Pantalones negros ajustados;
botas negras de terciopelo; una playera gris con mangas largas, con un jersey
de cuero sin mangas de corte en diagonal; guantes negros, y un par de cadenas
en el cuello. Me maquillé un poco más de lo habitual y alisé el cabello; me
puse loción y salí del baño.
Tomé mis papeles y mi
computador de mi cama y caminé con prisa a la planta baja, en donde papá y mamá
esperaban sentados en el sofá de la sala. Después se levantaron y salimos de la
casa, montándonos en el auto de papá para ir a la universidad.
Habían pasado algunos de mis
compañeros, pero por mala o buena suerte era ahora mi turno. Vociferaron mi
nombre en el micrófono. Antes de subir al escenario, visualicé el lugar de papá
y mamá, quienes me miraban y saludaban con una sonrisa tan grande que me hizo
imitarla, y de alguna forma, sentirme más seguro. Subí al escenario, mi corazón
tembló con fuerza, hasta visualizar a Andreas y Georg. Suspiré con nervios, y
después, me pasaron mi computador con la presentación que había hecho una semana
antes.
Apareció la palabra
“Psicología” en el pizarrón táctil. Volví a suspirar y miré a todos los que
yacían sentados. Estaba dispuesto a hablar. Cambié de hoja a la presentación y
una oleada de gritos ahogados y risas fulminantes me taladró los oídos. Al
principio no comprendí nada, pero al mirar el pizarrón me di cuenta de lo que
ahí estaba, reemplazando lo que había escrito y pensado por más de dos horas.
Lo que me llevaría a ser el psicólogo que siempre quise ser.
Todo se me había ido a la
mierda.
La fotografía que Robert
prometió no mostrar, la fotografía que Maurice me sacó en pelotas. La
fotografía que justo ahora me arruinaba la vida entera. Ni siquiera pude
llorar, era inútil y absurdo; la sorpresa que sentía me llenaba las entrañas y
me paralizaba. Después de unos segundos la imagen volvió a cambiar;
>>Bill Kaulitz quiere estudiar psicología infantil. ¿Dejarías que tus
hijos fueran atendidos por él?<<. Muy tarde, era muy tarde para correr,
muy tarde para cambiar mi nombre o incluso, hasta para bajar de ese lugar con
la mirada en alto. Era muy tarde para todo. Las risas aumentaron, y lo único
que pude ver, fue a todos revolviéndose entre risa; y a papá y mamá de pie, con
la mirada ida, patidifusos. Negué, y como pude traté de sacar esa imagen de mi
computador, con la respiración faltante y los ojos comenzando a mojárseme;
cerré el computador y el pizarrón se hizo gris de pronto.
Tan gris como mi mente. Sin
sentido, sin razón.
Me largué de ahí, corriendo sin
mirar por donde iba realmente. Sabía que mi subconsciente me llevaría al mejor
lugar para desahogar la rabia que sentía. Entré a la biblioteca, ahí estaba
Robert, en su móvil. Fue cuando dudé que mi subconsciente me tenía el mejor
lugar… me había puesto yo mismo una trampa psicológica. Él me miró, sonriendo.
- Bonita presentación.- Un
latido más fuerte se apresuró a golpear mi pecho.
- … ¿Has sido tú?...- musité,
con el alma partida en mil pedazos, que ahora se veían muy difíciles de
reacomodar. –Arruinaron mi carrera… arruinaron mi vida…- La primera lágrima me
cayó inconscientemente. Me la limpie y me puse las pintas de hombre fuerte.
- No es para tanto, deja de
precipitarte.
- Se acabó… esta vez me
destrozaste de verdad…- rió.
- Que eres exagerado, eh.-
negué.
- No, no exagero. Exagerar
habría sido gritarlo todo al momento. Y no lo hice… me quedé en silencio, no
quería más problemas…- tragué con fuerza, tragándome con la saliva, las
lágrimas. –Una cosa es joderme hasta tocarme las pelotas y hacerme llorar… y
otra… es arruinarle la vida a alguien.
- Oh…
- No.- interrumpí. –Esta vez me
vas a dejar hablar a mí.- me miró, cediendo. –Ya fue demasiado, ya estoy
cansado… cansado de fingir que esto me duele menos de lo que en realidad me
duele…cansado de fingir sonrisas estúpidas. Y no soy el único… tú también estás
cansado.
- Oye, espera…- negué.
