domingo, 9 de septiembre de 2012

Capítulo 8


- ¿Quién mierda te crees para venir y abrir mis cosas?- me levanté de ahí y traté de escaparme sin contestarle, pero me tomo el brazo y me puso frente a él.
- Tom… perdóname, perdóname…
De pronto sentí mi cuerpo en el suelo y los golpes que Tom me daba con sus puños, tan fuertes que me hacían retorcerme. No le grité que parara, tan solo escuchaba sus gritos con los ojos cerrados para no mirarlo. Escuché gemidos salir de mis labios, y después sentí que el tiempo era eterno, que Tom no se cansaba de azotarme.

Y después paró.

Abrí los ojos con delicadeza, pero uno de ellos se me hizo jodidamente doloroso el hacerlo, así que lo dejé cerrado y después lo miré a Tom, que me miraba serio.
- Bien, ahora puedes abrir las cajas, ¡ahora puedes mirarlo todo!- me lamí la poca sangre de la comisura de mis labios y negué. –Anda, ¡míralo todo!, no me importa, maldito marica.
Mi mirada cayó al suelo. Estaba aturdido y mi corazón daba fuertes vuelcos. Levanté la mirada de nuevo y miré a Tom, que guardaba con delicadeza todo lo que estaba en esa caja, y después la dejaba sobre el colchón. Suspiró.  Mis cejas comenzaron a temblequear y rápidamente llevé una de mis manos a mis labios. Encogí mis rodillas a mi pecho y dejé caer mi frente en ellas.  Mi pecho subió y bajó desesperadamente; abrí mis labios para que el aire entrara en mi boca.
En ese momento no pensaba mucho en mi derrota, no pensaba en las consecuencias de lo que había hecho, pero tampoco era que me importase mucho. Al menos, no por ahora.


Desperté con la espalda hecha una mierda, me dolía tan solo darme la vuelta en esa colchoneta. Me saqué las cobijas del cuerpo y caminé rápidamente al baño. Empezaba a razonarlo todo, a tomarle más importancia a lo que no lo había hecho ayer. Había perdido. Pasaría la navidad como un puto drogadicto, y lo que es peor… con Tom.
- ¿Por qué, por qué?- me jalé los parpados inferiores y sentí mis músculos tensarse al ver mi ojo amoratado y con un pequeño derrame. Volví a llorar, pero me sorprendía a mí mismo que no había llegado a lastimarme los brazos.
Bonny y Emil llegaron a la casa, con una bolsa que desprendía olor a comida. Scotty se brincó sobre la bolsa, moviendo el rabito, olfateando con desesperación. Me acerqué a él y lo tomé en mis brazos; me lamió la nariz, chillando; me lo llevé a la habitación de lavado y me acuclillé frente a él.
- Vas a tener que quedarte aquí, Scotty, cuando tu papá se droga pierde la consciencia y no queremos que te haga daño, ¿verdad?- él solo ladeaba la cabecita y jadeaba débilmente. –Me voy, solo no empieces a llorar.- sonreí y cerré la puerta.
Ellos comían en el comedor, riendo y fumando tabaco; me parecía algo desagradable que absolutamente todo lo tenían que acompañar con tabaco, alcohol o drogas. Me senté en sofá y tomé el control remoto; cambié los canales hasta encontrar un programa donde había una pasarela de modas de Massimo Dutti. Dejé el programa y comencé a mirarlo.
- ¡Eh, tú, el hermano de Tom!- dijo Emil. Yo le ignoré.
- Es Bill torpe.- dijo mi hermano en voz queda, pero ya le había escuchado.
- ¡Bill!- lo miré. -¿Es que no quieres comer?´
- No, gracias.- dije algo apenado.
- ¡Que está delicioso, tienes que probarlo!
- Pasa que no como carne. Pero gracias de todas formas.
- Oh, déjenlo, solo intenta mantener ese cuerpo esquelético que tiene.- dijo Tom, riendo fuertemente, siendo acompañado por Emil. Entorné los ojos y seguí mirando el programa sin prestarles mucha atención.


