viernes, 30 de noviembre de 2012

Capítulo 48


By Bill
Abrí los ojos, dándome un estirón mientras me tallaba los ojos.  Me senté con algo de dificultad por el frío; al mirar al umbral de la puerta casi se me sale el corazón por los labios.
- ¡Mierda, Tom, qué susto!- grité; él comenzó a carcajearse.
- Sé que no me veo muy guapo cuando acabo de salir de la cama, pero no creí que tanto.- sonreí.
- Idiota.- se acercó a mi cama y se sentó. -¿Nos iremos hoy?
- No lo sé, ¿quieres quedarte otro día?
- Hmm, sí.- sonreí; él asintió y se acercó un poco más a mí.
- Bien, lo haremos, pero antes, tengo buenas noticias.
- ¿Cuáles?- sonreí; él se sacó un papel doblado del bolsillo.
- No te lo quise dar ayer, no quería que toda la familia se enterara o qué se yo. Toma.- me lo pasó, yo lo desdoblé y comencé a leerlo. Era de la universidad en Frankfurt; mi sonrisa creció rápidamente mientras leía el papel.
- ¡No lo creo! ¿Cómo lo hiciste, Tom?
- Mandaron dos papeles, decía que había ocurrido una falla con el conteo de la calificación; una cosa así.- sonrió.
- Vaya, me alegraste el día entero.- rió.
- Bill, Tom, ¿quieren desayunar?- me levanté de la cama, caminando hacia mamá para mostrarle la hoja que Tom me había dado.
- ¡Me aceptaron en la universidad de Frankfurt!- ella tomó el papel y comenzó a leerlo; después sonrió ampliamente y me dio un abrazo.
- Felicidades, cariño.-


Por la tarde, en mi departamento, Tom y yo nos habíamos puesto a ver películas en mi recámara, pero por la mitad de la segunda me había aburrido bastante. Me puse a jugar con las rastas de Tom, que estaba sentado en el suelo, mientras yo lo hacía en la cama; estaban algo más despeinadas que la primera vez que las vi tintadas de negro, pero recuerdo que Tom nunca solía arreglárselas al menos después de dos años.
- ¡Qué aburrida película!- exclamé, enredándome una rasta en el índice.
- Ya lo sé, ¿No tienes algo mejor que hacer aquí, Bill?
- Pues no…- echó un suspiro.
- ¿Qué hacías cuando vivías aquí?
- Es que nunca estaba en el departamento, siempre salía a caminar.
- ¿A dónde?
- Humm, Por las plazas o centros comerciales, ¡en navidad los adornan hermoso! ¿Recuerdas que siempre le pedíamos a mamá que nos llevase sólo para mirar?- asintió.
- Podemos ir a ese centro comercial, ¿quieres?- sonreí.
- ¡Sí, sí, vamos!- me levanté de la cama de un brinco y tomé mi bolso de la mesa de noche.
- Vamos.- se levantó del suelo y apagó el televisor.
Salimos de departamento y bajamos las escaleras hasta llegar al aparcamiento, después me acerqué a mi auto, y Tom me lo miró con indiferencia, reflexionando un poco antes de  decir una palabra acerca de él.
- ¿Me creerías si te digo que ya no recordaba a tu auto?- me dijo, mirándolo, yo sonreí.
- Pues no lo creería, pero por esa expresión creo que es verdad.- me carcajeé; él sólo rió. - ¿Podemos ir en el mío?- asintió; quité los seguros de las puertas y abrí la del piloto,  Tom la del copiloto y ambos entramos a él. Antes de ir al centro comercial, paré para llenar el tanque de gasolina.


Aparqué el auto y ambos salimos sin decir una sola palabra hasta entrar en el lugar y ver la sonrisita de mi hermano; nuevamente pude ver ese brillo en sus ojos, y me ponía feliz y a la vez mal saber que él lo extrañaba todo, y aunque quisiera, nunca podría regresar el tiempo para volver a vivir todos esos años donde según lo que él decía, era feliz.
- Es igual a como lo recordaba, un poco más grande supongo.
- Han ampliado una parte, tienen la tienda de Jerseys otoñales y tal.
