sábado, 13 de octubre de 2012

Capítulo 25


Pantalones negros ajustados; botas negras de terciopelo; una playera gris con mangas largas, con un jersey de cuero sin mangas de corte en diagonal; guantes negros, y un par de cadenas en el cuello. Me maquillé un poco más de lo habitual y alisé el cabello; me puse loción y salí del baño.
Tomé mis papeles y mi computador de mi cama y caminé con prisa a la planta baja, en donde papá y mamá esperaban sentados en el sofá de la sala. Después se levantaron y salimos de la casa, montándonos en el auto de papá para ir a la universidad.


Habían pasado algunos de mis compañeros, pero por mala o buena suerte era ahora mi turno. Vociferaron mi nombre en el micrófono. Antes de subir al escenario, visualicé el lugar de papá y mamá, quienes me miraban y saludaban con una sonrisa tan grande que me hizo imitarla, y de alguna forma, sentirme más seguro. Subí al escenario, mi corazón tembló con fuerza, hasta visualizar a Andreas y Georg. Suspiré con nervios, y después, me pasaron mi computador con la presentación que había hecho una semana antes.
Apareció la palabra “Psicología” en el pizarrón táctil. Volví a suspirar y miré a todos los que yacían sentados. Estaba dispuesto a hablar. Cambié de hoja a la presentación y una oleada de gritos ahogados y risas fulminantes me taladró los oídos. Al principio no comprendí nada, pero al mirar el pizarrón me di cuenta de lo que ahí estaba, reemplazando lo que había escrito y pensado por más de dos horas. Lo que me llevaría a ser el psicólogo que siempre quise ser.

Todo se me había ido a la mierda.

La fotografía que Robert prometió no mostrar, la fotografía que Maurice me sacó en pelotas. La fotografía que justo ahora me arruinaba la vida entera. Ni siquiera pude llorar, era inútil y absurdo; la sorpresa que sentía me llenaba las entrañas y me paralizaba. Después de unos segundos la imagen volvió a cambiar; >>Bill Kaulitz quiere estudiar psicología infantil. ¿Dejarías que tus hijos fueran atendidos por él?<<. Muy tarde, era muy tarde para correr, muy tarde para cambiar mi nombre o incluso, hasta para bajar de ese lugar con la mirada en alto. Era muy tarde para todo. Las risas aumentaron, y lo único que pude ver, fue a todos revolviéndose entre risa; y a papá y mamá de pie, con la mirada ida, patidifusos. Negué, y como pude traté de sacar esa imagen de mi computador, con la respiración faltante y los ojos comenzando a mojárseme; cerré el computador y el pizarrón se hizo gris de pronto.

Tan gris como mi mente. Sin sentido, sin razón.

