lunes, 12 de noviembre de 2012

Capítulo 40


- Baja del auto.
- ¿En dónde estamos?
- ¡Baja del auto!- abrí la puerta y bajé. Me tomó de la nuca y me guió más adentro del lugar. Era oscuro, no había ninguna luz que alumbrara ese lugar. El frío me helaba los huesos hasta hacer que mis dientes comenzaran a castañear; pero caminaba con lentitud, sumiso, ocultando todo el miedo que empezaba a sentir.
- …Jmmh…- gemí al sentir mi cuerpo en el suelo. Abrí los ojos y lo miré confundido. Él comenzó a reír.
- Aún no sabes por qué estás aquí, ¿verdad?
- No…
- Bueno, se lo podrás agradecer a tu hermano cuando lo veas.
- ¿Por qué no lo arreglas con mi hermano?... yo, n-no tengo nada que ver…
- Porque ha estado jugando sucio. ¿Por qué yo no lo haría?- se carcajeó.
- ¿Q-qué vas a hacerme?- pregunté en un hilo de voz.
- Qué rápido te conformas.- sonrió. –Sólo le daré una advertencia más a tu hermano.- un golpe en el estómago, tan rápido y fuerte que no tuve tiempo de protegerme con mis brazos. –Sé que tu hermano se pondrá rabioso cuando sepa que no puede cuidar de nadie.
- Mi hermano no cuida…de mí… ¡hmm!- otro golpe en mi cara. Me levantó del pasto y con un fuerte empujón me azotó en un árbol; me tomó el cuello y apretó su mano, dejándome sin respiración.
- Eso no significa que no te quiera ¿cierto?- un rodillazo en mi entrepierna; él me detuvo para que me fuera imposible encogerme en mi propio cuerpo. Un manotazo en mi mejilla, una patada en mis piernas, un azoton que me hizo caer al suelo. Víctima de sus patadas, víctima de sus palabras.
- Ya… ya basta…
- ¡VICO!- dejó de golpearme. Respiré hondo, dando por acabado el sufrimiento.
Qué equivocado estaba.
Un hombre robusto, menos que Maurice, pero mucho más que yo, me tomó de los brazos y me sacó la playera. Me detuvo mientras Maurice sacaba mis pantalones junto a la ropa interior. Pataleé con fuerza, pero él lo logró después de todo. Mi reparación falló. Me moría de frío y de miedo, incluso sentía menos dolor. Vico no me soltó los brazos, siguió deteniéndolos mientras Maurice cargaba consigo una vara delgada y seguro resistente, puesto que no se rompió por la mitad cuando Maurice la azotó en un árbol.
- Muchas preguntas pasan por tu cabeza. O tal vez, esas preguntas las reemplazas por gritos desesperados, ¿no?- me quedé en silencio. –Oh, me duele tanto hacerte esto.- se carcajeó. –Pero tu hermano me ha obligado.
Una y otra vez, la vara golpeaba mi cuerpo entero, mi cara, mis brazos, mi pecho, mi entrepierna, mis piernas, mis pies, y él no hacía nada ante mis gritos, incluso parecía adorarlos. Comencé a perder el sentido del dolor y solo miraba su cara y sentía mi cuerpo convulsionarse con cada golpe.
- Levántate.- el tal Vico me soltó los brazos, los mismos que apoyé en el pasto para poder levantarme, pero me fue completamente imposible.
- No…puedo…
- No es una pregunta.- se carcajeó. Tomé fuerzas, el cuerpo entero me punzaba; pero al fin pude hacerlo y lo miré. –Que cuerpo tan feo tienes, no me puedo creer que contigo haya cogido más de una vez, ¡qué asco!- lo miré con rabia. –Agradece que usé preservativo contigo, sino me habrías contagiado el Sida.- volvió a carcajearse. – ¡Ya basta de bromas, vámonos de aquí!- me agaché para tomar mi ropa, y me la coloqué, tragándome todo el dolor de las cortadas y sorbiendo la sangre de mi nariz.


