lunes, 19 de noviembre de 2012

Capítulo 43


By Tom

- Se quedará conmigo siempre, ya es permanente.- ella sonrió.
- No me puedo creer que “Stark”- simuló comillas con sus dedos. –pueda mostrar tanto amor.
- ¿Amor?, ¿de qué hablas?
- Vamos, todos sabemos que Tom Kaulitz no quiere mostrar ese lado de protección, el lado sensible. Con tu hermano muestras que lo tiene, y es muy grande.
- Oh, no digas tonterías.
- Enserio lo digo, se ve ese brillo en tus ojos. Ya lo extrañabas demasiado.
- No es cierto, me pone bien que esté conmigo, ¿sabes?, no me gusta su vida en Hamburgo.
- Porque te preocupas por él.
- Terminará quitándose la vida. Y sé que suena estúpido que un hombre de veinte años tenga su autoestima hasta la mierda, pero es mi hermano, Bonny. Al menos yo no quiero que mi hermano muera por la culpa de un imbécil.
- Oh, ¿acaso eres consciente de quién eres?- la miré con un poco de confusión. –Eres Tom Kaulitz. Odiado por la mitad del barrio, pero adorado por la otra. Muchas personas se van a pasar a tu hermano por las pelotas por el simple hecho de ser tu hermano, ¿pero sabes cuantas personas le van a poder tocar al menos un cabello?, ¡Ninguna!, contigo él está a salvo.- sonreí.
- Me pregunto por qué no eres de esa mitad que me odia después de todo.
- Porque somos colegas, ¿no es cierto?- asentí. Ella me dio un pequeño golpe en el brazo. – ¿En qué piensas?
- No pienso nada.- pero ella no quitó su sonrisa. -¿Qué?
- Creo que me gusta más este Tom, ¿sabes? Es tan distinto verte querer a alguien como lo haces con tu hermano.
- Mi hermano es distinto, a pesar de que lo odio, hay algo que me hace adorarlo.
- ¿Por qué es tan distinto ponerte de pie, suspirar, mirarle a los ojos y decir: Bill, te quiero?- me reí con aire sarcástico.
- Mi forma de expresar cariño, supongo, es muy diferente a la que quieres que lo haga. Entiende, Roxann, para mí de pequeño fue muy difícil saber qué era lo bueno y qué lo malo. Mi padre me etiquetaba todo como malo.
- Y sus pensamientos influencian mucho en los tuyos. Es algo así como que te controla con lo que dice.
- ¡No es verdad!, todo lo decía porque siempre que hacía algo era en contra de Bill.
- ¿Y por la esquizofrenia?- entorné los ojos.
- Vamos, eso ya no lo tengo. ¿Todos los psicólogos tienen que cuestionar todo?- ella sonrió.
- Humm, algo así. ¿Tú hermano lo hace también?- asentí.
- Creo que esa es su especialización. Psicólogo cuestionable.- ella se carcajeó.
- Creo que no se dice de esa forma.- se cubrió los labios, a lo que yo sólo eché una pequeña risilla. –Regularmente cuando cuestionas mucho, es porque saben que de alguna forma no estás siendo sincero.
- Yo soy sincero, nunca tuve problemas para decir lo que pienso.
- Eso es lo que tú crees. Y digo, está bien que lo creas. Pero, piénsalo por un momento, ¿realmente dices todo lo que piensas?
- Cuestionamientos filosóficos, ¿eh?- sonreí. –Bueno, creo que no digo todo.
- Te guardas todo lo que puede hacer sentir  bien a alguien.
- Hmm, algo así.
- ¿Alguien te dice cosas que te hacen sentirte bien?
- Bill y tú.
- ¿Alguien más?
- No. Nadie nunca lo hizo, ¿entiendes?
- ¿Desde pequeño?- asentí. – Entonces todo lo que tienes es por tu infancia. No dices cosas lindas porque nunca te hicieron sentir bien con ellas.
- Mmm, algo así.- y de reojo miré el reloj de madera que colgaba detrás de nosotros. Era tarde. Tarde para lo que quería hacer después de llegar a casa. – Sabes, Bonny, tengo que irme.
- Bien, bien. Pero promete que no dejaremos esto sin concluir.
- Te doy mi palabra.- ella sonrió y asintió, indicándome con su mano que podía salir. –Nos vemos luego.- y salí sin escuchar una respuesta de sus labios.


