jueves, 25 de octubre de 2012

Capítulo 31


Ringgggg*

- Hmm…- me levanté de un bote y me saqué las cobijas del cuerpo. Me llegaron las arcadas, y la pota me subió rápidamente por la garganta. Dudé por un momento poder llegar al váter para expulsar, pero me levanté y me eché a correr rápidamente.
- Cariño, ¿quieres que te prepare algo para desayunar?- mi corazón se aceleró de pura vergüenza.
- ¡Mamá…vete, ahora hmm, ahora salgo!- decía mientras potaba. Que guarro. Sabía que ella se acercaría, y con la gran excusa de que había dejado la puerta del baño abierta de par en par; así que me apresuré y me levanté para jalar la cadena y bajar la tapa del váter. Me cepillé los dientes y después me recargué en la mesa, algo agotado.
- ¿Bill?- eran estos los momentos que siempre quise evitar, por eso era que no quería decirles a mis padres lo del Sida. Mamá sonaba completamente asustada, odiaba que lo hiciera, porque me dolía escucharla de esa forma, era difícil tener que vivir con esto. –Es por…
- Sí, mamá, es por eso… pero no te preocupes.- se acercó a mí, tomándome los hombros por atrás. Ambos compartíamos la mirada por medio del espejo. –Es por los medicamentos y eso. No hay porqué ponerse así.
Me pasé la lengua por las encías inferiores para calmar el picor que sentía en ellas, pero me dio escalofríos el solo sentir algo que no era normal en ellas. Me jalé mi labio inferior para verificar que todo fuera solo un espejismo, pero no lo era. Tenía de esas ronchitas cubriéndome la encía casi por completo. Miré a mamá, y ella también me miró a mí, con pánico.
- Aléjate de mí, mamá… no te me acerques hasta que hayan desaparecido.
- No voy a hacer eso, no puedes ocultarte hasta que eso pase.
- Puedo contagiarte… y nunca me perdonaría el hacer una cosa como esa.
- No vas a contagiarme, Bill.
- Vamos, mamá, por favor…- ella se alejó un poco. –Necesito alistarme.
- No vas a ir a la facultad sintiéndote así. Quédate en tu cama y duerme un poco más.
- Tengo servicio hoy con un compañero.
- Háblale y cancela, no vas a ir.- Asentí con una sonrisa. Adoro que mamá se preocupe demasiado y aún me trate como un crío. Me regresé a la cama y me cubrí hasta la quijada con las cobijas, mirando como mamá caminaba hacia la puerta y cerraba sin hacer el menor ruido.