Llegamos de vuelta a la fiesta; Tom estaba afuera, junto a Dennis, con cara de preocupación, llamando por teléfono. Maurice abrió la puerta del auto y me echó a la acera del aparcamiento, después arrancó y desapareció. Yo me arrastré un poco hasta dónde estaban ellos, y fácilmente fui víctima de su mirada confusa y algo rabiosa, incluso antes de saber qué era lo que había pasado. Él se acercó a mí, hincándose frente a mi cuerpo, tomándome de la quijada con sus dos manos, haciendo que lo mirase. Frunció el entrecejo, entrecerró los ojos y se acercó un poco más a mí, negando.
- ¿Quién?- me quedé en silencio, esnifando el olor a alcohol y tabaco que salía de su boca. – No quiero preguntarlo otra vez.
- Maurice…- dejó de tomarme la quijada y me ayudó a levantarme sosteniéndome de las axilas, me abrazó por la cintura y me llevó hasta el Jeep, ayudándome a subir. Él se dio la vuelta y subió por la puerta del conductor, conduciendo rápidamente.
-  ¿No podías quedarte en dónde te dije?- decía en el camino. Yo lo miré.
- Lo hice…pero un hombre me dijo que te conocía y…
- ¡Y le hablas a los extraños!- gritó. –Bill, ¿no puedes entender que aquí no es como en Hamburgo? Aquí las personas fingirán ser tus amigos, para que les tengas confianza y así arruinarte enterito.
- No todas las personas fingen…
- Pues aquí sí. Y más te vale metértelo en la cabeza si no quieres que algo igual vuelva a pasarte.- silencio por mi parte. No tenía ganas de hablar, mucho menos de responderle cosas que eran bastante obvias. Mi cuerpo aún sentía dolor, y mi respiración seguía siendo errónea gracias a las lágrimas que me había estado guardando todo el tiempo. –Iremos a casa, y no quiero que salgas de ella. Si alguien intenta entrar, Zander comenzará a ladrar y aullar. Si no eres bueno escondiéndote, deberás saltar por la ventana, ¡no sé!, sólo intenta que no te miren.
- ¿Estás diciendo que lo seguro es romperme las extremidades?
- Mejor a perder la vida, supongo.- tragué pesado.
- ¿Esperas a alguien que te hace daño en tu casa?
- Uno nunca sabe quién puede entrar.- me miró rápidamente, para volver a poner la mirada en la calle. –Tengo un arma en la mesa de noche.
- ¿Un arma?- fingí estar sorprendido.
- Sí. Puedes usarla si es que eres capaz de hacerlo.
- ¿Por qué tienes un arma?
- No confíes en nadie aquí, Billy.- sonrió. Yo me acomodé en el asiento, sintiendo dolor por todos los lugares en mi cuerpo.
- Si tienes un arma… estás dispuesto a dispararle a alguien…
- Lo estoy. Lo que sea por salvar mi vida, creo.- me miró. –No me pongas esa cara, Bill, ¿tú no matarías a alguien que quiere hacerte daño?, venga, que si tu no los matas, ellos te matan a ti.
Y no volví a abrir la boca hasta llegar a su casa. Abrió los seguros de las puertas y me miró, esperando que saliera para él poder regresar a esa fiesta. Pero yo me quedé ahí sentado, mirándolo también, tratando de pronunciar una palabra, pero aparte de que me moría de los nervios por lo que me había dicho, me moría de dolor como para bajar yo solo. Necesitaba su ayuda, pero me sentía avergonzado de decírselo.
- La fiesta es larga pero no eterna.- dijo, sonriendo. -¿Qué esperas?
- N-nada…- abrí la puerta, aspiré hondo y bajé, tragándome los gemidos y quejidos de dolor. Cerré la puerta al terminar de bajar y caminé hacia la casa, cojeando un poco, casi sin respiración, y con el cuerpo temblando y punzando. En un momento me vi con el pecho en el caminito de cemento que guiaba a la puerta de la entrada.
- Mierda, Bill, ¿por qué no me pides ayuda?- me ayudó a levantarme, y con pasos rápidos me guió hasta entrar a la casa.
- Hmm
- ¿Qué te duele?
- T-todo…- dejó salir el aire con tanta fuerza que pudo mover algunos de mis cabellos. Tragó saliva y pareció pensarse algo muy seriamente; se pasó una rasta a su espalda y me tomó de la cintura, ayudándome a subir por las escaleras. Ahí me ayudó a sentarme en la cama y volvió a quedarse serio.
- No quiero hacerlo, pero me quedaré contigo. Estarás feliz.
- Yo no te obligué a nada.
- Pero tampoco te quieres quedar sólo, así que, no hay nada que pueda hacer, ¿no?- sonrió.
- Bueno, tienes razón.- se sentó a mi lado. -¿puedo ver tu arma?
- Es un arma común, ¿para qué quieres verla?
- Sólo quiero saber cómo es.- entornó los ojos y abrió el primer cajón de su mesa de noche. La tomó con delicadeza y me la mostró. -¿La has usado ya?
- Por suerte nadie más que Maurice me ha amenazado con una pistola.
- ¿Y sabes usarla?- asintió.
- Claro. Sé casi todo lo que se tiene que saber para usar una de estas.
- No exageres.- sentí el cañón de la pistola en mi sien, después escuché cómo la cargaba. Me quedé tieso por completo. –Tom…
- Una pistola semiautomática, si te mueves en forma de amenaza, alcanzo a darte un par de tiros antes de que emitas una palabra. Te perforará el cráneo y el cerebro; bastarán unos segundos de consciencia para que mueras.
Puso su dedo en el gatillo. Por respuesta cerré los ojos, respirando con irregularidad. Sentí escalofríos, y un miedo terrible que se apoderaba de mi cuerpo entero. Después él comenzó a reír gravemente, y sentó cómo quitaba la pistola de mi cabeza, lentamente. Abrí los ojos y lo miré, patidifuso, tratando de recobrar la respiración.
- Me…me amenazaste con la pistola… ¡Tom, ibas a matarme!- él sonrió.
- Vamos, es solo un juego.
- ¡Pues no juegues con eso! ¿¡Estás loco?!... Mierda, no lo creo… ¡Has intentado hacerlo dos veces!
- Tú ya sabes que nunca te haría algo como eso.
- ¿Qué si se te hubiera jalado el gatillo? ¡¿Qué si me hubieras matado, Tom?!
- No soy tan idiota.- suspiré con fuerza.
- Tom, tienes esquizofrenia. Un día de estos no vas a distinguir el bien del mal y vas a acabar terminando con mi vida.- Se quedó serio, dejando el arma en la mesa de noche, sin dejar de mirarme a los ojos.
- Yo no tengo nada de eso, esos doctores no saben una mierda.
- Vamos, Tom, me preocupas…
- Pues no debería. Ya sabes que no haría algo para dañarte de esa forma.
- No juegues con eso, por favor, Tom.- lo miré, que sonreía tiernamente.
- ¿Es que no confías en mí?
- Sí confío… pero me da miedo, ¿sabes?, morir a causa de una bala es lo que más miedo me da.
- ¿De verdad?- asentí.
- Prefiero morir de hambre que por un balazo.- despeinó mi cabello, sonriendo.
- Lo siento, ¿sí?- sonreí.
- Eres un tonto.
- Venga, que yo no sabía.