- ¡eh, quítate marica!- se sentó a mi lado.
- ¿Qué te pasa, Tom?- me sacó el control remoto y cambió de canal a un juego de beisbol.
- ¡Largo de aquí, Bill, que queremos mirar!- me hice a un lado en silencio y caminé escaleras arriba. Sentí un tacto frío en mi antebrazo, pero no me viré.
- Bill, ¿te gustaría salir conmigo?- confundido, me viré. Ella me miraba con seriedad.
- ¿Para qué querrías salir conmigo?
- Por favor.- asentí. Entonces los dos nos encaminamos a la puerta, pero una vez más, Tom comenzó con esos cuestionamientos estúpidos.
- ¿A dónde van?
- Solo saldremos, Tom.- dijo ella. Tom negó mientras se separaba de la boquilla de su cerveza.
- Saldrás tú sola, Bill no puede.
- ¿Por qué no?- Tom le echó un vistazo al televisor y después nos miró a ambos; lamió sus labios y puso su mano hecha puño en su boca para repetir quedamente con los mofletes inflados.
- Bill no puede salir, Roxann, ¿es tan difícil entenderlo?
- Vaya, Tom, creí que me habías dicho que odiabas a tu hermano- Tom la miro serio, sin siquiera prestarle atención al televisor. -, Creo que eso no es verdad, ¡Eres un puto sobreprotector!, no le dejas ni respirar.- mi hermano se levantó del sofá y se acercó a ella.
- Y que, ¿está muy mal que me preocupe por él?- Ella se carcajeó con sarcasmo.
- ¡Pero es que tú lo quieres solo para ti! ¡Es tu hermano, no tu mascota!
- Me tienes hasta los huevos con tus estupideces, ¡Bill no va a salir y punto!
- ¿Desde cuándo tú decides por él?
- ¡Desde que vive en mi puta casa!
- ¿Sabes?, ¡lo que pasa es que tienes miedo de que te deje, tienes miedo de no tenerlo por y para ti!- ella rió. – Es como tu perra.- Tom le soltó un manotazo en la mejilla, tan fuerte que resonó por toda la planta.
- ¡¡TOM!!- grité algo espantado, cubriéndome los labios con mis manos. Pero ella ni se inmutó, tan solo miró a Tom con odio y se tomó la mejilla.
- Quiero que te largues de mi casa.- ella entornó los ojos.
- ¿Esperabas que iba a quedarme?- se burló. – No me sorprendería que Bill me dijera que ese ojo ensangrentado se lo has hecho tú mismo.- y se salió de la casa sin más.


8:44pm
Tom entró a la recámara con seriedad, se recostó en su cama y sacó su calzado. A juzgar por su mirada, parecía que había estado fumando porros desde hace unos minutos. Ahora se metía uno a los labios y lo succionaba sin protegerse del humo; no me prestaba atención, tan solo se concentraba en lo suyo.
- Mierda, Tom, deja de fumar.- dije, esperando de alguna forma que no fuera a escucharme. Pero me miró y dejó salir el humo por su nariz.
- Vete a la mierda.
- Acabarás muy mal, ¡todo el maldito día te lo pasas fumando y tomando!
- Bueno, ¿y a ti que te importa?
- Papá me trajo aquí porque me dijo que estaría seguro contigo.
- Y yo te dije que él estaba muy equivocado.- le dio una calada.
- Los dos estamos en peligro por tus putos vicios, ¡que puedes morir!- dejó salir el aire por sus labios sin mirarme. –Tus problemas no se arreglan con nada de lo que estás haciendo, ¡eres un cobarde, Tom!
- No hables de valentía cuando es lo que más te falta. Pasas por la vida creyendo que eres la princesa del cuento. Escúchame bien, en la vida no hay castillos ni príncipes o princesas, no está el famoso final feliz, ni la muerte por amor; la realidad es como la ves. Solo existe el luchar por ti mismo sin ver por los demás, ¡ya basta de creerte la víctima del cuento!, aquí no hay víctimas ni victimarios, todos estamos aquí para sobrevivir aunque eso te cueste la vida de los que quieres; no te creas que por dar estúpidos consejos la gente va a cambiar, no te creas que porque ya has sufrido los demás no lo hacen. ¡El mundo  no gira en torno a ti!, al menos aquí las personas no te verán cómo alguien mejor por usar ropa de diseñador y joyas caras. Si es que no quieres que te vaya mal con los demás, ¡ahórrate tus estúpidos comentarios!
Dicen que la verdad duele, y eso es cierto. Pero esta vez no sentí que me dolía hasta quemarme; es decir, aun podía rescatar algunos argumentos estúpidos que se le habían salido sin que él lo notara. Me sentí estúpido y humillado. Quizá él tenía razón. Quizá me pasaba por la vida pensando más en los otros que en mí mismo; pero si lo hacía supongo que es porque me preocupo por otros. Tom no sabía lo que decía, él solo pensaba en él, en sus preocupaciones, en sus necesidades, en sus problemas y en su felicidad, sin importarle cuantos sentimientos o vidas estropeara. Él siempre iba primero en todo; era el primero en la montaña rusa; el primero en subir, el primero en bajar; jamás pensaba en los otros; a veces creía que él no tenía un corazón o sentimientos, él no tenía la capacidad de la empatía, y no porque no supiera cómo usarla, era porque no quería usarla; se pasaba por el forro a todas las personas.