- Yo no tengo la culpa de que
tu hermana se haya ido. No tengo la culpa de que en año nuevo tus padres
pelearon… no tengo la culpa de nada de lo que pasó en tu vida, Robert. Y lo que
hicimos, fue con el consentimiento de los dos…
- ¡Ya basta!- me tomó de los
hombros, estrellándome con la pared.
- ¿Cuántas veces lloras en tu
recamara?, ¿cuántas veces te has callado lo que sientes para ser el Robert
fuerte?, ¿a cuántos les has ocultado tu enfermedad crónica?...
- ¡Sí no te lo digo es porque
podrían matarme!
- Ya basta… deja de fingir…
- ¡No estoy fingiendo, por
primera vez te he dicho la puta verdad!
- Por favor, Robert… no pueden
matarte por algo así…
- Temo que tus papás me maten.
- Ellos no buscan nunca la
venganza… a quien matarán es a mí por dejar que me fotografiaran de esa forma…
negó.
- No me refiero a eso.- suspiró
hondo y me tomó los hombros. –Pasa que me diagnosticaron Sida a los diez años.
Los latidos de mi corazón se
detuvieron, la sangre se me congeló y los huesos se me tensaron. Abrí los
labios para tomar bocanadas de aire, para no volverme loco frente a él. Sentí
mi cuerpo temblar y los escalofríos en mi nuca sin detenerse; comencé a gemir y
dejé de mirarlo. Nunca sentí un miedo comparable… me estaba consumiendo como un
demonio…
- ¿Por qué…?... ¡¿POR QUÉ!?-
dejó de tomarme los hombros.
- Bill…
- Me mataste… ¡Me asesinaste y
estabas consciente de eso!
- No digas eso.
- No te importó una mierda mi
vida… ¿por qué no me lo dijiste?...
- Bill, mi amor, ven aquí,
cariño.- mamá me tendía sus brazos. Caminé hacia ella, sintiendo esos pasos
como los más pesados y dolorosos de toda mi vida.
- Mamá…- me abrazó con fuerza,
besándome la cabeza un sin par de veces.
- Estás temblando, mi amor, ¿te
sientes bien?
- No… nunca me sentí peor…
- Vámonos de este lugar, papá
nos espera en el auto.
- No quiero hablar con él…- me
besó la frente.
- No vamos a hablar de nada
parecido, mi amor. No estamos enojados, ¿sí?, ven…
Ringg*
Tomé mi móvil. Un mensaje de
Tom. Tenía la imagen de su muñeca con la pulsera con el dije del Yang
>>Estuve pensando en ti toda la mañana. Espero que te haya ido bien en la presentación<<
Y era lo único que agradecía,
que Tom no estuviera ahí para mirar el desastre ocurrido. Dejé el móvil en mi
mesa de noche y me metí en las cobijas sin quitarme mi calzado; intenté dormir
sin mucho éxito a pesar de que moría de cansancio. Me pasé una hora entera
mirando el reflejo de la luna penetrar por la ventana, pensando en posibles
estupideces para volver mi vida a la realidad que siempre quise, y nunca tuve.
. . .
Toc-Toc-Toc
Sentí sus caricias vacías en mi
frente, después me movió con delicadeza.
- Cariño, ha venido un amigo
tuyo de la universidad.- abrí los ojos con dificultar. Parpadeé un sin par de
veces para acostumbrarme a la luz del sol; después me senté y miré a mamá.
- ¿Un amigo?- asintió.
- Sí, dice que quiere hablar
contigo, ¿lo dejo pasar?
- Bueno… sí…- me dio la espalda
y salió de la habitación. Después de unos segundos, la imagen de Robert
apareció en el umbral de la puerta, estaba serio, mirándome. –No…vete de aquí…-
me levanté de la cama, dispuesto a empujarle fuera de mi habitación.
- No me voy a ir hasta que me
escuches.- me quedé en silencio, tomando pequeñas bocanadas de aire para no
volverme loco. Asentí, dejándole hablar. Él cerró la puerta. –Vamos al médico,
¿sí?, si no me preocupaste antes, me preocupas ahora…me preocupa tu salud, y no
hablo de la mental como tú lo hiciste conmigo.- sonrió. –Vamos a hacerte la
prueba del Sida.
- No quiero saber si la tengo…
- Puedes morir si no te tomas
los medicamentos.
- Aún así voy a morir.- negó.
- He vivido diez años con ella.
Vamos, Bill, déjame hacer algo bueno por ti por primera vez.- me quedé en
completo silencio, mirándole a los ojos sin expresión. Y después solo acepté su
invitación.