- ¿De verdad?- asentí. –Vaya, ahora te creo cuando dices que es lindo usar ropa como esa. ¿Podemos ir?- sonreí.
- Sí vamos.- estuvimos caminando en silencio nuevamente hasta llegar a la tienda, en donde Tom entró rápidamente y comenzó a buscar entre todas las pequeñas secciones de diferentes modelos. De entre todos ellos sacó uno café,  con un pequeño corrito del mismo color y con cuello en V; pareció encantarle demasiado, pero tuvo que dejarlo en su lugar al recibir una llamada y sacarse el celular para responder.
- ¿Hola?- su cara palideció y me miró de reojo, esperando que yo no lo hubiera mirado. Pero no fue así. Se colocó el móvil en el pecho y me miró con seriedad. –Bill, tengo que atender la llamada, ¿me esperas aquí?- asentí sin más, y él se salió.
Cuando el regresó, pareció que su humor se había ido por completo, incluso parecía enojado por tener que estar ahí. No sabía qué era lo que le pasaba; se había salido de la tienda después de decirme que no quería estar más aquí, que fuéramos a ver otra cosa y nos largáramos del centro comercial. Cuando yo me saló de la  tienda también, me atreví a cuestionarle.
- ¿Quién te llamó, Tom? ¿Por qué te pusiste así?
- No es nada importante, Bill.- suspiró. –Y no me puse de ninguna forma.
- Te enojaste, ya no quieres estar aquí.- él caminó con más rapidez, si querer prestarme más atención; pero yo le detuve e hice que me mirara a los ojos. -¿Todo está bien, Tom?
- Sí, Bill.- se puso las manos en la cara, desesperado. –Tengo que regresar a Frankfurt.
- ¿Por qué?
- Ha pasado algo, Bill.
- ¿Algo malo?- negó.
- Tú no te preocupes; yo me tengo que ir.
- Nos tenemos que ir, yo no me voy a quedar.- dije algo enfadado.
- Bill, no te metas en esto, puede ser peligroso pare ti.
- ¿Y me dices que no me preocupe?, Tom, ¿qué pasa?- insistí.
- Nada, Bill, enserio, pero no puedes venir.
- ¡No me vas a dejar solo en Hamburgo otra vez!
- Por favor, Bill.
- ¡Por favor, Tom!, no me vuelvas a hacer lo mismo.- se quedó en silencio por unos segundos, y después asintió.
- Está bien.- y siguió caminando. –Esperaré en el auto, ¿sí?, ya no me apetece caminar aquí.- asentí, sacando las llaves del auto de mi bolso y tendiéndoselas. Él asintió en forma de agradecimiento y se volvió a la salidla.

By Tom
Maurice era perfecto para arruinar los momentos con mi hermano, era perfecto para amenazar y destrozar a una persona. No me creía que yo, después de tantos años luchando contra él, me estuviera haciendo más débil ante él. No me podía creer que me tenía amenazado.
Ringgg ringgg ringgg
Me saqué el móvil del bolsillo y acepté la llamada, suspirando antes de colgarme el celular a la oreja y decir una palabra que sabía que sería interrumpida por sus estúpidas amenazas y carcajadas.
- ¿Qué quieres?
- No me hables así, Tom. Espero que ya no estés cerca de tu hermano, porque si no es así, no me importa, yo seguiré con lo que tengo que decirte.
- Ya no está conmigo. Ahora dime qué coño quieres.- se carcajeó.
- ¡Mi dinero, imbécil!, te di una semana, y tienes casi un mes sin dármelo, ¡¿qué esperas, hijo de perra?!
- Tengo una parte, no lo conseguí todo.- le contesté con firmeza, ni siquiera imaginando cómo lo tomaría.
- Oh, sólo una parte, ¡solo una parte!- gritó. –Te lo advertí, Kaulitz, ¡y tú mismo dijiste que una semana lo tendrías!
- Ya lo sé, pero en el puto trabajo que tengo no lo obtendría ni en dos años.
- Ese no es mi problema, ¡metete a trabajar en otro puto lugar!
- Lo conseguiré, sólo dame más tiempo.
- ¡¿Cuánto tiempo?! ¡ME DEBES ESE DINERO POR MÁS DE UN AÑO!