Caminé solo por el lugar vacío, siempre con la mirada en alto, advertido de todo a mí alrededor. Ya nada aquí era seguro, todos le tiraban piedras a tu ingenuidad. Pero seguía en silencio, inhalando el aire frío, exhalándolo en forma de vaho. Metí mis manos dentro de mi chaqueta y aceleré el paso para llegar más pronto. Si el clima no me engañaba, nevaría prontamente.
La puerta de mi casa apareció frente a mí, y con ansia, me apresuré a tomar las llaves de mis bolsillos y abrir con rapidez. Entré a mi casa, sintiendo la poca calidez que emanaba. Las luces estaban apagadas, pero sin molestarme, crucé el pequeño sendero desde la puerta hasta las escaleras en completa oscuridad. Subí con pasos fuertes y algo toscos hasta llegar a mi recámara, que tenía la puerta cerrada. La abrí de un fuerte golpe, ahí estaba mi hermano. Dormido, con la televisión encendida y el mando en su mano; una pierna cruzada sobre la otra y el brazo sobrante sobre su estómago.
- Bill.- susurré mientras me acercaba con lentitud a él. Algo extraño había humedecido sus mejillas.
No. No era extraño. Eran lágrimas.
Me planteé muchas de las posibilidades por las que lo había hecho. Un mal sueño era casi ilógico. Un programa dramáticamente triste era inútil; Bill no solía ser tan sensible a eso. Y después recordé porqué lloraba tan seguido últimamente. Y me acerqué más a él. Quité su brazo de su estómago, el cual aferraba cual una muñeca de trapo, y subí su playera. Retrocedí ante tan impactante imagen. Su estómago lleno de esas ronchas tan parecidas a hematomas comunes. Pero eso no era lo extraño, sino que él había intentado hacerlas desaparecer con cortadas. Negué.
- Bill, despierta. ¡Bill!- hacía mi voz resonar por la habitación, hasta que abrió sus ojos hinchados y se percató de su desnudez.
- Mierda, Tom…- sus ojos se llenaron de esas gotas tan dolorosas, y abrazó su cuerpo, quitándome toda vista de su piel herida.
- ¿Qué hiciste?- mi voz salió algo trágica y desesperada. Él negó, sin quitar sus ojos de los míos; temblaba levemente. Era claro que esto era un secreto que no tuve que saber nunca.
- Me aparecieron esas cosas en el vientre, no es nada distinto.
- Pero si eso ya lo he visto, hermano. ¿Por qué las cortaste?- esta última pregunta resonó fuerte y firme desde mi garganta, haciendo que se encogiera un poco temeroso.
- ¡Porque quiero que desaparezcan!, ¡quiero que se vayan de mí!
- ¡Siempre es igual contigo, Bill! ¡Siempre lloras por eso!
- ¿Acaso has tenido de esto para opinar?, ¡tú no sabes lo que yo siento, Tom!, ¡no sabes cómo esto me ayuda para sentirme peor de lo que ya lo hago con mi puto físico!
- Deja de preocuparte por eso, ¿por qué siempre te preocupas tanto por cómo te ves? ¡No eres distinto, siempre has sido el mismo!
- ¿Me lo preguntas tú, Tom? ¡¿Me lo preguntas tú que siempre tenías que ser el del mejor cuerpo en el instituto?!
- Eso no es cierto, Bill.- se quedó callado, bajando la mirada, incluso dolido por lo que había hecho. Se lamió los labios y tomó una bocanada de aire, después me miró, abriendo los labios para hablar.
- Siempre fuiste mejor que yo en todo.
- No es verdad.
- Nuestros padres nunca estuvieron de acuerdo en mirarme maquillado, siempre me dijeron que debía ser como tú. Jugar a los deportes, tener parejas y cosas así. Nunca me miraron con una novia en la adolescencia, incluso mamá y papá tuvieron una charla conmigo.
- ¿Una charla?- pregunté sorprendido. -¿De qué?
- Me preguntaron si era homosexual porque siempre era muy sensible y afeminado, ¿entiendes?- Asentí. –Nunca estaba con mujeres o me interesaba en jugar al futbol; me interesaba por la moda y en verme bien. ¡Incluso se emocionaron cuando (tu nombre) fue novia mía!
- No digas eso, ellos sólo querían verte feliz, siempre te mostrabas como es persona fuerte. Nunca les platicaste el acoso en la primaria o la exclusión en el kínder. Nunca supimos porqué lo ocultabas. Te preocupabas mucho por tu figura y tu imagen.
- Quiero sentirme bien conmigo, ¡quiero que los demás me miren y crean de mí lo que creen en ti!
- Vas a volver a caer en lo mismo, Bill. ¡Recuerda cuando todo lo que comías lo vomitabas!, ¡Recuerda que dejabas de comer por días enteros!, siempre estuviste delgado, impresionablemente delgado. Te internaron, Bill, ¡te internaron por tus trastornos alimenticios!
- ¡Eso fue en la primaria!, cuando todos se burlaban de mí por esos mofletes de mierda que tenía, ¡y tú no los tenías!, cuando me decían obeso y tú no lo estabas. ¡Quería ser como tú, ¿es tan difícil comprenderlo?!
- No estabas gordo, ¡no tenías nada de malo!
- ¡Me molestaban porque no era tan eficiente como tú! Porque no tenía ese cuerpo que tú tienes.
- ¿Y de qué te sirve cómo te ves?, si tú mismo me has dicho que es al final de todo nadie se fijará en cómo eres físicamente.
- Siempre todo ha sido distinto entre nosotros. Tú, Tom Kaulitz, el adorado, el admirado, el importante, el de la autoestima alta, el social. Yo, Bill Kaulitz, el marica, el tímido, el ignorado, el odiado, el de la autoestima baja. Nunca quise ser ese Bill, Tom. Siempre te admiré por ser el fuerte, ¿sabes?, por ser el querido por todos. Mientras tú coqueteabas con miles de compañeras, yo esperaba que alguien se sentara conmigo a la hora de almorzar. Mientras todos se reían contigo por tus bromas en el aula, de mí todos se burlaban por cada pequeño error.
>> El Sida me hace sentirme aún peor… puedo morir en unos segundos, y tú estás aquí, siempre estarás aquí…incluso aunque le temas a crecer. Conocerás a tus nietos y…
- Tú también conocerás a los tuyos.
- ¡¿Y YO CÓMO, TOM?! No conseguiré a alguien que me quiera por el Vih, y si lo hago, no podré tener relaciones con ella, ¡la enfermaría y mi bebé estaría enfermo también!- se sorbió la nariz y sacó sus lágrimas. –Entiéndelo, Tom, en esta vida tú te has llevado lo mejor…
- Sí tú lo crees, entonces lo estás convirtiendo en un hecho irreversible.
Y compartimos el silencio, casi reflexivo, más lento en toda mi vida. Lo miraba llorar, y después pensaba en qué podía decirle, después creía que él tenía razón, luego argumentos llegaban para contradecir, después no sabía qué hacer. Eché un suspiro cansino. Cansino no porque estaba cansado de él y su comportamiento, sino porque estaba cansado de las rutinas, de que él siempre lloriqueara por lo mismo, queriéndome hacer sentir como una mierda, o al menos, así lo interpretaba yo. Hice ademán de acercarme para abrazarlo, pero ni mi subconsciente ni mi razón querían hacerlo. Sólo pude sacarle las lágrimas y contenerme para no gritarle o golpearle.
- Lamentarte por lo que dices no tener no es la solución de nada. Creer que eres menos que los demás tampoco. Valórate como persona, Bill, créete invencible. ¿Cómo lograrás ser psicólogo infantil así?, los niños ven a los adultos como un ejemplo, y si un pequeño niño fuera contigo y te viera llorar porque no tienes el cuerpo que deseas, porque tienes Sida y tal, ¿qué haría el niño?
- Ponerse inseguro.- empezó, con una voz queda. –Ponerse a pensar en sus defectos.
- ¿Y qué hace la Psicología infantil?
- Ayudar a los niños, supongo.
- ¿Y haciéndolos inseguros  los ayudas?
- No.
- Entonces haciéndote inseguro no ayudas a nadie. Y lo que es peor, no te ayudas a ti como persona.
- Yo no he tratado a nadie mal, nunca he querido hacer sentir una mierda a los otros, jamás he encarado los errores a los demás, no me gusta criticar a las personas, ¡incluso quiero ayudarlas!... entonces, ¿por qué los demás si buscan todo eso para herirme?
- Porque si tú no te valoras o te quieres, es como si tuvieras un gran letrero en la frente que dijera “¡No me quiero, patéenme el trasero y háganme sentir como una mierda!”
-Eres mejor que yo en esto, y ni siquiera has estudiado para ello… ¿por qué, Tom?- sonrió. –Siempre te he valorado y querido, siempre he pensado de ti que eres buena persona. Me ayudas cuando lo necesito y cuando no, y a veces me doy cuenta de que lo único lindo en mi vida es mi familia.- me dio un abrazo, el mismo que no contesté por el sentimiento encontrado en esas palabras.


