domingo, 4 de noviembre de 2012

Capítulo 36


Aparté el vaso de cerveza de mi boca y lo dejé sobre la mesa, tragando pesado. No solía ser un tipo de esos que se ponían a reflexionar sobre cualquier mierda que les pasara. Pero esta vez lo hice, porque lo necesitaba realmente.
Veamos. Cuando me alejo, siempre tiene que volver; cuando él se va, me puedo sentir liberado de una prisión por un par de semanas, pero después vivo con el miedo de que vuelva. El problema era que siempre volvía, no le importaba malgastar sus promesas, no le importaba que yo no lo quisiera cerca. Simplemente volvía para satisfacer sus necesidades y acabar con su soledad. Pero siempre conmigo él sufría más. Podría pasar a ser una persona masoquista, amante del dolor y las críticas, pero yo sabía que conmigo se sentía seguro, al igual que yo me sentía más poderoso, por mucho que me cueste aceptarlo Una fuerza nos quiere juntos, y no pienso decir que es el destino.
- Escuché lo que le hicieron a un pequeño mariconcito con apellido Kaulitz.- sacudí los pensamientos en mi cabeza para prestarle atención a esa molesta voz cerca de mi oído, tan aguda y penetrante.
- Lauren, ¿qué coño haces aquí?- como siempre, vestida con ropa provocadora, dejando su cabello ondulado caer a peso propio por debajo de su busto. Sin duda una de las mujeres más guapas de este pequeño barrio. Pero también una de las más cabronas.
- No sabía que ahora también te habías apropiado del bar entero.- Se sentó en una silla frente a mí. Yo entorné los ojos. –Y dime, ¿por qué no me habías contado que tenías un hermanito?, oh, ¿pero qué digo?, yo también me avergonzaría de un mariconcito como ese.
- Vamos, di lo que quieras, no lograrás afectarme.
- No, claro que no. El que se ve afectado es ese marica.- rió con agudeza. –Tuviste que haber escuchado cómo gritaba adolorido, cómo gritaba por una ayuda que era claro que se le negaría. Todos a su alrededor se partían de risa ante su dolor.
- Me ha quedado claro que entonces tú tuviste mucho que ver con lo que pasó.- la miré serio. Ella asintió, sonriendo desagradablemente.
- ¡Pero qué listo eres!- entorné los ojos. –El pobre tío me miraba con deseo de que le salvase. Supongo que vive en un lugar donde las mujeres no disfrutan el dolor ajeno. ¡Qué idiota!
- No, vive en un lugar donde las mujeres no son tan hijas de perra como tú.- sonreí. Ella se puso seria de pronto.
- No hables así de una mujer que te conoce más que hasta ese hermanito tuyo.
- ¿Por qué no siento nada?, oh, ya sé, ¡porque no me importa eso!
- Me estás provocando, lindo.- me tomó la mejilla. –Si acaso valoras a tu hermano, no lo hagas.- me corrí con brusquedad.
- ¿Y tú que puedes hacer?, Podrás reírte de su sufrimiento, pero nada más.
- Oh, eso es lo que tú crees.- se pasó todo el cabello a un hombro. –Sólo recuerda que estoy con Maurice, y si le pido que haga algo a ese maricón, lo hará de un día a otro.
- Hmm, se nota que le tienes tanta confianza a ese imbécil. Felicidades.- le tomé el cuello con delicadeza y me acerqué a ella, hasta sentir su respiración en mi piel. –Pero hay algo que tú aún no sabes; y es que te estás metiendo conmigo, y cuando una perra como tú lo hace, no puedo evitar ponerme rabioso como un animal en celo, y no sabes cuánto placer me va a causar follarte enterita.- apreté mi mano en su cuello y la tiré a un lado, dándole la espalda y caminando fuera de ahí.



