Ringgggg*
- Hmm…- me levanté de un bote y
me saqué las cobijas del cuerpo. Me llegaron las arcadas, y la pota me subió
rápidamente por la garganta. Dudé por un momento poder llegar al váter para
expulsar, pero me levanté y me eché a correr rápidamente.
- Cariño, ¿quieres que te
prepare algo para desayunar?- mi corazón se aceleró de pura vergüenza.
- ¡Mamá…vete, ahora hmm, ahora
salgo!- decía mientras potaba. Que guarro. Sabía que ella se acercaría, y con
la gran excusa de que había dejado la puerta del baño abierta de par en par;
así que me apresuré y me levanté para jalar la cadena y bajar la tapa del
váter. Me cepillé los dientes y después me recargué en la mesa, algo agotado.
- ¿Bill?- eran estos los
momentos que siempre quise evitar, por eso era que no quería decirles a mis
padres lo del Sida. Mamá sonaba completamente asustada, odiaba que lo hiciera,
porque me dolía escucharla de esa forma, era difícil tener que vivir con esto.
–Es por…
- Sí, mamá, es por eso… pero no
te preocupes.- se acercó a mí, tomándome los hombros por atrás. Ambos
compartíamos la mirada por medio del espejo. –Es por los medicamentos y eso. No
hay porqué ponerse así.
Me pasé la lengua por las
encías inferiores para calmar el picor que sentía en ellas, pero me dio
escalofríos el solo sentir algo que no era normal en ellas. Me jalé mi labio
inferior para verificar que todo fuera solo un espejismo, pero no lo era. Tenía
de esas ronchitas cubriéndome la encía casi por completo. Miré a mamá, y ella
también me miró a mí, con pánico.
- Aléjate de mí, mamá… no te me
acerques hasta que hayan desaparecido.
- No voy a hacer eso, no puedes
ocultarte hasta que eso pase.
- Puedo contagiarte… y nunca me
perdonaría el hacer una cosa como esa.
- No vas a contagiarme, Bill.
- Vamos, mamá, por favor…- ella
se alejó un poco. –Necesito alistarme.
- No vas a ir a la facultad
sintiéndote así. Quédate en tu cama y duerme un poco más.
- Tengo servicio hoy con un
compañero.
- Háblale y cancela, no vas a
ir.- Asentí con una sonrisa. Adoro que mamá se preocupe demasiado y aún me
trate como un crío. Me regresé a la cama y me cubrí hasta la quijada con las
cobijas, mirando como mamá caminaba hacia la puerta y cerraba sin hacer el
menor ruido.
A eso de las 10:00am, me
levanté de la cama con un sabor extraño en mi boca, el mismo sabor que me hizo
tener arcadas, pero aún así, no potar. Me apresuré al baño y me miré las
encías. Gracias a mis perforaciones [o al menos en mi teoría], las ronchitas se
habían abierto y tenían sangre y algo de pus. Creo que las arcadas se me quitaron
para dejar en su lugar la histeria y por poco, las lágrimas en mis ojos. Corrí
a mi mesita de noche y tomé mi móvil. 10:10am, a punto de terminar el descanso;
me apresuré y marqué.
- ¿Quién habla?
- Soy Bill…
- ¿Por qué no has venido a la
facultad? Te he estado esperando por seis minutos para la cita que teníamos.
- Lo siento, Robert, pero…- el
interrumpió con una pequeña carcajada.
- ¿Qué tienes, estás llorando?,
vamos, no es tan importante.
- No estoy llorando… estoy
asustado, necesito tu ayuda, por favor…
- ¿Mi ayuda, con qué?
- Desperté por la mañana y me
vi ronchas en las encías. Después volví a dormir, y al despertar las ronchas
estaban llenas de sangre y pus… y…
- ¿En la boca?- interrumpió mi
falta de palabras.
- Sí… son dolorosas, no puedo
hablar correctamente… me lastimo… ¿sabes acaso que me pasa?
