miércoles, 21 de noviembre de 2012

Capítulo 44


Se recostó en la cama, apretujándose el estómago. Su frente comenzaba a perlarse de sudor, y sus ojos se enrojecían por la presión al apretar sus dientes. Yo estaba algo desesperado, ni siquiera sabía que hacer o a donde llevarlo. El único buen doctor aquí se negaba a atenderlo, y no sabía si era malo sacarlo en el auto para llevarlo a Hamburgo.
- ¿Sabes el teléfono de tu doctor en Hamburgo?- asintió.
- Está ahí… en el directorio de mi móvil, ¿quieres pasármelo?- caminé por su bolso y busqué el móvil. No se lo pasé, me quedé ahí, buscando entre tantos nombres alguno que me dijera que era el doctor. – Lenderman…- dijo, tendiendo su mano para que le pasara el móvil.
Encontré su nombre, y apreté el botón para marcarle. Me mordía los labios con algo de desesperación mientras el tío me contestase. Le eché una miradilla a mi hermano, que me miraba, aún apretándose el estómago.
- Doctor Lenderman. ¿Quién habla?
- Necesito hacerle una pregunta urgente.
- ¿Quién habla?- insistió.
- Tom Kaulitz, hermano de Bill Kaulitz.
- Oh- se quedó en silencio, incluso casi preocupado. -¿Ha pasado algo con tu hermano?
- Bueno, eso creo. Tiene un dolor al parecer insoportable en el estómago, no sé qué le pasa, quizá sea por el Sida o… ¡no sé que tiene!
- Cálmese un poco. ¿En dónde exactamente es el dolor?
- Hmm…- miré a mi hermano, después me coloqué el móvil en el pecho para hablarle. -¿En dónde te duele, Bill? Necesita saberlo.
- Aquí…- acarició el lugar en el que le dolía. Me coloqué el móvil en la oreja de nuevo.
- Es en el vientre bajo.
- ¿Ha presentado más cambios físicos por el VIH?
- Sí, le han aparecido más de esas ronchas.
- Bien, no parece ser tan grave. Es un cólico. La misma enfermedad puede causarlo, ya sea por estrés o simplemente por algunas defensas.
- ¿Qué puedo hacer para que no lo tenga?
- Puedes usar mantas calientes en el vientre, con precaución de no quemar la piel. O por el otro lado, comprando medicamentos.
- Está bien, eh, gracias.
- De qué.- corté la llamada y caminé al baño por una toalla y comencé a cambiar los grifos del agua hasta que se puso lo suficientemente caliente. Mojé la toalla y la escurrí rápidamente, para llegar a la cama y sentarme a su lado, siendo víctima de su mirada confusa y preocupante.
- ¿Qué tengo, Tom…?- le levanté la playera y coloqué la toalla con delicadeza. –Hmm
- Dijo que tenías un cólico, ¡ni siquiera sabía que los hombres tenían cólicos!- él sonrió.
Fue una noche larga. Bill tenía calentura y se levantó un par de veces al baño para potar; se quejó toda la noche y gimió de dolor por una hora entera. Ni siquiera pude dormir. Me quedé al pendiente de él, me preocupaba un poco.
Y así fue por los siguientes dos meses transcurridos. Encima le volvió una crisis ansiosa que lo puso algo depresivo e indiferente. Falté por una semana al trabajo para cuidarlo, ¿pero qué digo? Ni siquiera podía pegar los ojos para descansar por unos minutos. Siempre llamando al doctor, siempre llorando por nuevos cambios en su cuerpo… Mi hermano estaba completamente mal.

