martes, 6 de noviembre de 2012

Capítulo 37


Me levanté del suelo. Ella sonrió levemente y me llevó algo lejos de ahí. No me habló sino hasta encontrar un lugar casi aislado, supongo que era para poder hablar mejor.
- ¿Sabes?, he querido hablar contigo desde la primera vez que viniste aquí.- dijo mientras caminábamos, lentamente, sin mirarnos. -¿Por qué has regresado?- bajé la mirada, y lentamente fui colocando mis manos dentro de los bolsillos del amplio pantalón de mi hermano.
- Quería volver a verlo.- musité.
- ¿A pesar de todo lo que te ha hecho?- asentí. -¿por qué?- preguntó con sorpresa.
- He cometido errores que ni siquiera estaba consciente de que lo había hecho. Y he tratado de pedirle perdón por ello…
- Él me dijo que eras algún tipo de masoquista porque siempre encontrabas uno forma de sentir dolor.
- No me gusta sentirlo… y he dejado de hacerlo, pero…- me quedé en silencio, con completa incomprensión a mis propias palabras. Ella también enmudeció por unos segundos, pero después me miró y se quedó de pie.
–Me dijo que estabas metido en muchos problemas en Hamburgo. Tales como el acoso, y que cortabas tus brazos. ¿Estás seguro de que no quisiste escapar de tus problemas?
- No. No lo hago, sólo quería mirar a mi hermano… lo necesito, ¿sabes?...- corté mis propias palabras para no ponerme a gritar o llorar.
- Él dice que no te necesita a ti.
- Miente.
- Tal vez. Pero tal vez realmente necesite un tiempo a solas con él mismo.
- No… se está llenando.- me miró confundida. -¡Lo viene haciendo desde hace cuatro años!,  quiere escapar de todo, quiere creer que nada le importa. Pero no es así. Está gritando por un consuelo, está llorando por saber controlar perfectamente sus sentimientos, y eso no le gusta, ¡no le gusta que todos lo pasen por alto, porque él lo que quiere es llamar la atención!
- ¿Quieres decir entonces que oculta todo lo que siente?
- ¡Quiero decir que Tom necesita ayuda! Y ninguno de nosotros se la damos porque no la pide.
- Me supongo que se lo has dicho ya.
- Lo he intentado.- bajé la mirada. –Pero… Tom es…
- Tom no se preocupa en tus sentimientos, ¿no?- bajé la cabeza a mis pies, tratando de evadir su mirada.
- Desde los dieciséis, a Tom no le importa lo que pase conmigo.
- ¿Se preocupó por lo del Sida?
- Él… me ha ayudado con los medicamentos.- asintió, y después se quedó unos momentos, pensativa.
- Me dijo que querías estudiar psicología, ¿es verdad?- asentí. - ¿Y cuánto tiempo llevas estudiándola?
- Por todo lo que he faltado a la facultad, creo que un año.
- ¿Por qué faltabas?- guardé silencio. Sentí mi frente perlarse de sudor y mis manos temblar con fuerza.
- Inventaron que hacía incesto con Tom…, mostraron fotografías que Maurice me tomó cuando me obligó a vender mi cuerpo… No sé cómo llegaron hasta aquí para mirar las fotografías…- Se quedó perpleja, pálida por completo.
- ¿Maurice?- asentí. -¿Te llevó para prostituirte?
- Sí…
- ¿Tom lo supo?- la miré confundido. - ¡No puedo creerlo! ¿Y Tom qué hizo?
- Me dejó ir. Dijo que así era mejor.- eché el aire, con cansancio. –Es que no teníamos ni una miga para comer.
- ¡Y dejó que tocaran y abusaran de tu cuerpo! ¡Y QUE ENCIMA LO HICIERA MAURICE!, Tom no podría hacer eso, Tom debería odiarte para dejar que te hicieran eso, yo… no puedo creer que te haya vendido a su enemigo…
Me sentí la peor mierda. De pronto no sentí más ganas de estar ahí con ella. Sentí el pecho apretarme y el nudo en mi garganta; los síntomas que Tom me hacía tener siempre que estaba a su lado. Enseguida llegué a la conclusión de que quizá sí era algún tipo de masoquista, el tipo de masoquista que no puede vivir sin los comentarios hirientes de quien ama; el tipo de masoquista que busca provocar a esa persona para recibir sus comentarios y golpes, porque le apetece. Porque le agrada sentirlo.

