- ¿Quién mierda te crees para
venir y abrir mis cosas?- me levanté de ahí y traté de escaparme sin
contestarle, pero me tomo el brazo y me puso frente a él.
- Tom… perdóname, perdóname…
De pronto sentí mi cuerpo en el
suelo y los golpes que Tom me daba con sus puños, tan fuertes que me hacían
retorcerme. No le grité que parara, tan solo escuchaba sus gritos con los ojos
cerrados para no mirarlo. Escuché gemidos salir de mis labios, y después sentí
que el tiempo era eterno, que Tom no se cansaba de azotarme.
Y después paró.
Abrí los ojos con delicadeza,
pero uno de ellos se me hizo jodidamente doloroso el hacerlo, así que lo dejé
cerrado y después lo miré a Tom, que me miraba serio.
- Bien, ahora puedes abrir las
cajas, ¡ahora puedes mirarlo todo!- me lamí la poca sangre de la comisura de
mis labios y negué. –Anda, ¡míralo todo!, no me importa, maldito marica.
Mi mirada cayó al suelo. Estaba
aturdido y mi corazón daba fuertes vuelcos. Levanté la mirada de nuevo y miré a
Tom, que guardaba con delicadeza todo lo que estaba en esa caja, y después la
dejaba sobre el colchón. Suspiró. Mis
cejas comenzaron a temblequear y rápidamente llevé una de mis manos a mis
labios. Encogí mis rodillas a mi pecho y dejé caer mi frente en ellas. Mi pecho subió y bajó desesperadamente; abrí
mis labios para que el aire entrara en mi boca.
En ese momento no pensaba mucho
en mi derrota, no pensaba en las consecuencias de lo que había hecho, pero
tampoco era que me importase mucho. Al menos, no por ahora.
Desperté con la espalda hecha
una mierda, me dolía tan solo darme la vuelta en esa colchoneta. Me saqué las
cobijas del cuerpo y caminé rápidamente al baño. Empezaba a razonarlo todo, a
tomarle más importancia a lo que no lo había hecho ayer. Había perdido. Pasaría
la navidad como un puto drogadicto, y lo que es peor… con Tom.
- ¿Por qué, por qué?- me jalé
los parpados inferiores y sentí mis músculos tensarse al ver mi ojo amoratado y
con un pequeño derrame. Volví a llorar, pero me sorprendía a mí mismo que no
había llegado a lastimarme los brazos.
…
Bonny y Emil llegaron a la
casa, con una bolsa que desprendía olor a comida. Scotty se brincó sobre la
bolsa, moviendo el rabito, olfateando con desesperación. Me acerqué a él y lo
tomé en mis brazos; me lamió la nariz, chillando; me lo llevé a la habitación
de lavado y me acuclillé frente a él.
- Vas a tener que quedarte
aquí, Scotty, cuando tu papá se droga pierde la consciencia y no queremos que
te haga daño, ¿verdad?- él solo ladeaba la cabecita y jadeaba débilmente. –Me
voy, solo no empieces a llorar.- sonreí y cerré la puerta.
Ellos comían en el comedor,
riendo y fumando tabaco; me parecía algo desagradable que absolutamente todo lo
tenían que acompañar con tabaco, alcohol o drogas. Me senté en sofá y tomé el
control remoto; cambié los canales hasta encontrar un programa donde había una
pasarela de modas de Massimo Dutti. Dejé
el programa y comencé a mirarlo.
- ¡Eh, tú, el hermano de Tom!-
dijo Emil. Yo le ignoré.
- Es Bill torpe.- dijo mi
hermano en voz queda, pero ya le había escuchado.
- ¡Bill!- lo miré. -¿Es que no
quieres comer?´
- No, gracias.- dije algo
apenado.
- ¡Que está delicioso, tienes
que probarlo!
- Pasa que no como carne. Pero
gracias de todas formas.