Llegué a casa; esperé unos segundos a que Zander viniera a por mí, pero no lo hizo sino después de más tiempo del esperado. Bajaba por las escaleras, con el rabo en alto, atenta. La miré con confusión y después subí las escaleras a mi habitación. Bill aún estaba en la cama, con las cobijas puestas encima, pero él estaba sentado. Zander saltó a la cama y se sentó junto a Bill, chillando levemente, moviendo el rabito.
- Es Bill, tonta.- me senté junto a ella, acariciando su pelaje. -¿Cómo te sientes?- le pregunté, a lo que él me miró y negó.
- ¿Quieres hablar conmigo de verdad?
- ¿Por qué no querría hacerlo?
- Mhh, por cómo me he portado.- suspiró. –Tom, ya sé que no soy el hermano que todos quisieran tener, pero no podría seguir mirándote a la cara sin pedirte perdón por lo que dije.- reí. -¿qué?
- Vamos, dijiste la verdad. Pero no me importa que nuestros padres no me quieran tanto como a ti.- bajó la mirada. –Hey, de verdad; me di cuenta de que no necesito su apoyo, con el mío tengo suficiente. Dime, ¿Quién más podría tener los mismos pensamientos que yo?, ¡nadie!
- No digas esas cosas, Tom.- me puse serio.
- Sólo estoy diciendo la verdad.- negó.
- Estás fingiendo que no te importa nada, pero no es así.
- No es verdad.
- Lo es. Aun que no lo creas, te he estado analizando desde siempre. Te he observado.- lo miré confundido. –Tus ojos gritan por un consuelo.
- No digas tonterías, ¿un consuelo de qué?- y después, se me vino una posible razón a la cabeza. –Si lo dices por lo del secuestro, yo…
- No.- interrumpió. –Busca en tu pasado, Tom. ¿Hace cuánto no le tienes la misma confianza a papá?
- Desde el secuestro, Bill.- dije algo cansado. Él, volvió a negar.
- Muchos años atrás, cuando eras un niño.- me miró, esperando que así lo recordara más pronto.
- No recuerdo nada de mi infancia, Bill.- asintió.
- Te bloqueas.- ladeé la cabeza, enfermo.
- No bloqueo nada, simplemente la olvidé, a todos les pasa.
- “Una infancia inolvidable, es sinónimo de una infancia feliz”. Y si tú no la recuerdas, es porque te bloqueas de algo que no te gustó de ella.
- ¿A qué viene todo esto?, quiero decir que, no me gusta hablar de lo pasado. Bien dicen que “el pasado, en el pasado se queda”.
- En las vacaciones a Brasil, a los cinco años. Papá te reprendió por casi ahogarme en una alberca; te castigó privándote de entrar a las albercas. Te alejaste de  nosotros; te quedabas dentro del cuarto de hotel cuando salíamos a comer, y papá no te pedía que nos acompañaras; dejaste de hablar con nosotros en todas las vacaciones.

Me quedé en silencio, sin habla.

- Te escuchaba llorando por las noches. Si algo llegué a envidiar demasiado de ti, era tu fuerza para no llorar frente a ellos y mostrarte con pintas de que todo te lo pasabas por las pelotas.- sonreí. –Pero después me di cuenta de que eso es malo, Tom. Ocultas tus sentimientos, y te estás llenando hasta el tope de sentimientos que no expresas. Cuando sea hora de explotar, vas a terminar muy mal.
- Puede ser que no tenga la necesidad de >>explotar<< como tú dices.
- Todos tenemos esa necesidad, Tom.
- Pues, me puede tomar algunos años más.- negó.
- Estás explotando.- lo miré sorprendido. –Lo estás haciendo, en este momento. ¿Por qué crees que tienes a la mitad del barrio en tu contra?, ¿por qué creen los demás que eres un hijo de puta?- me dio unos segundos para pensarlo, pero no dije nada, tan solo lo dejé proseguir. –Porque explotas mediante la violencia. Cuando algo te hiere, tu única salida es la violencia.
- ¿Por qué no vas y te das una ducha?, enfermarás.- corté la conversación.
- Aún no llamo a mamá.- negué.
- Da igual, usa de la mía, si eso quieres.
- ¿Estás seguro?- asentí.
- Sí, ¿por qué no?- me levanté de la cama y salí de la habitación, caminando hasta el pequeño cuarto casi vacío en donde tenía mi par de guitarras. La acústica que compré en un bazar, y la eléctrica que tenía desde hace unos años.
Me puse a tocar con la acústica, en silencio, sin siquiera prestarle atención a los acordes que salían del instrumento. Mierda, supongo era una de las contras que había con tener a un familiar con deseos de ser psicólogo. Me tocaba las pelotas que intentara ayudarme, ¡no necesitaba su ayuda! Ni la suya ni la de nadie. Simplemente es mi forma de ser, no había mucho que comprender con ello.