Me levanté de la cama y tomé
ropa de mi armario, para después entrar al baño y darme una ducha rápida. Al
salir, ambos caminamos fuera de la habitación y de mi casa; esperamos el bus.
Era mi turno. Un doctor de tez
morena y ojos cafés me hizo entrar junto con él a un consultorio. Me dejó
sentarme en una silla frente a una mesa, en donde él estaba sentado del otro
lado y me miraba con seriedad.
- Buenos días.
- Buenos días…
- ¿Qué le trae aquí con
exactitud?- Silencio. Suspiré, completamente humillado. Él esperaba paciente mi
respuesta, sin rechistar o bufar.
- Creo…- se me cortó la voz por
unos segundos. –Creo que tengo Sida…- bajé la mirada con completa vergüenza.
- ¿Qué le hace pensar eso,
joven?- tomó un papel y comenzó a llenarlo con un bolígrafo. -¿ Cuál es su nombre?
- Bill Kaulitz.- asintió y
siguió escribiendo. –Es que… he tenido relaciones sexuales con alguien…
- ¿Alguien infectado?
- Eso creo…- mentí.
- Bueno, ¿estás seguro de que
es VIH, o prefiere hacerse una revisión completa?
- Estoy casi seguro de que es
VIH.- asintió. Se levantó de la silla y caminó hacia un cuartito pequeño,
después me miró.
- Si gusta venir conmigo.-
asentí y me levanté también. –Lo que haremos será hacerte dos pruebas: la de la
sangre y la de la saliva.- asentí.
- Ya está, lo llevaré al
laboratorio y ahora te dan tus resultados, ¿sí?
- Bien…gracias, ahora vuelvo.-
salí de ahí en busca de Robert, al encontrarlo, me acerqué a él y tomé mi
bolso, en busca de mi cartera.
- ¿Terminaste?- asentí. –Hey,
espera, yo voy a pagarlo.
- Claro que no.- se levantó del
asiento y se sacó el dinero del bolsillo trasero.
- De nada sirve que te
acompañe, ¿sí?, yo voy a pagarlo.- me tendió el dinero. –Por favor.
- Yo tengo el dinero.
- Y yo también.- bajé la mirada, y él caminó
hacia el consultorio, después regresó con seriedad. –En veinte minutos o media hora te dan los resultados.- comencé a
respirar con dureza, a sentir mis nervios brotarme desde las entrañas.
–Tranquilo, si Dios está de tu lado va a salir negativo.
- Dios no tiene la culpa de
esto… yo sí…
- Tranquilo.- increíblemente
sentí su mano en mi hombro.
- Bill Kaulitz.
Fue el peor sentimiento en toda
mi vida. Mi corazón palpitó con tantos nervios y los intestinos se apretaban
dentro de mí, haciéndome sentir arcadas. Me levanté del asiento y caminé hacia
el médico; él me tendió un sobre blanco con una etiqueta amarilla en la esquina
inferior. Asentí en forma de agradecimiento, y me regresé con Robert.
- ¿Necesitas apoyo?- asentí. Él
se levantó a mi lado y esperó a que mis manos temblantes pudieran abrir ese
sobre. Saqué el papel y lo abrí con el miedo consumiéndome cada centímetro de
mi cuerpo.
Dejé caer el papel al suelo. Lo
dejé caer junto a la poca capacidad de no volverme loco; junto a mi futuro, mi
carrera, mis amigos, mi familia, mis hijos, mi esposa, mi hermano, mi novia.
Cuantas veces ellos me tomaron los brazos cuando me hacía daño; cuantas veces
Tom y yo bebíamos del mismo vaso; cuantas veces (tu nombre) y yo nos besamos.
El corazón se me arrugó, y el
estómago se me revolvió. ¿Cómo le diría esto a mis padres?, ¿cómo seguiría con
mi vida de esta forma? Ni siquiera tenía las fuerzas para llorar. El tiempo se
había detenido y era incapaz de volverme a la realidad. Miré a Robert. Él ya lo
sabía, y no era que eso me importara; solo lo veía con miedo, buscando el
abrazo que sabía nunca tendría de su parte, y que ahora, un abrazo de él me
pondría más rabioso.
- No quiero volver a verte en
toda mi vida…- me atreví a decir, con la voz echa una mierda.
- Ya lo sé. Pero al menos
déjame llevarte a tu casa de vuelta.- negué.
-¿Cómo voy a decírselo a mis
papás?...
- ¿Salió positivo en las dos
pruebas?- tomó los papeles del suelo, y cambió la hoja. Ni siquiera tenía
esperanzas de que saliera negativo. –Bill…tranquilo, ¿sí?, podremos arreglar
esto.