By Tom
Dos meses. Bill había estado conmigo dos meses enteros, en Frankfurt. Me parecía extraño que no se haya aburrido aún de estar a mi lado.
- Tom, suena el teléfono.- gritó Bill desde la planta alta. Yo caminé hasta el teléfono y acepté la llamada, llevándome el auricular a la oreja.
- Hola.
- ¿Tom?
- Eh, sí, ¿quién habla?
- Tom, soy mamá, ¿está Bill contigo?
- ¿Hablas a mi casa para buscar a Bill?
- No lo encontramos en su departamento. Tu padre y yo creímos que podría estar contigo.
- Sí está conmigo. Y sí, está bien, claro, también yo lo estoy, pero no sé si te importe demasiado.
- Vamos, Tom, no seas así.
- Han estado a punto de matarme un par de veces, pero estoy bien, por si te lo preguntabas… ¡Oh, pero qué tonto, quieres hablar con Bill, ¿no?!
- Sí, por favor, necesito escuchar su voz para saber si realmente está ahí.
- ¡BILL!- lo miré bajando las escaleras, con seriedad. Se acercó a mí y le puse el auricular. –Vamos, di algo para que tu madre vea que estás aquí.
- ¡Hola!- sonrió con ternura. Me puse el auricular en el oído.
- ¿Lo ves, aquí está?
- ¿Y sus medicamentos?
- Aquí tiene algunos.
- Gracias a Dios él está a salvo. Estábamos muy preocupados con él.
- Pues no dejes de preocuparte. Aquí no es nada seguro, y yo se los había dicho, pero no quieren escuchar. Si algo le pasa a Bill no me echen la culpa a mí.
- ¿Cómo que no es seguro?
- Sí, creo haberte dicho que estuvieron a punto de matarme.- dije en tono sarcástico.
- ¿Y cómo está Bill?, ¿Han querido hacerle algo?
- Vaya… quién conociera esa preocupación hacia el hijo mayor, ¿no?
- ¿No piensas contestar?- abrí los ojos con sorpresa.
- No, no pienso hacerlo y tampoco pienso contestar una llamada tuya otra vez. Si tienes algo que decir, dilo ahora.
- ¡Quiero saber cómo está Bill! ¿Es tan difícil decírmelo?
- Hmm, sí. Tan difícil como es para ti al menos fingir un “¿cómo estás?”, aunque no lo sientas, pero por educación se pregunta, y más si soy tu puto hijo. Mierda, ¡que sí duele que toda tu puta atención esté con Bill!
- No exageres.
- ¡Oh, pero si no lo hago!,  claro, préstale más atención a Bill, que cursó la universidad, que tiene un plan de vida largo y sano. ¡Vamos, hazlo, me chupa un huevo!, ¡pero no me llames a mí para ver cómo se encuentra él! ¡LLAMALE A SU PUTO MÓVIL QUE PARA ESO LO TIENE! Te lo estoy diciendo enserio, si piensas volver a llamar para preguntar por él, voy a cortar la llamada sin decirte una puta palabra.- corté.
- Tom… ¿qué tienes?- apretujé el teléfono en mis manos, y levanté la mirada para verlo.
- Nada.
- ¿Por qué le gritaste así a mamá?
- Oh, tú no empieces.
- Mamá sí te quiere, Tom.
- Me quiere ver muerto.- me carcajeé.
- Nos quiere a los dos por igual, no pienses que no es así.
- No es así, Bill. Ya eres muy maduro para darte cuenta de que tú eres su hijo favorito. Pero eso no me duele más.
- Tom…
- Iré a darle un paseo a Zander, ¿vienes?
- Iría, pero…- sonrió.
- Andando.- me viré a ella, que dormía muy quieta. –Eh, princesa.- levantó la cabeza de golpe, moviendo el rabito torpemente. Salimos de la casa y caminamos por la acera.
- Pienso que esa bestia es muy afortunada por encontrarte.- me miró sonriendo. –Sólo mira cuanto te agradece que la hayas salvado.
- Le prometí a Zart que salvaría una vida.
- Zart, Zander, ¿no puedes ser más original?- nos carcajeamos.
- Cállate.
- Vale, lo siento.
- ¿Y tú sigues con esa novia tuya?
- No, terminé con ella.
- ¿Tú la terminaste a ella?- dije sorprendido. Él asintió.
- Sí, creí que ya lo sabías.
- Pues no lo recuerdo. Platícame.
- Fue por lo del Sida. No me sentía bien conmigo, aparte, ¿cómo nos besaríamos sin sufrir la preocupación de que podía contagiarla?
- ¿Entonces aún la quieres?- asintió.
- La adoro… ¿sabes? No puedo dejar de pensar en ella. Pero me odia, todos se pusieron en mi contra, Gustav, Andy, (tu nombre)… piensan que tengo algo con Robert, ella piensa que la dejé para estar con Robert. Pero vamos, mejor háblame de ella.
- La única >>ella<< en mi vida es Zander.- sonrió.
- No puedes estar hablando enserio. Pero has tenido parejas, ¿no?
- Bueno, sí...
- ¿Qué te hizo enamorarte de ella?
- Eh, era diferente a otras mujeres.
- ¿Qué tiene de diferente?
- ¿Por qué debería decírtelo?
