By Tom
- Hey, ¿pero qué tienes?- él
sólo negó, jugueteando con algún hilo que se desprendía del sofá. –Si es porque
mamá no está de acuerdo en que te vengas conmigo, puedo ir a hablar con ella.
Te prometo que no le gritaré. Sé que no te gusta que lo haga.- volvió a negar,
pero esta vez sí me miró a los ojos, sacando una pequeña sonrisa.
- ¿Puedo decirte un secreto?
- Dime.
- (Tu nombre) está embarazada.-
retrocedí, como una acción después de una abofeteada en la mejilla. –Pero eso
no es lo peor, Tom. El hombre que la embarazó dijo que yo había sido el
culpable, que yo soy el padre de su bebé. Y eso no es verdad.
- ¿Te metieron una demanda?,
¡porque si es así no me importa matarlos a los tres!
- No sé, Tom… Pero ella lo
quiera abortar. Le dije que mejor me lo diera a mí…- levanté la mirada con pura
sorpresa. Mierda, que mi hermano es un idiota.
- ¿Que te lo dé a ti?, ¡¿Bill,
estás loco!? Tú no puedes cuidar de un bebé, mucho menos lo puedes llevar a
Frankfurt.
- Ya lo sé, Tom, pero no quiero
que lo mate.
- Es su decisión, tú no puedes
interponerte, ¿entiendes?, déjala hacer lo que ella quiera y que se arrepienta
sola después.
- ¿Por qué sería tan malo?
- Porque ella no pensaba lo que
hacía.
- Pero su novio abusó de ella.
- Sé que sonaré muy frío, pero
ella ya no es tu novia; ella no confió en ti cuando negaste estar saliendo con
ese Robert.- asintió.
- Sí, pero… bueno, tienes
razón…
- No te pongas así.- le
acaricié la pierna, a lo que él me miró con completa seriedad, casi incómodo.
- Tus ideas son las más
horribles de todas. Pudimos quedarnos en Frankfurt y jamás volver.
- Y esperar un par de semanas
para que murieras porque no hay medicamentos.
- Si me muero no va a ser
gracias al Vih, va a ser gracias a algo peor que me pase allá.- se carcajeó a
lo bajo, mirándome con esa sonrisa que me causaba sonreír a mí también.
- No digas tonterías, recuerda
que dijiste que vivirías hasta viejo, quizá para eso ya vivamos en otro lugar.-
asintió.
- Cierto.- rió. –Hmm…
- >>Hmm<< ¿qué?
- Hmm todo.- sonrió, para
suspirar después. –Tom, si pudieras cambiar algo en tu vida, ¿Qué sería?- ladeé
la cabeza, pensándomelo un poco. Me parecía ser que la pregunta tuvo que ser
formulada algo así como “¿Si pudieras salvar algo en tu vida, qué sería?”
- Todo en absoluto.- abrió sus
ojos con sorpresa.
- ¿Todo?- asentí. Él se lamió
los labios y dejó caer su espalda en el respaldo del sofá. -¿No te quedarías
con algo?
- ¿Algo como qué?
- Un recuerdo, un momento, una
sonrisa, una persona. Algo.
- Un recuerdo, cuando me
regalaste ese libro autografiado. Un momento, cuando encontré a Zart por
primera vez. Una sonrisa… cuando jugábamos a la orilla del río, siempre que
íbamos con nuestros padres. Una persona, emm, creo que tú.- sonrió ampliamente,
parecía no creer que algún día algo así saldría de mis labios.
- ¿Yo?- asentí.
- Sí, no es muy sorprendente ¿o
sí?
- ¿Qué dices?, ¡Esto nunca me
lo esperé!
- Vamos, no dramatices.
- No lo hago, de verdad yo…no
lo sé, siempre esperé algo como esto.- sonrió de oreja a oreja.
Frankfurt, 12:23am
- Siempre infestas mi casa con
tu glamur.- él se carcajeó.
- Agradécelo, tú solo nunca
habrías podido tener así de linda tu casa.
- No exageres, que tampoco
pienso que con tus cosas todo se vea mejor, eh.- sonrió.
- Ahora vivimos juntos, y
tendrás que aguantarme, así como una pareja.