- Oh, déjenlo, solo intenta
mantener ese cuerpo esquelético que tiene.- dijo Tom, riendo fuertemente,
siendo acompañado por Emil. Entorné los ojos y seguí mirando el programa sin
prestarles mucha atención.
- ¡eh, quítate marica!- se
sentó a mi lado.
- ¿Qué te pasa, Tom?- me sacó
el control remoto y cambió de canal a un juego de beisbol.
- ¡Largo de aquí, Bill, que
queremos mirar!- me hice a un lado en silencio y caminé escaleras arriba. Sentí
un tacto frío en mi antebrazo, pero no me viré.
- Bill, ¿te gustaría salir
conmigo?- confundido, me viré. Ella me miraba con seriedad.
- ¿Para qué querrías salir
conmigo?
- Por favor.- asentí. Entonces
los dos nos encaminamos a la puerta, pero una vez más, Tom comenzó con esos
cuestionamientos estúpidos.
- ¿A dónde van?
- Solo saldremos, Tom.- dijo
ella. Tom negó mientras se separaba de la boquilla de su cerveza.
- Saldrás tú sola, Bill no
puede.
- ¿Por qué no?- Tom le echó un
vistazo al televisor y después nos miró a ambos; lamió sus labios y puso su
mano hecha puño en su boca para repetir quedamente con los mofletes inflados.
- Bill no puede salir, Roxann,
¿es tan difícil entenderlo?
- Vaya, Tom, creí que me habías
dicho que odiabas a tu hermano- Tom la miro serio, sin siquiera prestarle
atención al televisor. -, Creo que eso no es verdad, ¡Eres un puto
sobreprotector!, no le dejas ni respirar.- mi hermano se levantó del sofá y se
acercó a ella.
- Y que, ¿está muy mal que me
preocupe por él?- Ella se carcajeó con sarcasmo.
- ¡Pero es que tú lo quieres
solo para ti! ¡Es tu hermano, no tu mascota!
- Me tienes hasta los huevos
con tus estupideces, ¡Bill no va a salir y punto!
- ¿Desde cuándo tú decides por
él?
- ¡Desde que vive en mi puta
casa!
- ¿Sabes?, ¡lo que pasa es que
tienes miedo de que te deje, tienes miedo de no tenerlo por y para ti!- ella
rió. – Es como tu perra.- Tom le soltó un manotazo en la mejilla, tan fuerte
que resonó por toda la planta.
- ¡¡TOM!!- grité algo
espantado, cubriéndome los labios con mis manos. Pero ella ni se inmutó, tan
solo miró a Tom con odio y se tomó la mejilla.
- Quiero que te largues de mi
casa.- ella entornó los ojos.
- ¿Esperabas que iba a
quedarme?- se burló. – No me sorprendería que Bill me dijera que ese ojo
ensangrentado se lo has hecho tú mismo.- y se salió de la casa sin más.
8:44pm
Tom entró a la recámara con
seriedad, se recostó en su cama y sacó su calzado. A juzgar por su mirada,
parecía que había estado fumando porros desde hace unos minutos. Ahora se metía
uno a los labios y lo succionaba sin protegerse del humo; no me prestaba
atención, tan solo se concentraba en lo suyo.
- Mierda, Tom, deja de fumar.-
dije, esperando de alguna forma que no fuera a escucharme. Pero me miró y dejó
salir el humo por su nariz.
- Vete a la mierda.
- Acabarás muy mal, ¡todo el
maldito día te lo pasas fumando y tomando!
- Bueno, ¿y a ti que te
importa?
- Papá me trajo aquí porque me
dijo que estaría seguro contigo.
- Y yo te dije que él estaba
muy equivocado.- le dio una calada.
- Los dos estamos en peligro
por tus putos vicios, ¡que puedes morir!- dejó salir el aire por sus labios sin
mirarme. –Tus problemas no se arreglan con nada de lo que estás haciendo, ¡eres
un cobarde, Tom!
