Se recostó en la cama,
apretujándose el estómago. Su frente comenzaba a perlarse de sudor, y sus ojos
se enrojecían por la presión al apretar sus dientes. Yo estaba algo
desesperado, ni siquiera sabía que hacer o a donde llevarlo. El único buen
doctor aquí se negaba a atenderlo, y no sabía si era malo sacarlo en el auto
para llevarlo a Hamburgo.
- ¿Sabes el teléfono de tu doctor
en Hamburgo?- asintió.
- Está ahí… en el directorio de
mi móvil, ¿quieres pasármelo?- caminé por su bolso y busqué el móvil. No se lo
pasé, me quedé ahí, buscando entre tantos nombres alguno que me dijera que era
el doctor. – Lenderman…- dijo, tendiendo su mano para que le pasara el móvil.
Encontré su nombre, y apreté el
botón para marcarle. Me mordía los labios con algo de desesperación mientras el
tío me contestase. Le eché una miradilla a mi hermano, que me miraba, aún
apretándose el estómago.
- Doctor Lenderman. ¿Quién
habla?
- Necesito hacerle una pregunta
urgente.
- ¿Quién habla?- insistió.
- Tom Kaulitz, hermano de Bill
Kaulitz.
- Oh- se quedó en silencio,
incluso casi preocupado. -¿Ha pasado algo con tu hermano?
- Bueno, eso creo. Tiene un
dolor al parecer insoportable en el estómago, no sé qué le pasa, quizá sea por
el Sida o… ¡no sé que tiene!
- Cálmese un poco. ¿En dónde
exactamente es el dolor?
- Hmm…- miré a mi hermano,
después me coloqué el móvil en el pecho para hablarle. -¿En dónde te duele,
Bill? Necesita saberlo.
- Aquí…- acarició el lugar en
el que le dolía. Me coloqué el móvil en la oreja de nuevo.
- Es en el vientre bajo.
- ¿Ha presentado más cambios
físicos por el VIH?
- Sí, le han aparecido más de
esas ronchas.
- Bien, no parece ser tan
grave. Es un cólico. La misma enfermedad puede causarlo, ya sea por estrés o
simplemente por algunas defensas.
- ¿Qué puedo hacer para que no
lo tenga?
- Puedes usar mantas calientes
en el vientre, con precaución de no quemar la piel. O por el otro lado,
comprando medicamentos.
- Está bien, eh, gracias.
- De qué.- corté la llamada y
caminé al baño por una toalla y comencé a cambiar los grifos del agua hasta que
se puso lo suficientemente caliente. Mojé la toalla y la escurrí rápidamente,
para llegar a la cama y sentarme a su lado, siendo víctima de su mirada confusa
y preocupante.
- ¿Qué tengo, Tom…?- le levanté
la playera y coloqué la toalla con delicadeza. –Hmm
- Dijo que tenías un cólico,
¡ni siquiera sabía que los hombres tenían cólicos!- él sonrió.
Fue una noche larga. Bill tenía
calentura y se levantó un par de veces al baño para potar; se quejó toda la
noche y gimió de dolor por una hora entera. Ni siquiera pude dormir. Me quedé
al pendiente de él, me preocupaba un poco.
Y así fue por los siguientes
dos meses transcurridos. Encima le volvió una crisis ansiosa que lo puso algo
depresivo e indiferente. Falté por una semana al trabajo para cuidarlo, ¿pero
qué digo? Ni siquiera podía pegar los ojos para descansar por unos minutos.
Siempre llamando al doctor, siempre llorando por nuevos cambios en su cuerpo…
Mi hermano estaba completamente mal.
By Bill
Me desperté al escuchar una de
mis pulseras caer al suelo. Saqué las cobijas de mi cuerpo y me senté. Tom
estaba a los pies de la cama, dándome la espalda, aún con la misma ropa que
llevaba ayer. Me miró y recorrió sus ojos por mi cuerpo.
- ¿Quieres potar de nuevo?- me
quedé en silencio ante su ronza voz y sus enormes ojeras bajo los ojos. Se
miraba horriblemente cansado e incluso algo inconsciente.
- ¿Estás bien, Tom?- me atreví
a preguntarle, a pesar de que sabía que siempre se ponía de mal humor cuando
estaba exhausto.
Él asintió y se levantó de la
cama, caminando a paso exageradamente lento en dirección al baño. Se talló los
ojos y entró, cerrando con algo de fuerza. Yo me quedé en silencio, sintiendo
cosquilleos incómodos en el pecho. Después él salió, amarrando sus rastas con
una goma blanca. Se sentó en la orilla de la cama, en el lado donde el dormía
siempre. Echó un suspiro cansino y se encorvó hasta tocar sus antebrazos con
sus muslos.