- Porque te pones nervioso cuando hablas de ella.- entorné los ojos.
- Oh, cállate, eso no es verdad.- nos quedamos en silencio, mientras seguíamos caminando sin un objetivo realmente.
- Vaya, me imagino lo impresionante y especial que tuvo que haber sido para tenerte así.
- Hmm, no lo sé… Era sencillo querer a una persona como ella.
- ¿Qué pasó?
- Las personas cambian.
- Pues ella no se merecía a alguien como tú.- lo miré con una sonrisa. Él caminaba sin mirarme, contemplando el suelo.
- ¿Por qué piensas eso?
- Eres Tom Kaulitz, la persona más dura y cabezota que pueda existir, ¿no es cierto?, sólo alguien que te quiera de verdad podría aguantarte.- me carcajeé.
- Eres un idiota.
- Lo digo enserio. A veces me gustaría que todos fuéramos animales.
- ¿Para poder coger a cualquiera que se te pase enfrente?- comenzó a reír.
- No, tonto.- suspiró. –Sólo mira quien camina detrás de ti.
- Zander.- asintió.
- A ella no le importó tu pasado, no le importa cuánto daño te hayan hecho o cuánto daño hayas hecho tú. Y aquí está, siempre dándote su cariño para que te sientas mejor. Me gustaría que fuéramos perros, ¿entiendes?, nunca juzgando por las apariencias.
- Pero no tendríamos plena consciencia de que realmente vivimos. Los animales olvidan todo de un segundo a otro, incluso olvidan a sus hijos.
- Bueno… pero así nunca habría un mal porque lo hemos olvidado.
- En cierta parte tienes razón, pero podríamos quedarnos siendo niños. Jamás crecer.
- ¿No quieres crecer?- me quedé en silencio. –Tienes miedo de crecer, ¿verdad?
- Un hermano con principios de psicología nos es bueno.- sonreí.
- ¿Por qué tienes miedo?
- De pequeño no necesitas más que una pelota para completar tu felicidad. Tienes esa felicidad en navidad cuando esperas a Papá Noé, o cuando un diente se te cae y el ratón llega a por él. Vivimos a base de mentiras, pero eso te hace bien, hasta que creces.
- Pero cuando creces vuelves a verte a ti mismo de pequeño reflejado en tu hijo.
- No quiero un hijo.
- ¿Me dejarás con las ganas de ser tío?- sonreí.
- Eso creo.
- No debe darte miedo, Tom, cuando creces eres independiente.
- Y luego envejeces hasta llegar a la muerte.
- Para eso falta mucho. Si tenemos suerte morimos a los sesenta. ¿O te gustaría morir ahora, a los veinte?
- Claro que no.
- A mí tampoco, ¿imaginas no poder tener una familia? O lo que es peor, no podría estar en tu boda o… no mierda, eso ni pensarlo. Yo sí llegaré a los ochenta y seguiré siendo el abuelo de mis nietos hasta los noventa.
- Pero tú le tienes miedo a la muerte, Bill, creo que es peor a temerle a crecer.
- Prefiero estar viejito y seguir mirando a mis hijos con sus hijos, seguir comiendo toda la pizza posible, o sólo seguir respirando, antes que morir. ¿Sabes?, la muerte me causa mucha incomodidad, no quiero dejar de vivir nunca. Espero que en veinte años inventen la inmortalidad.- se carcajeó.
- Estoy en desacuerdo. Prefiero morir antes que ver cómo me voy haciendo inútil para los demás, que envíen a un acilo porque ya no me quieren. Ni hablar, yo no llegaré a eso, ni siquiera creo conocer a mis nietos o a los tuyos.
- Sacrifica unos años para que conozcas a los míos, ¿sí?
- No.
- ¡Por favor!, sólo a uno.
- No lo creo.- sonreí.
- Quiero que te conozcan, vamos, mis hijos te lo agradecerían.
- ¿Cuántos hijos piensas tener?
- Cinco o seis.- lo miré con sorpresa.
- ¿Tantos?
- Ajá, serán tres niños y dos niñas.
- Qué machista.
- No.- dijo con tono avergonzado. –Quiero dos niñas para que sean mis princesas.- sonreí con ternura. Mierda, que mi hermano era tan tierno.
- Y pensar que antes odiabas a los niños.
- Uno siempre termina amando lo que odia, y odiando lo que ama.
- Tienes razón. Entonces quizá conozca a una niña y a un niño. No más.
- Bueno, pero promételo.
- Te doy mi palabra. Aunque no sé por qué piensas en esto desde ahora. Te quedan muchos años hasta tener hijos.
- Pienso tener hijos a los veintinueve o treinta.
- Bueno, te quedan años.- ambos nos carcajeamos. -¿tienes hambre?
- Algo.
- Bueno, por aquí hay un restaurante, ¿vamos?
- ¿Tienes dinero?
- Sí.
- Pero yo no, mejor comamos algo en tu casa.
- Claro que no, tengo suficiente para los dos, hermanito.- sonreí.