By Bill

Me desperté al escuchar una de mis pulseras caer al suelo. Saqué las cobijas de mi cuerpo y me senté. Tom estaba a los pies de la cama, dándome la espalda, aún con la misma ropa que llevaba ayer. Me miró y recorrió sus ojos por mi cuerpo.
- ¿Quieres potar de nuevo?- me quedé en silencio ante su ronza voz y sus enormes ojeras bajo los ojos. Se miraba horriblemente cansado e incluso algo inconsciente.
- ¿Estás bien, Tom?- me atreví a preguntarle, a pesar de que sabía que siempre se ponía de mal humor cuando estaba exhausto.
Él asintió y se levantó de la cama, caminando a paso exageradamente lento en dirección al baño. Se talló los ojos y entró, cerrando con algo de fuerza. Yo me quedé en silencio, sintiendo cosquilleos incómodos en el pecho. Después él salió, amarrando sus rastas con una goma blanca. Se sentó en la orilla de la cama, en el lado donde el dormía siempre. Echó un suspiro cansino y se encorvó hasta tocar sus antebrazos con sus muslos.
- ¿Qué te pasa, Tom?- insistí, aunque con la voz un poco temblante por los nervios. Él sólo negó. –Estás enfermo, ¿no?- me arrastré por la cama hasta estar detrás de él.
- Sólo estoy cansado.- dijo con firmeza. Yo le tomé los hombros y le masajeé con delicadeza, haciendo que irguiera la espalda. Sonreí.
- ¿Por qué no duermes un poco más? Te ves horrible.
- Estoy acostumbrado a no dormir más.
- ¿Ah, sí?- pasé mis manos a su espalda. -¿Y por qué?
- He tenido cosas que hacer.- me miró.
- Ven, acuéstate bocabajo y sácate la playera.
- ¿Qué?
- Vamos.- sonreí.
- ¿Reconsideras lo del incesto?- me carcajeé, jalándole con delicadeza una rasta.  Él rió.
- Te daré un masaje.- sonrió. Se sacó la playera y se recostó en la cama, con los pies frente a la almohada y la cabeza a los pies de la cama. Me senté sobre su espalda baja y su trasero, y comencé a mover mis manos en su cuerpo. -¿Peso mucho, Tom?- bufó.
- ¿Sientes que pesas mucho?- me quedé en silencio. –No, no pesas.- sonreí.
- Estás muy tenso, ¿qué tienes?- él negó, suspirando.
- Sólo no han sido buenos días, ¿entiendes?
- Bueno, sí, pero no hay porqué estar así. Puedes terminar con jaqueca, ¿recuerdas que siempre te daba con las pruebas?
- Sí, pero esto es distinto. Es mucho peor… me jode demasiado todo ahora.
- ¿Has ido a hablar con Roxann?
- No. Últimamente me siento más cansado que antes, encima creo que pescaré un resfriado.
- Tal vez te lo estás causando psicológicamente. Últimamente te has visto muy pálido, y me preocupas.
- Pues no te preocupes más, ahora tienes esas crisis y lo del Vih. Es mejor que no le tomes importancia a cosas como lo que me pasa.
- Pero tienes la Anemia, Tom. Puede ser por eso.
- No lo sé…- compartimos un pequeño silencio, en el cual sólo se escuchaban los suspiros de mi hermano ante el movimiento de mis manos en su cuello. Después, volvió a hablar. – Mierda, Bill, ¿quién te enseñó a hacer esto?- sonreí.
- La hermana de Georg me daba masajes cuando me miraba triste.
- Hmm, ya sé lo que se siente tener un hermano bueno con las manos, eh. Con razón Georg quiere tanto a su hermana.
- Después de lo que le sucedió, no creo que los masajes sean lo que más extraña de ella.
- ¿Qué le pasó?, ¿se mudó a otro lugar?- bajé mis manos a sus costillas, bajo ellas.
- Se quitó la vida.- dije casi en un susurro.
- No juegues.
- No lo hago, su supuesto amigo abusó de ella sexualmente, y le contagió una infección.  También le hacían daño en el instituto. Supongo que ella creía que suicidarse era su mejor opción.- los músculos de Tom volvieron a tensarse.
- No me jodas, no puedo creerlo…- con mi puño cerrado, me dediqué de nuevo a los músculos tensados en su espalda.
- Me dijo que le daba miedo que yo cometiera el mismo error que ella…
- Tú no cometerías tal cosa.
- Estuve a punto de hacerlo, cuando Robert me dijo que tenía Sida.
- Se supone que tenías que estar con alguien de apoyo cuando recogieras los resultados. ¿Lo hiciste?- negué para mí mismo.
- Estaba con Robert, él me llevó. Lo tomé muy mal, ¿sabes?, sentí el mundo caerse sobre mí.- volvimos a compartir un silencio profundo, uno reflexivo, pero nada relajante. Seguí con mis manos en su cuerpo, mirando a la ventana, tratando de huir de ese lugar, hasta que después de un largo tiempo, Tom habló.
- ¿Bill?
- Mande.
- Prométeme que jamás vas a quitarte la vida por lo del Sida o por lo que piensen los demás de ti.- su voz sonó preocupada, algo temblante también, y un poco más aguda de lo que solía tenerla.
- ¿Me creerías capaz de hacerlo?- sonreí.
- Estuviste a punto de hacerlo.
- Lo prometo.- asintió. El móvil de Tom comenzó a sonar fuertemente, sacándonos de esa conversación. Me levanté del cuerpo de mi hermano y tomé su móvil para pasárselo. Él se sentó y lo tomó, agradeciéndome con la mirada y aceptando la llamada.



