By Bill
Abrí los ojos, dándome un
estirón mientras me tallaba los ojos. Me
senté con algo de dificultad por el frío; al mirar al umbral de la puerta casi
se me sale el corazón por los labios.
- ¡Mierda, Tom, qué susto!-
grité; él comenzó a carcajearse.
- Sé que no me veo muy guapo
cuando acabo de salir de la cama, pero no creí que tanto.- sonreí.
- Idiota.- se acercó a mi cama
y se sentó. -¿Nos iremos hoy?
- No lo sé, ¿quieres quedarte
otro día?
- Hmm, sí.- sonreí; él asintió
y se acercó un poco más a mí.
- Bien, lo haremos, pero antes,
tengo buenas noticias.
- ¿Cuáles?- sonreí; él se sacó
un papel doblado del bolsillo.
- No te lo quise dar ayer, no
quería que toda la familia se enterara o qué se yo. Toma.- me lo pasó, yo lo
desdoblé y comencé a leerlo. Era de la universidad en Frankfurt; mi sonrisa
creció rápidamente mientras leía el papel.
- ¡No lo creo! ¿Cómo lo
hiciste, Tom?
- Mandaron dos papeles, decía
que había ocurrido una falla con el conteo de la calificación; una cosa así.- sonrió.
- Vaya, me alegraste el día
entero.- rió.
- Bill, Tom, ¿quieren desayunar?-
me levanté de la cama, caminando hacia mamá para mostrarle la hoja que Tom me
había dado.
- ¡Me aceptaron en la
universidad de Frankfurt!- ella tomó el papel y comenzó a leerlo; después
sonrió ampliamente y me dio un abrazo.
- Felicidades, cariño.-
Por la tarde, en mi
departamento, Tom y yo nos habíamos puesto a ver películas en mi recámara, pero
por la mitad de la segunda me había aburrido bastante. Me puse a jugar con las
rastas de Tom, que estaba sentado en el suelo, mientras yo lo hacía en la cama;
estaban algo más despeinadas que la primera vez que las vi tintadas de negro,
pero recuerdo que Tom nunca solía arreglárselas al menos después de dos años.
- ¡Qué aburrida película!-
exclamé, enredándome una rasta en el índice.
- Ya lo sé, ¿No tienes algo
mejor que hacer aquí, Bill?
- Pues no…- echó un suspiro.
- ¿Qué hacías cuando vivías
aquí?
- Es que nunca estaba en el
departamento, siempre salía a caminar.
- ¿A dónde?
- Humm, Por las plazas o
centros comerciales, ¡en navidad los adornan hermoso! ¿Recuerdas que siempre le
pedíamos a mamá que nos llevase sólo para mirar?- asintió.
- Podemos ir a ese centro
comercial, ¿quieres?- sonreí.
- ¡Sí, sí, vamos!- me levanté
de la cama de un brinco y tomé mi bolso de la mesa de noche.
- Vamos.- se levantó del suelo
y apagó el televisor.
Salimos de departamento y
bajamos las escaleras hasta llegar al aparcamiento, después me acerqué a mi
auto, y Tom me lo miró con indiferencia, reflexionando un poco antes de decir una palabra acerca de él.
- ¿Me creerías si te digo que
ya no recordaba a tu auto?- me dijo, mirándolo, yo sonreí.
- Pues no lo creería, pero por
esa expresión creo que es verdad.- me carcajeé; él sólo rió. - ¿Podemos ir en
el mío?- asintió; quité los seguros de las puertas y abrí la del piloto, Tom la del copiloto y ambos entramos a él.
Antes de ir al centro comercial, paré para llenar el tanque de gasolina.
Aparqué el auto y ambos salimos
sin decir una sola palabra hasta entrar en el lugar y ver la sonrisita de mi
hermano; nuevamente pude ver ese brillo en sus ojos, y me ponía feliz y a la
vez mal saber que él lo extrañaba todo, y aunque quisiera, nunca podría
regresar el tiempo para volver a vivir todos esos años donde según lo que él
decía, era feliz.