- No hables de valentía cuando
es lo que más te falta. Pasas por la vida creyendo que eres la princesa del
cuento. Escúchame bien, en la vida no hay castillos ni príncipes o princesas,
no está el famoso final feliz, ni la muerte por amor; la realidad es como la
ves. Solo existe el luchar por ti mismo sin ver por los demás, ¡ya basta de
creerte la víctima del cuento!, aquí no hay víctimas ni victimarios, todos
estamos aquí para sobrevivir aunque eso te cueste la vida de los que quieres;
no te creas que por dar estúpidos consejos la gente va a cambiar, no te creas
que porque ya has sufrido los demás no lo hacen. ¡El mundo no gira en torno a ti!, al menos aquí las
personas no te verán cómo alguien mejor por usar ropa de diseñador y joyas
caras. Si es que no quieres que te vaya mal con los demás, ¡ahórrate tus
estúpidos comentarios!
Dicen que la verdad duele, y
eso es cierto. Pero esta vez no sentí que me dolía hasta quemarme; es decir,
aun podía rescatar algunos argumentos estúpidos que se le habían salido sin que
él lo notara. Me sentí estúpido y humillado. Quizá él tenía razón. Quizá me
pasaba por la vida pensando más en los otros que en mí mismo; pero si lo hacía
supongo que es porque me preocupo por otros. Tom no sabía lo que decía, él solo
pensaba en él, en sus preocupaciones, en sus necesidades, en sus problemas y en
su felicidad, sin importarle cuantos sentimientos o vidas estropeara. Él siempre
iba primero en todo; era el primero en la montaña rusa; el primero en subir, el
primero en bajar; jamás pensaba en los otros; a veces creía que él no tenía un
corazón o sentimientos, él no tenía la capacidad de la empatía, y no porque no
supiera cómo usarla, era porque no quería usarla; se pasaba por el forro a
todas las personas.
By Tom
El sentimiento en el cual
sientes un nudo en la garganta y el estómago quemando; en el cual los ojos se
humedecen sin razón y los músculos se tensan. Quizá no era un sentimiento real,
porque ese, es el sentimiento de querer ocultar los sentimientos verdaderos.
Nunca fingí ser alguien que no
soy, es decir, yo soy como soy, y si alguien no lo banca, que se joda. Pero
últimamente me sentía más humilde cada día; estoy seguro que la llegada de Bill
ha sido un completo error. No creo en las coincidencias, y mucho menos soy
supersticioso para que sea una estúpida señal de Dios; simplemente no soy de
esas personas. Lo único que tenía claro era que Bill tenía que marcharse lo más
pronto que se pudiera. No lo quería ver más; desde que llegó se lo pasa dándome
problemas y estoy hasta los huevos de eso.
Me dirigí a la cocina, en donde
él estaba tomando un vaso con leche; me miró a los ojos con seriedad, y ahí fue
cuando me di cuenta de que le había dejado el ojo completamente podrido. Pero
parecía no dolerle, así que no le pregunte nada sobre él y seguí con lo mío.
- Tom, ¿podemos hablar?- lo
miré.
- ¿Sobre qué?
- Humm, sobre la navidad.-
sonreí.
- ¿Qué, prefieres otro tipo de
droga?
- Podemos hacer otro trato.-
dijo lamiendo sus labios; yo negué, pero antes de que pudiera hablar, él lo
hizo. –Vamos a Leipzig con papá y mamá, y yo me fumo un porro.
- Dos.- me miró con
indignación.
- ¡Tienes mierda por cerebro,
yo no seré como tú!- me carcajeé.
- Uno por mamá y otro por papá,
es justo.
- No.- se cruzó de brazos.
- Bueno, entonces no vamos a
Leipzig y como has perdido, tendrás que fumarte más de diez.- bajó la mirada,
mordiendo sus labios.