- Bill- decía mientras tomaba las llaves de su auto y se colocaba un polerón verde. –Tengo que ir a con Dennis, ¿te quedas?
- Sí… eh, ¿puedo llevar de paseo a Zander?, bueno, si eso quieres, si no me quedo aquí cuidándola, no importa.- dije avergonzado ante su mirada confusa y algo sorprendida.
- ¿Ya le quieres?, ¿no te da miedo?
- Ya no me da miedo, y claro que la quiero, es tu hija.- sonrió.
- Pues adelante, llévala, pero con correa.
- Está bien.- él sonrió y se dio la vuelta para salir.
Tomé la correa y me acerqué a ella, que movía el rabito ante la despedida de Tom. Le coloqué la correa y la saqué conmigo. Al principio me fue algo difícil tenerla, pero después ella se dejó llevar sin más, y pude caminar tranquilamente a saber dónde. Aún no conocía el barrio por completo, y todavía sentía algo de escalofríos al caminar solo por ahí.


Tras unas horas caminando, llegamos a un pequeño parque de diversiones, mucho mejor al que había visto antes, pero igualmente maltratado. Algunos niños se trepaban por las resbaladillas  y otros jugaban a hacer castillitos de arena con lodo lleno de piedras enormes, localicé unos bancos de madera, y me acerqué a ellos para sentarme a descansar un poco. Zander se echó a mi lado, dando un suspiro que sopló unas hojas lejos de su nariz.
Vaya que era un lugar relajante. Los pajarillos trinaban fuertemente y el sonido del viento moviendo las hojas de los árboles casi secos era encantador. Había cerrado mis ojos por un largo momento, teniendo la correa de Zander bien agarrada para que no se me soltase y se escapara, pero una patada en mi pie me hizo abrirlos y mirar a ese tío.
- ¿Eres el criado de Tom?- fruncí el entrecejo. Era alto y blando, con el cabello castaño y ojos verdes.
- No, soy su hermano, ¿por qué?
- No sabía que ese Tom se había hecho tan huevón que ni puede sacar el solo a su perra.
- Yo le pedí sacarla, él ahora no está en casa.- sonreí.
- Parece que Tom no la quiere.- se sentó a mi lado.
- ¿Qué dices?, ¡Tom la adora!, creo que es lo más preciado que tiene en su vida. Lo puedo asegurar.
- ¿Enserio?
- Sí, la trata como a su propia hija. Supongo que ella no pudo encontrar un mejor amo.- él sonrió.
- ¿Cómo era que se llamaba?
- Es Zander.- me miró confundido. Yo, volví a sonreír. –Tampoco sé porqué le puso un nombre tan raro, pero es lindo.
- Sin duda. ¿Entonces dices que la adora?- preguntó curioso.
- ¡Por supuesto!
- ¿Incluso más que al dinero?
- Sin duda. Creo que la ama más que a su propio hermano.
- ¿Tú?- asentí. – ¿Cómo te llamas?
- Soy Bill, ¿y tú?
- Travis.- sonreí.
- ¿Eres amigo de mi hermano?- él sonrió con indiferencia.
- ¿Amigos Tom y yo?- asentí.
- Bueno, quizá tampoco te guste llamar a alguien como a un amigo. Pero ¿son colegas o algo así?- negó.
- Tom y yo éramos amigos, eso cambió desde que pasó todo aquello con Maurice.- me quedé serio, completamente.
- ¿Maurice y tú son amigos?- asintió.
- Me gusta Zander, y también me gustas tú.- sonrió. Yo me paralicé.
- Creí que eran amigos…
- No, no lo somos, pero no temas, tío. Que no soy malo..
- Ah, bueno…
- Me gustaría invitarte a tomar un café.
- Lo siento, no tengo pasta.
- No te preocupes, yo te invito, Pareces ser nuevo en Frankfurt, sirve que te doy un pequeño tour, ¿qué dices?
- No sé… tengo que regresar a Zander a casa.
- Vamos, no tomaremos más de unos minutos, si quieres puedo regresarte a tu casa.- sonrió.
- ¿De  verdad?- sonreí.
- Claro que sí, no es ningún problema.
- Está bien. ambos sonreímos.


3 comentarios:

  1. ojala y no secuestren o le hagan daño otra vez!
    me pregunto como estara (tu nombre)... ojala no aborte.
    ME ENCANTA TU FIC!! TE QUIERO!! :DD

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  2. ñeñeñeññe esto me huele mal!
    Algo malo pasara?
    Es que Bill es tan inocente. . Que a todos les hace caso. . . .
    Sube pronto
    cuidate y un abrazo :D

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  3. que va pasar???
    ahhh estoy intrigada
    sube pronto!!!!
    cuidate bye

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