- ¡Ya lo sé!, ¡sólo necesito más tiempo!
- No.- me quedé en silencio. - ¡No, Kaulitz, esta vez ya no!, ¡tú has pedido las consecuencias a gritos, AHORA LAS AFRONTAS COMO UN HOMBRE!
- ¿Y ahora qué harás?- pregunté casi en burla.
- Oh, te conviene no burlarte, tengo planeado cada uno de tus pasos y los de tu hermano. Si no quieres que nada malo le pase a él, será mejor que lo protejas como a tu hijo, o simplemente no me provoques.- tragué saliva con pesadez.
- No entiendo por qué tienes que meter a mi hermano en esto. ¿No tienes suficiente con arruinarle la vida?
- No.- y cortó. Yo eché un suspiro más de desesperación que de otra cosa, y me recargué en el asiento, esperando a que mi hermano volviera.


- ¡Tom, ¿puedes abrirme? Comienza a nevar!- Golpeaba la ventana con una sonrisa. Le abrí los seguros y él abrió la puerta. –Uff, gracias.- metió un par de bolsas de cartón al auto y sonrió. –Toma, esto te lo compré a ti.
- ¿A mí? ¿Por qué?
- No sé.- se carcajeó. –Ábrelo.- asentí y metí la mano en la bolsa, al sacarlo, el corazón me dio un vuelco. Era el jersey que había estado observando en la tienda.
- ¡oh, Bill!- sonreí. –No te pedí que me lo compraras.
- Ya lo sé, pero miré que te encantaba y te lo compré, como un regalo para navidad.
- Ven aquí, enano.- le abracé, acariciándole la espalda. –Gracias.
- No agradezcas.- sonrió.



Llegamos al departamento de Bill, subimos las escaleras en silencio,  Bill miraba su móvil y sonreía con ternura, después me miró y me mostró el móvil. Era la foto de un crío, lleno de cobijas con estampados de animalitos tiernos.
- Es el hijo de (tu nombre).- me dijo con ternura. –Es pequeñísimo.
- Es lindo.- sonreí. Él asintió y metió las llaves a la puerta.
- Es idéntico a ella, ¿no? oh, quiero abrazarlo.
- Vaya, hermano, no me creo que quieras abrazar a un bebé. Aún no me hago la idea de que te gustan ahora los bebés.- me carcajeé.
- No sé porqué… ahora me encantan.- abrió la puerta.
- ¡BILL!- él se viró, al igual que yo. Eran gustav, y si no me equivocaba, también Andreas; mi hermano pareció tensarse e intentó hacerse el fuerte, entonces los ignoró y entró a su departamento.
Ellos se acercaron a mí, algo tímidos por la forma en que yo los miraba; incluso a mí me jodía la forma en que ellos habían tratado a mi hermano, a pesar de que también yo lo trataba igual, o quizá también peor.
- Tom, ¿podemos pasar a mirar a tu hermano?- preguntó Andreas.
- Yo también me alegro de verlos después de un año.- él sonrió apenado.
- Lo siento.- se moría de los nervios, y me encantaba hacerlo sentir así.
- Pasen, pero no respondo a nada delo que mi hermano pueda hacer.
- Gracias.- ambos entraron, caminando con rapidez a la recámara de mi hermano. Yo cerré la puerta y los seguí; Bill estaba en su cama, mirando su móvil. – Bill.- él levantó la mirada.
- ¿Qué quieren?
- Supimos que vendrían y… queríamos decirte algo.- dijo Gustav, aún más nervioso que Andreas. Bill se quedó en silencio, mirándolos.
- Lo sentimos, Bill.- dijo Andreas. –Robert nos lo dijo todo, desde que él te contagió el Sida, hasta las citas que hacía contigo para que le ayudaras.
- Sabemos que te tratamos pésimo y que te juzgamos incluso antes de saber si era real todo.
- Me hicieron sentir tan mal, encima me dijeron que estaba horrible por la enfermedad. Me vieron la cara de ingenuo, incluso dejaron de hablarme desde antes de que me dijeran todo eso.
- Estamos arrepentidos, Bill. Perdón, de verdad nos comportamos como unos imbéciles.
