By Tom
- Se quedará conmigo siempre,
ya es permanente.- ella sonrió.
- No me puedo creer que
“Stark”- simuló comillas con sus dedos. –pueda mostrar tanto amor.
- ¿Amor?, ¿de qué hablas?
- Vamos, todos sabemos que Tom
Kaulitz no quiere mostrar ese lado de protección, el lado sensible. Con tu
hermano muestras que lo tiene, y es muy grande.
- Oh, no digas tonterías.
- Enserio lo digo, se ve ese
brillo en tus ojos. Ya lo extrañabas demasiado.
- No es cierto, me pone bien
que esté conmigo, ¿sabes?, no me gusta su vida en Hamburgo.
- Porque te preocupas por él.
- Terminará quitándose la vida.
Y sé que suena estúpido que un hombre de veinte años tenga su autoestima hasta
la mierda, pero es mi hermano, Bonny. Al menos yo no quiero que mi hermano muera
por la culpa de un imbécil.
- Oh, ¿acaso eres consciente de
quién eres?- la miré con un poco de confusión. –Eres Tom Kaulitz. Odiado por la
mitad del barrio, pero adorado por la otra. Muchas personas se van a pasar a tu
hermano por las pelotas por el simple hecho de ser tu hermano, ¿pero sabes
cuantas personas le van a poder tocar al menos un cabello?, ¡Ninguna!, contigo
él está a salvo.- sonreí.
- Me pregunto por qué no eres
de esa mitad que me odia después de todo.
- Porque somos colegas, ¿no es
cierto?- asentí. Ella me dio un pequeño golpe en el brazo. – ¿En qué piensas?
- No pienso nada.- pero ella no
quitó su sonrisa. -¿Qué?
- Creo que me gusta más este
Tom, ¿sabes? Es tan distinto verte querer a alguien como lo haces con tu
hermano.
- Mi hermano es distinto, a
pesar de que lo odio, hay algo que me hace adorarlo.
- ¿Por qué es tan distinto
ponerte de pie, suspirar, mirarle a los ojos y decir: Bill, te quiero?- me reí
con aire sarcástico.
- Mi forma de expresar cariño,
supongo, es muy diferente a la que quieres que lo haga. Entiende, Roxann, para
mí de pequeño fue muy difícil saber qué era lo bueno y qué lo malo. Mi padre me
etiquetaba todo como malo.
- Y sus pensamientos
influencian mucho en los tuyos. Es algo así como que te controla con lo que
dice.
- ¡No es verdad!, todo lo decía
porque siempre que hacía algo era en contra de Bill.
- ¿Y por la esquizofrenia?-
entorné los ojos.
- Vamos, eso ya no lo tengo.
¿Todos los psicólogos tienen que cuestionar todo?- ella sonrió.
- Humm, algo así. ¿Tú hermano lo
hace también?- asentí.
- Creo que esa es su
especialización. Psicólogo cuestionable.- ella se carcajeó.
- Creo que no se dice de esa
forma.- se cubrió los labios, a lo que yo sólo eché una pequeña risilla.
–Regularmente cuando cuestionas mucho, es porque saben que de alguna forma no
estás siendo sincero.
- Yo soy sincero, nunca tuve
problemas para decir lo que pienso.
- Eso es lo que tú crees. Y
digo, está bien que lo creas. Pero, piénsalo por un momento, ¿realmente dices
todo lo que piensas?
- Cuestionamientos filosóficos,
¿eh?- sonreí. –Bueno, creo que no digo todo.
- Te guardas todo lo que puede
hacer sentir bien a alguien.
- Hmm, algo así.
- ¿Alguien te dice cosas que te
hacen sentirte bien?
- Bill y tú.
- ¿Alguien más?
- No. Nadie nunca lo hizo, ¿entiendes?
- ¿Desde pequeño?- asentí. –
Entonces todo lo que tienes es por tu infancia. No dices cosas lindas porque
nunca te hicieron sentir bien con ellas.
- Mmm, algo así.- y de reojo
miré el reloj de madera que colgaba detrás de nosotros. Era tarde. Tarde para
lo que quería hacer después de llegar a casa. – Sabes, Bonny, tengo que irme.
- Bien, bien. Pero promete que
no dejaremos esto sin concluir.
- Te doy mi palabra.- ella
sonrió y asintió, indicándome con su mano que podía salir. –Nos vemos luego.- y
salí sin escuchar una respuesta de sus labios.