- Solo dos.- mencionó después
de unos segundos.
- Es justo.- sonreí.
- Aunque no sé qué es lo que
cambia para ti si fumo o no.- me miró, yo solo alcé los hombros.
- Los dos haremos algo que no
nos gusta, ese es el objetivo.
- Bien…
- Entonces ahora vengo.-
frunció el entrecejo.
- ¿A dónde vas?
- Por tu parte del trato.- subí
las escaleras y me encaminé a mi habitación. Abrí un cajón de mi mesa de noche
y tomé tres, los últimos que tenía. Regresé a la cocina y puse dos porros en la
mesa, sentándome ahí. Bill se me acercó y se sentó frente a mí. –Pues bien,
toma uno.- al tiro lo tomó; su mano temblaba con fuerza; se lo llevó a los
labios y tomó el encendedor, pero después lo dejó en la mesa y se sacó el porro.
- No, Tom, no sé cómo se hace.-
respiraba agitado.
- Es como prender un cigarrillo
normal, Bill.- me burlé. Sus ojos mostraban miedo, y yo, increíblemente, lo
disfrutaba.
Tomó el porro de nuevo y se lo
llevó a los labios. Tomé el encendedor y se lo encendí; él apretó los ojos, sin
moverse. Comencé a reír.
- Succiona.- negó. –Vamos,
bueno, solo si quieres ir con papá y mamá.- me carcajeé. Él succionó y
rápidamente dejó salir todo. –Oh, ¿ni siquiera vas a disfrutarlo?- abrió sus ojos.
- Tom…
- Ya, que yo te enseño.- me
acerqué más a él y lo miré fijamente. –Bien, succiona.- se tardó unos segundos,
pero después succionó. –Espera, no lo dejes salir.- abrió los ojos, asustado.
–Intenta tragarlo, ¡pero no lo tragues!- sus labios y su quijada se movieron
torpemente; sus ojos se humedecieron y su cara se enrojeció un poco. –Suéltalo
y después respira el olor.- y eso hizo. Su cara se oculto en el humo y después
fue apareciendo lentamente de nuevo.
- Tom…- cubrió sus labios con
sus manos, inflando los mofletes. Empezaba a tener arcadas, y me daba algo de
gracia. –Quiero vomitar…
- Tranquilo, es normal.- el
solo asintió y dio una calada gandísima, en la cual soltó todo el humo en forma
de fuertes tosidos.
Había terminado el primero y
llevaba bastante del segundo; tenía los efectos rápidamente, era gracioso
mirarlo tan humilde, mirarlo reír conmigo, cuando yo me reía de él. Pero todo
dejó de ser divertido cuando se levantó de la silla y sus piernas comenzaron a
temblar. Él parecía no notarlo o no importarle. Se fumó un poco más y las
arcadas regresaron.
- Hummmp…- echó toda la bilis
por su boca sobre el suelo. No había comido nada hasta ahora.
Recordé entonces ese día, en el
que el director le había expulsado del instituto; vomitó todas sus penas y sus
problemas, todas sus inseguridades. Cuando intenté ayudarle, pero él no quiso
mi ayuda. Era seguro de los peores recuerdos que tenía sobre mi hermano, porque
ahí me di cuenta de que toda la confianza se había perdido, ya no era igual que
antes. Y todo había sido gracias a mí.
Se quejo mientras limpiaba sus
labios y me miraba con una gran preocupación, aunque yo sabía que él no comprendía
nada de lo que estaba pasando. Su cuerpo temblequeó y su cara se transformó en dolor. Tenía pequeñas
convulsiones, y llegué a la conclusión de que de nuevo tenía una de esas crisis
nerviosas.
Me asusté demasiado, y sin más
corrí a la planta alta y tomé esa cajita donde guardaba sus inyecciones.
