By Tom
Entré a la casa, cerrando la
puerta detrás de mí, y me acerqué a él, que lloraba sentado en las escaleras,
cubriendo su cara con sus manos. Me hice un espacio junto a él y lo miré, con
la cara más estable que tenía.
- Deja de llorar.- le dije con
frialdad, pero él sólo sacó un sollozo, sin sacar sus manos de su cara. –No
llores por eso, Bill, las cosas pasan siempre por algo, si me muero, pues…
supongo que habrá una explicación razonable.
- No… tú no vas a morir, ¡van a
matarte!
- ¿Y cuál es la diferencia?- se
quitó las manos de la cara, y me miró serio, con sus ojos aún derramando
lágrimas. –Venga, que es lo mismo, algún día todos vamos a morir, ¿no?- se
quedó mudo, sin dejar de mirarme con esos ojos penetrantes, que incluso, podían
llegar a causarme alguna incomodidad. Y más cuando lloraba.
No tuve mucho éxito en hacerlo
hablar, entonces simplemente me levanté de las escaleras y subí, junto a
Zander, a mi recámara, para pasar el día entero ahí, recostado, sin saber nada
de mi hermano en más de un par de horas; y no era que me importara mucho,
simplemente me jodía que se enfadara por una decisión mía, en la que él no
podía opinar.
- No me puedo creer que te
hayas rendido tan pronto.- dijo carcajeándose, empujándome hacia una pared con
fuerza; me tambaleé, y como pude, me sostuve para no caer al suelo.
- No me he rendido, Maurice,
estoy analizando hasta qué punto puedes llegar.- entornó los ojos, apretándome
la barbilla con sus dedos. Zander se puso tiesa y comenzó a gruñir levemente.
- Hasta el punto de matarte,
supongo. No eres más que una mierda; matarte sería tan fácil como pisarte.
- Ya no me importa nada.-
sonreí. –Mátame, tortúrame, ¡me chupa un huevo! Pero cuanto más rápido lo
hagas, más rápido comenzaras a sentirte con una moral negra, pasando los días
muriendo tras las rejas de la prisión.- se carcajeó.
- No vayas tan rápido con todo,
Kaulitz. Quizá no parezca muy listo, pero la realidad que tus ojos ven es
totalmente distinta; ¿crees que quiero matarte ahorita, en tu físico más fuerte
y la oleada de sentimientos disparándose dentro de ti?- me quedé en completo
silencio, dispuesto a escucharlo sin interrumpir en ningún momento. -¡Claro que
no!, no sería tan divertido, ¿sabes?, lo que quiere un enemigo es ver a su
oponente sufrir. Eso es lo que yo quiero; que sufras. Quiero verte llorar.
- Oh, pues no lograrás de
ninguna forma; puedes hacer lo que quieras, y aún así, no me verás llorar por
nada.
- Bueno, tu mente aún está
fuerte, he de decir; pero sé que te hará llorar como el crío que algún día
fuiste, cuando tu familia te quería y no te hacía menos importante por el
secuestro de Bill.- me quedé perplejo, sin entender cómo era que él lo sabía todo;
él comenzó a descojonarse. –Tranquilo, será fácil llevarte a una depresión
severa, ni siquiera creo necesitar armas para hacerlo, si con una palabra te
pones tan sensible como una pequeña niña.
- ¿Tan aburrida es tu vida,
Maurice? Bueno, en lugar de preocuparte por mí deberías preocuparte por ti.
Quien acabará solo eres tú, yo tengo a mi hermano, tengo a Zander y no me
importa si no tengo a nadie más.- Zander movió el rabito al escuchar su nombre.
- Y yo tengo a todo el barrio.
- Que te quieren sólo porque
les das bebidas y sexo duro a todas horas, ¿cierto?- se quedó en silencio.
- No me tientes, mariconcito.
Voy a acabar contigo.
- Hazlo, ya no me importa.-
sacó su navaja y me acorraló en la pared.
- ¿Eso quieres?- me tragué todo
el nerviosismo y me eché las pintas de un tío al que no le importaba una mierda
nada.
- Hazlo.- fingí una sonrisa,
aunque mi corazón estuviera dando saltos de nervios y también miedo.
- Está bien.- y me encajó la
navaja en el abdomen. Mi cara enrojeció de dolor, y un gemido enorme salió de
mi garganta cuando sacó el arma de mi cuerpo. Zander ladró fuertemente,
echándosele encima a Maurice, quien en un acto rápido, le tomó una pata y la rompió.