Caminé solo por el lugar vacío,
siempre con la mirada en alto, advertido de todo a mí alrededor. Ya nada aquí
era seguro, todos le tiraban piedras a tu ingenuidad. Pero seguía en silencio,
inhalando el aire frío, exhalándolo en forma de vaho. Metí mis manos dentro de
mi chaqueta y aceleré el paso para llegar más pronto. Si el clima no me
engañaba, nevaría prontamente.
La puerta de mi casa apareció
frente a mí, y con ansia, me apresuré a tomar las llaves de mis bolsillos y
abrir con rapidez. Entré a mi casa, sintiendo la poca calidez que emanaba. Las
luces estaban apagadas, pero sin molestarme, crucé el pequeño sendero desde la
puerta hasta las escaleras en completa oscuridad. Subí con pasos fuertes y algo
toscos hasta llegar a mi recámara, que tenía la puerta cerrada. La abrí de un
fuerte golpe, ahí estaba mi hermano. Dormido, con la televisión encendida y el
mando en su mano; una pierna cruzada sobre la otra y el brazo sobrante sobre su
estómago.
- Bill.- susurré mientras me
acercaba con lentitud a él. Algo extraño había humedecido sus mejillas.
No. No era extraño. Eran
lágrimas.
Me planteé muchas de las
posibilidades por las que lo había hecho. Un mal sueño era casi ilógico. Un
programa dramáticamente triste era inútil; Bill no solía ser tan sensible a
eso. Y después recordé porqué lloraba tan seguido últimamente. Y me acerqué más
a él. Quité su brazo de su estómago, el cual aferraba cual una muñeca de trapo,
y subí su playera. Retrocedí ante tan impactante imagen. Su estómago lleno de
esas ronchas tan parecidas a hematomas comunes. Pero eso no era lo extraño,
sino que él había intentado hacerlas desaparecer con cortadas. Negué.
- Bill, despierta. ¡Bill!-
hacía mi voz resonar por la habitación, hasta que abrió sus ojos hinchados y se
percató de su desnudez.
- Mierda, Tom…- sus ojos se
llenaron de esas gotas tan dolorosas, y abrazó su cuerpo, quitándome toda vista
de su piel herida.
- ¿Qué hiciste?- mi voz salió
algo trágica y desesperada. Él negó, sin quitar sus ojos de los míos; temblaba
levemente. Era claro que esto era un secreto que no tuve que saber nunca.
- Me aparecieron esas cosas en
el vientre, no es nada distinto.
- Pero si eso ya lo he visto,
hermano. ¿Por qué las cortaste?- esta última pregunta resonó fuerte y firme
desde mi garganta, haciendo que se encogiera un poco temeroso.
- ¡Porque quiero que
desaparezcan!, ¡quiero que se vayan de mí!
- ¡Siempre es igual contigo,
Bill! ¡Siempre lloras por eso!
- ¿Acaso has tenido de esto
para opinar?, ¡tú no sabes lo que yo siento, Tom!, ¡no sabes cómo esto me ayuda
para sentirme peor de lo que ya lo hago con mi puto físico!
- Deja de preocuparte por eso,
¿por qué siempre te preocupas tanto por cómo te ves? ¡No eres distinto, siempre
has sido el mismo!
- ¿Me lo preguntas tú, Tom?
¡¿Me lo preguntas tú que siempre tenías que ser el del mejor cuerpo en el
instituto?!
- Eso no es cierto, Bill.- se
quedó callado, bajando la mirada, incluso dolido por lo que había hecho. Se
lamió los labios y tomó una bocanada de aire, después me miró, abriendo los
labios para hablar.
- Siempre fuiste mejor que yo
en todo.
- No es verdad.
- Nuestros padres nunca
estuvieron de acuerdo en mirarme maquillado, siempre me dijeron que debía ser
como tú. Jugar a los deportes, tener parejas y cosas así. Nunca me miraron con
una novia en la adolescencia, incluso mamá y papá tuvieron una charla conmigo.
- ¿Una charla?- pregunté
sorprendido. -¿De qué?
- Me preguntaron si era
homosexual porque siempre era muy sensible y afeminado, ¿entiendes?- Asentí. –Nunca
estaba con mujeres o me interesaba en jugar al futbol; me interesaba por la
moda y en verme bien. ¡Incluso se emocionaron cuando (tu nombre) fue novia mía!
- No digas eso, ellos sólo
querían verte feliz, siempre te mostrabas como es persona fuerte. Nunca les
platicaste el acoso en la primaria o la exclusión en el kínder. Nunca supimos
porqué lo ocultabas. Te preocupabas mucho por tu figura y tu imagen.
- Quiero sentirme bien conmigo,
¡quiero que los demás me miren y crean de mí lo que creen en ti!