Me largué de ahí, corriendo sin mirar por donde iba realmente. Sabía que mi subconsciente me llevaría al mejor lugar para desahogar la rabia que sentía. Entré a la biblioteca, ahí estaba Robert, en su móvil. Fue cuando dudé que mi subconsciente me tenía el mejor lugar… me había puesto yo mismo una trampa psicológica. Él me miró, sonriendo.
- Bonita presentación.- Un latido más fuerte se apresuró a golpear mi pecho.
- … ¿Has sido tú?...- musité, con el alma partida en mil pedazos, que ahora se veían muy difíciles de reacomodar. –Arruinaron mi carrera… arruinaron mi vida…- La primera lágrima me cayó inconscientemente. Me la limpie y me puse las pintas de hombre fuerte.
- No es para tanto, deja de precipitarte.
- Se acabó… esta vez me destrozaste de verdad…- rió.
- Que eres exagerado, eh.- negué.
- No, no exagero. Exagerar habría sido gritarlo todo al momento. Y no lo hice… me quedé en silencio, no quería más problemas…- tragué con fuerza, tragándome con la saliva, las lágrimas. –Una cosa es joderme hasta tocarme las pelotas y hacerme llorar… y otra… es arruinarle la vida a alguien.
- Oh…
- No.- interrumpí. –Esta vez me vas a dejar hablar a mí.- me miró, cediendo. –Ya fue demasiado, ya estoy cansado… cansado de fingir que esto me duele menos de lo que en realidad me duele…cansado de fingir sonrisas estúpidas. Y no soy el único… tú también estás cansado.
- Oye, espera…- negué.
- Yo no tengo la culpa de que tu hermana se haya ido. No tengo la culpa de que en año nuevo tus padres pelearon… no tengo la culpa de nada de lo que pasó en tu vida, Robert. Y lo que hicimos, fue con el consentimiento de los dos…
- ¡Ya basta!- me tomó de los hombros, estrellándome con la pared.
- ¿Cuántas veces lloras en tu recamara?, ¿cuántas veces te has callado lo que sientes para ser el Robert fuerte?, ¿a cuántos les has ocultado tu enfermedad crónica?...
- ¡Sí no te lo digo es porque podrían matarme!
- Ya basta… deja de fingir…
- ¡No estoy fingiendo, por primera vez te he dicho la puta verdad!
- Por favor, Robert… no pueden matarte por algo así…
- Temo que tus papás me maten.
- Ellos no buscan nunca la venganza… a quien matarán es a mí por dejar que me fotografiaran de esa forma… negó.
- No me refiero a eso.- suspiró hondo y me tomó los hombros. –Pasa que me diagnosticaron Sida a los diez años.
Los latidos de mi corazón se detuvieron, la sangre se me congeló y los huesos se me tensaron. Abrí los labios para tomar bocanadas de aire, para no volverme loco frente a él. Sentí mi cuerpo temblar y los escalofríos en mi nuca sin detenerse; comencé a gemir y dejé de mirarlo. Nunca sentí un miedo comparable… me estaba consumiendo como un demonio…
- ¿Por qué…?... ¡¿POR QUÉ!?- dejó de tomarme los hombros.
- Bill…
- Me mataste… ¡Me asesinaste y estabas consciente de eso!
- No digas eso.
- No te importó una mierda mi vida… ¿por qué no me lo dijiste?...
- Bill, mi amor, ven aquí, cariño.- mamá me tendía sus brazos. Caminé hacia ella, sintiendo esos pasos como los más pesados y dolorosos de toda mi vida.
- Mamá…- me abrazó con fuerza, besándome la cabeza un sin par de veces.
- Estás temblando, mi amor, ¿te sientes bien?
- No… nunca me sentí peor…
- Vámonos de este lugar, papá nos espera en el auto.
- No quiero hablar con él…- me besó la frente.
- No vamos a hablar de nada parecido, mi amor. No estamos enojados, ¿sí?, ven…


Ringg*

Tomé mi móvil. Un mensaje de Tom. Tenía la imagen de su muñeca con la pulsera con el dije del Yang >>Estuve pensando en ti toda la mañana. Espero que  te haya ido bien en la presentación<<
Y era lo único que agradecía, que Tom no estuviera ahí para mirar el desastre ocurrido. Dejé el móvil en mi mesa de noche y me metí en las cobijas sin quitarme mi calzado; intenté dormir sin mucho éxito a pesar de que moría de cansancio. Me pasé una hora entera mirando el reflejo de la luna penetrar por la ventana, pensando en posibles estupideces para volver mi vida a la realidad que siempre quise, y nunca tuve.

. . .

Toc-Toc-Toc

Sentí sus caricias vacías en mi frente, después me movió con delicadeza.

- Cariño, ha venido un amigo tuyo de la universidad.- abrí los ojos con dificultar. Parpadeé un sin par de veces para acostumbrarme a la luz del sol; después me senté y miré a mamá.
- ¿Un amigo?- asintió.
- Sí, dice que quiere hablar contigo, ¿lo dejo pasar?
- Bueno… sí…- me dio la espalda y salió de la habitación. Después de unos segundos, la imagen de Robert apareció en el umbral de la puerta, estaba serio, mirándome. –No…vete de aquí…- me levanté de la cama, dispuesto a empujarle fuera de mi habitación.
- No me voy a ir hasta que me escuches.- me quedé en silencio, tomando pequeñas bocanadas de aire para no volverme loco. Asentí, dejándole hablar. Él cerró la puerta. –Vamos al médico, ¿sí?, si no me preocupaste antes, me preocupas ahora…me preocupa tu salud, y no hablo de la mental como tú lo hiciste conmigo.- sonrió. –Vamos a hacerte la prueba del Sida.
- No quiero saber si la tengo…
- Puedes morir si no te tomas los medicamentos.
- Aún así voy a morir.- negó.
- He vivido diez años con ella. Vamos, Bill, déjame hacer algo bueno por ti por primera vez.- me quedé en completo silencio, mirándole a los ojos sin expresión. Y después solo acepté su invitación.
Me levanté de la cama y tomé ropa de mi armario, para después entrar al baño y darme una ducha rápida. Al salir, ambos caminamos fuera de la habitación y de mi casa; esperamos el bus.