- Y si no quieres que volvamos a ser amigos, lo entendemos, pero al menos como conocidos, ¿sí? Perdónanos, Bill.
- Yo no tengo nada que perdonarles; yo también cometí el error de no tenerles confianza acerca del VIH… pero es que incluso con mi familia me demoré, Tom lo supo por razones distintas.-sonreí. –Y lo de Robert… ¿saben cómo está?
- Distinto desde que te fuiste. Se enteró de que vendrías y nos pidió el favor de darte esto.- Gustav se sacó un sobre naranja del bolsillo y se lo tendió a Bill.
- Gracias.- dejó el sobre en la mesa de noche. -¿Se quedan?
- Si eso quieres.- asintió. –Esperen, iremos a rentar algunas películas.- salieron de ahí, y yo me acerqué a Bill.
- ¿Así de fácil les perdonas?- sonreí.
- Supongo que así es cómo debe ser, ¿no?
- Bueno, tal vez sí, pero me impresionas, enano.
- ¿Por qué?
- Tu capacidad de perdonar es impresionante.- se recargó en mi hombro.
- ¿Y la tuya no?
- No, para nada.
- Tal vez no has perdido a alguien a quien no quieras perder jamás.
- Eso depende, siempre he querido perderte pero no puedo.- me carcajeé.
- Porque yo no quiero perder a mi hermano.- sonrió. –Si tú te mueres yo me muero contigo.
- No digas eso, Bill. Ni siquiera me creo que salvaras mi vida antes que la tuya.
- Lo haría sin pensarlo, Tom. No podría vivir sin ti, incluso tal vez moriría de la depresión.- se carcajeó.
- Eres un tonto, Bill.- le jalé el cabello.
- ¡Hey, idiota!- se carcajeó, jalándome una rasta.
- Lo siento, lo siento.
- No.- se cruzó de brazos.
- ¿No?- negó. –A ellos los disculpas por algo realmente malo y a mí no por un jalón de cabello… que buen hermano.- reí.
- Estás perdonado.- me dio palmadas en el estómago. –Obeso.
- O más bien, musculoso.
- O-BE-SO.- le palmeé el estómago también.
- Anoréxico.- se carcajeó.
- Cállate.- sonreí.
Ringg rinnggg ringgg
- Te llaman al móvil, Tom.- dijo riendo. Yo me tensé. -¿Tom?
- No voy a contestar.
- ¿Por qué?
- No quiero, Bill…- tomé el móvil y miré la pantalla. Era el número de Lauren; el cuerpo comenzó a temblarme.
- ¿Tom, estás bien?, ¿quién te llama?
- Nadie, Bill, estoy bien.-sonreí.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Capítulo 47


Hamburgo, 7:57pm

La cena de navidad; ahora no sabía si estar completamente feliz por eso o no. Tom lo ha pasado el día entero peleando con nuestros padres; incluso papá me pidió que lo llevase a mi departamento. Y es justo donde estamos ahora. Él mira el televisor recostado en mi cama, mientras yo miro qué puedo ponerme para ir, pues casi toda mi ropa la deje en lo de Tom.
- Jmmh.- me quedé, dejando caer el pantalón beige de pana al suelo.
- Ponte lo que sea, sólo es una cena con la familia.
- Una cena formal con la familia.- saqué el pantalón de mezclilla oscura, y al tiro lo eché al suelo.
- Deberían agradecer el simple hecho de tu presencia, en lugar de mirar la marca de ropa que llevas.- saqué la camisa blanca con botones negros. Él suspiró. -¿Pero qué digo? Esta familia es pura hipocresía y superficialidad.- me quedé dolido, bajé la camisa junto a mi mirada; podía tener razón y por eso me había llegado a doler un poco.
- ¿Lo dices por mí?- dije sin mirarlo, jugueteando con la etiqueta de la camisa.
- ¿Por ti?- cuestionó, en un tono de voz calmado. Yo asentí, por si acaso llegara a mirarme; pero después me viré a él, y efectivamente me miraba, con las cejas fruncidas y el mando en su quijada.
- Sí, por mí.
- ¿Por qué piensas eso?- levanté los hombros.