- Es igual a como lo recordaba,
un poco más grande supongo.
- Han ampliado una parte,
tienen la tienda de Jerseys otoñales y tal.
- ¿De verdad?- asentí. –Vaya,
ahora te creo cuando dices que es lindo usar ropa como esa. ¿Podemos ir?-
sonreí.
- Sí vamos.- estuvimos
caminando en silencio nuevamente hasta llegar a la tienda, en donde Tom entró
rápidamente y comenzó a buscar entre todas las pequeñas secciones de diferentes
modelos. De entre todos ellos sacó uno café,
con un pequeño corrito del mismo color y con cuello en V; pareció
encantarle demasiado, pero tuvo que dejarlo en su lugar al recibir una llamada
y sacarse el celular para responder.
- ¿Hola?- su cara palideció y
me miró de reojo, esperando que yo no lo hubiera mirado. Pero no fue así. Se
colocó el móvil en el pecho y me miró con seriedad. –Bill, tengo que atender la
llamada, ¿me esperas aquí?- asentí sin más, y él se salió.
Cuando el regresó, pareció que
su humor se había ido por completo, incluso parecía enojado por tener que estar
ahí. No sabía qué era lo que le pasaba; se había salido de la tienda después de
decirme que no quería estar más aquí, que fuéramos a ver otra cosa y nos
largáramos del centro comercial. Cuando yo me saló de la tienda también, me atreví a cuestionarle.
- ¿Quién te llamó, Tom? ¿Por
qué te pusiste así?
- No es nada importante, Bill.-
suspiró. –Y no me puse de ninguna forma.
- Te enojaste, ya no quieres
estar aquí.- él caminó con más rapidez, si querer prestarme más atención; pero
yo le detuve e hice que me mirara a los ojos. -¿Todo está bien, Tom?
- Sí, Bill.- se puso las manos
en la cara, desesperado. –Tengo que regresar a Frankfurt.
- ¿Por qué?
- Ha pasado algo, Bill.
- ¿Algo malo?- negó.
- Tú no te preocupes; yo me
tengo que ir.
- Nos tenemos que ir, yo no me
voy a quedar.- dije algo enfadado.
- Bill, no te metas en esto,
puede ser peligroso pare ti.
- ¿Y me dices que no me
preocupe?, Tom, ¿qué pasa?- insistí.
- Nada, Bill, enserio, pero no
puedes venir.
- ¡No me vas a dejar solo en
Hamburgo otra vez!
- Por favor, Bill.
- ¡Por favor, Tom!, no me
vuelvas a hacer lo mismo.- se quedó en silencio por unos segundos, y después
asintió.
- Está bien.- y siguió
caminando. –Esperaré en el auto, ¿sí?, ya no me apetece caminar aquí.- asentí,
sacando las llaves del auto de mi bolso y tendiéndoselas. Él asintió en forma
de agradecimiento y se volvió a la salidla.
By Tom
Maurice era perfecto para
arruinar los momentos con mi hermano, era perfecto para amenazar y destrozar a
una persona. No me creía que yo, después de tantos años luchando contra él, me
estuviera haciendo más débil ante él. No me podía creer que me tenía amenazado.
Ringgg ringgg ringgg
Me saqué el móvil del bolsillo
y acepté la llamada, suspirando antes de colgarme el celular a la oreja y decir
una palabra que sabía que sería interrumpida por sus estúpidas amenazas y
carcajadas.
- ¿Qué quieres?
- No me hables así, Tom. Espero
que ya no estés cerca de tu hermano, porque si no es así, no me importa, yo
seguiré con lo que tengo que decirte.
- Ya no está conmigo. Ahora
dime qué coño quieres.- se carcajeó.