- Bueno, a mí también suelen
salirme algunas ronchitas, pero jamás se me habían reventado. Supongo que lo
mejor es que te quites las perforaciones hasta que cese el dolor.- Mierda. Lo
que me supuse. Odiaba la simple idea de tener que deshacerme de ellas. Sabía
que primero estaba mi salud y después lo estético, pero la realidad era que mis
perforaciones habían sido los únicos objetos que me ayudaron a sobrevivir a
indiferencia con la que era tratado, gracias a que me subieron el autoestima de
los tobillos, hasta las rodillas. Me ponía muy mal sacármelas.
- Y… ¿sabes cuánto tiempo
durará?
- Varía. Puede que no las
tengas para mañana, o puedes mantenerlas hasta dos semanas. Cada cuerpo es
diferente.
- Bueno…gracias, me voy…- y
corté sin más, y cogí ropa para darme una ducha. Al terminar, con el corazón
dándome vuelcos y el pecho apretándome fuertemente, decidí que sacarme los
aretes sería lo mejor. Y lo hice. A pesar de que más de la mitad de mi
subconsciente me decía que no lo hiciera.
Bajé las escaleras con el
computador y el móvil en mis manos. Caminé hacia la cocina en busca de algo
para comer. Hice café de hoya y unté dos rebanadas de pan con mermelada y
mantequilla; después salí al jardín y me senté en la hamaca de madera. Prendí
el computador mientras le daba algunos sorbos al café terriblemente caliente
que me escaldaba la lengua.
Al paso de unas horas haciendo
el proyecto de psicología; dediqué mi tiempo en entrar a esa red social en la
que no había entrado por dos años y medio, gracias a todas las burlas y
comentarios. Ahí habían comentarios que no había mirado desde entonces, que a
mi parecer eran horribles. Incitaciones al suicidio, a la prostitución, a
operaciones faciales. Había hasta algunos vídeos en los que fingían ser yo, y
unas felicitaciones en mi cumpleaños diecisiete que más que felicitarme por un
año más de vida, lo hacían por uno menos, porque pronto moriría. Que irónico.
Después me encontré con un mensaje que decía ser de Robert; Tenía como título >>Urgente<< y era de hace un año y medio.
Lo abría abierto, de no ser
porque escuché el timbre sonar un par de veces. Me levanté de ahí y caminé lentamente
a la puerta, tomando mi tiempo, pensando en el recorrido. La abrí, y la persona
que miré ahí no me puso más feliz, al contrario, me comencé a desesperar de
solo ver su presencia, y de no ser porque mamá y papá me habían inculcado el
valo der respeto, le habría gritado y sacado de mi casa a rastras.
- Bill, antes de que digas
algo, vengo a hablar contigo.
- No quiero hablar, Georg,
estoy ocupado.
- No has ido a la universidad,
no puedes estar ocupado.
- Pues lo estoy, preparo los
horarios de los próximos servicios. Bah, no sé porqué te cuento a ti. No te
importa.- entorné los ojos, al igual que él lo hizo, sacando un suspiro
cansino.
- Déjame hablar contigo.
- No.
- Entonces solo escúchame.
- No me apetece ahora, podemos
hablar en la universidad mañana.
- Sí, para que termines
sollozando de nuevo. Vamos, Bill.- bajé la mirada.
- Sobre qué.- dije rendido, y
algo también cansado por su comportamiento.
- Lo que te han dicho tus
amigos.
- No son mis amigos.- y mi
respiración comenzó a ser errónea; sentía el sudor frío bajarme por la frente
de pura decepción.
- ¿Puedo pasar?- asentí,
retrocediendo unos pasos para que lo hiciera. Cerré la puerta y caminamos en
dirección al jardín, en donde cerré mi computador y apilé mis papeles sobre
ella. Ambos nos sentamos en la hamaca de madera; yo lo miré serio, esperando la
excusa de venir aquí sin avisar; mientras él se ponía nervioso, pero dispuesto
a hablar.
- ¿Qué?