- ¿Qué te pasa, Tom?- insistí,
aunque con la voz un poco temblante por los nervios. Él sólo negó. –Estás
enfermo, ¿no?- me arrastré por la cama hasta estar detrás de él.
- Sólo estoy cansado.- dijo con
firmeza. Yo le tomé los hombros y le masajeé con delicadeza, haciendo que
irguiera la espalda. Sonreí.
- ¿Por qué no duermes un poco
más? Te ves horrible.
- Estoy acostumbrado a no
dormir más.
- ¿Ah, sí?- pasé mis manos a su
espalda. -¿Y por qué?
- He tenido cosas que hacer.-
me miró.
- Ven, acuéstate bocabajo y
sácate la playera.
- ¿Qué?
- Vamos.- sonreí.
- ¿Reconsideras lo del
incesto?- me carcajeé, jalándole con delicadeza una rasta. Él rió.
- Te daré un masaje.- sonrió.
Se sacó la playera y se recostó en la cama, con los pies frente a la almohada y
la cabeza a los pies de la cama. Me senté sobre su espalda baja y su trasero, y
comencé a mover mis manos en su cuerpo. -¿Peso mucho, Tom?- bufó.
- ¿Sientes que pesas mucho?- me
quedé en silencio. –No, no pesas.- sonreí.
- Estás muy tenso, ¿qué
tienes?- él negó, suspirando.
- Sólo no han sido buenos días,
¿entiendes?
- Bueno, sí, pero no hay porqué
estar así. Puedes terminar con jaqueca, ¿recuerdas que siempre te daba con las
pruebas?
- Sí, pero esto es distinto. Es
mucho peor… me jode demasiado todo ahora.
- ¿Has ido a hablar con Roxann?
- No. Últimamente me siento más
cansado que antes, encima creo que pescaré un resfriado.
- Tal vez te lo estás causando
psicológicamente. Últimamente te has visto muy pálido, y me preocupas.
- Pues no te preocupes más,
ahora tienes esas crisis y lo del Vih. Es mejor que no le tomes importancia a
cosas como lo que me pasa.
- Pero tienes la Anemia, Tom.
Puede ser por eso.
- No lo sé…- compartimos un
pequeño silencio, en el cual sólo se escuchaban los suspiros de mi hermano ante
el movimiento de mis manos en su cuello. Después, volvió a hablar. – Mierda,
Bill, ¿quién te enseñó a hacer esto?- sonreí.
- La hermana de Georg me daba
masajes cuando me miraba triste.
- Hmm, ya sé lo que se siente
tener un hermano bueno con las manos, eh. Con razón Georg quiere tanto a su
hermana.
- Después de lo que le sucedió,
no creo que los masajes sean lo que más extraña de ella.
- ¿Qué le pasó?, ¿se mudó a
otro lugar?- bajé mis manos a sus costillas, bajo ellas.
- Se quitó la vida.- dije casi
en un susurro.
- No juegues.
- No lo hago, su supuesto amigo
abusó de ella sexualmente, y le contagió una infección. También le hacían daño en el instituto. Supongo
que ella creía que suicidarse era su mejor opción.- los músculos de Tom
volvieron a tensarse.
- No me jodas, no puedo creerlo…-
con mi puño cerrado, me dediqué de nuevo a los músculos tensados en su espalda.
- Me dijo que le daba miedo que
yo cometiera el mismo error que ella…
- Tú no cometerías tal cosa.
- Estuve a punto de hacerlo,
cuando Robert me dijo que tenía Sida.
- Se supone que tenías que
estar con alguien de apoyo cuando recogieras los resultados. ¿Lo hiciste?-
negué para mí mismo.
- Estaba con Robert, él me
llevó. Lo tomé muy mal, ¿sabes?, sentí el mundo caerse sobre mí.- volvimos a
compartir un silencio profundo, uno reflexivo, pero nada relajante. Seguí con
mis manos en su cuerpo, mirando a la ventana, tratando de huir de ese lugar,
hasta que después de un largo tiempo, Tom habló.
- ¿Bill?
- Mande.
- Prométeme que jamás vas a
quitarte la vida por lo del Sida o por lo que piensen los demás de ti.- su voz
sonó preocupada, algo temblante también, y un poco más aguda de lo que solía
tenerla.
- ¿Me creerías capaz de
hacerlo?- sonreí.
- Estuviste a punto de hacerlo.
- Lo prometo.- asintió. El
móvil de Tom comenzó a sonar fuertemente, sacándonos de esa conversación. Me
levanté del cuerpo de mi hermano y tomé su móvil para pasárselo. Él se sentó y
lo tomó, agradeciéndome con la mirada y aceptando la llamada.