- ¡Mi dinero, imbécil!, te di
una semana, y tienes casi un mes sin dármelo, ¡¿qué esperas, hijo de perra?!
- Tengo una parte, no lo
conseguí todo.- le contesté con firmeza, ni siquiera imaginando cómo lo
tomaría.
- Oh, sólo una parte, ¡solo una
parte!- gritó. –Te lo advertí, Kaulitz, ¡y tú mismo dijiste que una semana lo
tendrías!
- Ya lo sé, pero en el puto
trabajo que tengo no lo obtendría ni en dos años.
- Ese no es mi problema,
¡metete a trabajar en otro puto lugar!
- Lo conseguiré, sólo dame más
tiempo.
- ¡¿Cuánto tiempo?! ¡ME DEBES
ESE DINERO POR MÁS DE UN AÑO!
- ¡Ya lo sé!, ¡sólo necesito
más tiempo!
- No.- me quedé en silencio. -
¡No, Kaulitz, esta vez ya no!, ¡tú has pedido las consecuencias a gritos, AHORA
LAS AFRONTAS COMO UN HOMBRE!
- ¿Y ahora qué harás?- pregunté
casi en burla.
- Oh, te conviene no burlarte,
tengo planeado cada uno de tus pasos y los de tu hermano. Si no quieres que
nada malo le pase a él, será mejor que lo protejas como a tu hijo, o
simplemente no me provoques.- tragué saliva con pesadez.
- No entiendo por qué tienes
que meter a mi hermano en esto. ¿No tienes suficiente con arruinarle la vida?
- No.- y cortó. Yo eché un
suspiro más de desesperación que de otra cosa, y me recargué en el asiento, esperando
a que mi hermano volviera.
- ¡Tom, ¿puedes abrirme? Comienza
a nevar!- Golpeaba la ventana con una sonrisa. Le abrí los seguros y él abrió
la puerta. –Uff, gracias.- metió un par de bolsas de cartón al auto y sonrió. –Toma,
esto te lo compré a ti.
- ¿A mí? ¿Por qué?
- No sé.- se carcajeó. –Ábrelo.-
asentí y metí la mano en la bolsa, al sacarlo, el corazón me dio un vuelco. Era
el jersey que había estado observando en la tienda.
- ¡oh, Bill!- sonreí. –No te
pedí que me lo compraras.
- Ya lo sé, pero miré que te
encantaba y te lo compré, como un regalo para navidad.
- Ven aquí, enano.- le abracé, acariciándole
la espalda. –Gracias.
- No agradezcas.- sonrió.
Llegamos al departamento de
Bill, subimos las escaleras en silencio,
Bill miraba su móvil y sonreía con ternura, después me miró y me mostró
el móvil. Era la foto de un crío, lleno de cobijas con estampados de animalitos
tiernos.
- Es el hijo de (tu nombre).-
me dijo con ternura. –Es pequeñísimo.
- Es lindo.- sonreí. Él asintió
y metió las llaves a la puerta.
- Es idéntico a ella, ¿no? oh,
quiero abrazarlo.
- Vaya, hermano, no me creo que
quieras abrazar a un bebé. Aún no me hago la idea de que te gustan ahora los
bebés.- me carcajeé.
- No sé porqué… ahora me
encantan.- abrió la puerta.
- ¡BILL!- él se viró, al igual
que yo. Eran gustav, y si no me equivocaba, también Andreas; mi hermano pareció
tensarse e intentó hacerse el fuerte, entonces los ignoró y entró a su departamento.
Ellos se acercaron a mí, algo
tímidos por la forma en que yo los miraba; incluso a mí me jodía la forma en
que ellos habían tratado a mi hermano, a pesar de que también yo lo trataba
igual, o quizá también peor.
- Tom, ¿podemos pasar a mirar a
tu hermano?- preguntó Andreas.
- Yo también me alegro de
verlos después de un año.- él sonrió apenado.
