- Enano, levántate, ¿qué
tienes?- me eché las cobijas en la cara para que no me mirara. -¿Te sientes
mal?- se quedó callado para escuchar una respuesta mía que no obtuvo. –No me
digas que no tomaste tus pastillas anoche.
- Sí me las tomé, Tom… ya estoy
despierto, desperté antes que tú.
- ¿Y por qué no sales de la
cama, huevón?- rió.
- No saldré en todo el día, si
no es que toda mi vida me quedaré aquí.
- ¿Ah sí?
- Ajá.
- ¿Y si quiero meter a lavar
las cobijas y cambiarlas por unas nuevas?
- Estás jodido, porque no me
moveré de aquí nunca.- lo escuché reírse, y después se acercó más a mí.
- ¿Y si quiero traer un par de
minas para follar?
- Me tapo los oídos y cuando
gimas te pellizcaré una pierna.- comenzó a carcajearse con fuerza, mientras
acariciaba mi espalda.
- Venga, Bill, levántate que
iremos a desayunar fuera.
- ¿Fuera?
- Sí.
- Oh, no, ¡entonces ahora no
salgo enserio!
- ¿Qué tienes, hermanito?-
sentí que me quitaba las cobijas, y como pude escondí mi cara en la almohada.
-¡Mírate, hasta te has duchado ya!
- Vete, Tom, ¡déjame!- me
acarició el cabello.
- Qué enano tan bipolar, ¿me
quieres decir que tienes?
- ¡Que me quiero morir! ¡Eso
tengo!
- ¿Te quieres morir?- no
contesté, me quedé callado, respirando entrecortado, dejando que más lágrimas
mojaran la almohada de mi hermano. Tom bajó de mi cabello a mi cuello,
apartando el cabello de él y acariciándome el tatuaje con la yema de sus dedos.
–Pues algo horrible tuvo que pasarte para que pienses así, ¿no?
- Sí…
- ¿Y puedo ayudar en algo para
que no te sientas así?- negué. -¿tan malo es?
- Ni siquiera yo puedo
ayudarme, Tom…- sollocé.
- Vaya, pues… entonces nos
quedamos los dos en la cama por el resto de nuestros días.- se acostó a mi
lado, en la misma almohada en la que yo estaba, y sus caricias se concentraron
en la parte frontal de mi cuello. – “Have
you seen my enemy?”, said “he looked just like me”, so i set out to cut
myself…and here i go…- cantó en
mi oído, haciéndome sonreír, no sólo por su desafinado tono al cantar, sino
porque esa canción me hacía sentir escalofríos.
- Adoro esa canción…- sonreí.
- Ya lo sé, yo también.- rió.
–Me prometiste que te la aprenderías en el piano, para tocarla juntos,
¿recuerdas?
- Me la aprenderé… pero sigo
creyendo que es mejor como cuando la tocábamos en navidad, como cuando papá
ponía los discos de James Blunt en el estéreo.- sonreí, sacándome las lágrimas
que comenzaban a secarse en mis mejillas.
- Tienes razón, pero me
gustaría mirarte en el piano, de hecho tengo un viejo teclado en la recámara
esa que nunca abro; el que papá me regaló en mi cumpleaños. Tómalo cuando
quieras.
- Gracias.- hubo un silencio
pequeño, en donde Tom dejo de acariciarme el cuello y colocó mi su mano en mi
pecho.
- ¿Bill?
- Hmm
- ¿Me dices qué tienes?- volví
a sentir mi pecho punzarme y mi corazón acelerarse. –Hey, hey, tranquilo… Dios,
sólo siente esto.- puso su mano sobre mi corazón. –No es normal que se te
acelere así, ¿qué tienes?- al final me senté cubriendo mi cara, llorando
nuevamente.
- Tom, ya no quiero tener
Vih…ha pasado… ahora todos me juzgaran con sólo mirarme.
- ¿Quieres decirme?- me viré
hacia él, aún con las manos en mi cara, y después me las quité con delicadeza;
su cara palideció. –Tienes…
- ¡Sí, Tom! ¡ME HA SALIDO UNA
PUTA ERUPCIÓN EN LA CARA!- sollocé. Mi hermano se quedó serio, mirando la
comisura de mis labios, en donde estaba esa horrible roncha; yo me cubrí el
labio, avergonzado, y caminé al baño, sacando mi base de maquillaje, y
echándomela en la cara, intentando tapar esa cosa horrible.
Tom se acercó a mí, mirando lo
que hacía, y comenzó a negar levemente; de pronto las lágrimas me cayeron de
los ojos con desesperación, mientras movía mis manos, esparciendo el maquillaje
en mi cara, pero concentrándome más en esa cosa en mis labios. Miré a Tom por
el espejo, que me miraba serio.