- Una pareja incestuosa, eh, no
creo acostumbrarme.- me carcajeé, pero él se puso serio y al parecer también
dolido por lo dicho. - Oh, basta, sólo es joda. No te tomes todo tan enserio.
- Sabes que odio que juegues
con eso, Tom. Sólo hermanos y ya.
- Bien, bien. Mejor vamos a
dormir, ¿sí?, estoy algo exhausto por el viaje.
- Está bien.
Subimos a la recámara junto a
Zander. Y sin decir una sola palabra más, nos echamos en la cama y comenzamos a
dormir sin más miramientos. Los párpados comenzaban a pesarme poco a poco,
hasta echar un fuerte suspiro y darme la vuelta en dirección a la ventana, y
comenzar a dormir sin más.
…
No lo sentí más a mi lado. Me
levanté de golpe, deteniéndome unos segundos a que el leve mareo se me pasara.
Caminé al baño para lavarme la cara, y ahí estaba mi hermano, maquillando sus
ojos de un negro con pequeñísimos brillos; se había alisado el cabello, y ahora
usaba de su ropa, la cual le quedaba bastante ajustada a su cuerpo.
Me acerqué a él.
- Te pareces más al Bill que
dejé un día en Hamburgo.- me miró, apartando la brocha de sus ojos, sonriendo
tiernamente.
- No sé si eso sea bueno o
malo.
- Mhh, tiene de ambos. Pero me
gusta.
- Pues, supongo que gracias.-
volvió su mirada al espejo.
- ¿Para qué te arreglas tanto?,
es decir, nos quedaremos aquí todo el día. No tengo ganas de salir.
- Iré a buscar las
universidades de las que me hablaste.
- ¿Y quieres parecer un pijo
ricachón?- me burlé.
- No, pero tampoco quiero
parecer un vago.
- ¿Sabes en dónde están?- negó,
alejándose del espejo para mirarse al finalizar. Dio una pequeña sonrisa de
aprobación a su imagen, y después de cambiar de lugar algunos cabellos, me miró
y se acercó a mí.
- Tal vez tú puedas decirme. O
puedo tomar un taxi.
- Aquí no hay de eso. Tendrías
suerte que uno se parara para llevarte a algún lugar.
- ¿Aunque lo llame?
- Aunque lo llames.- sonreí.
–Pero si quieres puedo llevarte con una condición.
- ¿Cuál?
- Después de que te enseñen los
programas, iremos a Altstadt. Ahí venden el café más rico de toda Alemania.
- Bueno, iremos, ¡pero después
de ir a las universidades!- asentí.
By Bill
- Es tan distinto.- susurré,
mirando por la ventana. –Deberías venir a vivir aquí.
- Sólo hay un pequeñísimo
problema, y es que no tengo pasta, Bill.
- Mhh, es que es tan bonito. Ni
siquiera puedo creer que el barrio sea parte de Frankfurt.
- Pues una parte de él sí es de
Frankfurt, la otra está un poco más separada.
- ¿Y en qué parte vives tú?
- En la más lejana. Por eso
tardamos más de media hora en llegar. Pero mira allá, esa es la universidad más
bonita de aquí.
- Se mira muy antigua.- era
linda, como esas casas en los campos se Suiza, cubierta por una pequeña capa de
nieve por el tejado.
- Oh- aparcó el auto y salió de
él, al igual que yo lo hice, siguiéndole por atrás mientras él le colocaba la
alarma a su auto. –Olvide decirte. Frankfurt se divide en dos partes: Altstadt
y Neostads, también tienen por nombre, La cuidad antigua y la cuidad nueva.
- ¿Y por qué hemos vendo a la
antigua?
- Estamos cerca del río Main,
quiero que vayamos a mirarlo.
- Hace mucho que no voy a uno.-
dije, mientras abría la puerta de la universidad, dejando pasar primero a Tom.
…
Era una universidad preciosa.
Ni siquiera quise mirar una más después de esta. Creo que era la indicada, y si
me ponía a trabajar, conseguiría el dinero para poder entrar a estudiar ahí.
Pero Tom iba tan serio, y en cierto punto también se miraba molesto. Cuando lo
miraba, él sólo me contestaba con una sonrisilla falsa o levantando las cejas.