Era mi turno. Un doctor de tez morena y ojos cafés me hizo entrar junto con él a un consultorio. Me dejó sentarme en una silla frente a una mesa, en donde él estaba sentado del otro lado y me miraba con seriedad.
- Buenos días.
- Buenos días…
- ¿Qué le trae aquí con exactitud?- Silencio. Suspiré, completamente humillado. Él esperaba paciente mi respuesta, sin rechistar o bufar.
- Creo…- se me cortó la voz por unos segundos. –Creo que tengo Sida…- bajé la mirada con completa vergüenza.
- ¿Qué le hace pensar eso, joven?- tomó un papel y comenzó a llenarlo con un bolígrafo. -¿  Cuál es su nombre?
- Bill Kaulitz.- asintió y siguió escribiendo. –Es que… he tenido relaciones sexuales con alguien…
- ¿Alguien infectado?
- Eso creo…- mentí.
- Bueno, ¿estás seguro de que es VIH, o prefiere hacerse una revisión completa?
- Estoy casi seguro de que es VIH.- asintió. Se levantó de la silla y caminó hacia un cuartito pequeño, después me miró.
- Si gusta venir conmigo.- asentí y me levanté también. –Lo que haremos será hacerte dos pruebas: la de la sangre y la de la saliva.- asentí.


- Ya está, lo llevaré al laboratorio y ahora te dan tus resultados, ¿sí?
- Bien…gracias, ahora vuelvo.- salí de ahí en busca de Robert, al encontrarlo, me acerqué a él y tomé mi bolso, en busca de mi cartera.
- ¿Terminaste?- asentí. –Hey, espera, yo voy a pagarlo.
- Claro que no.- se levantó del asiento y se sacó el dinero del bolsillo trasero.
- De nada sirve que te acompañe, ¿sí?, yo voy a pagarlo.- me tendió el dinero. –Por favor.
- Yo tengo el dinero.
- Y  yo también.- bajé la mirada, y él caminó hacia el consultorio, después regresó con seriedad. –En veinte minutos o  media hora te dan los resultados.- comencé a respirar con dureza, a sentir mis nervios brotarme desde las entrañas. –Tranquilo, si Dios está de tu lado va a salir negativo.
- Dios no tiene la culpa de esto… yo sí…
- Tranquilo.- increíblemente sentí su mano en mi hombro.


- Bill Kaulitz.
Fue el peor sentimiento en toda mi vida. Mi corazón palpitó con tantos nervios y los intestinos se apretaban dentro de mí, haciéndome sentir arcadas. Me levanté del asiento y caminé hacia el médico; él me tendió un sobre blanco con una etiqueta amarilla en la esquina inferior. Asentí en forma de agradecimiento, y me regresé con Robert.
- ¿Necesitas apoyo?- asentí. Él se levantó a mi lado y esperó a que mis manos temblantes pudieran abrir ese sobre. Saqué el papel y lo abrí con el miedo consumiéndome cada centímetro de mi cuerpo.
Dejé caer el papel al suelo. Lo dejé caer junto a la poca capacidad de no volverme loco; junto a mi futuro, mi carrera, mis amigos, mi familia, mis hijos, mi esposa, mi hermano, mi novia. Cuantas veces ellos me tomaron los brazos cuando me hacía daño; cuantas veces Tom y yo bebíamos del mismo vaso; cuantas veces (tu nombre) y yo nos besamos.
El corazón se me arrugó, y el estómago se me revolvió. ¿Cómo le diría esto a mis padres?, ¿cómo seguiría con mi vida de esta forma? Ni siquiera tenía las fuerzas para llorar. El tiempo se había detenido y era incapaz de volverme a la realidad. Miré a Robert. Él ya lo sabía, y no era que eso me importara; solo lo veía con miedo, buscando el abrazo que sabía nunca tendría de su parte, y que ahora, un abrazo de él me pondría más rabioso.
- No quiero volver a verte en toda mi vida…- me atreví a decir, con la voz echa una mierda.
- Ya lo sé. Pero al menos déjame llevarte a tu casa de vuelta.- negué.
-¿Cómo voy a decírselo a mis papás?...
- ¿Salió positivo en las dos pruebas?- tomó los papeles del suelo, y cambió la hoja. Ni siquiera tenía esperanzas de que saliera negativo. –Bill…tranquilo, ¿sí?, podremos arreglar esto.
- Besaba a (tu nombre)… y no te importó…
- Mira, es menos probable que mueras por el VIH ahora, puedes tratarlo.
- ¿Y eso en qué me ayuda?... no quiero tenerla… no quiero…
- Estoy dispuesto a hacerme responsable de ti, ¿sí?, yo no voy a dejar que mueras.- lo miré con sorpresa. Dios de alguna forma sí estaba de mi lado. Puso su mano en mi hombro; me sentí completamente deshecho… y de no ser por Robert… solo…
- Quiero ir a mi casa…- me limpié las lágrimas. –Quiero irme de aquí…
- Vámonos.- caminamos fuera, por su auto.