- ¡¿QUÉ?!- le grité, sacando
mis lágrimas de mis mejillas. –hmm- gemí, evitando un sollozo, y volví al
espejo, echándome más maquillaje, desesperado porque no quería irse. –Mierda…-
musité, mirándome al espejo, sintiendo asco de mi propio reflejo; tomé el
botecito de maquillaje, y la sangre se me hirvió de pronto. Lo aventé al suelo,
haciendo que se rompiera en pedacitos y el maquillaje se esparciera por el
suelo. Después miré a Tom, que aún estaba serio, mirándome. -¡Deja de mirarme,
Tom!
Se acercó unos pasos a mí, los
mismos que yo retrocedí; él me jaló la playera y me acercó a su cuerpo, para
abrazarme con una fuerza increíble. Al principio no quise responderle el
abrazo, pero cuando sentí sus manos recorrer mi espalda en forma de
confortamiento, le abracé yo también.
- Si es por eso que quieres
morirte, entonces eres un idiota.- me dijo al oído, y yo, lo apreté más en mis
brazos.
- ¿Por qué me salen tantas,
Tom?... estoy lleno…
- ¿Y eso qué? Para mí no eres
distinto a todos los demás, ¿sabes?, no me importa que las tengas, Bill
- No quiero que los demás me
miren así…
- ¿Y a los demás qué mierda les
importa? Piensa sólo en ti, hermano.
- Te quiero.- dejé de abrazarlo
para mirarle a los ojos. Él sonrió.
By Tom
El desayuno más incómodo te
todos. Bill no dejaba de cubrirse los labios cuando alguien le pasaba cerca y
lo miraba, ¡anda, que Bill era algo torpe! Y yo intentaba que no lo hiciera,
pero simplemente fue imposible. Después fuimos a lo de Bonny para darle el
dinero del veterinario de Zander.
- Hola, pasen.- dijo sonriendo,
acomodando su cabello. Yo miré a Bill y él negó.
- ¿Qué?, ¿no piensas entrar?-
bajó la mirada y negó.
- Te espero aquí, Tom… no
quiero que me vean.
- Oh, por favor, ¿te importa
tanto lo que piensen de ti?- asintió. –No puedo creerlo, Bill.- algo enfadado,
entré a su casa y le dejé afuera.
- ¿Qué tiene?- preguntó Bonny,
con una sonrisita nerviosa.
- Síntomas nuevos del VIH.-
abrió los labios, algo sorprendida. –Se lo ha pasado mal toda la mañana, es un
puto superficial.
- No te enojes con él, Tom, no
sabe como cargar con eso.- bufé.
- Pues sí, pero él siempre se
ha dado asco; incluso hubo un tiempo, en que por dos semanas no se miraba al
espejo. Nuestra madre tuvo que llevarlo con un psicólogo, creía que se estaba
volviendo loco.- reí.
- Algo tuvo que ser, ¿no?, algo
tuvo que pasar para que él no se sintiera seguro de su persona.
- Me dijo que él siempre fue
más regordete y con unos mofletes enormes.- sonreí. –Me dijo que había
comparaciones conmigo, porque yo adoraba el deporte y él era más por la
música.- me apuntó con el dedo, haciendo que yo sacara un grito ahogado. –Oh…
es por eso, ¿no?
- Por favor, Tom, ¿hasta ahora
te das cuenta?- sonrió. –él te lo decía en forma de indirectas y no lo pescaste
nunca.
- Entonces quieres decir que mi
hermano…- me quedé en silencio; ella asintió.
- Tu hermano se siente menos
que tú, porque tú y todos lo han hecho sentirse así. Maurice le obligó a
prostituirse, tú le gritas que no le quieres ver cerca, todos en la universidad
le odian, encima tiene VIH y el padre de Emil no le revisa por eso; se corta
sus brazos para llamar la atención quizá.
- Nuestros padres creían que
era un maricón.- musité. -¿sabes? No vengo a hablar de mi hermano, vengo para
darte el dinero.
- Bien, bien, no te enojes.- me
saqué el dinero del bolsillo del pantalón y se lo tendí.
- Aquí lo tienes.- se lo puse en la palma de
la mano.
- Pues gracias.- sonrió. -¿Se
quedan?- dijo guardándose el dinero en el bolsillo, yo me encogí de hombros.
- Lo hablaré con mi hermano.-
ella asintió, y yo, me di la vuelta para salir de su casa.
Bill estaba sentado en la acera
llena de rocas, encogiendo sus piernas hasta su pecho y recargando su quijada
en sus rodillas. Al sentirme a su lado, él levantó la mirada para verme, y yo
me acuclillé.
- Roxann te invita a entrar a
su casa, ¿quieres?
- No.
- Bill, ¿qué piensas hacer
entonces? Esas putas manchas no se te quitarán nunca, ¡en toda tu vida!,
vivirás con ellas siempre, ¿piensas quedarte así siempre?- sus ojos se
cristalizaron, le había golpeado en la moral. –lo siento.