- ¡ZANDER!- grité, acercándome
a ella, mientras chillaba adolorida, y Maurice reía, alejándose. –Ven aquí,
princesa, vámonos.- la levanté en mis brazos, e hice lo posible por mantener mi
herida apretada para que no sangrara más.
- ¡BILL!- grité detrás de la
puerta, sin poder mantener mi peso y el de zander en mis piernas. -¡BILL!-
volví a gritar, cuando escuché sus fuertes pisadas en las escaleras; abrió la
puerta, y al tiro su cara se puso tiesa completamente.
- Pero… ¿qué pasó?- le empujé
un poco para entrar con mi perra en brazos; me eché en el suelo, revisándole la
pata, pero ella comenzó a gritar adolorida.
- Tranquila, quiero ayudarte.-
le acaricié la cabeza, y de pronto, Bill apareció a mi lado.
- Estás herido, Tom.- me miró
la playera, que estaba tintada de mi sangre.
- Es igual, Bill, ayúdame con
Zander.- se quedó petrificado, mirando mi playera manchada de sangre; yo le zarandeé,
tratando de hacer que volviera a su estado normal. -¡BILL, ESCÚCHAME, ESTÁ
MALA!- sacudió la cabeza, mirando a mi perra chillar.
- ¿Qué hago, Tom?
- Acaríciale mientras arreglo
su pata.
- ¿QUÉ? ¿¡VAS A HACERLO TÚ
SOLO?!
- ¿Y entonces quien?, venga,
Bill.- asintió y le acarició la cabeza, mientras yo le tomaba la pata y se la
acomodaba de vuelta; Zander comenzó a gritar y chillar adolorida, y Bill le
acarició con más delicadeza, dándole besitos en la cabeza. –Todo está bien
linda.- me levanté del suelo, al igual que Bill.
- ¿Tom?- lo miré. –Te estás
desangrando, vamos al doctor.- negué.
- Estoy…estoy bien…- me llegó
un dolor de cabeza, con algo de nauseas; las piernas empezaron a temblarme.
Miré a Bill, que me miraba confundido, y después perdí las fuerzas.
- ¡TOM!- sentí un golpe en la
cabeza y el frío del mármol en mi espalda. -¡Tom, despierta!- su voz sonaba
lejana, y de pronto, solo sentía cómo me movía lentamente, hasta después no
sentir ni escuchar nada.
- ¿Tú le limpiaste la herida?-
escuché la voz de una mujer. –Eh, tranquilízate, no es tan malo.
- No sabía qué hacer, se estaba
desangrando.
- No debiste hacerlo; no sin
llamarle a un doctor.- quería abrir los ojos, pero me era imposible. –No la
tenías que humedecer sin antes parar la hemorragia, ¿nunca te enseñaron eso,
Bill?
- ¿Lo maté?- quise sacudir mi
cuerpo para que supieran que ahí estaba, pero una vez más me fue imposible, no
podía mover ni un centímetro de mí.
- No digas eso, mejor dime cómo
pasó todo.
- ¡No sé, Roxann, de pronto se
cayó al suelo!
- ¿No te dijo algo sobre su
herida?
- No, estaba más concentrado en
ayudar a su perra.- escuché su voz, cálida y preocupada, una vez más.
- Bueno, he llamado al doctor,
ahora sólo queda esperar para ver qué te dice. Yo tengo que irme, mejor lo
dejas descansar.
- No, yo me voy a quedar.
- Como quieras.- se escuchó la
puerta cerrarse, y un costado de la cama hundirse, haciendo rechinar el
colchón.
- Hmm- logré emitir un sonido.
- ¿Tom?- fruncí el entrecejo,
sintiendo la luz penetrar mis párpados. -
Mierda, Tom, me tenías muerto de miedo.- parpadeé hasta acoplarme a la luz y
mirar la cara de mi hermano frente a mí. -¿Cómo te sientes?
- Mal. Mierda, me duele todo el
cuerpo.
- Pues supongo que es normal,
cargaste a un perro de a saber cuantos kilos por todo el barrio con el estómago
desangrándote. ¿Estás loco?
- Zander.- la recordé. -¿Está
bien?
- Roxann la llevó.- intenté
levantarme, pero Bill me echó una mirada amenazante que me hizo detenerme. –Ni te
atrevas a levantarte, tendrás que estar ahí por el resto del día, acostado.-
Bufé. –No te enojes, no es mi culpa que hayas sido tan torpe.