- Yo no estaba ahí, yo no
acepté decirte todo eso en la cara.- bajé la mirada, concordando. Sí, él no
había estado, pero algunas de las palabras provenientes de Gustav, Andreas o
(tu nombre), sonaban muy similares a las que me había dicho él hace unos meses.
- Pero sé que también piensas
lo mismo.
- ¿Que has cambiado?, claro que
lo has hecho, y sería estúpido de tu parte decir que no lo has hecho. ¿Que
ahora estás más cerca de Robert?, eso tú lo sabes porque eres tú quien lo hace,
pero a mí no me jode, a mí me preocupa.
- ¿Y lo de que hemos follado
más veces?, ¿y lo del Sida?
- A mí no me consta que lo
hayas hecho, y estoy casi seguro de que no lo has hecho, porque quieras o no, Robert
te ha hecho imposible los días en el instituto y en la facultad. Y lo del Sida…
no puedo negar que ahora te ves más delgado y más pálido. Me preocupas, pero no
estoy seguro de nada aún.
- No he tenido relaciones con
Robert. Porque él no solo me echó a perder los años del instituto… me echó a
perder la vida completamente.
Me quedé en silencio, esperando
una palabra de sus labios, algo que me hiciera saber que estaba conmigo, que aún
teníamos la confianza que siempre tuvimos. Pero no dijo una palabra, solo se
escudaba mirando el pasto que mamá no cortaba desde hace meses enteros. Ni
siquiera me lo pensé, eran más que gritos de consuelo…era que quería tener
alguien a mi lado ahora que Tom no estaba. Me jalé el labio inferior y le
enseñé las ronchitas. Él las miró con asco y miedo.
- ¿Qué te pasó, Bill?- me dejé
los labios y me pensé bien las palabras para decírselo. No me salieron las que
pensé durante un minuto entero, me salieron las que mi subconsciente quería.
- Tengo Sida… sí, tengo, los
rumores no son mentira, y no sé quien comenzó haciéndolos. Tengo sida y me
pongo peor con cada día…ya sé que estoy horrible, pero Gustav no tenía que
decírmelo de esa forma… solo me hace sentirme peor de lo que ya lo hago.
- ¿Por eso Tom se fue de
Hamburgo?- negué.
- Eso es diferente… Tom no
tiene nada que ver con esto…
- ¿Estás tomando medicamento?-
asentí.
- Me pongo horrible… son
efectos que tienen, lo que más me aterra es que comienzo a perder el cabello
con tantas pastillas…- suspiré. –Por la puta ansiedad, el trastorno, las
depresiones, y el sida… acabaré muerto por tantas porquerías…
- No digas eso, Bill. Vas a
estar bien.
- Ya no sé si quiero estar
bien, ¿entiendes?, estoy completamente solo. La única persona que necesitaba
cerca se ha ido…
- Tienes amigos.
- Para esos amigos yo… prefiero
no tenerlos. Son tan hipócritas, les he contado todo lo que me pasa y fingen
ayudarme y apoyarme… todo fue una farsa.
- No te preocupes por ellos. Me
tienes a mí, y yo no voy a dejar que te mueras, no voy a dejar que te pongas
grave… no quiero que te pase lo mismo que a mi hermanita…
- No quiero morir, pero si no
lo hago, no tendré una vida de calidad. Siempre que enferme me horrorizaré por
la gravedad de la enfermedad.
- No morirás, y yo hablaré con
los tíos, ¿sí?- negué.
- No quiero tener nada en común
con ellos… Ya no.
- ¿Por qué no?- me acomodé el
cabello antes de contestarle. Más una acción de ansiedad que de estética.
- No sabes lo terrible que es
cuando voy a la cama y me da el puto insomnio pensando que no voy despertar…
que he muerto sin decir adiós. Y a ellos les chupó un huevo y decidieron
hacerme sentir como una mierda.
By Tom
- ¿Tienes el dinero, Tom?-
asentí, mordiéndome los labios con indecisión.