- Lo siento.- se moría de los
nervios, y me encantaba hacerlo sentir así.
- Pasen, pero no respondo a
nada delo que mi hermano pueda hacer.
- Gracias.- ambos entraron,
caminando con rapidez a la recámara de mi hermano. Yo cerré la puerta y los seguí;
Bill estaba en su cama, mirando su móvil. – Bill.- él levantó la mirada.
- ¿Qué quieren?
- Supimos que vendrían y…
queríamos decirte algo.- dijo Gustav, aún más nervioso que Andreas. Bill se
quedó en silencio, mirándolos.
- Lo sentimos, Bill.- dijo
Andreas. –Robert nos lo dijo todo, desde que él te contagió el Sida, hasta las
citas que hacía contigo para que le ayudaras.
- Sabemos que te tratamos
pésimo y que te juzgamos incluso antes de saber si era real todo.
- Me hicieron sentir tan mal,
encima me dijeron que estaba horrible por la enfermedad. Me vieron la cara de ingenuo,
incluso dejaron de hablarme desde antes de que me dijeran todo eso.
- Estamos arrepentidos, Bill.
Perdón, de verdad nos comportamos como unos imbéciles.
- Y si no quieres que volvamos
a ser amigos, lo entendemos, pero al menos como conocidos, ¿sí? Perdónanos,
Bill.
- Yo no tengo nada que
perdonarles; yo también cometí el error de no tenerles confianza acerca del VIH…
pero es que incluso con mi familia me demoré, Tom lo supo por razones
distintas.-sonreí. –Y lo de Robert… ¿saben cómo está?
- Distinto desde que te fuiste.
Se enteró de que vendrías y nos pidió el favor de darte esto.- Gustav se sacó
un sobre naranja del bolsillo y se lo tendió a Bill.
- Gracias.- dejó el sobre en la
mesa de noche. -¿Se quedan?
- Si eso quieres.- asintió. –Esperen,
iremos a rentar algunas películas.- salieron de ahí, y yo me acerqué a Bill.
- ¿Así de fácil les perdonas?-
sonreí.
- Supongo que así es cómo debe
ser, ¿no?
- Bueno, tal vez sí, pero me
impresionas, enano.
- ¿Por qué?
- Tu capacidad de perdonar es
impresionante.- se recargó en mi hombro.
- ¿Y la tuya no?
- No, para nada.
- Tal vez no has perdido a
alguien a quien no quieras perder jamás.
- Eso depende, siempre he
querido perderte pero no puedo.- me carcajeé.
- Porque yo no quiero perder a
mi hermano.- sonrió. –Si tú te mueres yo me muero contigo.
- No digas eso, Bill. Ni
siquiera me creo que salvaras mi vida antes que la tuya.
- Lo haría sin pensarlo, Tom.
No podría vivir sin ti, incluso tal vez moriría de la depresión.- se carcajeó.
- Eres un tonto, Bill.- le jalé
el cabello.
- ¡Hey, idiota!- se carcajeó,
jalándome una rasta.
- Lo siento, lo siento.
- No.- se cruzó de brazos.
- ¿No?- negó. –A ellos los
disculpas por algo realmente malo y a mí no por un jalón de cabello… que buen
hermano.- reí.
- Estás perdonado.- me dio
palmadas en el estómago. –Obeso.
- O más bien, musculoso.
- O-BE-SO.- le palmeé el
estómago también.
- Anoréxico.- se carcajeó.
- Cállate.- sonreí.
Ringg rinnggg ringgg
- Te llaman al móvil, Tom.-
dijo riendo. Yo me tensé. -¿Tom?
- No voy a contestar.
- ¿Por qué?
- No quiero, Bill…- tomé el
móvil y miré la pantalla. Era el número de Lauren; el cuerpo comenzó a
temblarme.
- ¿Tom, estás bien?, ¿quién te
llama?
- Nadie, Bill, estoy bien.-sonreí.