Me levanté del suelo. Ella
sonrió levemente y me llevó algo lejos de ahí. No me habló sino hasta encontrar
un lugar casi aislado, supongo que era para poder hablar mejor.
- ¿Sabes?, he querido hablar
contigo desde la primera vez que viniste aquí.- dijo mientras caminábamos,
lentamente, sin mirarnos. -¿Por qué has regresado?- bajé la mirada, y
lentamente fui colocando mis manos dentro de los bolsillos del amplio pantalón
de mi hermano.
- Quería volver a verlo.-
musité.
- ¿A pesar de todo lo que te ha
hecho?- asentí. -¿por qué?- preguntó con sorpresa.
- He cometido errores que ni
siquiera estaba consciente de que lo había hecho. Y he tratado de pedirle
perdón por ello…
- Él me dijo que eras algún
tipo de masoquista porque siempre encontrabas uno forma de sentir dolor.
- No me gusta sentirlo… y he
dejado de hacerlo, pero…- me quedé en silencio, con completa incomprensión a
mis propias palabras. Ella también enmudeció por unos segundos, pero después me
miró y se quedó de pie.
–Me dijo que estabas metido en
muchos problemas en Hamburgo. Tales como el acoso, y que cortabas tus brazos.
¿Estás seguro de que no quisiste escapar de tus problemas?
- No. No lo hago, sólo quería
mirar a mi hermano… lo necesito, ¿sabes?...- corté mis propias palabras para no
ponerme a gritar o llorar.
- Él dice que no te necesita a
ti.
- Miente.
- Tal vez. Pero tal vez
realmente necesite un tiempo a solas con él mismo.
- No… se está llenando.- me miró
confundida. -¡Lo viene haciendo desde hace cuatro años!, quiere escapar de todo, quiere creer que nada
le importa. Pero no es así. Está gritando por un consuelo, está llorando por
saber controlar perfectamente sus sentimientos, y eso no le gusta, ¡no le gusta
que todos lo pasen por alto, porque él lo que quiere es llamar la atención!
- ¿Quieres decir entonces que
oculta todo lo que siente?
- ¡Quiero decir que Tom
necesita ayuda! Y ninguno de nosotros se la damos porque no la pide.
- Me supongo que se lo has
dicho ya.
- Lo he intentado.- bajé la
mirada. –Pero… Tom es…
- Tom no se preocupa en tus
sentimientos, ¿no?- bajé la cabeza a mis pies, tratando de evadir su mirada.
- Desde los dieciséis, a Tom no
le importa lo que pase conmigo.
- ¿Se preocupó por lo del Sida?
- Él… me ha ayudado con los
medicamentos.- asintió, y después se quedó unos momentos, pensativa.
- Me dijo que querías estudiar
psicología, ¿es verdad?- asentí. - ¿Y cuánto tiempo llevas estudiándola?
- Por todo lo que he faltado a
la facultad, creo que un año.
- ¿Por qué faltabas?- guardé
silencio. Sentí mi frente perlarse de sudor y mis manos temblar con fuerza.
- Inventaron que hacía incesto
con Tom…, mostraron fotografías que Maurice me tomó cuando me obligó a vender
mi cuerpo… No sé cómo llegaron hasta aquí para mirar las fotografías…- Se quedó
perpleja, pálida por completo.
- ¿Maurice?- asentí. -¿Te llevó
para prostituirte?
- Sí…
- ¿Tom lo supo?- la miré
confundido. - ¡No puedo creerlo! ¿Y Tom qué hizo?
- Me dejó ir. Dijo que así era
mejor.- eché el aire, con cansancio. –Es que no teníamos ni una miga para
comer.
- ¡Y dejó que tocaran y
abusaran de tu cuerpo! ¡Y QUE ENCIMA LO HICIERA MAURICE!, Tom no podría hacer
eso, Tom debería odiarte para dejar que te hicieran eso, yo… no puedo creer que
te haya vendido a su enemigo…
Me sentí la peor mierda. De
pronto no sentí más ganas de estar ahí con ella. Sentí el pecho apretarme y el
nudo en mi garganta; los síntomas que Tom me hacía tener siempre que estaba a
su lado. Enseguida llegué a la conclusión de que quizá sí era algún tipo de
masoquista, el tipo de masoquista que no puede vivir sin los comentarios
hirientes de quien ama; el tipo de masoquista que busca provocar a esa persona
para recibir sus comentarios y golpes, porque le apetece. Porque le agrada
sentirlo.
By Tom
Hace unas horas llegaron Bill y
Bonny a mi casa. Bonny se fue más que cabreada, y Bill se subió las escaleras
con la mirada ida. Subí a mi habitación; ahí estaba él, recostado en la cama,
mirando el techo con seriedad pura, con cara de un tipejo que solía filosofar
demasiado, pero sabía que no pensaba en nada, que más bien estaba más al tanto
de lo que yo hiciera ahí dentro. Me puse a mirar el televisor, o mejor dicho,
cambiaba los canales en busca de algo interesante, ¿pero qué digo?, nunca hay
nada interesante ahí. Y entonces, dejé un canal cualquiera, y fingí que lo
miraba, más mí vista solo estaba sobre Bill, que respiraba lentamente con los
brazos sobre la cabeza.