Al pasar de unos días, me habían pagado un gran dinero en ambos lugares en donde trabajaba. Volví a casa sintiéndome satisfecho conmigo, y subí por las escaleras, tendiéndole algo de dinero a mi hermano.
- Tómalo.
- ¿Para qué?
- Es tu regalo de navidad.
- Falta un mes para navidad.- me carcajeé.
- Digamos que es adelantado. Puedes usarlo para la universidad o para comprar ropa.- bajó la mirada. -¿Qué?
- No he aprobado el examen.
- ¿Cuándo lo supiste?- pregunté serio.
- Hace una semana, pero no te lo dije porque aún no podía asimilarlo.
- Oh, pues ni quien quiera estar ahí, ¿no?, incluso puedes comprar más ropa.- sonrió.
- Mejor compra ropa tú.
- Oh, no, no estoy de humor para hacerlo. Pero puedo acompañarte, ¿quieres?
- Tampoco estoy con humor.
- Pues yo te pongo de humor.- levantó la ceja.
- ¿Ah sí?- sonrió retador.
- Ajá.- lo tiré en la cama y me subí en él, haciéndolo perder la respiración por unos segundos. Le di besos en el cuello y en las sienes, uno detrás de otro hasta hacerlo molestar.
- ¡Déjame, incestuoso de mierda!- decía carcajeándose.
- Adoro a mi hermano, si sigues con estos encantos acabaré partiéndote el culo con mi polla.- me carcajeé, pero Bill pareció asustarse, y me empujaba con más fuerza.
- ¡Déjame, bájate, Tom, vete, suéltame!
- Siempre me has gustado, siempre he querido besarte, Billy…- me carcajeé con más fuerza, mirándolo retorcerse y hasta espantarse por mis palabras.
- ¡Qué asco, Tom! Hmm… bájate de mí, no puedo respirar…
- ¿Te he dicho que me gusta la necrofilia incestuosa?
- ¡Tengo Sida, te contagiaré y después me suicidaré para que tengas que llevar la vergüenza de haber violado a tu hermano por lujurioso!- rió, y pareció captar que era un juego.
- Valdrá la pena.- se carcajeó. Me bajé de encima suyo y lo miré. – ¿Irás a comprar ropa?
- Bien, iré, sólo si no quieres violarme después.
- Mhh, me temó que me aguantaré las ganas de hacerlo.
- Eres un cerdo, Tom.- reí.