By Tom

El sentimiento en el cual sientes un nudo en la garganta y el estómago quemando; en el cual los ojos se humedecen sin razón y los músculos se tensan. Quizá no era un sentimiento real, porque ese, es el sentimiento de querer ocultar los sentimientos verdaderos.
Nunca fingí ser alguien que no soy, es decir, yo soy como soy, y si alguien no lo banca, que se joda. Pero últimamente me sentía más humilde cada día; estoy seguro que la llegada de Bill ha sido un completo error. No creo en las coincidencias, y mucho menos soy supersticioso para que sea una estúpida señal de Dios; simplemente no soy de esas personas. Lo único que tenía claro era que Bill tenía que marcharse lo más pronto que se pudiera. No lo quería ver más; desde que llegó se lo pasa dándome problemas y estoy hasta los huevos de eso.
Me dirigí a la cocina, en donde él estaba tomando un vaso con leche; me miró a los ojos con seriedad, y ahí fue cuando me di cuenta de que le había dejado el ojo completamente podrido. Pero parecía no dolerle, así que no le pregunte nada sobre él y seguí con lo mío.
- Tom, ¿podemos hablar?- lo miré.
- ¿Sobre qué?
- Humm, sobre la navidad.- sonreí.
- ¿Qué, prefieres otro tipo de droga?
- Podemos hacer otro trato.- dijo lamiendo sus labios; yo negué, pero antes de que pudiera hablar, él lo hizo. –Vamos a Leipzig con papá y mamá, y yo me fumo un porro.
- Dos.- me miró con indignación.
- ¡Tienes mierda por cerebro, yo no seré como tú!- me carcajeé.
- Uno por mamá y otro por papá, es justo.
- No.- se cruzó de brazos.
- Bueno, entonces no vamos a Leipzig y como has perdido, tendrás que fumarte más de diez.- bajó la mirada, mordiendo sus labios.
- Solo dos.- mencionó después de unos segundos.
- Es justo.- sonreí.
- Aunque no sé qué es lo que cambia para ti si fumo o no.- me miró, yo solo alcé los hombros.
- Los dos haremos algo que no nos gusta, ese es el objetivo.
- Bien…
- Entonces ahora vengo.- frunció el entrecejo.
- ¿A dónde vas?
- Por tu parte del trato.- subí las escaleras y me encaminé a mi habitación. Abrí un cajón de mi mesa de noche y tomé tres, los últimos que tenía. Regresé a la cocina y puse dos porros en la mesa, sentándome ahí. Bill se me acercó y se sentó frente a mí. –Pues bien, toma uno.- al tiro lo tomó; su mano temblaba con fuerza; se lo llevó a los labios y tomó el encendedor, pero después lo dejó en  la mesa y se sacó el porro.
- No, Tom, no sé cómo se hace.- respiraba agitado.
- Es como prender un cigarrillo normal, Bill.- me burlé. Sus ojos mostraban miedo, y yo, increíblemente, lo disfrutaba.
Tomó el porro de nuevo y se lo llevó a los labios. Tomé el encendedor y se lo encendí; él apretó los ojos, sin moverse. Comencé a reír.
- Succiona.- negó. –Vamos, bueno, solo si quieres ir con papá y mamá.- me carcajeé. Él succionó y rápidamente dejó salir todo. –Oh, ¿ni siquiera vas a disfrutarlo?- abrió sus ojos.
- Tom…
- Ya, que yo te enseño.- me acerqué más a él y lo miré fijamente. –Bien, succiona.- se tardó unos segundos, pero después succionó. –Espera, no lo dejes salir.- abrió los ojos, asustado. –Intenta tragarlo, ¡pero no lo tragues!- sus labios y su quijada se movieron torpemente; sus ojos se humedecieron y su cara se enrojeció un poco. –Suéltalo y después respira el olor.- y eso hizo. Su cara se oculto en el humo y después fue apareciendo lentamente de nuevo.
- Tom…- cubrió sus labios con sus manos, inflando los mofletes. Empezaba a tener arcadas, y me daba algo de gracia. –Quiero vomitar…
- Tranquilo, es normal.- el solo asintió y dio una calada gandísima, en la cual soltó todo el humo en forma de fuertes tosidos.


