó
la mirada, con algunas lágrimas y con una pequeña sonrisa esbozada en sus labios.
- Tom se ha ido, se ha mudado de casa.-
secó sus lágrimas, pero su sonrisa no desapareció. –Me pone feliz que haga su
vida, pero no puedo evitar que me duela.- la mano de Bill cae a peso propio en
su costado, con el celular en mano. Echa el humo de sus labios y mira a su
madre.
- ¿Se fue?... ¿Para siempre?- ella
asintió. -¿Por qué se fue?
- Me dijo que quería hacer su vida solo.
Quiere ser independiente, es todo.
- ¿Por qué no me lo dijo a mí?... ¿a
dónde se fue?
- Él me dijo que te lo había dicho la
noche pasada.- negó, rascando sus sienes, sin soltar el móvil.
- ¿A dónde se fue, mamá?
- A Frankfurt.- sonrió. Bill negó de
nuevo para él mismo. No quería darlo por hecho, pero las palabras de su madre
recorrían su mente una y otra vez, llegando a una sola conclusión.
- Tom de verdad me odia…
Oooooooooooooooooooh TOM TE ODIO! Por que es tan malo con Bill. . . . Awwwwwww! Tn tiene pareja y Bill forever alone hay nno que triste. . . Tom se ha ido. . .
ResponderEliminarT--T me haces sufrir. . .
Espero subas pronto
cuidatte y un abrazo. . . :')