By Tom

Hace unas horas llegaron Bill y Bonny a mi casa. Bonny se fue más que cabreada, y Bill se subió las escaleras con la mirada ida. Subí a mi habitación; ahí estaba él, recostado en la cama, mirando el techo con seriedad pura, con cara de un tipejo que solía filosofar demasiado, pero sabía que no pensaba en nada, que más bien estaba más al tanto de lo que yo hiciera ahí dentro. Me puse a mirar el televisor, o mejor dicho, cambiaba los canales en busca de algo interesante, ¿pero qué digo?, nunca hay nada interesante ahí. Y entonces, dejé un canal cualquiera, y fingí que lo miraba, más mí vista solo estaba sobre Bill, que respiraba lentamente con los brazos sobre la cabeza.
- Humm.- sus ojos se movieron en mi dirección, inexpresivo.
Se formó un silencio incómodo entre los dos, una batalla de miradas inexpresivas, mientras la TV producía un sonido sordo. Supuse que Bill peleaba con su orgullo, entre si hablarme o no hacerlo, si dejar de estar molesto o no, aunque no había nada porque estar enojado, pero era tan cabezota que no lo entendía. Su mirada estaba fija en la mía sus pupilas de pronto parecieron dilatarse. Comencé a analizarlos. Algo que nuestra madre nos había enseñado de pequeños, era que los ojos eran las ventanas de la verdad; los que no podían mentir acerca de cómo nos sentimos. Y Bill parecía no estar muy bien.
- Hmm.- volví a emitir, esta vez, sin ser acosado por su mirada. Me saqué la navaja que había encontrado en los pantalones de mi hermano y se la coloqué en un acto rápido en el cuello. Él dio un pequeño bote. –Mira lo que me encontré en unos pantalones tres tallas más pequeñas que los míos.- Se fue quitando las manos con lentitud, asomando su mirada a mi mano.
- T...Tom…
- Me dijiste que ya no lo hacías.- torcí los labios. –Ahora yo me pregunto: ¿por qué la llevas en tus bolsillos si ya no la usas?- comenzó a temblar.
- Por favor… quítala…- le apreté un poco más a su cuello, y él temblequeó con más fuerza. Yo comencé a reír.
- Vamos, ¿no piensas responderme?
- ¡Quítala!- gritó con desgarro, lleno de miedo. Me quedé serio al tiro, y la quité lentamente de su cuello. Él me miró con los ojos desorbitados, tomándose el cuello con delicadeza. -¿Estás loco?, ¡¿qué te pasa, Tom?!
- Oh, basta, no te lo tomes todo tan enserio.
- ¡Casi me partes el cuello!, ¿qué esperabas?- entorné los ojos.
- No seas dramático.- comencé a carcajearme.
- ¡IDIOTA!- y la risa se me agudizó.
- Venga, enano, ¿enserio me crees capaz de hacerte daño, o al menos intentarlo?- me miró con odio, aún tomándose el cuello con las manos.
- ¿Pero qué dices, Tom? ¡Siempre me haces daño!- Toda risa se borró de mí como si nunca hubiera existido. Toda risa se transformó en rabia.
- ¡Si eso es lo que piensas, tienes una puerta muy grande por donde puedes sacar el culo e irte de aquí!
- ¿Por qué husmeas en mis cosas, Tom? ¿Acaso no confías en mí?
- ¿Debería hacerlo?- pareció ser golpeado con mis palabras. –Bah, yo solo quería meterlos a lavar. ¡Hombre, que al menos agradece que no te la he roto!
- Devuélvemela.- se la puse en sus narices, y él tendió la mano para tomarla, pero se la saqué.
- Con este fierro oxidado de cortas la piel cual animal muerto. ¿Quieres morir, Bill?, porque si eso es lo que quieres yo te puedo ahorrar el trabajo.
- Tú siempre supiste que Maurice era malo, ¿verdad?, ¡siempre supiste que él me haría daño cuando me llevase!
- ¿De qué mierda hablas?
- ¡RESPÓNDEME, TOM!, ¡siempre lo supiste, y te importó un carajo!
- No digas estupideces.- me crucé de brazos. -¿Por qué mejor no me agradeces que te he comprado medicamentos?- me miró con confusión.
- ¿Compraste medicamentos?- asentí.
- Por eso del Sida, ya sabes. Podrías hacerlo, en lugar de fingir que no me preocupo por ti, vale.
- ¿Cómo compraste esos medicamentos?, ¡cuestan una fortuna, Tom!
- Con mi trabajo, marica.- le pasé la caja de medicamentos.
- Trabajas en un restaurante en donde no te pagan tanto para comprarlo.
- Bueno, me encontré algo de dinero por ahí.- ladeo la cabeza.
- Robaste.
- No es para tanto. Ni siquiera me pillaron.
- Está mal.
- Vamos, Billy. Si no puedes comprar algo, ¡robalo, es la única opción!
- ¡Yo no soy un ladrón!
- Vamos, todos hemos robado alguna vez.- negó.
- ¡Yo no!
- Estoy seguro que has robado algo, aunque suene insignificante. Has robado tiempo, has robado palabras o alguna mierda como esas.
- Eso no cuenta.
- Si no me pillan, tampoco cuenta. Aparte, no quiero que te mueras en mi casa.
- ¿Cuánto has robado?- me encogí de hombros, pensando.
- No lo sé.
- Has perdido la cuenta.- entrecerró los ojos. Yo reí.
- Venga, que no es tan malo. Te acostumbrarás.- Erguí la espalda, haciendo que crujiera.
- ¿A quién le robaste esto?
- ¿Si te lo digo dejarás de comportarte como un crío bueno?- asintió.
- Al padre de Emil, ¿verdad?- me quedé en silencio. Él comenzó a negar. -¡LE HAS ROBADO AL PADRE DE TU AMIGO!
- No es para tanto.
- ¡Yo no me voy a tomar estas cosas!- me las devolvió. Yo las aventé por el suelo y subí los hombros.
- A mí no me costaron más que una escabullida.- me carcajeé. Él pareció molestarse más.