Había pasado por tres tiendas y aún no encontraba algo que le gustara. Pero entramos a una en donde con solo mover un par de veces la ropa, encontró un par de playeras y un pantalón que llamaron su atención. Caminamos a los probadores, él se había sacado la playera antes de entrar a uno de esos cubículos. Lo tomé de los hombros y él me miró con miedo.
- ¿Qué?- musitó.
- ¿Te has hecho más daño en el cuerpo?
- N-no… creo que ya no…
- ¿Crees?- asintió. – Déjame ver.- negó.
- Ya no lo he hecho más.
- ¡Déjame ver!
- Sí lo hice, ¡ya déjame!
- ¿En dónde?
- Tom, no lo arruines ahora, ¿sí?... estábamos bien, ¿recuerdas?
- ¿En dónde?- dije con firmeza. Él me mostró sus axilas. Se miraban moradas por esos hematomas y por la sangre coagulada que comenzaba a formarse gracias a las heridas.
- Pero no lo haré otra vez.- se tomó el estómago, acariciándolo y apretándolo, parecía que algo le dolía.
- ¿Qué tienes?- respiró entrecortado, abriendo los labios para coger aire.
- No sé…me duele…
- ¿Qué sientes, Bill?
- ¡Dolor, Tom, siento dolor!- gritó enojado, frunciendo el entrecejo y dándose la vuelta. Enseguida se dejó caer de rodillas y gimió con algo de preocupación. –Tom… algo me duele…- dijo desesperado. Me acerqué a él y me acuclillé a su lado, le toqué el estómago, buscando algo extraño, pero no había nada fuera de lo normal.


2 comentarios:

  1. Oh mi dios que tendrá Bill?
    Hahaha ese Tom que quiere violar a Bill. . .
    Sube pronto
    me encanta como escribes. .
    Cuídate y un abrazo :D

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  2. awww! me fascino
    ese Tom es un loquillo haha!
    espero el proximo cuidate
    bye

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