- Es igual… aún así ya sé que
estaré con ellas siempre.- infló los mofletes y después dejó salir el aire.
–Quiero volver a casa…quiero decir… a tu casa…
- No puedes estar escondiéndote
de todo el mundo por una cosa tan pequeña como esa.- me miró incrédulo,
mostrándome la comisura de su labio.
- ¿Pequeña?- se apuntó con el
índice. –Es incluso más grande que este lunar.- se tocó su lunar, siendo presa
de su propia inseguridad, y bajó la mirada.
- A mí me parece pequeña,
incluso más pequeña que esta cicatriz horrible.- me levanté el polerón y le
mostré mi cicatriz, la que Maurice había hecho con su navaja. –Yaya que es
asquerosa y rosada.- me la toqué con la yema de los dedos. Bill sonrió.
- Es genial, me gustaría tener
una así de grande, para probarle a todos que no soy un marica y sí sé pelear.-
me puse serio, por completo, incluso algo dolido, aunque nunca me sentía así
por él. Sentí que fue una pésima idea mostrarle la cicatriz, siempre quería ser
alguien que no era.
- No le tienes que demostrar
nada a nadie.- se puso serio. -¿Entonces, qué dices?
- Bueno… tal vez podamos estar
ahí un momento.- sonreí y me levanté del suelo, junto a él. Entramos a lo de
Bonny y ella pareció estar feliz de que Bill aceptara; se acercó a nosotros.
- Hola, Bill.- hizo ademán de
darle un beso en la mejilla, pero mi hermano la esquivó retrocediendo y se
cubrió los labios, asustado e incómodo.
- Yo…perdón pero…- su voz
sonaba temblante y algo bajito porque aun mantenía su mano en sus labios. – No
puedo…
- No te preocupes, Bill.- ella
sonrió.
Horas después estábamos en la recámara de
Bonny, junto a Emil, Denis y Roldhan, bebiendo de las litronas y fumando
porros; Bill, simplemente sentado en la cama de Bonny, con un vaso con cerveza
y hielos, mirando una de las revistas mariconas de moda que tenía sobre su mesa
de noche y le había prestado para concentrarse en otra cosa que no fuera lo que
decíamos, que cómo me había dicho, le crispaban las pelotas.
- Se ha acabado una litrona,
¿qué les parece si jugamos a ese viejo juego de verdad o castigo?- dijo Denis,
los demás asintieron casi al tiro.
- Yo paso.- dije, y todos me
miraron.
- Vamos, Tom, no seas marica.
- No voy a jugar.- dije serio.
–Que Bill tome mi lugar.- me levanté del sofá y caminé a por Bill, sacándole la
revista de las manos; él me miró confundido e incluso algo enfadado. –Jugarás
por mí, ¿no quieres?- asintió y se sentó en el sofá en donde yo estaba.
Los ojos se me habían cerrado
de pronto, comencé a dormir en la cama de Bonny, no podía negar que su cama
siempre me había parecido de las más cómodas en todo el barrio. Me cubrí los
ojos con el antebrazo y comencé a dormir.
- Eh, Bill, no puedes rajarte.
- Sí, tuviste la suerte de ser
el último, ahora hazlo.
- ¡Vamos, Bill, muéstranos!-
abrí los ojos ante sus gritos, cansado, ¡mierda, que molestaba que me
despertaran con gritos!; me di un estirón y bostecé para mirarlos… ¿aún seguían
jugando?
- Eh, ¿qué esperas?- todos se
carcajeaban, y Bill, se encogía en su propio cuerpo.
- ¿Para qué las quieren ver?,
son igual que todas…- dijo mi hermano.
- Ese es el problema, no hemos
visto ninguna.- dijo Emil, riendo; se acercó a mi hermano y forcejeó para
levantarle la playera, y cuando lo logró, se alejó de golpe, cubriéndose los
labios; Bill retrocedió, bajando su playera rápidamente y respirando con dificultad.
-¿Has tomado medicamentos para eso?- preguntó con indiferencia. Bill no
contestó.
- No quería mostrarlos…-ellos
rieron.
- Eh, ¿por qué no me juntan a
la diversión?- dije; ellos me miraron. -¿qué es tan gracioso?
- Del sarcoma de tu hermano,
¿le has visto el estómago? Dios, ¿eso no duele, Bill?- dijo Emil.
- N-no…- musitó.
- ¿Y de eso se ríen? Creo que
se les subió algo el alcohol.
- No te enojes, Tom.
- No me enojé, también me dan
asco esas feas ronchas que tiene.- fingí una carcajada. –Pero mejor nos vamos,
así no los molesta más.- con la mirada le hice levantarse y salir por la puerta
sin más.