Abrió los seguros de la puerta y antes de bajar, lo mire, pensándome bien las palabras que debía decir, pero al final solo me salieron las que mi subconsciente quería.
- No volveré a la universidad nunca.- suspiré. –Pero no le digas a nadie de esto… di que me he mudado con Tom… no sé…
- Me dijiste que estabas cansado de fingir.- negó. –No voy a decírselo a nadie, pero no dejes de ir a la universidad. Ahora salimos de vacaciones, y aunque no lo creas, nos dejaría más tranquilos a todos si vas.
- Todos me odian ahora…y no sé porque.- dejé que mis lágrimas cayeran. -¿Y sabes una cosa?... yo también he empezado a odiarme…
- Vamos, estudiarás psicología, ¿cómo piensas hacerlo así, marica?
- Ya no quiero estudiar eso…- abrí la puerta del auto. -¿Puedo pedirte un favor?- asintió. –Si llegas a ver a (tu nombre)… dile que he dejado de quererla… que lo que su padre le había dicho…era real…
- Tú sí la quieres.
- Sí… ya lo sé…- cerré la puerta, y caminé con la cabeza gacha hasta llegar a la puerta.
- ¿Cómo te fue, Bill?- se acercó para darme un abrazo, pero yo retrocedí.
- No, mamá… no te acerques a mí…
- ¿Qué?
- Por favor, no quiero hacerte daño.
- Tú no me haces daño, ¿de qué hablas?
- No quiero hablar…



Al pasar de las semanas, encontré pequeñas manchitas blancas en mi paladar. Comencé a llorar como un crío lleno de miedo. No sabía como decírselo a mis papás, no sabía cómo llevar esto. Me estaba destrozando yo solo, y quizá también había destrozado a mi familia y a mi novia.
Me corté los brazos dentro del baño y grité en forma de desesperación, de miedo y dolor. Me miré en el espejo, volví a abrir mi boca y me miré esas manchas, las toqué con mi lengua, y de una volví a desesperarme, a sentir mi corazón golpearme con fuerza. Me jalé el cabello, traté de sacar las manchas con mi cepillo dental. Traté de ocultar mi dolor.
- ¿Por qué no pensaste en mí?, ¡¿POR QUÉ NO TE IMPORTÓ HACERME DAÑO!?...¿Por qué me mataste en vida?...- miré mis brazos sangrar, con esa sangre que ahora, era más peligrosa que antes.
Corrí a mi cama, me cubrí la cara con las cobijas y lloré con fuerza, restregando mi propia sangre en mi cara.
- Cariño, ¿puedes abrirme?, te he traído la cena.
- Vete, mamá… ¡por favor!...
- ¿Estás llorando, Bill?
- ¡No!
- Billy, mi amor, por favor abre la puerta…- me levanté de la cama y rápidamente corrí al baño a limpiarme los brazos, la cara y las lágrimas. Caminé a la puerta y abrí. -¿Qué tienes?
- Nada…
- ¿Seguro?, ¿hay algo que quieras decirme?
- No…nada. Pero… ¿puedes quedarte conmigo?- asintió, entrando a la recámara y cerrando la puerta.
Miramos la televisión y cenamos juntos. Me recosté en el pecho de mamá y ella comenzó a acariciarme el cabello. Un momento realmente lindo, si no tuviera la cabeza en otro lado… si no me aguantara las lágrimas en los ojos para que ella no me viera mal.


1 comentario:

  1. nooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo! ToT porque? Dios no ya estoy que lloro. . . .
    Enserio ni siquiera puedo escribir bien . . .
    ToT Bill!!! ToT
    no no no
    cuidate y un abrazo c:
    Sube pronto. . .
    Sigo Llorando :'(

    ResponderEliminar