- ¿Quieres pasártelo? No quiero hablar más, se me acaban los minutos.- asintió. -¿Qué usarás tú?- con sus manos recorrió su cuerpo en un lapso de segundos rápidos, después sonrió y tomó el mando entre sus manos otra vez.
- Esto.- ladeé la cabeza. - ¿Qué?, ¿Muy feo?- negué.
- Me  gusta.- mentí.
- ¿Ya tienes tu ropa?- negué, con la desesperación en todo mi cuerpo. Ya era tarde. Tom se puso de pie en la cama y caminó sobre ella hacia mí, sin importarle al menos un poco que me fuera demasiado difícil mantener limpia una sobrecama como esa; dio un salto al suelo, junto a mí, y me dio un empujón, apartándome de mi armario.
- Tom…- fue lo único que alcancé a musitar, cuando él, con rapidez, comenzó a revolver la poca ropa que quedaba en el armario. Tomó el pantalón negro del suelo, y la playera morada de mangas largas del armario.
- Usa esto, te espero en el auto.- asentí como lo hace un crío regañado. Él salió de la habitación, y yo, comencé a cambiarme la ropa. No me maquillé mucho, y tampoco usé muchos accesorios, tan sólo un par de collares y unos guantes negros; levanté un poco mi cabello con laca y alisé la parte baja.



- Has tardado demasiado.- dijo serio, mirándome mientras me colocaba el cinturón de seguridad. Yo bajé la mirada, no sé, supongo que algo me tenía dolido desde que llegamos a Hamburgo.
- Ya lo sé, pero no te enojes, tampoco se te acaba la vida.
- Creo que alguien se enojó.- lo miré negando.
- No.- sonreí con falsedad. El arrancó. Por el camino miraba tan solo las pelusillas de nieva que empezaban a caer del cielo, deteniéndose en la ventana; eché un suspiro algo nostálgico, y después, echando todo el pequeño enojo que crecía dentro de mí, miré a mi  hermano, que se había detenido en una luz roja y ahora buscaba algún CD. Le saqué uno que tenía en sus manos, y sonreí. -¿Todavía lo escuchas?
- Por favor, 50 cent es lo más.- sonrió. Al final colocó uno de Noel Gallagher.
- ¿Tom?- dije mirando mi móvil.
- Dime.- dijo sin mirarme, con la mirada concentrada en el camino.
- Mamá pregunta que si podemos pasar por cola a la tienda.- cerró los ojos con enfado.
- Hemos llegado, ¿no le puede pedir el favor a alguien más?- levanté la mirada, para ver si era verdad. Y lo era; estábamos en casa ya. Pero aún así negué. –Bueno, entonces nos vamos a pie, ¿sí?
- Está bien.- sonreí.
Era tan distinto caminar por las noches aquí en Hamburgo; aquí ni te daba una pizca de miedo como en Frankfurt. Incluso las noches se miraban hermosas y apetitosas para salir a caminar, y la nieve aumentaba lo lindo, Mire a Tom, que caminaba con una seriedad increíble; pero miraba todo el lugar con ojos de crío inspeccionando un lugar completamente nuevo. Sonreí. Él me miró.
- La extrañas, ¿verdad?
- ¿Qué?
- Tu vida en Hamburgo.- por un momento casi juraba que bajaría la mirada, pero era de Tom de quien todo esto se trataba; del Tom al cual no le apetecía nunca mostrar sus sentimientos reales.
- No.- entramos a la tienda y rápidamente compramos las sodas, al salir, Tom echó un suspiro realmente fuerte, como si tratara de llamar mi atención; yo lo miré, esperando a que alguna palabra le saliera de la garganta. –Bueno, tal vez la extraño un poco.
- Yo también la extraño, ¿sabes?, todo antes de que cumplimos los quince.
- Sin duda la mejor temporada de mi vida.- sonreí.
- Lo sé…
- Hasta ese año, aún podía presumir que tenía a la familia más amable de todas. Ya no.- metió sus manos en su chaquetón.
- Todo se arruinó el día en que me llevaron, ¿verdad?- no quise sonar como un estúpido crío que se echaba la culpa de todo, pero quería saber qué era lo que Tom pensaba.