A eso de las 10:00am, me levanté de la cama con un sabor extraño en mi boca, el mismo sabor que me hizo tener arcadas, pero aún así, no potar. Me apresuré al baño y me miré las encías. Gracias a mis perforaciones [o al menos en mi teoría], las ronchitas se habían abierto y tenían sangre y algo de pus. Creo que las arcadas se me quitaron para dejar en su lugar la histeria y por poco, las lágrimas en mis ojos. Corrí a mi mesita de noche y tomé mi móvil. 10:10am, a punto de terminar el descanso; me apresuré y marqué.
- ¿Quién habla?
- Soy Bill…
- ¿Por qué no has venido a la facultad? Te he estado esperando por seis minutos para la cita que teníamos.
- Lo siento, Robert, pero…- el interrumpió con una pequeña carcajada.
- ¿Qué tienes, estás llorando?, vamos, no es tan importante.
- No estoy llorando… estoy asustado, necesito tu ayuda, por favor…
- ¿Mi ayuda, con qué?
- Desperté por la mañana y me vi ronchas en las encías. Después volví a dormir, y al despertar las ronchas estaban llenas de sangre y pus… y…
- ¿En la boca?- interrumpió mi falta de palabras.
- Sí… son dolorosas, no puedo hablar correctamente… me lastimo… ¿sabes acaso que me pasa?
- Bueno, a mí también suelen salirme algunas ronchitas, pero jamás se me habían reventado. Supongo que lo mejor es que te quites las perforaciones hasta que cese el dolor.- Mierda. Lo que me supuse. Odiaba la simple idea de tener que deshacerme de ellas. Sabía que primero estaba mi salud y después lo estético, pero la realidad era que mis perforaciones habían sido los únicos objetos que me ayudaron a sobrevivir a indiferencia con la que era tratado, gracias a que me subieron el autoestima de los tobillos, hasta las rodillas. Me ponía muy mal sacármelas.
- Y… ¿sabes cuánto tiempo durará?
- Varía. Puede que no las tengas para mañana, o puedes mantenerlas hasta dos semanas. Cada cuerpo es diferente.
- Bueno…gracias, me voy…- y corté sin más, y cogí ropa para darme una ducha. Al terminar, con el corazón dándome vuelcos y el pecho apretándome fuertemente, decidí que sacarme los aretes sería lo mejor. Y lo hice. A pesar de que más de la mitad de mi subconsciente me decía que no lo hiciera.
Bajé las escaleras con el computador y el móvil en mis manos. Caminé hacia la cocina en busca de algo para comer. Hice café de hoya y unté dos rebanadas de pan con mermelada y mantequilla; después salí al jardín y me senté en la hamaca de madera. Prendí el computador mientras le daba algunos sorbos al café terriblemente caliente que me escaldaba la lengua.