- ¿Torpe?
- Sí, Travis me dijo que habías
resbalado.- eché un suspiro cansino, ni siquiera tenía fuerzas para pelear. -
¿Qué? ¿Eso no fue lo que pasó?
- Maurice me perforó con una
navaja.- su piel palideció. –Bill.
- ¿Qué quieres?
- ¿Qué tienes?
- ¡Nada, Tom!, ahora mejor
duérmete, si te sientes mal me avisas.- se levantó de la cama y salió de la
habitación.
By Bill
El mundo se me caía sobre la
espalda sin querer; de pronto, juntándome a la posible depresión de mi hermano,
me sentía derrotado también de alguna forma. En dos semanas, Tom siempre
terminaba en la cama adolorido; era como si Maurice estaba al pendiente de todo
lo que él hacía. Los dos nos prohibimos salir de la casa, pero Tom comenzaba a
sentirse vulnerable, y ese, era claramente, un golpe a su moral y a su orgullo.
Me trataba mal, incluso llegó a golpearme un par de veces, y yo, como un
adicto, comencé a hacerme daño con mi navaja otra vez.
- ¡Qué asco!- levanté la
mirada, quitándome las lágrimas y escondiendo la navaja. Él negó, desaprobando lo
que hacía. -¿Enserio crees que haciéndote daño lograrás que algo cambia?- decía
en tono indiferente. –Pues no, y te voy a pedir un favor: deja de hacerlo
dentro de mi casa, que puedes contagiarme el Sida.
- ¿Qué?- pregunté en un
sollozo. –No es mi culpa, Tom… ¡quien se dio por vencido has sido tú!, ahora
veo cuánto valen para ti nuestras promesas.
- ¡No me he dado por vencido!, al
menos no lo he hecho hasta ahora, ¿crees que quiero morir?
- ¡Pues lo estás haciendo! ¡Siempre
regresas con una nueva herida!
- ¡Y tú también lo harás
cortándote la piel con una navaja oxidada! ¡Abre los ojos, Bill, quien está
enfermo eres tú! ¡Deja de preocuparte por mí!
- ¡No puedo, Tom!
- ¡INTÉNTALO!
- ¡¿Y si te matan qué?!- grité
con desgarro. – No quiero recordarte como el idiota que cedió el trono a
alguien como Maurice…- se quedó serio.
- ¡Pueden matarte a ti también,
¿eso es lo que quieres?!
- Por favor, Tom…- se acercó y
me tomó los hombros, sacudiéndome un poco.
- Lo hago para protegerte a ti,
¡¿por qué no puedes comprenderlo?!
- ¡Prefiero que me maten a que
te maten a ti!
- ¡PUES YO NO, BILL!- me hizo
quedarme tieso; suspiró hondo y después me miró. –Yo no.
Los ojos se me volvieron a
empañar con mis lágrimas, mi labio inferior comenzó a temblar, y el corazón me
golpeaba el pecho. Mantuvimos nuestras miradas sobre la del contrario, serios,
incluso Tom parecía querer llorar, pero era tan orgulloso. El silencio se
pronunció y cuando menos lo esperé, las lágrimas ya me caían por las mejillas y
los pequeños quejidos que emitía para evitar los sollozos se hicieron presentes
en mí; mientras mi hermano me miraba serio, aun tomándome de los hombros.
- Ven aquí.- me envolvió con
sus brazos, haciendo que inconscientemente me pusiera a llorar otra vez. Me
acarició la espalda y me apretó un poco más en sus brazos. -¿Es que no
entiendes, tonto? Si tú te mueres no sabría qué hacer; me volvería un loco.
Acomodé mi cabeza en su pecho,
indispuesto a que toda nuestra vida siempre estuvo formada por amenazas y
dolor. No era justo, simplemente o lo aceptaba. Toda una vida por delante y mi
hermano se daba por vencido tan pronto; pero algo que sí sabía era que yo
siempre iba a estar a su lado en todo lo que
pasara, y juntos, podemos derrumbar hasta el muro más grande.
Muy corto, lo sé... estoy en semana de exámenes y ya no puedo con la vida en estos momentos jajajaja, lo siento, intentaré mejorar con esto. Pasen un lindo día.
owwwwwwwwwwww nuuuuuuuuuuuuuuuuuu ToT
ResponderEliminarpobre Tom. .
Que pasara ahora?
Sube pronto
cuidate y un abrazo ;D