- No, no puede ser…no puede
ser.- la caja estaba vacía. Busqué dentro de su maleta y sus cajones, pero no
encontré nada más que unas pastillas para el dolor de cabeza. Me cubrí los
labios y de repente sentí a mi corazón dar vuelcos, aterrorizado.
Bajé las escaleras y regresé a
la cocina con él. Tomé un trapito húmedo e intenté limpiar el sudor que salía
de su frente. Su mirada estaba ida, no miraba directamente, pero aun
parpadeaba. Sus músculos estaban tensos y sus manos temblaban. Le tomé la cara
con mis manos tratando de hacer que me mirara, pero sus ojos tan solo no se
centraban en nada.
- Bill, tienes que decirme
donde tienes tus inyecciones…
- D-déjame…- intentó apartar
mis manos de sus mejillas.
- ¡BILL!, por favor, tienes que
decírmelo…- sus ojos se iban cerrando y dilatando lentamente. Le moví el cuerpo
pero él ni se inmutaba, y yo comenzaba a dejar de distinguir cuales eran los síntomas
de la ansiedad y de la droga. – hombre, por favor, dime, Bill.
No tenía el dinero para llamar
a un doctor, no sabía que mierda hacer. Estaba aterrado, mi corazón saltaba y
mis ojos querían desprender lágrimas. Coloqué la cabeza de mi hermano sobre mis
piernas y saqué el móvil de sus pantalones; busqué el teléfono de papá y le
llamé.
- ¿Bill?
- Papá, soy Tom…
- Oh ¿necesitan algo?
- Pasa que las inyecciones de
Bill se han acabado, ¿hay algo que las pueda suplir?
- ¿Algo le pasa a Bill, está
mal?
- No, no, solo es para
prevenir, papá.- dije desesperado. -¿Hay algo o no?
- Hay unos parches que le poníamos
tu madre y yo en el cuello.- me golpeé la frente.
- Pero no los lleva, papá,
¡algo económico!, ¿no hay?
- No lo sé, Tom, tendríamos que
preguntárselo al doctor.
- Bien, entonces adiós.
- ¿Estás seguro de que no está
pasando nada con tu hermano?
- ¡Estoy seguro, papá! adiós.
- Bueno, adiós, los quiero.
- Y nosotros.- corté.
-¡Mierda!...- él ahora solo temblaba en el suelo. Marqué a Dennis desde el móvil
de Bill y con desesperación me lo puse en el oído.
- ¿Hola?
- Dennis, soy yo, Tom…
- ¡Oh, Tom!, ¿cómo estás?
- Necesito que me hagas un
favor.
- Claro, ¿cuál?
- Ve a la farmacia y compra
parches para la ansiedad.
- ¿Cómo se llaman?
- ¡NO SÉ, SOLO CÓMPRALOS!
- Bueno pero…
- ¡Te lo pagaré, solo tráelos
por favor!
- ¿Por favor?, ¿desde cuándo
dices por favor?
- Dennis, es una emergencia.
- Bien, bien, ahora te los
llevo.
- Gracias…- corté. Tomé las
mejillas de mi hermano; mi pecho subía y bajaba con terror. –Vas a estar bien,
te vas a poner mejor, ¿sí?- tomé el porro del suelo, que se había apagado ya y
lo estrujé en mis manos con fuerza.
Soy un completo idiota.
OHH POR DIOS!! Estoy totalmente intrigada!!! Ayy Pobrecito Bill ojala no le pase nada malo... T__T me urge leer el próximo estoy que muero de ansias! Ayy Dios amo como escribes... Please sube pronto! Esta es la mejor historia que he leído...!
ResponderEliminarCuídate muchísimo! MIL ABRAZOS!!!
Y espero muchooo el proximooo!!!!
noooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo! My Billy, estupido Tom te voy a linchar!
ResponderEliminarMe encanta, amo tu fic lalalalala! :)
espero subas pronto!
Cuidate y un abrazo enormme :)