Tras dos semanas, Bill se ponía enfermo, completamente. Tenía esas crisis de pesimismo y no quería levantarse de la cama. Increíblemente se veía más delgado de lo que era, y dos ojeras enormes se posaban debajo de sus ojos.
- ¡Que tomes las pastillas, hombre!- le gritaba. Pero él siempre se negaba.
- ¡No tomaré algo robado!- y se cubría con las cobijas hasta la cabeza.
No las tomó, hasta que comenzó a sentirse mucho peor. Tan débil que no podía mantener su peso en sus piernas; tan cansado que dormía todo el día; y un par de veces había potado inconscientemente sobre las cobijas. Él juraba no haberse dado cuenta la primera vez, pero a la segunda, dijo que no pudo levantarse. Por las noches se quejaba por horas. Incluso Zander comenzó a dormir a su lado para darle calor con su peludo cuerpo.
- Aquí tienes tus pastillas, enano.- lo ayudé a sentarse en la cama y le pasé un vaso y una pastilla. Él la tomó y se quejó después. –Pero tú nunca quieres escuchar, ¿verdad?- bajó la mirada.
 - N- no sabía que podía ponerme así…
- Pues ahora que lo sabes, más te vale no volverlo a hacer- asintió, tomando toda el agua que quedaba en el vaso.
- Tom… ¿puedo hacerte una pregunta?- asentí.
- Adelante.
- Eh… ¿para ti odiar es una palabra fuerte?- fruncí el entrecejo.
- Hmm, dependiendo de la situación.
- ¿Y tú o-odias a alguien?- me quedé pensándolo por unos segundos, y después, asentí.
- Sí.
- ¿A quién?
- A Maurice, por supuesto.- lo miré. -¿A qué viene todo esto?
- Roxann me dijo que… tú sólo mandarías a alguien con Maurice si lo odiabas…
- Estás diciendo que te odio, ¿no?- bajó la mirada, concentrándose en sus delgadísimas muñecas. Me senté a su lado, con los pies en el suelo, y lo miré fijamente, sintiendo su respiración en mi cara. -¿por qué crees que te odio?
- P-por tu forma de tratarme…
- No te odio, enano.
- ¿Me quieres?- me quedé en silencio, analizando su expresión y sus palabras. Sí lo quería demasiado, pero decirlo me haría convertirme en un marica, y le abriría las puertas para querer volver a ser ese hermanito mimado que solía tener. Y por lo menos ahora, no me sentía cómodo con eso.
- ¿Por qué es tan importante para ti saberlo?
- Porque… te necesito…cof…cof- se cubrió los labios. Después, tragó saliva y me volvió a intimidar con su mirada. Le besé la frente y sonreí, me levanté de la cama y caminé hacia la puerta, dándole la espalda. -¿T-Tom?- musitó. Yo me devolví para mirarlo.
- Supongo, eso creo…tal vez…- ambos sonreímos.


3 comentarios:

  1. T__T Waa me encanto el capitulo esta todo tan emocionante y quiero saber mas :D Tom robo :s eso no me lo esperaba, aunque talvez era una sospecha ahaha okno... Que Bill se ponga mejor no quiero que este enfermo T__T Waaa... Tom si quiere a Bill waa ya lloro...
    ME ENCANTO EL CAPITULO, SUBE PRONTO!
    Cuídate y te mando un gran abrazo!

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  2. Hay Tom, pero lo hizo por Bill. . .
    Tan triste los momentos ToT
    espero subas pronto. .
    Muero por saber que pasara. .
    Cuidate y un abrazo :D

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  3. AWWWW QUE HERMOSO !!!
    ME ENCANTO
    OWWW ME DA NO SE QUE CUANDO LEO EL FIC
    CONTINUA PRONTO
    GRACIAS POR COMENTAR MIS FIC'S
    CUIDATE BYE

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