- No te creas que todo fue por eso, Bill.- echó vaho por sus labios. –Cuando ibas a dormir a lo de Andreas, siempre, sin falta, comenzaban a gritarse papá y mamá.
- ¿Por qué?- se encogió de hombros.
- Después te lo digo, no quiero que te pases la noche entera pensando en eso.- asentí, mientras él abría la reja y me dejaba entrar primero.
Toda la familia estaba sentada en la mesa, y al escuchar la puerta cerrarse, nos miraron a ambos, sonriendo. Tom dejó las colas en la mesa y ambos comenzamos a saludar a cada uno de nuestros familiares, después nos pasamos a la cocina, donde mamá, arreglada con un vestido color salmón, calentaba la comida; yo me acerqué a ella, y le piqué con el índice en el hombro; ella al tiro me miró y sonriendo, me envolvió en sus brazos.
- Han llegado tarde, pequeños.- saludó a Tom también con un abrazo; uno más corto, y al parecer, sin el mismo cariño con el que yo le había dado el abrazo a mamá.
- Fuimos caminando a la tienda.- contesté. Ella sonrió y asintió.
- Pues vayan a la mesa, todos estaban esperándolos.- asentimos y Tom sin más, caminó fuera de la cocina. Yo me quedé, mirando a mamá con cierta extrañeza.
- ¿Quieres qué te ayude?, ¿en dónde está papá?
- Estoy bien, cariño, ve a sentarte a la mesa, lo llevaré yo.- asentí. –Tu padre está en su recámara, bajará en unos segundos, está haciendo una llamada. Nunca dejan de molestarle, ni siquiera en navidad.- sonreí.
- Está bien, mamá, gracias.- y me salí de ahí. No había más lugar en la mesa, por lo que Tom estaba sentado en la sala, con seriedad y enojo, como si hubiera sido obligado a venir a la cena; Me acerqué a él y me senté a su lado, con una pequeña sonrisa en mis labios. –Creo que ya no cabemos.- sonrió.
- Eso creo.- me miró. Después me quedé serio, sin decirle una palabra, pero formulándome una pregunta para decirle.
- ¿Crees que mamá y papá hayan peleado?, no sé, mamá se ve extraña y papá aún no baja para cenar.- me miró a los ojos, sin expresión alguna.
- Te dije que no te arruinaras la noche con pensamientos estúpidos. Aparte, si pelean o no, eso ya no es nuestro problema.- me pasé la lengua por los labios, preocupado; pero al final asentí. Quizá Tom tenía razón.
- Bien.- Mamá comenzó a servir los platos. Nosotros fuimos los últimos en recibirlo; era pavo y espagueti con una ensalada extraña.
- Oh, Bill, supe lo que te pasó.- miré hacia arriba. La tía Barbara, esa que siempre, cuando Tom y yo éramos niños, nos llamaba la atención por cada pequeña cosa. Me tomó la barbilla, obligándome a dejar de masticar. –No te pongas mal, vas a recuperarte ¿sí?, el VIH no es más que una enfermedad crónica; podrás vivir tu vida entera.- Me quedé en silencio, mirándola a los ojos, sin saber si sonreír o enfadarme. -¿Te han salido de esas ronchas feas?
- Ehh… sí.- contesté con indiferencia. Ella pareció ponerse paranoica y saco las manos de mi quijada.
- Te pondrás bien, Bill.- me acarició la rodilla y se regresó a la mesa. Tom comenzó a reir.
- No da risa, Tom; mamá se lo platicó.- me miró, tragando la comida.
- No te pongas así, hermano, >>te pondrás bien<<- volvió a carcajearse, haciendo que yo también lo hiciera. –Creo que no tiene ni la remota idea de qué es el Sida.- me carcajeé de nuevo, casi perdiendo la respiración, siendo víctima de algunas de las miradas en la mesa. Tom se carcajeó conmigo.
Papá ya había bajado y se había sentado en la mesa; todo parecía bien entre mamá y él, así que no me preocupé más. La prima Monique tan sólo nos había saludado con una sonrisa; pero después de cenar se sentó a un lado de Tom y ambos comenzaron a platicar. Cuando ella se levantó y regresó a la mesa, Tom me echó una mirada preocupante y con pena; yo no supe qué hacer ante eso, y sólo saqué mi mirada de la suya.