- No te pongas así, Bill, ellos
no lo entienden.- apresó la almohada en sus brazos, y yo, acostado en sus
piernas, perdí toda vista a su cara.
- Y si no lo entienden,
¿entonces por qué lo juzgan?
- Porque no están cuerdos.-
silencio. Puta, ese silencio tan incómodo que siempre compartíamos cuando algo
no nos parecía.
- Tom, ¿me has perdonado?- lo
miré.
- ¿Qué?
- Sí, por todo… por lo que
Robert me…y porque Maurice me…- tartamudeaba, pero incluso sin haber terminado
las palabras, sabía de lo que hablaba.
- Eso creo… sí.- él sonrió.
-¿Es verdad que Maurice te la metió más de una?- otro silencio, uno más molesto
que el anterior, uno en el que ambos sentíamos seguro ganas de decirlo todo,
pero no lo hacíamos, por ese orgullo que atrapaba a nuestros sentimientos y los
encerraba para que no salieran. Un silencio incómodamente sensible. Bill ni
siquiera me contestó, por lo que automáticamente supe que la respuesta era >>sí<<, y que no le apetecía recordar
cada segundo sufrido ahí. -¿Cómo fue?- pregunté al fin, y mi hermano se puso
tensó al tiro.
- Eso no…no te importa…- lo
dijo en un tono lastimero, pero nunca a la defensiva o enfadado, parecía más
bien que quería que le rogara, para ver si realmente me importaba o no.
- Sí, me importa.- el suspiró,
pero nunca, ninguno de los dos, mantuvimos contacto visual, y al parecer no lo
haríamos hasta que terminara de hablar.
- Fue el primer día…- comenzó. –Después
de terminar la noche con un hombre…- tragó saliva con fuerza. –Se acercó a mí,
con una sonrisa y, me tomó las mejillas, felicitándome por haberme portado bien…
En ese momento no me importaba estar desnudo frente a él, pero cuando dijo que
quería pasarlo conmigo, comencé a temblar y llorar. Me besó los labios… yo me
estremecí, no sabía cómo hacerlo parar… me ahogaba con su lengua…Se quitó la
ropa y se acercó a mí… me obligó a meterme su… y después, me “alistó”, me
penetró con sus dedos y luego metió su…lengua… después de eso… sólo lo hizo…-
sus piernas empezaron a temblar; supuse al principio que era porque no
aguantaba más el peso de mi cabeza en ellas, pero me di cuenta de que no era
por eso, sino porque aún lo sentía, aún lo recordaba bien.
- ¿Te golpeó?
.
- Sí… me mordió y qué se yo… me
lastimó… terminó en mis labios y me obligó a tragarme su… y después se fue, dejándome
dormir entre sus fluidos, los de ese hombre y… también los mí…- se quedó en
silencio, avergonzado.
- Bill.- no era muy bueno
consolando a las personas, mucho menos a las personas como Bill, pero quería
intentar.
- Cuando lo pensé… no me sentí
tan mal…- quise mirarle los ojos, pero la almohada me lo impedía. –Al menos
alguien me dijo que era lindo…aunque no lo sintiera…- me senté, mirándole,
confundido hasta los vellos.
- ¿Qué?
- Nada…- me senté a su lado,
cubriéndome las piernas con las cobijas, tal como él lo hacía.
- Te lastimó, Bill, ¿y piensas
que estuvo bien?- bajó la mirada al tiro.
- ¿De verdad también te da asco
mi Sarcoma?- se levantó la playera y se miró todas esas costras y ronchas.
- No.- me miró. -¿Crees que si
me dieran asco te dejaría dormir a mi lado o ponerte mi ropa?- le obligué a
acostarse, y apagué las luces, acercándome a él, abrazándole por la cintura, y
pegando mi frente en su cuello, acariciándole el pecho. –No me da asco, ni el
Sarcoma, ni tu cuerpo tan huesudo, ni tus brazos cortados, ni que estés
enfermo. Nada en ti me da asco.- apresó mi mano que acariciaba su pecho en la
suya, y yo la acaricié con mi pulgar. Cerré los ojos.
- Eres el único… pero al final,
el más importante, hermano.- abrí los ojos, sintiéndome tan vulnerable como
nunca lo había hecho.
awwwww! T.T
ResponderEliminarMe encanto,me quedo sin palabras con lo que escribes ....
ya quiero leer el proximo
cuidate bye
7-7 Pobre Bill...maldita gente que no tiene empatía...no entienden...pero juzgan ... ¬w¬...Oww..me encanta la actitud que toma Tom...con Bill *-*
ResponderEliminarMe encanta tu historia Y-Y
sube pronto...cuídate &&' Chao
Me encantooooooooooooo! Sigue, sigue, sigue... Ya se que comente tarde :$
ResponderEliminarCuidate mucho y me encanta la Fic! Sube pronto porfavor!!!