Al paso de unas horas haciendo el proyecto de psicología; dediqué mi tiempo en entrar a esa red social en la que no había entrado por dos años y medio, gracias a todas las burlas y comentarios. Ahí habían comentarios que no había mirado desde entonces, que a mi parecer eran horribles. Incitaciones al suicidio, a la prostitución, a operaciones faciales. Había hasta algunos vídeos en los que fingían ser yo, y unas felicitaciones en mi cumpleaños diecisiete que más que felicitarme por un año más de vida, lo hacían por uno menos, porque pronto moriría. Que irónico. Después me encontré con un mensaje que decía ser de Robert; Tenía como título >>Urgente<< y era de hace un año y medio.
Lo abría abierto, de no ser porque escuché el timbre sonar un par de veces. Me levanté de ahí y caminé lentamente a la puerta, tomando mi tiempo, pensando en el recorrido. La abrí, y la persona que miré ahí no me puso más feliz, al contrario, me comencé a desesperar de solo ver su presencia, y de no ser porque mamá y papá me habían inculcado el valo der respeto, le habría gritado y sacado de mi casa a rastras.
- Bill, antes de que digas algo, vengo a hablar contigo.
- No quiero hablar, Georg, estoy ocupado.
- No has ido a la universidad, no puedes estar ocupado.
- Pues lo estoy, preparo los horarios de los próximos servicios. Bah, no sé porqué te cuento a ti. No te importa.- entorné los ojos, al igual que él lo hizo, sacando un suspiro cansino.
- Déjame hablar contigo.
- No.
- Entonces solo escúchame.
- No me apetece ahora, podemos hablar en la universidad mañana.
- Sí, para que termines sollozando de nuevo. Vamos, Bill.- bajé la mirada.
- Sobre qué.- dije rendido, y algo también cansado por su comportamiento.
- Lo que te han dicho tus amigos.
- No son mis amigos.- y mi respiración comenzó a ser errónea; sentía el sudor frío bajarme por la frente de pura decepción.
- ¿Puedo pasar?- asentí, retrocediendo unos pasos para que lo hiciera. Cerré la puerta y caminamos en dirección al jardín, en donde cerré mi computador y apilé mis papeles sobre ella. Ambos nos sentamos en la hamaca de madera; yo lo miré serio, esperando la excusa de venir aquí sin avisar; mientras él se ponía nervioso, pero dispuesto a hablar.
- ¿Qué?
- Yo no estaba ahí, yo no acepté decirte todo eso en la cara.- bajé la mirada, concordando. Sí, él no había estado, pero algunas de las palabras provenientes de Gustav, Andreas o (tu nombre), sonaban muy similares a las que me había dicho él hace unos meses.
- Pero sé que también piensas lo mismo.
- ¿Que has cambiado?, claro que lo has hecho, y sería estúpido de tu parte decir que no lo has hecho. ¿Que ahora estás más cerca de Robert?, eso tú lo sabes porque eres tú quien lo hace, pero a mí no me jode, a mí me preocupa.
- ¿Y lo de que hemos follado más veces?, ¿y lo del Sida?
- A mí no me consta que lo hayas hecho, y estoy casi seguro de que no lo has hecho, porque quieras o no, Robert te ha hecho imposible los días en el instituto y en la facultad. Y lo del Sida… no puedo negar que ahora te ves más delgado y más pálido. Me preocupas, pero no estoy seguro de nada aún.
- No he tenido relaciones con Robert. Porque él no solo me echó a perder los años del instituto… me echó a perder la vida completamente.
Me quedé en silencio, esperando una palabra de sus labios, algo que me hiciera saber que estaba conmigo, que aún teníamos la confianza que siempre tuvimos. Pero no dijo una palabra, solo se escudaba mirando el pasto que mamá no cortaba desde hace meses enteros. Ni siquiera me lo pensé, eran más que gritos de consuelo…era que quería tener alguien a mi lado ahora que Tom no estaba. Me jalé el labio inferior y le enseñé las ronchitas. Él las miró con asco y miedo.
- ¿Qué te pasó, Bill?- me dejé los labios y me pensé bien las palabras para decírselo. No me salieron las que pensé durante un minuto entero, me salieron las que mi subconsciente quería.
- Tengo Sida… sí, tengo, los rumores no son mentira, y no sé quien comenzó haciéndolos. Tengo sida y me pongo peor con cada día…ya sé que estoy horrible, pero Gustav no tenía que decírmelo de esa forma… solo me hace sentirme peor de lo que ya lo hago.
- ¿Por eso Tom se fue de Hamburgo?- negué.
- Eso es diferente… Tom no tiene nada que ver con esto…
- ¿Estás tomando medicamento?- asentí.
- Me pongo horrible… son efectos que tienen, lo que más me aterra es que comienzo a perder el cabello con tantas pastillas…- suspiré. –Por la puta ansiedad, el trastorno, las depresiones, y el sida… acabaré muerto por tantas porquerías…
- No digas eso, Bill. Vas a estar bien.
- Ya no sé si quiero estar bien, ¿entiendes?, estoy completamente solo. La única persona que necesitaba cerca se ha ido…
- Tienes amigos.
- Para esos amigos yo… prefiero no tenerlos. Son tan hipócritas, les he contado todo lo que me pasa y fingen ayudarme y apoyarme… todo fue una farsa.
- No te preocupes por ellos. Me tienes a mí, y yo no voy a dejar que te mueras, no voy a dejar que te pongas grave… no quiero que te pase lo mismo que a mi hermanita…
- No quiero morir, pero si no lo hago, no tendré una vida de calidad. Siempre que enferme me horrorizaré por la gravedad de la enfermedad.
- No morirás, y yo hablaré con los tíos, ¿sí?- negué.
- No quiero tener nada en común con ellos… Ya no.
- ¿Por qué no?- me acomodé el cabello antes de contestarle. Más una acción de ansiedad que de estética.
- No sabes lo terrible que es cuando voy a la cama y me da el puto insomnio pensando que no voy despertar… que he muerto sin decir adiós. Y a ellos les chupó un huevo y decidieron hacerme sentir como una mierda.