- Besaba a (tu nombre)… y no te
importó…
- Mira, es menos probable que
mueras por el VIH ahora, puedes tratarlo.
- ¿Y eso en qué me ayuda?... no
quiero tenerla… no quiero…
- Estoy dispuesto a hacerme
responsable de ti, ¿sí?, yo no voy a dejar que mueras.- lo miré con sorpresa.
Dios de alguna forma sí estaba de mi lado. Puso su mano en mi hombro; me sentí
completamente deshecho… y de no ser por Robert… solo…
- Quiero ir a mi casa…- me
limpié las lágrimas. –Quiero irme de aquí…
- Vámonos.- caminamos fuera,
por su auto.
Abrió los seguros de la puerta
y antes de bajar, lo mire, pensándome bien las palabras que debía decir, pero
al final solo me salieron las que mi subconsciente quería.
- No volveré a la universidad nunca.-
suspiré. –Pero no le digas a nadie de esto… di que me he mudado con Tom… no sé…
- Me dijiste que estabas
cansado de fingir.- negó. –No voy a decírselo a nadie, pero no dejes de ir a la
universidad. Ahora salimos de vacaciones, y aunque no lo creas, nos dejaría más
tranquilos a todos si vas.
- Todos me odian ahora…y no sé
porque.- dejé que mis lágrimas cayeran. -¿Y sabes una cosa?... yo también he
empezado a odiarme…
- Vamos, estudiarás psicología,
¿cómo piensas hacerlo así, marica?
- Ya no quiero estudiar eso…-
abrí la puerta del auto. -¿Puedo pedirte un favor?- asintió. –Si llegas a ver a
(tu nombre)… dile que he dejado de quererla… que lo que su padre le había
dicho…era real…
- Tú sí la quieres.
- Sí… ya lo sé…- cerré la
puerta, y caminé con la cabeza gacha hasta llegar a la puerta.
- ¿Cómo te fue, Bill?- se
acercó para darme un abrazo, pero yo retrocedí.
- No, mamá… no te acerques a
mí…
- ¿Qué?
- Por favor, no quiero hacerte
daño.
- Tú no me haces daño, ¿de qué
hablas?
- No quiero hablar…
Al pasar de las semanas,
encontré pequeñas manchitas blancas en mi paladar. Comencé a llorar como un
crío lleno de miedo. No sabía como decírselo a mis papás, no sabía cómo llevar
esto. Me estaba destrozando yo solo, y quizá también había destrozado a mi
familia y a mi novia.
Me corté los brazos dentro del
baño y grité en forma de desesperación, de miedo y dolor. Me miré en el espejo,
volví a abrir mi boca y me miré esas manchas, las toqué con mi lengua, y de una
volví a desesperarme, a sentir mi corazón golpearme con fuerza. Me jalé el
cabello, traté de sacar las manchas con mi cepillo dental. Traté de ocultar mi
dolor.
- ¿Por qué no pensaste en mí?,
¡¿POR QUÉ NO TE IMPORTÓ HACERME DAÑO!?...¿Por qué me mataste en vida?...- miré
mis brazos sangrar, con esa sangre que ahora, era más peligrosa que antes.
Corrí a mi cama, me cubrí la
cara con las cobijas y lloré con fuerza, restregando mi propia sangre en mi
cara.
- Cariño, ¿puedes abrirme?, te
he traído la cena.
- Vete, mamá… ¡por favor!...
- ¿Estás llorando, Bill?
- ¡No!
- Billy, mi amor, por favor
abre la puerta…- me levanté de la cama y rápidamente corrí al baño a limpiarme
los brazos, la cara y las lágrimas. Caminé a la puerta y abrí. -¿Qué tienes?
- Nada…
- ¿Seguro?, ¿hay algo que
quieras decirme?
- No…nada. Pero… ¿puedes
quedarte conmigo?- asintió, entrando a la recámara y cerrando la puerta.
Miramos la televisión y cenamos
juntos. Me recosté en el pecho de mamá y ella comenzó a acariciarme el cabello.
Un momento realmente lindo, si no tuviera la cabeza en otro lado… si no me
aguantara las lágrimas en los ojos para que ella no me viera mal.
nooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo! ToT porque? Dios no ya estoy que lloro. . . .
ResponderEliminarEnserio ni siquiera puedo escribir bien . . .
ToT Bill!!! ToT
no no no
cuidate y un abrazo c:
Sube pronto. . .
Sigo Llorando :'(