- ¿Tom?- dejé la guitarra reposando en mis piernas y levanté la mirada a sus ojos preocupados y algo avergonzados.
- ¿Qué pasa?- contesté de mala gana.
- Me salieron más erupciones…- Nunca tenía una buena palabra o consejo que darle cuando me decía cosas referentes a el Vih. Me era tan difícil vivir con alguien que padecía de esto.
- ¿Necesitas medicamentos?
- N-no lo creo, son pequeñas y…nada que, solo me preguntaba si aún así me dejarás usar tu ropa interior.
- Adelante, úsala.- sacó una sonrisita. –Pero ¿estás seguro de que no necesitas medicamento?- se quedó serio por unos segundos, mirando el suelo de madera, después negó.
- N-no…- asentí, y él, rápidamente, salió de la habitación.

By Bill

- Bill, ha hablado el padre de Emil. Dice que le gustaría verte.
- ¿Para qué?- sonrió.
- Es el hombre que ha venido a cocerte el labio.
- Entonces no quiero verlo.- se puso serio.
- ¿Por qué no?
- Me lastimó demasiado ayer.- entornó los ojos.
- Quiere revisar cómo sigue tu labio hoy.- bufé y asentí. –Bueno, pasaremos a comprar algo por el camino, ¿sí?- volví a asentir. Tom golpeó su muslo un par de veces, y al segundo, Zander corrió hacia él moviendo el rabito rápidamente. Tom sonrió y abrió la puerta, dejándola pasar a ella primero.
- Tom, que es un perro, no te va a agradecer por tu caballerosidad. Mejor eso hazlo con una mujer.- negó, con indiferencia y hasta cierto asco.
- Aquí no hay mujeres que te agradezcan por un acto de caballerosidad. Zander sí que lo hace, ¡solo mira ese rabito!- volvió a sonreír y caminó fuera de su casa.