- Humm.- sus ojos se movieron
en mi dirección, inexpresivo.
Se formó un silencio incómodo
entre los dos, una batalla de miradas inexpresivas, mientras la TV producía un
sonido sordo. Supuse que Bill peleaba con su orgullo, entre si hablarme o no
hacerlo, si dejar de estar molesto o no, aunque no había nada porque estar
enojado, pero era tan cabezota que no lo entendía. Su mirada estaba fija en la
mía sus pupilas de pronto parecieron dilatarse. Comencé a analizarlos. Algo que
nuestra madre nos había enseñado de pequeños, era que los ojos eran las
ventanas de la verdad; los que no podían mentir acerca de cómo nos sentimos. Y
Bill parecía no estar muy bien.
- Hmm.- volví a emitir, esta
vez, sin ser acosado por su mirada. Me saqué la navaja que había encontrado en
los pantalones de mi hermano y se la coloqué en un acto rápido en el cuello. Él
dio un pequeño bote. –Mira lo que me encontré en unos pantalones tres tallas
más pequeñas que los míos.- Se fue quitando las manos con lentitud, asomando su
mirada a mi mano.
- T...Tom…
- Me dijiste que ya no lo
hacías.- torcí los labios. –Ahora yo me pregunto: ¿por qué la llevas en tus
bolsillos si ya no la usas?- comenzó a temblar.
- Por favor… quítala…- le
apreté un poco más a su cuello, y él temblequeó con más fuerza. Yo comencé a
reír.
- Vamos, ¿no piensas
responderme?
- ¡Quítala!- gritó con
desgarro, lleno de miedo. Me quedé serio al tiro, y la quité lentamente de su
cuello. Él me miró con los ojos desorbitados, tomándose el cuello con
delicadeza. -¿Estás loco?, ¡¿qué te pasa, Tom?!
- Oh, basta, no te lo tomes
todo tan enserio.
- ¡Casi me partes el cuello!,
¿qué esperabas?- entorné los ojos.
- No seas dramático.- comencé a
carcajearme.
- ¡IDIOTA!- y la risa se me
agudizó.
- Venga, enano, ¿enserio me crees
capaz de hacerte daño, o al menos intentarlo?- me miró con odio, aún tomándose
el cuello con las manos.
- ¿Pero qué dices, Tom?
¡Siempre me haces daño!- Toda risa se borró de mí como si nunca hubiera
existido. Toda risa se transformó en rabia.
- ¡Si eso es lo que piensas,
tienes una puerta muy grande por donde puedes sacar el culo e irte de aquí!
- ¿Por qué husmeas en mis
cosas, Tom? ¿Acaso no confías en mí?
- ¿Debería hacerlo?- pareció
ser golpeado con mis palabras. –Bah, yo solo quería meterlos a lavar. ¡Hombre,
que al menos agradece que no te la he roto!
- Devuélvemela.- se la puse en
sus narices, y él tendió la mano para tomarla, pero se la saqué.
- Con este fierro oxidado de
cortas la piel cual animal muerto. ¿Quieres morir, Bill?, porque si eso es lo
que quieres yo te puedo ahorrar el trabajo.
- Tú siempre supiste que
Maurice era malo, ¿verdad?, ¡siempre supiste que él me haría daño cuando me
llevase!
- ¿De qué mierda hablas?
- ¡RESPÓNDEME, TOM!, ¡siempre
lo supiste, y te importó un carajo!
- No digas estupideces.- me
crucé de brazos. -¿Por qué mejor no me agradeces que te he comprado
medicamentos?- me miró con confusión.
- ¿Compraste medicamentos?-
asentí.
- Por eso del Sida, ya sabes.
Podrías hacerlo, en lugar de fingir que no me preocupo por ti, vale.
- ¿Cómo compraste esos
medicamentos?, ¡cuestan una fortuna, Tom!
- Con mi trabajo, marica.- le
pasé la caja de medicamentos.
- Trabajas en un restaurante en
donde no te pagan tanto para comprarlo.
- Bueno, me encontré algo de
dinero por ahí.- ladeo la cabeza.
- Robaste.
- No es para tanto. Ni siquiera
me pillaron.
- Está mal.
- Vamos, Billy. Si no puedes
comprar algo, ¡robalo, es la única opción!
- ¡Yo no soy un ladrón!
- Vamos, todos hemos robado
alguna vez.- negó.
- ¡Yo no!
- Estoy seguro que has robado
algo, aunque suene insignificante. Has robado tiempo, has robado palabras o
alguna mierda como esas.