- Sí… claro que lo tengo, pero…
no sé si sea lo correcto.
- Si a ti te parece bueno,
entonces lo es. Solo no entiendo el objetivo de mudarte.
- No lo entiendes, Bonny. Intento
rehacer mi vida desde que llegué a este lugar, sin pensar en mi familia y pos
consecuencia, odiando también a Bill.
- Nunca vas a poder odiarlo,
Tom, no lo entiendo.
- Lo intentaré.
- No lo lograrás. Has hecho
demasiadas cosas por él; has hasta renunciado a tu trabajo por él, y has
preferido que él tenga comida a que tú la tengas.
- No he hecho nada similar.-
suspiré. –Solo me iré a una propiedad nueva, en este mismo barrio.
- No hay excusas para eso; se
olvida desde la mente, y tu mente estará contigo hasta que mueras.
- En esa casa hay más recuerdos
de los que yo puedo aguantar.
- Recuerdos que se borrarán con
el tiempo.- negué.
- ¡SU PUTA SANGRE ESTÁ POR LAS
PAREDES!, todas las veces que nos cabreábamos terminaba haciéndose daño.- ella
se quedó en silencio, mirándome con poco detenimiento. –No me importa lo que
pienses, yo me mudaré.
- Hazlo, Tom.- sonrió. –Pero para
olvidar algo que te jode…
- ¡No me jode!- interrumpí, a
lo que ella entornó los ojos y negó.
- Si quieres olvidar algo,
debes comenzar con perdonarte a ti mismo.
- No tengo nada que perdonarme.
- Piénsalo, Tom.
- Siempre he sido de esta
forma, desde que tengo consciencia.- negó.
- ¿Enserio crees que un niño
puede nacer siendo un psicópata y un insensible?- me enfurecí un poco. –Claro que
no. Hay algo en tu pasado, quizá en tu infancia que te ha hecho ser tan duro
contigo mismo ahora.
- No, no hay nada. Siempre ha
existido el mismo Tom de siempre.
- ¿Siempre odiaste a tu
hermano?- negué. –Entonces, no eres el mismo.
- ¡Sí soy coño!
- Dime que adoras a tu hermano.
- No puedo.
- Sí puedes.
- ¡No!
- ¿Por qué no?
- Porque no lo hago.
- Sí que lo haces.
- No, no lo hago.
- Dilo.
- ¡Que no!
- Dilo, ¡Adoro a mi hermano!
- ¡No voy a decirlo!
- Lo adoras, lo adoras, Tom,
¡por qué no se lo dices? ¿Dile que lo valoras y lo quieres!- guardé silencio,
mirándola con la respiración agitada del puto coraje. -¡Dile que lo sientes! ¡Pídele
disculpas!
- ¡LO SIENTO, BILL, TE VALORO Y
TE… TE ADORO! ¡Mierda! ¿¡Estás feliz ahora!?
- Tú, Tom, tienes miedo de lo
que los demás piensen de ti. Te jode que los demás vean que tienes ese lado
sensible, y que lo desarrollas más por él. Tienes miedo, te acojonas y escondes
lo que sientes.- bajé la mirada, con las lágrimas de rabia al borde de las
lágrimas.
- Sí lo quiero… por eso es que
me he ido.
- ¿Por qué?
- ¡Porque quiero lo mejor para
él, Roxann…!
owwwwwwwwwwww mi llorar ToT
ResponderEliminarHay pobre Bill. . . .
Ojala y Georg lo haga que se poonga un poco feliz. . .
Y ahora que pasara con Tom? Que hara?
Sube pronto. .
Tu sabes que me encanta como escribes. . Y amo tu fic. . . .
Cuidate y un abrazo :D
ewé esta genial, y me dejas con una intriga...que no me tengo de pie :) espero que subas prontoo
ResponderEliminarAHHH super hermoso cap
ResponderEliminarme encanta y llore de nuevo T.T
espero el proximo cap
CUIDATE BYE