- Vas a volver a caer en lo
mismo, Bill. ¡Recuerda cuando todo lo que comías lo vomitabas!, ¡Recuerda que
dejabas de comer por días enteros!, siempre estuviste delgado, impresionablemente
delgado. Te internaron, Bill, ¡te internaron por tus trastornos alimenticios!
- ¡Eso fue en la primaria!,
cuando todos se burlaban de mí por esos mofletes de mierda que tenía, ¡y tú no
los tenías!, cuando me decían obeso y tú no lo estabas. ¡Quería ser como tú,
¿es tan difícil comprenderlo?!
- No estabas gordo, ¡no tenías
nada de malo!
- ¡Me molestaban porque no era
tan eficiente como tú! Porque no tenía ese cuerpo que tú tienes.
- ¿Y de qué te sirve cómo te
ves?, si tú mismo me has dicho que es al final de todo nadie se fijará en cómo
eres físicamente.
- Siempre todo ha sido distinto
entre nosotros. Tú, Tom Kaulitz, el adorado, el admirado, el importante, el de
la autoestima alta, el social. Yo, Bill Kaulitz, el marica, el tímido, el
ignorado, el odiado, el de la autoestima baja. Nunca quise ser ese Bill, Tom.
Siempre te admiré por ser el fuerte, ¿sabes?, por ser el querido por todos.
Mientras tú coqueteabas con miles de compañeras, yo esperaba que alguien se
sentara conmigo a la hora de almorzar. Mientras todos se reían contigo por tus
bromas en el aula, de mí todos se burlaban por cada pequeño error.
>> El Sida me hace
sentirme aún peor… puedo morir en unos segundos, y tú estás aquí, siempre
estarás aquí…incluso aunque le temas a crecer. Conocerás a tus nietos y…
- Tú también conocerás a los
tuyos.
- ¡¿Y YO CÓMO, TOM?! No conseguiré
a alguien que me quiera por el Vih, y si lo hago, no podré tener relaciones con
ella, ¡la enfermaría y mi bebé estaría enfermo también!- se sorbió la nariz y
sacó sus lágrimas. –Entiéndelo, Tom, en esta vida tú te has llevado lo mejor…
- Sí tú lo crees, entonces lo
estás convirtiendo en un hecho irreversible.
Y compartimos el silencio, casi
reflexivo, más lento en toda mi vida. Lo miraba llorar, y después pensaba en
qué podía decirle, después creía que él tenía razón, luego argumentos llegaban
para contradecir, después no sabía qué hacer. Eché un suspiro cansino. Cansino
no porque estaba cansado de él y su comportamiento, sino porque estaba cansado
de las rutinas, de que él siempre lloriqueara por lo mismo, queriéndome hacer
sentir como una mierda, o al menos, así lo interpretaba yo. Hice ademán de
acercarme para abrazarlo, pero ni mi subconsciente ni mi razón querían hacerlo.
Sólo pude sacarle las lágrimas y contenerme para no gritarle o golpearle.
- Lamentarte por lo que dices
no tener no es la solución de nada. Creer que eres menos que los demás tampoco.
Valórate como persona, Bill, créete invencible. ¿Cómo lograrás ser psicólogo
infantil así?, los niños ven a los adultos como un ejemplo, y si un pequeño
niño fuera contigo y te viera llorar porque no tienes el cuerpo que deseas,
porque tienes Sida y tal, ¿qué haría el niño?
- Ponerse inseguro.- empezó,
con una voz queda. –Ponerse a pensar en sus defectos.
- ¿Y qué hace la Psicología
infantil?
- Ayudar a los niños, supongo.
- ¿Y haciéndolos inseguros los ayudas?
- No.
- Entonces haciéndote inseguro
no ayudas a nadie. Y lo que es peor, no te ayudas a ti como persona.
- Yo no he tratado a nadie mal,
nunca he querido hacer sentir una mierda a los otros, jamás he encarado los
errores a los demás, no me gusta criticar a las personas, ¡incluso quiero
ayudarlas!... entonces, ¿por qué los demás si buscan todo eso para herirme?
- Porque si tú no te valoras o
te quieres, es como si tuvieras un gran letrero en la frente que dijera “¡No me
quiero, patéenme el trasero y háganme sentir como una mierda!”
-Eres mejor que yo en esto, y
ni siquiera has estudiado para ello… ¿por qué, Tom?- sonrió. –Siempre te he
valorado y querido, siempre he pensado de ti que eres buena persona. Me ayudas
cuando lo necesito y cuando no, y a veces me doy cuenta de que lo único lindo
en mi vida es mi familia.- me dio un abrazo, el mismo que no contesté por el
sentimiento encontrado en esas palabras.