- Sólo revisaré tu labio, no creo que duela nada.- dijo el hombre de tez blanca y ojos verdes; con el cabello algo despeinado. El mismo doctor que me revisó anoche.
- Ujumm…- él sonrió cerró la puerta del pequeñísimo consultorio, que a pesar de estar perfectamente limpio, se miraba sucio por lo pequeño y amontonado que estaba.
Jaló un poco mi labio, haciéndome estremecer de dolor. Entrecerraba los ojos mientras miraba de muy cerca y tocaba mi labio con guantes de látex. Tomó unas pequeñas pincitas y algodón. Me limpió la herida  y después acercó las pinzas con delicadeza, sin decir una palabra o mirarme, tan sólo hacía su trabajo sin casi prestar atención a mi presencia. Pero eso sería estúpido. Después se erguió.
- ¿Te ha sangrado durante la noche?- preguntó con completa calma.
- Algo, pero solo unos minutos después de que salió de la casa de mi hermano.- asintió y volvió a abrir mis labios y jalar mi piel. Algo de pronto lo hizo acercarse más a mí y fruncir el entrecejo con confusión.
- No quiero sonar atrevido, pero, ¿tienes VIH?- tragué saliva con completo nerviosismo.
- S-sí…- levantó las cejas y retrocedió un poco.
- Lo siento, pero, no puedo atenderte, tengo muchas citas hoy.
- ¿Estoy bien de la herida?- él se encogió de hombros.
- No lo sé, ¡ve con un doctor profesional!
- ¿Tiene algo que ver con el Sida?, no te voy a contagiar tan solo con tomarme el labio.
- Oh, por favor, vete de aquí, maricón.
- No soy marica…
- Todos saben que el Sida se contagia por eso, ¡por culpa de los maricones como tú!, vete de mi consultorio, por favor, dile a tu hermano que tengo cosas que hacer y no puedo atenderte.- me bajé de la camilla y salí de ahí.
- ¿Estás mejor, enano?- asentí. –Hey, ¿qué tienes?
- No me quiso revisar por tener Sida, Tom.
- No te creo, ¿por qué?, ¿qué te dijo?
- En pocas palabras, no quiso acercarse a mí, porque los maricones como yo somos los que contagiamos el Sida.- torció los labios, y apretó la quijada, caminando hacia el consultorio, pero yo le tomé la mano con fuerza y lo hice parar. –Nada arreglas peleando, Tom. Mejor vámonos de aquí.
- Ese imbécil me tiene que escuchar.
- Le estás dando demasiada importancia.
- La misma que tú le estás quitando, Bill.
- Nada ganas con enojarte, Tom, vámonos de aquí…- asintió y caminó junto a Zander, frente a mí. -¿estás enojado?
- Sí, lo estoy.
- ¿Por qué?
- Porque eres un idiota, Bill. No sabes cómo defenderte, o al menos ni siquiera lo intentas. ¡Date cuenta de que te están haciendo menos por tener Sida!
- ¡No lo grites, Tom!
- Oh, tranquilo, te guardaré el secreto hasta mañana que todos se enteren. ¡Me estás hundiendo, imbécil!
- No te estoy hundiendo, ¡tú te estás hundiendo solo, porque le prestas atención, quizá demasiada, a lo que dicen los demás!
- Vete a la mierda, Bill.
- ¡EH, TOM!- ambos nos viramos ante ese grito. Si la memoria no me fallaba, era Roxann, la mejor amiga de mi hermano, supongo. Tom sonrió ampliamente y se acercó a ella. -¿Qué hacían por aquí?
- Veníamos del doctor.- Ella me miró a mí, con pena.
- Supe lo que te pasó. Lo siento mucho.- dijo sonriendo. Yo solo asentí, sin prestarle mucha atención.
- Esa Lauren es una imbécil.- dijo mi hermano, rabioso.
- Eso no era lo que pensabas cuando eran algo así como novio.- Miré a Tom con sorpresa, él solo entornó los ojos. –Bueno, ¿irán a comer a lo de Emil?
- Claro que iremos. Allá íbamos ahora, aparte, tengo que hablar con él sobre algo.- mordió sus labios. Ella asintió.
- Oh, me parece perfecto, ¿por qué no vamos?- asintió y caminamos con ella.