Había terminado el primero y llevaba bastante del segundo; tenía los efectos rápidamente, era gracioso mirarlo tan humilde, mirarlo reír conmigo, cuando yo me reía de él. Pero todo dejó de ser divertido cuando se levantó de la silla y sus piernas comenzaron a temblar. Él parecía no notarlo o no importarle. Se fumó un poco más y las arcadas regresaron.
- Hummmp…- echó toda la bilis por su boca sobre el suelo. No había comido nada hasta ahora.
Recordé entonces ese día, en el que el director le había expulsado del instituto; vomitó todas sus penas y sus problemas, todas sus inseguridades. Cuando intenté ayudarle, pero él no quiso mi ayuda. Era seguro de los peores recuerdos que tenía sobre mi hermano, porque ahí me di cuenta de que toda la confianza se había perdido, ya no era igual que antes. Y todo había sido gracias a mí.
Se quejo mientras limpiaba sus labios y me miraba con una gran preocupación, aunque yo sabía que él no comprendía nada de lo que estaba pasando. Su cuerpo temblequeó  y su cara se transformó en dolor. Tenía pequeñas convulsiones, y llegué a la conclusión de que de nuevo tenía una de esas crisis nerviosas.
Me asusté demasiado, y sin más corrí a la planta alta y tomé esa cajita donde guardaba sus inyecciones.
- No, no puede ser…no puede ser.- la caja estaba vacía. Busqué dentro de su maleta y sus cajones, pero no encontré nada más que unas pastillas para el dolor de cabeza. Me cubrí los labios y de repente sentí a mi corazón dar vuelcos, aterrorizado.
Bajé las escaleras y regresé a la cocina con él. Tomé un trapito húmedo e intenté limpiar el sudor que salía de su frente. Su mirada estaba ida, no miraba directamente, pero aun parpadeaba. Sus músculos estaban tensos y sus manos temblaban. Le tomé la cara con mis manos tratando de hacer que me mirara, pero sus ojos tan solo no se centraban en nada.
- Bill, tienes que decirme donde tienes tus inyecciones…
- D-déjame…- intentó apartar mis manos de sus mejillas.
- ¡BILL!, por favor, tienes que decírmelo…- sus ojos se iban cerrando y dilatando lentamente. Le moví el cuerpo pero él ni se inmutaba, y yo comenzaba a dejar de distinguir cuales eran los síntomas de la ansiedad y de la droga. – hombre, por favor, dime, Bill.
No tenía el dinero para llamar a un doctor, no sabía que mierda hacer. Estaba aterrado, mi corazón saltaba y mis ojos querían desprender lágrimas. Coloqué la cabeza de mi hermano sobre mis piernas y saqué el móvil de sus pantalones; busqué el teléfono de papá y le llamé.
- ¿Bill?
- Papá, soy Tom…
- Oh ¿necesitan algo?
- Pasa que las inyecciones de Bill se han acabado, ¿hay algo que las pueda suplir?
- ¿Algo le pasa a Bill, está mal?
- No, no, solo es para prevenir, papá.- dije desesperado. -¿Hay algo o no?
- Hay unos parches que le poníamos tu madre y yo en el cuello.- me golpeé la frente.
- Pero no los lleva, papá, ¡algo económico!, ¿no hay?
- No lo sé, Tom, tendríamos que preguntárselo al doctor.
- Bien, entonces adiós.
- ¿Estás seguro de que no está pasando nada con tu hermano?
- ¡Estoy seguro, papá! adiós.
- Bueno, adiós, los quiero.
- Y nosotros.- corté. -¡Mierda!...- él ahora solo temblaba en el suelo. Marqué a Dennis desde el móvil de Bill y con desesperación me lo puse en el oído.
- ¿Hola?
- Dennis, soy yo, Tom…
- ¡Oh, Tom!, ¿cómo estás?
- Necesito que me hagas un favor.
- Claro, ¿cuál?
- Ve a la farmacia y compra parches para la ansiedad.
- ¿Cómo se llaman?
- ¡NO SÉ, SOLO CÓMPRALOS!
- Bueno pero…
- ¡Te lo pagaré, solo tráelos por favor!
- ¿Por favor?, ¿desde cuándo dices por favor?
- Dennis, es una emergencia.
- Bien, bien, ahora te los llevo.
- Gracias…- corté. Tomé las mejillas de mi hermano; mi pecho subía y bajaba con terror. –Vas a estar bien, te vas a poner mejor, ¿sí?- tomé el porro del suelo, que se había apagado ya y lo estrujé en mis manos con fuerza.

Soy un completo idiota.




2 comentarios:

  1. OHH POR DIOS!! Estoy totalmente intrigada!!! Ayy Pobrecito Bill ojala no le pase nada malo... T__T me urge leer el próximo estoy que muero de ansias! Ayy Dios amo como escribes... Please sube pronto! Esta es la mejor historia que he leído...!
    Cuídate muchísimo! MIL ABRAZOS!!!
    Y espero muchooo el proximooo!!!!

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  2. noooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo! My Billy, estupido Tom te voy a linchar!
    Me encanta, amo tu fic lalalalala! :)
    espero subas pronto!
    Cuidate y un abrazo enormme :)

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