Al pasar de unos días, me
habían pagado un gran dinero en ambos lugares en donde trabajaba. Volví a casa
sintiéndome satisfecho conmigo, y subí por las escaleras, tendiéndole algo de
dinero a mi hermano.
- Tómalo.
- ¿Para qué?
- Es tu regalo de navidad.
- Falta un mes para navidad.-
me carcajeé.
- Digamos que es adelantado.
Puedes usarlo para la universidad o para comprar ropa.- bajó la mirada. -¿Qué?
- No he aprobado el examen.
- ¿Cuándo lo supiste?- pregunté
serio.
- Hace una semana, pero no te
lo dije porque aún no podía asimilarlo.
- Oh, pues ni quien quiera
estar ahí, ¿no?, incluso puedes comprar más ropa.- sonrió.
- Mejor compra ropa tú.
- Oh, no, no estoy de humor
para hacerlo. Pero puedo acompañarte, ¿quieres?
- Tampoco estoy con humor.
- Pues yo te pongo de humor.-
levantó la ceja.
- ¿Ah sí?- sonrió retador.
- Ajá.- lo tiré en la cama y me
subí en él, haciéndolo perder la respiración por unos segundos. Le di besos en
el cuello y en las sienes, uno detrás de otro hasta hacerlo molestar.
- ¡Déjame, incestuoso de
mierda!- decía carcajeándose.
- Adoro a mi hermano, si sigues
con estos encantos acabaré partiéndote el culo con mi polla.- me carcajeé, pero
Bill pareció asustarse, y me empujaba con más fuerza.
- ¡Déjame,
bájate, Tom, vete, suéltame!
- Siempre me has gustado,
siempre he querido besarte, Billy…- me carcajeé con más fuerza, mirándolo retorcerse
y hasta espantarse por mis palabras.
- ¡Qué asco, Tom! Hmm… bájate
de mí, no puedo respirar…
- ¿Te he dicho que me gusta la
necrofilia incestuosa?
- ¡Tengo Sida, te contagiaré y
después me suicidaré para que tengas que llevar la vergüenza de haber violado a
tu hermano por lujurioso!- rió, y pareció captar que era un juego.
- Valdrá la pena.- se carcajeó.
Me bajé de encima suyo y lo miré. – ¿Irás a comprar ropa?
- Bien, iré, sólo si no quieres
violarme después.
- Mhh, me temó que me aguantaré
las ganas de hacerlo.
- Eres un cerdo, Tom.- reí.
Había pasado por tres tiendas y
aún no encontraba algo que le gustara. Pero entramos a una en donde con solo
mover un par de veces la ropa, encontró un par de playeras y un pantalón que
llamaron su atención. Caminamos a los probadores, él se había sacado la playera
antes de entrar a uno de esos cubículos. Lo tomé de los hombros y él me miró
con miedo.
- ¿Qué?- musitó.
- ¿Te has hecho más daño en el
cuerpo?
- N-no… creo que ya no…
- ¿Crees?- asintió. – Déjame ver.-
negó.
- Ya no lo he hecho más.
- ¡Déjame ver!
- Sí lo hice, ¡ya déjame!
- ¿En dónde?
- Tom, no lo arruines ahora,
¿sí?... estábamos bien, ¿recuerdas?
- ¿En dónde?- dije con firmeza.
Él me mostró sus axilas. Se miraban moradas por esos hematomas y por la sangre
coagulada que comenzaba a formarse gracias a las heridas.
- Pero no lo haré otra vez.- se
tomó el estómago, acariciándolo y apretándolo, parecía que algo le dolía.
- ¿Qué tienes?- respiró
entrecortado, abriendo los labios para coger aire.
- No sé…me duele…
- ¿Qué sientes, Bill?
- ¡Dolor, Tom, siento dolor!-
gritó enojado, frunciendo el entrecejo y dándose la vuelta. Enseguida se dejó
caer de rodillas y gimió con algo de preocupación. –Tom… algo me duele…- dijo
desesperado. Me acerqué a él y me acuclillé a su lado, le toqué el estómago,
buscando algo extraño, pero no había nada fuera de lo normal.
Oh mi dios que tendrá Bill?
ResponderEliminarHahaha ese Tom que quiere violar a Bill. . .
Sube pronto
me encanta como escribes. .
Cuídate y un abrazo :D
awww! me fascino
ResponderEliminarese Tom es un loquillo haha!
espero el proximo cuidate
bye