Tras unos largos minutos
caminando, nos encontrábamos en un lugar precioso. Parecía una plaza, o al
menos, eso suponía yo que era. Las calles impecables, sin ningún rastro de
basura; las casas y edificios eran enormes, y todas con un cierto parecido de
figuras y colores. Había tiendecillas alrededor, y muy pocas personas caminando
por ahí. Se miraba como la Alemania antigua, un poco después del Nazismo y esas
guerrillas.
- ¿Dónde estamos, Tom?- le
pregunté, tomándole su antebrazo para acercarle un poco a mí.
- Römerberg.- fue lo único que
me contestó, sin siquiera mirarme.
- Está precioso, ¡Y mira cómo
neva!- le dio la risa floja. -¿Qué?
- Me sorprende tu poca
capacidad de memoria.- lo miré confundido.
- ¿Por qué?
- Ya hemos estado aquí antes, a
los seis.- me detuve, mirando el lugar, tratando de sacar de mi hemisferio
derecho en mi cerebro, alguna imagen que me asegurara que realmente habíamos
estado aquí.
- No es cierto.- dije
nostálgico.
- Sí que lo es. ¿No lo
recuerdas? Vinimos al festival que se hace en navidad. Fue cuando el payaso te
dio un susto de muerte, y sólo dejaste de llorar cuando nos subimos a las
carretas. Claro tú decidiste que nos subiéramos al caballo blanco.- se
carcajeó. Pero yo me quedé serio, hecho una mierda.
- No recuerdo nada…
- Oh, pues no te pongas así,
será como un tour por el lugar hasta llegar al río, ¿sí?- sonreí.
- Está bien, guía.- se
carcajeó.
- Bien, visitante, lo primero
que haremos será ir por un delicioso café, ya sabes, el frío está de huevos.
- ¡Tom, sin groserías!- reí.
- Bien, bien
Una cafetería realmente
acogedora, incluso dejé de sentir tanto frío. Era de madera completamente,
tenía una fogata pequeña en una las paredes, y había sofás de piel para tomar
el café. Había personas con sus computadores y otras mirando la tv que había en
cada una de las esquinas del lugar. Tom regresó a mi lado, con dos vasos de
café. Me pasó uno, y después me indicó que saliéramos con la mirada.
- ¿Qué opinas?, es muy
delicioso, ¿no?- le di un trago pequeño.
- ¡Mierda!- saqué la lengua,
que me punzaba. Tom se carcajeaba fuertemente. –Mierda, Tom, no es gracioso,
¡me he quemado la lengua!
- ¡Eso es lo gracioso!- se tomó
el estómago, tratando de calmar su risa.
- Guarda silencio, Tom, mejor
vamos a ese río.- asintió.
Los pies ya me dolían, y no
miraba que nos acercásemos a un río. El cuerpo me temblaba, pidiendo estar
recostado en una cama con un millón de cobijas por encima; y tal parecía que
Tom tenía muchas ganas de ir allí.
- ¿Cuándo vamos a llegar, Tom?
Los pies me están matando.
- Casi llegamos, no te
desesperes.
- Hmm, moriré, Tom… se supone
que no debo hacer que mis músculos se cansen demasiado.- me miró con sorpresa,
frunciendo el entrecejo.
- ¿Y has traído medicamentos?-
me busqué en los bolsillos las pastillas que me había metido antes de salir de
su casa.
- Aquí.- se acercó a mí. Me la
metí a la boca y tomé un trago de café. Después seguimos caminando, sin más
contratiempos. Miré el agua, miré los pequeños barquitos a lo lejos. La
felicidad subió a mi cuerpo como arcadas. -¡Tom, llegamos!, ¿lo ves?, Ese es el
río, ¿verdad?
- Eh, tranquilo.- rió. –Sí, es
ese.- sonrió. Ambos bajamos por unas escaleras de piedra y corrimos a la orilla
del río. Era precioso.
- ¡Es hermoso!
- Lo es.- nos sentamos.
Nos quedamos en silencio, mirando
el lugar, inexpresivos. La pequeña brisa sacudía mi cabello con delicadeza. Era
simplemente encantador, cómo algo podía hacerte relajar tan pronto, que casi me
echaba al pasto y dormía una siesta. Le di un trago al café, miré a mi hermano,
y al saber que él no me miraba, volví la mirada a una pareja que se abrazaba a
nuestro lado.