- Tom, iré al baño, ahora vengo.- me levanté del sofá.
- ¿Devolverás el estómago?- me quedé en silencio, y negué, mintiendo.
- No.- asintió, dejándome marcharme.

By Tom

Al Bill irse, Monique regresó a mi lado, sentándose en donde Bill estaba; se arregló el cabello y sacó su móvil, para mirar su imagen en la pantalla del mismo; después se lo guardó de nuevo y sonrió, mirándome.
- Tu hermano es muy extraño.- sonreí.
- Lo sé, siempre ha sido muy…raro.
- Y vanidoso, incluso más que una tía, ¿no?- asentí.
- últimamente ya no, pero ¡buff! Creo que los espejos se cansaban de mirarlo siempre.- se carcajeó.
- Ahora no por el Sida, ¿no? supongo que lo ha de pasar muy mal sin su novio.- nos carcajeamos ambos, casi a gritos.
- ¡No te pases!- dije, tratando de recobrar la respiración. –Lo pasa terrible, incluso llora demasiado siempre que se mira una de esas ronchas nuevas.
- Pero luego le desaparecen, ¿por qué llora?- negué.
- Son permanentes, no se le quitarán nunca.
- ¿Y tiene en la boca?- preguntó con algo de repelús.
- Sí, en las encías y bajo la lengua.- su cara se deformó de puro asco.
- ¡Qué asco!, ¿tiene novia?
- Ahora ya no.
- ¡¿Y la besaba con esas horribles cosas en la boca?! ¡No lo creo, que desagradable!, nunca se lo perdonaría, ¡puagg! Con razón ya no tiene novia… ¿Y también tiene en… ya sabes por abajo?
- Sí, también.- la miré serio.
- Nunca va a tener una familia, ¿verdad? Es decir, ninguna mujer querría tener hijos con alguien infectado de eso, ¿sabes?, sería incluso asqueroso a la hora de tener relaciones.- fingió que le daba un escalofrío y cerró los ojos, imitando arcadas. –Qué mala suerte tuvo tu hermano, se quedó sin familia por idiota, por no usar preservativo y encima follar con un hombre. Porque no creo que una mujer quisiera follar con Bill, ¿entiendes? es… extraño.
- No, no es extraño.- sonreí. –Yo no sé con qué tipo de hombres te metas tú, ¿sabes?, Bill es amable, respetuoso, incluso es un caballeroso de mierda; jamás se atrevería a golpear a una mina aunque está fuera una fácil como tú. Quizá a ti te guste estar con imbéciles que te golpean y sodomizan. Esos si son tipos extraños.- me miró seria.
- ¿Qué?
- Lo que has escuchado, Monique. No sé quien mierda te creas para decir todo eso de mi hermano; ni siquiera sabes cómo coño se infectó, y no es asqueroso, eh.- se mordió los labios. –No sabes cuantas noches lo he escuchado llorar porque personas como tú lo tratan como a una basura, no sabes cuantas veces se ha cortado el cuerpo para sacarse esas horribles manchas.
- Bueno, lo siento, yo no sabía todo eso.
- Entonces no le juzgues tan pronto, ¿sabes?, Bill te tiene mucho afecto, no creo que quieras echarlo a la mierda por tus estúpidas críticas.- se quedó en silencio, y después, se levantó sin decir una sola palabra.
Bill apenas llegaba del baño, acariciando su estómago con su pulgar; después se sentó a mi lado y echó un suspiro, que olió a menta desde donde yo estaba; lo miré con seriedad, negando algo enojado. Él me miró.
- ¿Qué?
- ¿Por qué eres tan mentiroso, Bill?
- ¿Mentiroso por qué?
- Potaste.- bajó la mirada. Le despeiné el cabello. –Hey, ¿qué pasa? No te estoy regañando, enano.- me miró y una pequeña sonrisa le salió.
- Tengo sueño.- rió.
- ¿Tan temprano?- asintió. –Pues ve a dormir.
- ¿No iremos al departamento para dormir?- negué.