- Eso no cuenta.
- Si no me pillan, tampoco
cuenta. Aparte, no quiero que te mueras en mi casa.
- ¿Cuánto has robado?- me
encogí de hombros, pensando.
- No lo sé.
- Has perdido la cuenta.-
entrecerró los ojos. Yo reí.
- Venga, que no es tan malo. Te
acostumbrarás.- Erguí la espalda, haciendo que crujiera.
- ¿A quién le robaste esto?
- ¿Si te lo digo dejarás de
comportarte como un crío bueno?- asintió.
- Al padre de Emil, ¿verdad?-
me quedé en silencio. Él comenzó a negar. -¡LE HAS ROBADO AL PADRE DE TU AMIGO!
- No es para tanto.
- ¡Yo no me voy a tomar estas
cosas!- me las devolvió. Yo las aventé por el suelo y subí los hombros.
- A mí no me costaron más que
una escabullida.- me carcajeé. Él pareció molestarse más.
Tras dos semanas, Bill se ponía
enfermo, completamente. Tenía esas crisis de pesimismo y no quería levantarse
de la cama. Increíblemente se veía más delgado de lo que era, y dos ojeras
enormes se posaban debajo de sus ojos.
- ¡Que tomes las pastillas,
hombre!- le gritaba. Pero él siempre se negaba.
- ¡No tomaré algo robado!- y se
cubría con las cobijas hasta la cabeza.
No las tomó, hasta que comenzó
a sentirse mucho peor. Tan débil que no podía mantener su peso en sus piernas;
tan cansado que dormía todo el día; y un par de veces había potado
inconscientemente sobre las cobijas. Él juraba no haberse dado cuenta la
primera vez, pero a la segunda, dijo que no pudo levantarse. Por las noches se
quejaba por horas. Incluso Zander comenzó a dormir a su lado para darle calor
con su peludo cuerpo.
- Aquí tienes tus pastillas,
enano.- lo ayudé a sentarse en la cama y le pasé un vaso y una pastilla. Él la
tomó y se quejó después. –Pero tú nunca quieres escuchar, ¿verdad?- bajó la
mirada.
- N- no sabía que podía ponerme así…
- Pues ahora que lo sabes, más
te vale no volverlo a hacer- asintió, tomando toda el agua que quedaba en el
vaso.
- Tom… ¿puedo hacerte una
pregunta?- asentí.
- Adelante.
- Eh… ¿para ti odiar es una palabra
fuerte?- fruncí el entrecejo.
- Hmm, dependiendo de la
situación.
- ¿Y tú o-odias a alguien?- me
quedé pensándolo por unos segundos, y después, asentí.
- Sí.
- ¿A quién?
- A Maurice, por supuesto.- lo
miré. -¿A qué viene todo esto?
- Roxann me dijo que… tú sólo
mandarías a alguien con Maurice si lo odiabas…
- Estás diciendo que te odio, ¿no?-
bajó la mirada, concentrándose en sus delgadísimas muñecas. Me senté a su lado,
con los pies en el suelo, y lo miré fijamente, sintiendo su respiración en mi
cara. -¿por qué crees que te odio?
- P-por tu forma de tratarme…
- No te odio, enano.
- ¿Me quieres?- me quedé en
silencio, analizando su expresión y sus palabras. Sí lo quería demasiado, pero
decirlo me haría convertirme en un marica, y le abriría las puertas para querer
volver a ser ese hermanito mimado que solía tener. Y por lo menos ahora, no me
sentía cómodo con eso.
- ¿Por qué es tan importante
para ti saberlo?
- Porque… te necesito…cof…cof-
se cubrió los labios. Después, tragó saliva y me volvió a intimidar con su
mirada. Le besé la frente y sonreí, me levanté de la cama y caminé hacia la
puerta, dándole la espalda. -¿T-Tom?- musitó. Yo me devolví para mirarlo.
- Supongo, eso creo…tal vez…- ambos
sonreímos.
T__T Waa me encanto el capitulo esta todo tan emocionante y quiero saber mas :D Tom robo :s eso no me lo esperaba, aunque talvez era una sospecha ahaha okno... Que Bill se ponga mejor no quiero que este enfermo T__T Waaa... Tom si quiere a Bill waa ya lloro...
ResponderEliminarME ENCANTO EL CAPITULO, SUBE PRONTO!
Cuídate y te mando un gran abrazo!
Hay Tom, pero lo hizo por Bill. . .
ResponderEliminarTan triste los momentos ToT
espero subas pronto. .
Muero por saber que pasara. .
Cuidate y un abrazo :D
AWWWW QUE HERMOSO !!!
ResponderEliminarME ENCANTO
OWWW ME DA NO SE QUE CUANDO LEO EL FIC
CONTINUA PRONTO
GRACIAS POR COMENTAR MIS FIC'S
CUIDATE BYE