3 comentarios:

  1. Dios tengo un nudo en la garganta! T__T Lastimaron a Bill bien feo u_u ... Porque la mama de los Kaulitz es tan mala y hace de menos a Tom, se me hizo un nudo en esa parte :s me refleje un poco... u_u ... Bill quiere 5 o 6 hijos!! :O Oh por Dios haha xD Ya me los imagino en el altar... oh lloro! :')
    ME ENCANTO MUCHÍSIMO PERO MUCHÍSIMO... SUBE PRONTO QUE ME ENCANTA LEER TU FIC! ME HACE LLORAR Y SENTIR UN HORRIBLE NUDO EN LA GARGANTA Y TERNURA, DOLOR Y MUCHOS SENTIMIENTOS MAS... SUBE PRONTO, CUÍDATE Y TE MANDO UN ENORME ABRAZO!

    ResponderEliminar
  2. sabia que iba a llorar ToT
    que feo que la mama no se preocupe por Tom . . .
    Probrecito :c
    Hahaha ese Bill tantos hijos. .
    Lo entiendo yo quiero una guarderia XD
    me encanto
    me encanta como escribes. . .
    Cuidate y un abrazo :D

    ResponderEliminar
  3. T.T pobre Bill llore en serio
    que mala onda la mama de los gemelos :(
    Awww! Bill quiere tanto hijo que lindo
    espero el proximo cap
    cuidate bye

    ResponderEliminar