- El auto está afuera, así nos vamos más temprano, al menos que quieras quedarte por más días.- me miró confundido.
- ¿Más días?- asentí. –Tom, parece que el ángel de la navidad te ha pegado fuerte.- me carcajeé. –Mañana lo vemos, depende de nuestro humor.- asentí.


Tras unas horas después de cenar, y cuando todos los primos pequeños habían dormido ya, Bill y yo nos pasamos a la mesa con toda la familia, quienes tomaban alcohol y vino. Bill parecía muy aburrido, estaba incluso a punto de dormirse.
- ¿Quieres?- le tendí la copa de vino; él se irguió en la silla y la apartó con sus dedos.
- No puedo, Tom, ya lo sabes.
- Recuerdo que me dijiste que sin excederte. Prueba un traguito.
- No.
- Uno pequeño.
- No.- sonrió.
- Pequeñísimo, una gotita.
- Bueno.- me la sacó de las manos y le dio un trago pequeñísimo, manchando un poco el cristal con su brillo de labios. Apretó los ojos, contrayéndose con asco. -¡Qué asco!- se carcajeó. –Sabe horrible, Tom.
- No te creo que no te guste.- sonreí. él negó, llevándose el vaso con agua a los labios.


A la hora de dormir, tuve que ayudar a Bill a subir por las escaleras, pues estaba a punto de caerse por el sueño. Al llegar, sin siquiera cambiarse la ropa, se sacó las botas y se echó en la cama; yo le ayudé a deshacerla para que pudiera dormir bien.
- Desabróchate el pantalón, Bill, así duermes con más comodidad.- casi dormido, batalló un poco para poder desabrocharlo, pero cuando lo logró, se puso las cobijas encima.
- ¿Dormirás ya?- abrió los ojos.
- Sí.
- ¿Dormirás en tu recámara?- reí.
- Ese es el plan.
- Jumm… está bien…
- Buenas noches, enano.
- Buenas noches, Tom…- le apagué la lámpara y salí de la habitación, cerrando la puerta. Ahí papá me detuvo, sonriendo.
- ¿Podemos hablar?- lo dudé, pero al final sólo asentí. Él me llevó a mi recámara y se sentó en la cama, al igual que yo. –Sé que no hemos hablado desde que te fuiste, y también sé ahora que Bill no puede estar separado de ti.
- Bueno, y no lo entiendo mucho, ¿pero qué tiene que ver?
- No quiero tener a mi hijo lejos.- por poco bajaba la mirada, dolido. –Estás muy lejos de mí, Tom, no quiero tenerte lejos y sólo vernos en estos días, ¿sabes? Cuando te miré de nuevo serás un grandulón de cuarenta.- se carcajeó, y yo, casi sin creérmelo, sonreí, porque hablaba de mí.
- Pero tienen a Bill, yo no hago falta según mi madre.
- Oh, tu madre es muy rencorosa, y lo sabes, le es difícil volver a tener esa forma de tratarte. Pero te adora.
- Tenemos veinte.
- Son aún mis pequeños de ocho años.- sonreí. –sé que Bill y tú se quieren demasiado, incluso llegan a extremos, ¿sabes?, Bill se escapó para verte y estar contigo. Pero piénsalo ¿sí? Múdate aquí.
- Sí, sólo que tendré que trabajar demasiado para poder conseguir una casucha en este lugar de ricachones.
- Para eso me tienes a mí, ¿no?- sonrió. –Sólo piénsalo.- asentí. –Descansa, hijo.
- Y tú.- se levantó de la cama y salió, cerrando la puerta. Des hice las cobijas y me metí en la cama, al igual que mi hermano, sin quitarme la ropa que llevaba puesta.
El sueño se me había esfumado de pronto. Odiaba aceptar que mi estúpida parte sensible se sentía feliz por lo pasado; incluso después de que a mi padre me lo pasaba por el forro y también a sus estúpidas palabras. Un día me prometí no volver a creerle nada, y tampoco a mamá, ¡mucho menos al idiota de mi hermano!, pero algo, ¡mierda, algo estúpido me hacía sentir la felicidad de nuevo! Y aunque me tocara las pelotas aceptarlo…me gustaba.