By Tom

- ¿Tienes el dinero, Tom?- asentí, mordiéndome los labios con indecisión.
- Sí… claro que lo tengo, pero… no sé si sea lo correcto.
- Si a ti te parece bueno, entonces lo es. Solo no entiendo el objetivo de mudarte.
- No lo entiendes, Bonny. Intento rehacer mi vida desde que llegué a este lugar, sin pensar en mi familia y pos consecuencia, odiando también a Bill.
- Nunca vas a poder odiarlo, Tom, no lo entiendo.
- Lo intentaré.
- No lo lograrás. Has hecho demasiadas cosas por él; has hasta renunciado a tu trabajo por él, y has preferido que él tenga comida a que tú la tengas.
- No he hecho nada similar.- suspiré. –Solo me iré a una propiedad nueva, en este mismo barrio.
- No hay excusas para eso; se olvida desde la mente, y tu mente estará contigo hasta que mueras.
- En esa casa hay más recuerdos de los que yo puedo aguantar.
- Recuerdos que se borrarán con el tiempo.- negué.
- ¡SU PUTA SANGRE ESTÁ POR LAS PAREDES!, todas las veces que nos cabreábamos terminaba haciéndose daño.- ella se quedó en silencio, mirándome con poco detenimiento. –No me importa lo que pienses, yo me mudaré.
- Hazlo, Tom.- sonrió. –Pero para olvidar algo que te jode…
- ¡No me jode!- interrumpí, a lo que ella entornó los ojos y negó.
- Si quieres olvidar algo, debes comenzar con perdonarte a ti mismo.
- No tengo nada que perdonarme.
- Piénsalo, Tom.
- Siempre he sido de esta forma, desde que tengo consciencia.- negó.
- ¿Enserio crees que un niño puede nacer siendo un psicópata y un insensible?- me enfurecí un poco. –Claro que no. Hay algo en tu pasado, quizá en tu infancia que te ha hecho ser tan duro contigo mismo ahora.
- No, no hay nada. Siempre ha existido el mismo Tom de siempre.
- ¿Siempre odiaste a tu hermano?- negué. –Entonces, no eres el mismo.
- ¡Sí soy coño!
- Dime que adoras a tu hermano.
- No puedo.
- Sí puedes.
- ¡No!
- ¿Por qué no?
- Porque no lo hago.
- Sí que lo haces.
- No, no lo hago.
- Dilo.
- ¡Que no!
- Dilo, ¡Adoro a mi hermano!
- ¡No voy a decirlo!
- Lo adoras, lo adoras, Tom, ¡por qué no se lo dices? ¿Dile que lo valoras y lo quieres!- guardé silencio, mirándola con la respiración agitada del puto coraje. -¡Dile que lo sientes! ¡Pídele disculpas!
- ¡LO SIENTO, BILL, TE VALORO Y TE… TE ADORO! ¡Mierda! ¿¡Estás feliz ahora!?
- Tú, Tom, tienes miedo de lo que los demás piensen de ti. Te jode que los demás vean que tienes ese lado sensible, y que lo desarrollas más por él. Tienes miedo, te acojonas y escondes lo que sientes.- bajé la mirada, con las lágrimas de rabia al borde de las lágrimas.
- Sí lo quiero… por eso es que me he ido.
- ¿Por qué?
- ¡Porque quiero lo mejor para él, Roxann…!


3 comentarios:

  1. owwwwwwwwwwww mi llorar ToT
    Hay pobre Bill. . . .
    Ojala y Georg lo haga que se poonga un poco feliz. . .
    Y ahora que pasara con Tom? Que hara?
    Sube pronto. .
    Tu sabes que me encanta como escribes. . Y amo tu fic. . . .
    Cuidate y un abrazo :D

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  2. ewé esta genial, y me dejas con una intriga...que no me tengo de pie :) espero que subas prontoo

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  3. AHHH super hermoso cap
    me encanta y llore de nuevo T.T
    espero el proximo cap
    CUIDATE BYE

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