- Bill- decía mientras tomaba
las llaves de su auto y se colocaba un polerón verde. –Tengo que ir a con
Dennis, ¿te quedas?
- Sí… eh, ¿puedo llevar de
paseo a Zander?, bueno, si eso quieres, si no me quedo aquí cuidándola, no
importa.- dije avergonzado ante su mirada confusa y algo sorprendida.
- ¿Ya le quieres?, ¿no te da
miedo?
- Ya no me da miedo, y claro
que la quiero, es tu hija.- sonrió.
- Pues adelante, llévala, pero
con correa.
- Está bien.- él sonrió y se dio
la vuelta para salir.
Tomé la correa y me acerqué a
ella, que movía el rabito ante la despedida de Tom. Le coloqué la correa y la
saqué conmigo. Al principio me fue algo difícil tenerla, pero después ella se
dejó llevar sin más, y pude caminar tranquilamente a saber dónde. Aún no conocía
el barrio por completo, y todavía sentía algo de escalofríos al caminar solo
por ahí.
Tras unas horas caminando,
llegamos a un pequeño parque de diversiones, mucho mejor al que había visto
antes, pero igualmente maltratado. Algunos niños se trepaban por las resbaladillas y otros jugaban a hacer castillitos de arena
con lodo lleno de piedras enormes, localicé unos bancos de madera, y me acerqué
a ellos para sentarme a descansar un poco. Zander se echó a mi lado, dando un
suspiro que sopló unas hojas lejos de su nariz.
Vaya que era un lugar
relajante. Los pajarillos trinaban fuertemente y el sonido del viento moviendo
las hojas de los árboles casi secos era encantador. Había cerrado mis ojos por
un largo momento, teniendo la correa de Zander bien agarrada para que no se me
soltase y se escapara, pero una patada en mi pie me hizo abrirlos y mirar a ese
tío.
- ¿Eres el criado de Tom?-
fruncí el entrecejo. Era alto y blando, con el cabello castaño y ojos verdes.
- No, soy su hermano, ¿por qué?
- No sabía que ese Tom se había
hecho tan huevón que ni puede sacar el solo a su perra.
- Yo le pedí sacarla, él ahora
no está en casa.- sonreí.
- Parece que Tom no la quiere.-
se sentó a mi lado.
- ¿Qué dices?, ¡Tom la adora!,
creo que es lo más preciado que tiene en su vida. Lo puedo asegurar.
- ¿Enserio?
- Sí, la trata como a su propia
hija. Supongo que ella no pudo encontrar un mejor amo.- él sonrió.
- ¿Cómo era que se llamaba?
- Es Zander.- me miró
confundido. Yo, volví a sonreír. –Tampoco sé porqué le puso un nombre tan raro,
pero es lindo.
- Sin duda. ¿Entonces dices que
la adora?- preguntó curioso.
- ¡Por supuesto!
- ¿Incluso más que al dinero?
- Sin duda. Creo que la ama más
que a su propio hermano.
- ¿Tú?- asentí. – ¿Cómo te
llamas?
- Soy Bill, ¿y tú?
- Travis.- sonreí.
- ¿Eres amigo de mi hermano?-
él sonrió con indiferencia.
- ¿Amigos Tom y yo?- asentí.
- Bueno, quizá tampoco te guste
llamar a alguien como a un amigo. Pero ¿son colegas o algo así?- negó.
- Tom y yo éramos amigos, eso
cambió desde que pasó todo aquello con Maurice.- me quedé serio, completamente.
- ¿Maurice y tú son amigos?-
asintió.
- Me gusta Zander, y también me
gustas tú.- sonrió. Yo me paralicé.
- Creí que eran amigos…
- No, no lo somos, pero no
temas, tío. Que no soy malo..
- Ah, bueno…
- Me gustaría invitarte a tomar
un café.
- Lo siento, no tengo pasta.
- No te preocupes, yo te
invito, Pareces ser nuevo en Frankfurt, sirve que te doy un pequeño tour, ¿qué
dices?
- No sé… tengo que regresar a
Zander a casa.
- Vamos, no tomaremos más de
unos minutos, si quieres puedo regresarte a tu casa.- sonrió.
- ¿De verdad?- sonreí.
- Claro que sí, no es ningún
problema.
- Está bien. ambos sonreímos.
ojala y no secuestren o le hagan daño otra vez!
ResponderEliminarme pregunto como estara (tu nombre)... ojala no aborte.
ME ENCANTA TU FIC!! TE QUIERO!! :DD
ñeñeñeññe esto me huele mal!
ResponderEliminarAlgo malo pasara?
Es que Bill es tan inocente. . Que a todos les hace caso. . . .
Sube pronto
cuidate y un abrazo :D
que va pasar???
ResponderEliminarahhh estoy intrigada
sube pronto!!!!
cuidate bye