- Sé qué te parece lindo, pero
cuando estás sólo y disfrutas de tu propia compañía, no es necesaria una mujer
a tu lado en lugares así.- lo miré, quitándome algunos cabellos de la cara.
- ¿Quisieras tener una
compañera, Tom?
- Realmente no, estoy bien
conmigo.
-¿No te gusta estar acompañado?
- Me gusta, pero te tengo a ti
para eso, no es necesaria una pareja.- sonreí, recargando mi cabeza en su
hombro.
- Creo que es mejor tener un
hermano como tú a una pareja.
- ¿Eso crees?- asentí. –Bueno,
puedo estar de acuerdo contigo.
Compartimos una mirada, y
también el silencio. Me ruboricé un poco, su mirada podía decir tantas cosas
con esa seriedad. Me abrazó con un hombro por los hombros, y sonrió con
ternura, pero esa sonrisa siempre se iba tan rápido, era como si le avergonzara
sonreírme.
- Quizá porque eres muy
dependiente todos creyeron que hacíamos incesto.- dejó salir, más como una
broma cariñosa que una joda, pero aun así llegó a tocarme un poco.
- Pero si eres tú quien me besa
el cuello. La verdad nunca comprendí porque lo haces.
- Mmm, quizá porque.- me miró. –Ese
cuello es muy largo, me llega a causar ansias y tengo que besarlo. Así como tus
sienes.- y me besó la sien, una y otra vez hasta separarse para reírse.
- Vamos, eres el hermano más
toca pelotas que he visto.
- Y tú el más cariñoso. Yo creí
que los hermanos tenían esa etapa de odio, pero contigo no ha pasado nunca.
- Porque no creo que los
hermanos deban odiarse. Mucho menos si compartieron siete meses y medio dentro
de una mujer.
- ¿Siete meses? Creí que eran
nueve.- dijo con completa honestidad, que ni siquiera pude partirme de risa
ante esa inocencia de hombre ingenuo.
- Tom, somos gemelos, no
cabíamos dentro de mamá. ¿Nunca te dijo que tuvieron que adelantarle el parto?-
me miró sorprendido.
- No lo sabía.- rió.
- Tonto.
- Tonto.- se carcajeó. Yo me
encogí más en su cuerpo, abrazándole del brazo. –Creo que tienes frío.
- Algo…
- Puedes enfermar, ¿por qué no
regresamos al barrio?
- Podemos quedarnos unos
minutos más.
- ¿Estás seguro?- asentí. –Bien.
- Mira el cielo, Tom.- levantó
la mirada, sacando una sonrisita.
- Hace mucho que miraba un
cielo tan escaso de estrellas.
- Pero mira esa luna tan
grande. ¿Recuerdas que mamá nos decía que era la madre de las estrellas?-
sonrió burlón.
- Sí. Extraño todo eso.
- Y yo. Pero estamos juntos de
nuevo, ¿lo olvidas?
- Pero ya no somos niños, Bill.
- Ya lo sé, ¿pero y eso qué?
- Nos veríamos imbéciles
tratando de creer que la luna es madre de las estrellas.
- Es porque te preocupa que
dicen los demás de ti, ¿verdad?
- Emm…
- Vamos, Tom, lo más importante
es lo que crees tú y los que te quieren.
- Nadie me quiere, te he dicho
que el amor es un químico.
- Yo te quiero, y no me importa
si es químico o no. Eres mi hermano y te adoro.- me miró.
- ¿Me adoras?
- Sí.
- Yo también te adoro, enano de
mierda.- y me abrazó con fuerza.
Awwww que capitulo tan más. . No tengo palabras para explicarlo :')
ResponderEliminarme encanto. .
Sube pronto
cuidate y un abrazo :D
me encanta como escribes!
Awww! me encanto esta genial en serio
ResponderEliminarme entra la nostalgia cuando empiezo a leer :p
ok espero el proximo
cuidate bye
hola soy yo de vuelta algo raro pasó blooger eliminó mi blog y tuve que hacer todo de vuelta esta es la nueva dirección
ResponderEliminarhttp://enamoradadebillkaulitzth.blogspot.com.ar/
gracias por tus hermosos comentarios
bye cte:)