Después de unos segundos de tocar el timbre,  Emil abrió, y con una sonrisa, nos miró a los tres. Tom me tomó fuertemente del brazo, empujándome hacia el frente.
- Este de aquí es mi hermano, como ya tú lo sabes, y se preguntaba si lo dejabas entrar también.- Emil sonrió y asintió.
- Por supuesto.
- Pues gracias, aparte tenemos que hablar contigo, ambos.- frunció el entrecejo hacia el tono amenazador de Tom.
- Bien, si se quedan después de comer, podremos hablarlo.- Tom asintió.
Ahí estaban los conocidos o casi amigos de mi hermano. Nos sentamos a la mesa, en donde habían unos platos con un gran pedazo de carne, y frijoles y arroz a un lado. Comenzamos a comer, aunque por mi parte era doloroso hacerlo, porque la comida rozaba con fuerza en mi labio y me hacía quejarme a lo bajo con dolor. Tom me echaba miradas preocupantes, con algo de vergüenza, y no era que me importara mucho darle vergüenza a mi hermano. En absoluto.
- ¿Se quedarán hasta por la noche, Emi?- se escuchó una voz masculina. Emil asintió, y después la mirada de ese hombre se puso sobre mí. -¿Qué haces aquí?- y no supe si bajar la mirada para esconderme, o mantenerla en alto para mostrar que no me dolía lo que decía. Pero opté por la primera, porque las miradas de todos, incluso Emil, se pusieron sobre mí.
- Bueno…yo…- intenté decir algo que seguro no tendría nada de sentido.
- ¡Vete de mi casa!, ¡pírate!
- Eh, papá, que es hermano de Tom.- dijo Emil.
- ¡No me importa!, ¡ese maricón tiene Sida, quien sabe con cuantos maricones se ha acostado!
- ¿Cómo sabes que tiene?, papá, te pido que no inventes tonterías.
- Lo revisé hoy por la mañana, sólo mírale esa boca por dentro, ¡está lleno de erupciones!, ¡tiene Sida, y de la avanzada!, Por favor, te vuelvo a pedir que desaparezcas de mi vista.- y de pronto su cara se vio pálida por completo, como si se asustara. -¡Sácate el puto tenedor de tu boca!- se acercó a mí y me lo arrebató. -¡Que inconsciente!, ¡que maricón!, ¡vete de mi casa, adefesio!
- ¡¿QUIÉN COÑO TE CREES PARA HABLARLE ASÍ A MI HERMANO!?
- ¡Sólo el propietario de esta casa!
- ¡Se supone que eres un puto doctor!, ¡¿Quién te da el puto derecho de hablar así de una persona enferma?!, No sabes si acaso abusaron de él, ¡no tiene algún argumento claro para venir y gritar estupideces!
- ¡Esa enfermedad es de maricones!
- ¡Pudo ser que un maricón abusó de él!, ¡no abra esa sucia boca si no sabe lo que pasó!- tomé el tenedor y comencé a rasgar mi brazo de pura desesperación, tratando de hacer que los sonidos se distorsionaran y se fueran de mi cabeza.
- Te pido que ese maricón se largué de mi casa.
- ¡Oh, claro, porque tú eres un imbécil con la mente más cerrada que su maldito culo!
- ¡TOM!
- ¡Guarda silencio, Bonny!, ¡este imbécil tiene que escucharme!
- ¡Tom, no!
- ¡¿QUÉ?!
- ¡Tu hermano!
- Oh, mierda, ¡BILL!- di un salto y saqué mis lágrimas.
- ¿Qué?- se acercó a mí con dos pasos largos y me tomó el brazo.
- ¡Déjate en paz!, ¡me dijiste que ya no lo hacías!
- ¡YA NO LO HACÍA!
- ¡¿Y por qué mierda lo haces ahora?!
- ¡Porque no puedo vivir más con esto!, ¿¡eres consciente de que todo los problemas son relacionados con el puto Sida que me contagiaron!?, ¡Estoy hasta las pelotas de que nuestras vidas sean diferentes por esto!
- ¡No son diferentes, Bill!
- ¡Todos nos hacen menos! ¡a mí por ser el marica con sida, y a ti por ser su hermano!
- ¡Cállate, idiota! ¿A caso eres consciente de lo que dices?, ¡levántate y vámonos, sólo sabes causar problemas!- me tomó el brazo y me hizo levantarme.
- ¡Suéltame!- y me sacó de la casa, a rastras, sin compasión. - ¡Que me sueltes!
- ¡Cállate!- me dio un manotazo en la cara. Me tiré de rodillas, llorando como un crío, siendo olfateado por Zander, quien llevaba ahí afuera esperando sin irse. -¡Levántate!- negué.
- Tom, espera, no te vayas.- Tom se dio la vuelta ante la voz de Roxann.
- ¿Qué quieres?
- ¿Puedo hablar con tu hermano?
- Hazlo.- me pateó, haciéndome caer casi por completo en la acera, a pesar de que ya estaba sentado en ella.
- Sólo nosotros.
- Bah, como sea…ven princesa.- agudizó un poco su voz para Zander, quien corrió hacia él, y ambos caminaron lejos. Yo la miré a ella, con confusión, pero su sonrisa me hizo tener más seguridad, a pesar de que ya sabía de qué se trataría todo.


3 comentarios:

  1. Estúpido doctor de mierda u__u porque le hacen tantas cosas malas a Bill... Pobrecito... Ayy Tom fue novio de esa tipa o_O eso me tomo por sorpresa....

    ME ENCANTO EL CAPITULO SUBE PRONTO!!
    MIL BESOS Y ABRAZOS! Mooooaaaa

    ResponderEliminar
  2. aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah! Waaaaaaaaa ToT
    maldito viejo. . . Pero todo en esta vida se paga. .
    Hay por que tom tiene que ser tan Violento?
    Sube pronto
    cuidate y un abrazo :D

    ResponderEliminar
  3. Aahhhh que mierda con ese tipo ¬¬
    Cada dia esta mas interesante la fic
    espero el proximo capi
    gracias por comentar mis fic's :)
    cuidate bye

    ResponderEliminar